RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 29 de diciembre de 2018

BALANCE DE 2.018: EL AÑO DE MERCEDES

Si 2.017 fue estupendo para ella y bastante positivo,  2.018 ha sido definitivamente el año de mi mujer que nos ha sorprendido a todos con un rendimiento fabuloso en un montón de ultras, aunque tampoco le ha hecho ascos al asfalto, aunque no haya corrido ninguna maratón urbana en este año. Este es el repaso del año que ha tenido mi mujer:


  • Enero:
    • Media Maratón de Sevilla: Mercedes conseguía su mejor marca en la distancia con una pedazo media en la que marcaba 1 hora 48 minutos 20 segundos. La disfrutó y no le acompañé. En aquellos meses yo estaba muy apático y no tenía ganas de pisar el asfalto. 


  • Febrero:
    • Media Maratón de Valdepeñas: en esta ocasión corríamos juntos, yo le hacía de liebre, y Merche iba de más a menos en esta carrera que, todo sea dicho, se le suele atragantar. En cualquier caso conseguía mejorar su mejor marca por ¡un solo segundo!: 1 hora 48 minutos 19 segundos. Obtenía trofeo como la 13ª mujer local.



    • Trail de Moixent: ambos corríamos un bonito trail en esta localidad valenciana, y nos quedaba buen regusto, aunque no conseguíamos subir ninguno de los dos al podium (Merche quedó cuarta veterana +40).  


  •  Marzo: 
    • Maratón de Montaña de Cuenca. Competíamos los dos en Cuenca, y tocaba pisar la nieve, resultando una competición muy muy dura (ya lo hubiese sido aunque no hubiese nevado). Merche corría su distancia más larga en montaña y cumplía con creces, a pesar de que en realidad se tratase de un test para su gran reto: los 101 kilómetros de Ronda. Bajaba de las 7 horas, que era el objetivo, y no quedaba satisfecha del todo, aunque visto con perspectiva quedaba patente que ya estaba preparada para las batallas más duras.



  •  Abril:
    • El Reto Araque en Jamilena: repetíamos los dos en esta prueba, que ya habíamos disputado en 2017. En mi caso lo hacía compitiendo por equipos, y en el caso de ella, buscaba mejorar su tiempo y sus sensaciones, que ya habían sido buenas en la primera ocasión. Merche obtuvo su primer podium del año quedando como cuarta de la general femenina y primera de su categoría, igualando al segundo su tiempo, y disfrutando mucho este bonito trail.


  •  Mayo:
    • Los 101 kilómetros de Ronda: llegaba Merche llena de incertidumbres a su primera gran ultra, en una prueba dura y larga a partes iguales, de esas que uno no sabe qué va a ocurrir. Por más que le dije que tuviese una actitud conservadora no hubo manera, Mercedes salió "a lo suyo" y fue cumpliendo uno a unos sus hitos, clavando, o incluso mejorando sus mejores previsiones (que no las mías). Recordaremos ese día como aquel en el que yo salí a hacer 30 kilómetros mientras ella comenzaba la aventura, y que al atardecer, y de forma imprevista, volvía a ponerme el chaleco para hacer un doblaje inusitado y vivir con ella sus últimos 30 kilómetros, en una llegada que quedará para el recuerdo (obviamente yo no crucé la meta). Las 13 horas y 44 minutos lo dicen todo, en una edición que para más inri había sido endurecida añadiendo 500 metros de desnivel positivo, hasta los +3000. Si hay que destacar algún éxito desde que comenzó a correr me quedo con este, pese a que no subiera al cajón.



    • Trail Cueva Cabrera, La Guardia, Jaén: por segunda vez corríamos los dos este trail (ya lo habíamos hecho en 2.016), y en esta ocasión se unía nuestro hijo, Jorge, su primera competición de montaña y sin entrenar. El resultado era espectácular: los tres obteníamos trofeo, pero Merche sufría un montón para ser primera veterana, dos semanas después de lo de Ronda, y es que no estaba del todo recuperada del tute sufrido.


  •  Junio:
    •  Cross de Cástulo: Merche quería ser profeta en su tierra, Linares, corriendo una prueba de formato desconocido para ella, un cross, en el yacimiento romano de Cástulo. Le costaba, pero cumplía con creces en esos muy duros 8k, quedando primera veterana.

  • Julio:
    • Alfajor Trail de Medina Sidonia: Mercedes me convencía para que nos inscribiéramos por parejas en este cross/trail. De forma muy atropellada, por temas laborales, llegábamos sin tiempo, después de un largo viaje, cansados y corríamos esta carrera que, seguro que en otras circunstancias podríamos haber disfrutado. No fue la mejor carrera del año, pero sí que fue una experiencia. Finalmente cuartos por parejas, y lo tuvimos "ahí", pero bueno, un pequeño desastre.

  • Agosto:
    • Los 50 kilómetros Subida al Veleta: otro reto de mi mujer al que yo me inscribí por su insistencia, y eso que "no estaba" para nada, no me sentía corredor. Llegamos con muchas dudas a esta carrera, ella por la dureza con la que se iba a enfrentar, con un +2650 de desnivel positivo desde Granada al tercer pico más alto de España, yo por no saber si ni tan siquiera podría terminarla. Pero cosas que tiene la vida, la acabamos disfrutando, yendo en tándem todo el tiempo, y no cejando en nuestro esfuerzo, de menos a más. El tiempo fue bastante digno, 6 horas y 34 minutos, y fue toda una experiencia. Merche, segunda de su categoría, pero no había trofeos por categorías.



  •  Septiembre:
    • Desafío Extrem de Valdepeñas de Jaén: necesitábamos ponernos las pilas en modo trail para nuestro segundo gran reto, la Doñana Trail, y probábamos en esta localidad, su primera edición. No resultó una trail tan duro como esperábamos aunque yo tuve alguna indisposición tras terminar la prueba. Merche llegó fuerte y fue segunda de la general.

  • Octubre: 
    • Trail de Onil: repetíamos tras 2016, porque queríamos volver a sentirnos como en casa, y no acabábamos desfraudados, todo lo contrario. Merche mejoraba su desempeño en casi 14 minutos. Segunda de su categoría y agasajados de regalos.


  •  Noviembre:
    •  La Doñana Trail, 71 kilómetros. Era nuestro reto conjunto, competíamos por parejas y sin embargo todo se iba al garete por mi culpa, en un mal día, y teniendo en cuenta que no llegaba en un gran momento de forma. El caso es que me retiraba y con ello provocaba que no pudieramos ver cumplido nuestro sueño de llegar juntos, algo que ya habíamos echado en falta en 2016. Pero Merche continuó e hizo un auténtico marcón, 7 horas 54 minutos, llegó muy entera.




  • Diciembre: 
    • Ultramaratón de la Vida, Sanlúcar de Barrameda: concurríamos en el último reto del año, reto para ella, marrón para mí, que llegaba muy tocado, en todos los sentidos a este evento.  Decidía hacer el desafío: doblando con los 8k nocturnos del día 8, y al día siguiente los 50 kilómetros de la ultra. Rindió bien en la prueba corta, séptima de su categoría, y sin forzar mucho, y al día siguiente notó el esfuerzo. Yo salí el último y ella desapareció de mi vista desde el principio, sin embargo logré alcanzarla en el 14 y fuímos en pareja el resto de la prueba, cumpliendo nuestro sueño de llegar juntos, y con un crono fabuloso de 4 horas 51 minutos, cuarta de su categoría, a 9 minutos de la tercera, y cuarta del desafío, a tan sólo 3 minutos de la tercera, pero sin duda fue el mejor broche que podíamos haber puesto a este extraño año, al menos para mí.




VIENEN CAMBIOS IMPORTANTES PARA ESTE 2.019

La entrada de este nuevo año 2.019 va a traer cambios en nuestra vida como corredores, tanto a Merche como a mí. Ya por lo pronto, y desde el varapalo de la Doñana Trail he podido comprobar en los entrenos largos y también en la Ultramaratón de la Vida de Sanlúcar que lo de que mi estómago era tan delicado que sólo toleraba turroncillos del Decathlon no era más que un mito. Cierto es que no sé que le ocurre a mi sistema digestivo en determinadas circunstancias en las pruebas largas, que me llevan a que se cierre el estómago, tener vómitos, etc, pero también es cierto que en estas semanas he tomado geles, frutos secos y otras cosas más que tenía como "prohibidas" en carrera, y me han sentado perfectamente bien; la prueba está en lo que ocurrió en Sanlúcar. Ese es primer cambio, se me abre el horizonte de la alimentación, y quien sabe, una rendijilla para poder seguir teniendo un poco de esperanza de disfrutar de las ultras.

El segundo e importantísimo cambio es que Merche y yo nos hemos inscritos en el Club de Montaña de Linares, la ciudad que la vió crecer. Pasaremos a estar federados en montaña y ya preveo que eso hará que surjan retos y nuevas aventuras. Seguiremos en el Extenuación Valdepeñas, que nos trata tan bien, y compaginaremos en lo que podamos nuestro calendario.

El tercer cambio es que ya en diciembre nos hemos provisto de sendos e importantes retos: Merche está inscrita a la Maratón de Murcia el 27 de enero. Llegará un poco justa, porque no se ha preparado específicamente la misma, pero está en buen momento en la larga distancia por lo que el único problema que puede haber es el del ritmo. En cuanto a lo que a mi se refiere, aunque sea raro, ya en diciembre me he provisto de un reto para marzo, la Maratón de Montaña de Cuenca. No es que sea raro correr algo así en marzo (ya lo hice en este 2.018); lo que no estaba siendo habitual es que tuviera la motivación suficiente como para decidirme en diciembre. En Cuenca mi marco como objetivo disfrutarla, en una edición en el que han endurecido la prueba con un +2.700 (doscientos más que en anteriores ediciones). Merche, en principio, no la correrá.

No descartamos inscribirnos a algún trail de transición en febrero, para ir cogiendo la onda montañera que nos hará falta para esta futura primavera.


SEMANA DEL 22 AL 28: VIENEN CHANGES

Me tocaba cuidar unos días a mi madre, pero al menos estaba de vacaciones podía contar con más tiempo. Esta semana puedo decir que sí ha supuesto un pequeño cambio, un pequeño paso adelante. Además ha venido acompañada de la constación de nuevos retos: la Maratón de Murcia de finales de enero para Merche y la Maratón de Montaña de Cuenca para mí en la tercera semana de marzo.

El caso es que he tenido dos buenos entrenos con subidas por senda a los molinos eólicos del Cerro del Peral, y eso se ha notado.

  1. Sábado 22: me tocó madrugar para no llegar tarde al relevo a Jorge (que había dormido en el piso con mi madre). Hice unos 13,5 kilómetros, el circuito del Albergue Juvenil.
  2. Domingo 23: ese fue un buen entreno. Tenía tiempo y me fuí a subir por la senda a los molinos eólicos. Bajé por otra senda y de ahí a casa. 19 kilómetros que me dejaron bien cansado, sobre todo porque en la última parte apreté.
  3. Lunes 24: salí a correr, un ratín, no mucho, pero acabé contento, con unos 11 kilómetros hechos en 1 hora justa.
  4. Martes 25: me lo tomé de descanso, viaje a Linares.
  5. Miércoles 26: había que rebajar los excesos y Merche y yo repetimos un circuito similar al del domingo, volviendo a subir los molinos y bajando por la misma senda. Otros 19,20 kilómetros.
  6. Jueves 27: estuve un poco perezoso pero ya por la noche fuimos al gimnasio y allí estuve 1 hora y 3 minutos en la bici, con buenas sensaciones, 14 kilómetros.
  7. Viernes 28: descanso.
En esta semana he notado ciertos cambios, que se consolidan con la tirada que hemos hecho Merche y yo en Despeñaperros hoy y que nos han dejado buenas sensaciones.

Un total de 77 kilómetros, que sin ser grandes números noto que han sumado.

SEMANA DEL 15 AL 21. TAMPOCO DESPEGO

Sin metas a la vista, tan sólo pensaba en seguir corriendo, y además la pierna izquierda seguía con "tiranteces en la parte alta posterior, en una clara inflamación de los tejidos, con molestias similares a las que provocaron en su día la puñetera y larga pubalgia. Eso, unido a mi falta de determinación y a que anochece tan pronto, no hubo mucho que reseñar:
  1. Sábado 15: tirada por la zona sur de Valdepeñas, lentos 15,7 kilómetros hechos en 1 hora y 47 minutos. Pesado y con molestias.
  2. Domingo 16: salí con Merche a realizar una tirada por el circuito del Albergue Juvenil El Cañaveral, y tuve mejores sensaciones que el día anterior. 13 kilómetros justos en 1 hora y 13 minutos.
  3. Lunes 17: gimnasio con una sesión de bicicleta de 8 kilómetros.
  4. Martes 18: realicé dos subidas al Ángel por el asfalto y hallé mejores sensaciones. 9 kilómetros que me dejaron un buen regusto.
  5. Miércoles 19: descanso. No debería haberlo hecho pero quise ir a ver bailar a Inés fin de curso.
  6. Jueves 20: tenía viaje a Madrid, así que se terminó de fastidiar la semana.
  7. Viernes 21: de nuevo gimnasio, el refugio de los perezosos, con tan sólo 7 kilómetros de elíptica.

Así había transcurrido otra semana más, escasa de kilómetros. Tan sólo me quedaba el consuelo de que cogía vacacione y ello suponía contar con más tiempo y correr con el solecito.

Había realizado unos pobres 54 kilómetros.

 

SEMANA DEL 8 AL 14: VIVIENDO DE LA ULTRA DE SANLÚCAR

La semana que aconteció después de la Ultramaratón de la Vida de Sanlúcar de Barrameda no tuvo nada de reseñable. Ni siquiera intenté que esa competición fuese un punto de inflexión en mi estado de forma, pero me sentía bien por como se había desarrollado dicha prueba, y aún sigo pensando que fue un milagro que la viviese como la viví. 

Este fue el resumen de aquella semana:
  1. Sábado 8: descanso. Tan sólo ví correr los 8K a Merche, pero eso no cuenta.
  2. Domingo 9: los 47 kilómetros de la ultra, que no está mal.
  3. Lunes 10: me procuré un merecido descanso.
  4. Martes 11: gimnasio con una sesión suave de 40 minutos alternando elíptica y bici. 9 kilómetros
  5. Miércoles 12: fui con Merche a realizar dos subidas al Ángel, pero ella estaba muy cargada y no hizo ni una subida. Yo por no hacerle esperar tan sólo subí y bajé: 7 kilómetros que supieron a poco.
  6. Jueves 13: de nuevo gimnasio, con 1 hora de bicicleta, unos 12,5 kilómetros. Merche se encontró mejor de sus doloridos cuadríceps.
  7. Viernes 14: descanso.
Terminaba la semana con unos  76 kilómetros, que tras ver lo que aconteció después, no me ayudaron a salir del momento malo de forma.


lunes, 17 de diciembre de 2018

LA CRÓNICA DE LOS 8K DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA: EL DESAFÍO DE MERCEDES

Como una especie de "superwoman" que se ve con fuerza para acometer cualquier obstáculo. Con el crédito que le da el haber superado con nota cada uno de los retos que se ha ido planteando en los últimos 3 años y medio, y que pasan por la bajada constante de sus marcas en todas las distancias, por realizar pruebas impensables para ella no hace muchos meses (como los 101 kilómetros de Ronda) Merche se apuntaba al "desafío", consistente en la disputa de los 8 kilómetros nocturnos y urbanos que la organización de la UMV (Ultramaratón de la Vida) proponía el sábado por la noche. En un ambiente estupendo, lleno de gente, y con el motivo el último de promover la donación de órganos, iba a tener lugar esta prueba. A las 8:30 daban la salida mientras desde el balcón de la Biblioteca Municipal una bomba soltaba nieve artificial. Ya esperaba expectante a ver qué hacía mi mujer, tras haberle pedido que no forzase mucho la máquina teniendo en cuenta que al día siguiente nos tocaba correr 50 kilómetros.

El primer corredor tarda algo más de 27´en cubrir los 8 kilómetros, algo duros, del recorrido, y desde ahí veo llegar a toda la tropa de perseguidores, todos contentos. Merche hacía 41´ 18´´, quedando 8ª de la categoría Máster 40 femenina, la 18ª mujer, que no estaba mal. La veía contenta aunque comprobaba que había forzado más de lo necesario, a un ritmo de de 5´09´´ el kilómetro.

Me quede esperando a la llegada de Eusebio, pero no logré verlo. Luego le llamé y supe que había hecho 45´(menudo tiempo a sus 70 años). Tras esto fuimos al apartamento, y mientras Merche se duchaba yo hacía la cena, unos medallanos de solomillo de cerdo, mientras veíamos en la tele el film "Everest", que iba de épicas, aunque yo no estuviera muy por la labor de sentirme muy involucrado en la causa.


domingo, 16 de diciembre de 2018

LA CRÓNICA DE LA ULTRAMARATÓN DE LA VIDA: UN ANTES Y UN DESPUÉS

La noche no me vió abrir los ojos ni una sola vez, es lo que tiene eso de no esperar nada del día siguiente; en cambio Mercedes se desveló en mitad de la madrugada y su inquietud no le dejó descansar todo lo que habría deseado. Además estaba algo cargada tras haber corrido la carrera nocturna 8K (había decidido realizar el "desafío", doblar ambas pruebas) Ya en pie vino el ritual mil veces celebrado: desayuno contundente, preparación logística sin olvidarme la vaselina en los pies y sin que se le olvide el inhalador para asmáticos...etc

...aquí comienza la crónica de aquella carrera que sin esperarlo acabó marcando una muesca en mi corazón, ese mi órgano que está a disposición de quien lo necesite, aunque no creo que resultase útil por ser demasiado grande, no porque no me quepa en el pecho de lo bueno que soy, y sí debido a una bradicardia sobrevenida de los repetidos esfuerzos anaeróbicos de la adolescencia.

Reunidos en el frío del Guadalquivir

Vamos andando hacia el embarcadero en una fresquita mañana, ideal para llevar a cabo el cometido que nos ha llevado hasta allí. Nos embarcan sin dilación y en el sorpresivo transbordador me hallo rodeado de gente sonriente;  ella también lleva instalada una tímida sonrisa.

Ya en marcha sentimos en los huesos el frío húmedo del Guadalquivir, ¡es tan extraño!, tanto loc@ suelt@, improvisada tripulación a la búsqueda de su enésima aventura ...

Tomamos tierra donde un faro altivo se levanta, y ahora sé que se trata del Puerto de Bonanza todavía en Sanlúcar; dejamos las bolsas que portan la ropa de abrigo, en una "Telefurgo" habilitada para la ocasión y despojados de todo lo sobrante sólo nos queda enfrentarnos a la distancia y a nosotros mismos.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Esta nueva vida ya no es tan nueva, 3500 días de los cuales más de 3000 en movimiento, perdí la cuenta de los kilómetros y las horas, pero está mereciendo la pena. Hago recuento de sufrimientos, ampollas, alegrías, vellos erizados, lágrimas y calambres, y me salen un montón pero no son  demasiados aún. Cotemplo un imaginario pilón de viejas zapatillas desgastadas, mientras me hallo dando diente con diente en el único rincón cercano a meta donde se asoma tímidamente el Sol. Mercedes no tiene pinta de estar revisando el pasado, sólo mira hacia adelante y disfruta de su mejor momento saboreando cada oportunidad que le brinda su apretado calendario de retos.

El comienzo de una aventura: final de un ciclo y principio de un nuevo horizonte

Resuena por megafonía "donar vida". Todos y cada uno de nosotros nos sentimos muy vivos, conscientes de que lo importante viene a ser sólo un suspiro; dar es el mejor verbo en este breve caminar que es la vida. Un sencillo beso nos une durante un segundo y tras esto me autoexilio al final del pelotón, donde tienen a bien recibirme. 

En mi brazo derecho me aprieta la representación en forma de pulsera de un pulmón. Ese órgano que bombea el oxígeno a la sangre. No me faltará el aire para poder transformar mi alma en la de un aprendiz de director de película dispuesto a contar todo lo que vea esa mañana. A unos segundos de darse la salida, me enfrento al sentimiento de que la decadencia ha venido a quedarse e inicio este aventurero reportaje que versará sobre el esfuerzo y la generosidad que todos llevamos en nuestros chalecos, junto con las sales y los geles. 

Cierro los ojos, allí al final de la cola y pienso que algo se terminó en mi tras la Doñana de noviembre, los vuelvo a abrir, no hay tiempo para reflexionar.., comienza la cuenta atrás: "10, 9, 8...., y estoy a punto de empujar esa puerta que me da acceso a esta nueva etapa....

En un mundo donde las piernas fuesen solas

Iniciamos el movimiento  y Mercedes se escapa entre la multitud como alma que se lleva el diablo. Yo me quedo en el limbo de los indecisos que tienen algo que contar. Mi cámara ficticia ya está trabajando y comienza este acontecer: voy el último y una sensación de sosiego colma todos mis sentidos....y un flashback improvisado me lleva a verme corriendo por el adoquinado de Roma, el pacemaker de las 3 horas va junto a mi y mis piernas están empoderadas, el romano de amarillo que porta el globo flotante de ese mismo color no va a escaparse y tengo la tentación de huir hacia adelante y buscar la aventura del 2:50,..., rodeo el Coliseum acometiendo la última recta y mi sueño me alcanza a la par que yo lo alcanzo a él. Regreso al presente, no hay flow romano, sin embargo voy avanzando bastante suelto, ¡eso es toda una sorpresa!.

No tengo nada y soy feliz sin mi ego

Sorprendido de avanzar con tanta facilidad puedo acelerar pero no lo hago. Aún así voy cazando gente que avanza feliz, y es inevitable que se produzca el contagio. El minutero se mueve alegre y esta película da un giro a mejor cuando tras pasar por la Algaida nos adentramos en el bosque del Parque Nacional de Doñana, mi tercera oportunidad para disfrutar por estos parajes, tras haber malgastado dos cartuchos en la parte del parque cercana al Rocío.  Obvio el primer avituallamiento y me adentro a la búsqueda del lugar donde reside el auténtico disfrute...

Los pies se hunden en la arena pero mi alma sale a flote

Voy por preciosos parajes donde la arena pesa y olor a pino te inunda; sigo alcanzando gente, pero no aparece en la pantalla de mi cámara la silueta de Mercedes, pienso que está yendo demasiado rápido. Pero la voz en off del narrador acabará dando buenos noticias cuando en el kilómetro 12 identifico su alegre correr envuelto en su maillot color salmón. Puedo apretar y alcanzarla pero no lo hago, la llevo encuadrada en un segundo plano, allá en la distancia, y eso me hace sentir bien, esperando sin prisa a que llegue el momento de volver a correr juntos por Doñana.

Emociones mejores si son compartidas

Entre los clarioscuros del bosque del coto las heridas van cicatrizando rápidamente, el mal de correr que se cura corriendo. Llegamos al avituallamiento del 14, un voluntario me da la pulsera que representa el riñón, y me la ciño en mi brazo derecho. El riñón ese órgano que filtra, limpia y da equilibrio, paralelamente en mi ha comenzando el proceso químico que hará que aflore desde mis adentros todo lo bueno, y que dejará aislado y expulsará después, todo aquello que me hace mal.

...Merche ha parado a beber y continúo unos metros auque aminoro la marcha para que tras su parada acabe alcanzándome...no cuesta mucho imaginar la siguiente secuencia: lo que le alegra verme, es el inicio de nuestra aventura compartida. Giramos a la derecha acometiendo una larga y bonita recta representada por un ancho camino que corta el bosque del coto en dos. No lo sé entonces pero estamos regresando sobre nuestros pasos, zancadas al unísono fruto de un regalo mutuo.

Cogiendo ritmo hacia mi yo

Siento que estoy disfrutando como no me hubiera imaginado, y mi principal deseo deriva en no querer que esa carrera se termine nunca; los árboles se acercan a mi por si mismos, no descuento pasos para alcanzarlos, puedo ir delante de ella, al lado o incluso puedo bajar el ritmo dejar que se escape y luego alcanzarla, y lo veo todo como un regalo; estoy al servicio de mis piernas, no mando sobre ellas, son ellas las que han decidido concederme este honor que recibo agradecido.

Zigzagueando 

Dejamos el ancho camino y pasamos a una zona más divertida, justo en el punto donde tiempo antes habíamos ingresado en el coto. "Hoy voy a sufrir, de hecho ya voy un poco justa", me dice Mercedes, sin embargo el ritmo no ha decaido apenas. Lo que me ha dicho no me preocupa, si ha de ser así sufriremos juntos para que llegue, pienso.

En la zona del parque donde la arena es un dulce obstáculo yo me tomo una pastilla de sales y un ibuprofeno, porque mi pierna izquierda está por avisarme y he decidido dormirla, y ambos zigzagueamos entre los pinos hundiéndonos en el esfuerzo. Adelantamos a dos chicas y ella se viene arriba, pese a que sus piernas ya pesan como losas, y en un momento de debilidad me pide que me vaya hacia adelante. "ni loco me pierdo el llegar hoy contigo, ya fueron suficientes dos Doñanas". Tras cinco kilómetros tan duros como bonitos alcanzamos un camino asfaltado adornado de un horizonte infinito y allí metemos una marcha más, como si fuera la última recta antes de meta.

Metabolizando la felicidad y desechando la tristeza

La recta nos sirve para que mi mujer se recupere al tiempo que en el avituallamiento cercano al kilómetro 30 nos dan la pulsera de nuestro tercer órgano, el hígado, órgano fundamental, a través de él metabolizamos lo que digerimos, acumulamos energía y desechamos lo que nos sobra. Esa pulsera me convierte nuevamente en corredor, después de unos meses en los que he estado algo perdido, corriendo sólo por correr. Con ella ceñida en mi brazo avanzamos como si esa ocasión fuese la última en la que marcharemos juntos. Las fuerzas hoy no se irán, no habrá hundimiento y las piernas seguirán fluyendo hasta el final, contradiendo a lo que dice la probabilidad de fracasar cuando se trata de mezclarme con una prueba larga. Será que esa pulsera es mágica y metaboliza todo lo positivo.

Giramos a la izquierda y discurrimos junto al Guadalquivir, que también avanza en su agonía antes de mezclase en la inmensidad del Atlántico. El paisaje es tan inusual y bello que mi cámara capta el momento y me empapo de un sentimiento de fortuna por lo que estoy viviendo.

Corriendo bajo el fino césped de la marisma

El terreno más duro da paso a la tierra blanda y verde que se extiende plana hacia nuestro destino. Mercedes va descontando metros y yo la acompaño en un auténtico regocijo. Su sufrimiento es sólo relativo, porque en sus adentros es sabedora de que el momento es un premio. De vez en cuando me desvío del camino y piso la fina hierba abriendo sendas, las piernas quieren que vaya más rápido pero ello no me haría ser más feliz. Hoy puedo con dos geles, rompiendo con el mito de que mi estómago no puede tolerarlos. No sé si se donan estómagos pero el mío no es aconsable donarlo, pienso. Y la marisma convive con la naturaleza y genera la sal, esa que todos tomamos y en esta guisa mi mujer aguanta y aguanta hasta llegar a la salina, justo para decirme, "Dios mío, cuánto queda para llegar al avituallamiento".

Ese órgano del que apenas se habla

No es tan conocido como el corazón, o como el riñón, pero sin él no podríamos vivir. Al ponerse la pulserita de este órgano en su muñeca Merche percibé el subidón, como un diabético nota que le entra la insulina. Eso y el efecto de mojarle bien la nuca con agua fresca hace que salga con ánimos renovados. Alguien de la organización dice "pero mira cómo va el marido, va como si nada" y yo le miro, esbozo una sonrisa y me visualizo hecho polvo en Villamanrique de la Condesa, semanas atrás, ella tirando de mi y yo sin poder dar un paso...

Nos vemos avanzando a buen ritmo por la avenida, bajo el asfalto que agradecen sus maltrechos cuádriceps. Mis piernas hoy son desconocidas para mi, definitivamente he sufrido un trasplante de extremidades. Las ruedo en su avance, cámara hacia abajo y aún me cuesta entender qué me está pasando.

Que el peso en tus pies no te haga sentir la gravedad

Bajamos a la playa en un punto cercano a donde habíamos desembarcado horas antes. La fina y abundante arena nos recibe para que percibamos cómo podemos llegar a pesar mientras flotamos mentalmente hacia la meta. Merche pese al sobreesfuerzo avanza con una sonrisa y yo no veo obstáculo en toda esa dificultad, sólo veo en ello el preámbulo perfecto para terminar está película. Tras unos minutos dignos de los de un duro trail, subimos al asfalto donde el último cartel con el kilómetro 50 nos recibe con otra frase motivadora y muy adecuada para la ocasión, que desafortunamente no recuerdo.

Dedicado a mi padre

Es sentir nuevamente el terreno duro y las piernas de mi mujer comienzan a fluir y acometemos las calles de Sanlúcar escoltados por un policía local motorizado que no deja de animarnos. La emoción comienza a crecer en mi, y es entonces, justo entonces, cuando se desempolva un deseo inhibido. Echo en falta el sello de oro de mi padre en mi mano izquierda, ese que porté en la Doñana de un mes atrás, pero aunque no podré besarlo al llegar, en este último kilómetro, cada zancada que doy es en su honor y su recuerdo. El fue donante de sangre muchos años hasta que le tuvieron que decir que debido a su edad ya no podría seguir dándose. Él nos donó muchas cosas buenas en vida, y a mi me sigue inundando su espíritu callado...

Giramos a la derecha en la última curva de esta increíble aventura. He corrido muchas maratones, me he curtido en demasiadas y aventureras ultras, he disfrutado de la montaña hasta la extenuación pero juro que esa recta es una frontera que tuve el placer de cruzar, para dejar atrás un antes y recibir un nuevo después. No brotan las lágrimas, el sentimiento es demasiado grande para ello y cogidos de la mano avanzamos hacia el final justo al tiempo de ver a nuestros amigos Pilar y Eusebio que nos reciben con una gran sonrisa. Al parar el crono beso a mi mujer, la abrazo, la levanto y soy tremendamente feliz. Nos ponen la pulsera que representa el corazón, ese órgano que nos da la vida y que es esencial para seguir aquí, pero que también nos dice que somos almas que se aferran a sus películas como única salida para combatir este tránsito efímero. 

Este es el To Be Continued

Nos cuelgan las medallas y no son cualquier cosa, representan no sólo haber llegado, representan lo que somos, y con ella colgada no concibo otra forma de vida que la que llevo.

Y aquí termina esta película, con un final inesperado pero muy muy feliz. Llegué a Sanlúcar sin ninguna expectativa, sin sentirme corredor, y salgo de esta localidad con cinco pulseras, con todos mis órganos renovados. De la mano conquistamos por fin Doñana y la memoria de mi padre quedó redondeada tras recortar las aristas de anteriores desdichas.

PD: no me han dado la pulsera del estómago, pero en esta ocasión da igual, por primera vez en una ultra sentí desde el momento en que paré un hambre tremenda y la sacié entre tapas exquisitas mientras que un fisio golpeteaba los maltrechos cuadriceps de mi mujer. No es por chinchar pero ella es la ultrafondista, mejor este final que el de la vía en mi brazo mientras ella mira al enfermero preocupada.

Datos técnicos y agradecimientos

Y los fríos números: Mercedes se quedó con la medalla de chocolate, 4 horas 51 minutos, 4ª de la categoría veterana +40. Y en el desafío cuarta también, a tres minutos de la tercera. ¿Y qué importa si somos unos privilegiados con este final de ensueño?.

Para todos los que estais leyendo esta entrada y os estáis pensando eso de participar en el futuro, ni lo penséis, inscribiros, no es una carrera, no es un ultra, es una ultraexperiencia que nos hace sentir cosas que no se nos deberían olvidar nunca. Lo hacen con tanto "corazón" que es imposible encontrarles un pero. TODO PERFECTO.







martes, 11 de diciembre de 2018

EL PREÁMBULO A LA ULTRAMARATÓN DE LA VIDA DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA

En una situacion más parecida a como se siente un dominguero que va a correr su primer 10 K me ví otra vez a las puertas de un reto que era más de Mercedes que mío. La Doñana me había dejado muy muy tocado, anulando cualquier sentimiento de corredor que aún pudiese quedar en mí tras meses de caída en picado...

...sin embargo, en mi cabeza rondaba el sentimiento de haber hecho bien las cosas en las semanas siguientes al varapalo: había descansado 6 días, dando así un poco de relax a mi aturullada mente, me había castigado con 47 kilómetros "a lo burro" en un entreno planificado para que las piernas penasen, y sobre todo, había entrenado el resto de noviembre a medio gas sin dejar de correr, sin prisa pero sin causa y justo en la última semana antes de Sanlúcar había recuperado ciertas sensaciones que me hacían verme como lo que quiero ser: un corredor que no ceja en el intento.

El viaje me ayudó a desconectar de casi todo. Merche y yo solos en esta bonita población gaditana, en un estupendo apartamento al que no le faltaba detalle alguno, y en realidad me veía allí más como disfrutando de una estancia vacacional que como en un viaje cuyo motivo era la disputa de un ultra.

Ya el sábado por la mañana, paseamos por Bajo Guía hasta el embarcadero donde tendría lugar nuestro partir en barco hasta la salida al día siguiente. Merche se inmortalizó al lado del cartel del Parque Nacional de Doñana, también al lado del monumento del kilómetro cero de la primera vuelta al mundo (que salió de allí en el siglo XVI), y, como no, junto a una de las numerosas pilas de barriles de vino que hacen tan famosa a Sanlúcar. Regresamos hasta la Plaza del Cabildo donde pondrían la salida/meta del 8K de por la noche y donde también sería la meta del ultra del día siguiente. Recogíamos el dorsal e incluso nos daba para discuitir un poquito, ya que me negué a aparecer en foto alguna, debido a mi desmotivación. Tras comer en el apartamento un salmón que me salió exquisito, recibimos a Pilar y a Eusebio, nuestros amigos (él correría el 8K y la BTT del domingo) y nos tomamos un café con pestiños en una estupenda velada vespertina. 

Tras esto yo me quedé viendo a mi Alba y Merche fue al briefing que tenía programado la organización. A las 7:55, ya terminado el partido regresaba mi mujer para cambiarse e ir a disputar el 8K (al competir en ambas pruebas estaba realizando el "desafío", acumulando tiempos y pudiéndose llevar trofeo si entraba entre las tres mujeres de menor crono realizado). 

Y así fue como contrastó la motivación de mi querida esposa con mi conformismo. Ambos estábamos contentos de estar allí, pero a ambos nos movían motivos distintos.


SEMANA DEL 1 AL 7 DE DICIEMBRE: EL MES DEL QUERRÍA SI PUDIERA

Comenzaba el último mes de este extraño 2.018. Las musas ya se fueron, si en algún momento estuvieron conmigo, y los meses de este año sólo han sabido traer capas y más capas de sedimentos que me van enterrando en la decadencia estratificada de mis años. 

En la primera semana de este mes, última semana antes de correr la Ultramaratón de la Vida en Sanlúcar de Barrameda, decidí no hacer un tapering completo (hacerlo hubiera sido no reaccionar ante mi inacción prácticamente manifiesta desde la Doñana Trail de un mes antes). No se hace tapering antes de una competición que no consideras una competición, y por ello no lo hice. Sin embargo no me escape de la tónica de flojos entrenos que venían marcando el verano y el otoño.


  1. Sábado 1 de diciembre: salí a hacer un circuito por la circunvalación, iniciado con el hándicap del dolor/agarrotamiento que siento en mi pierna izquierda y que no me deja apretar más. En cualquier caso no fue de los peores entrenos, porque conforme calenté pude ir desarrollando una sesión más o menos apaciguada, aunque a ritmo lento. 14,5 kilómetros que me llevaron la friolera de 1 hora y 27 minutos.
  2. Domingo 2 de diciembre: Merche y salimos a hacer una tiradilla yendo en sentido contrario por el circuito del Albergue Juvenil El Cañaveral (empezamos por el camino que sube hacia el Peral/Las Aguas, pasamos por dicho paraje y de ahí hacia el Albergue y regreso por La Gatera, para luego coger el camino inicial y acabar regresando a casa por el Camino del Peral). Mejores sensaciones que las del día anterior para hacer 15 kilómetros justos en el mismo tiempo que el del sábado, 1 hora y 27 minutos. Logré llevarle el ritmo a Mercedes y eso es ya un logro para mi.
  3. Lunes 3 de diciembre: decidí ir al Cerro del Ángel para realizar dos subidas a un ritmo discreto pero intenso teniendo en cuenta mi forma. Luego regresé dando un pequeño rodeo por el Hostal Tu Casa. Salieron 10 kilómetros que me dejaron satisfecho por las sensaciones. Un pequeño y discreto regalo ante tanta negatividad.
  4. Martes 4 de diciembre: volvíamos a salir Merche y yo y lo hacíamos en un entreno en el que mi cometido fue meter un poco de intensidad para que le resultar una buena sesión. Me sentí bastante bien, en lo que resultaba el mejor entreno de lo que llevábamos de semana.47 minutos exactos para los 8,5 kilómetros de distancia que tiene el mencionado circuito.
  5. Miércoles 5 de diciembre: quizá lo más conveniente hubiera sido realizar un entreno que me hubiese permitido darme continuidad en esta semana que iba de menos a más, pero descansé, y al hacerlo rompí la dinámica y me sentí un poco culpable.
  6. Jueves 6 de diciembre: era festivo y gozaba por tanto de tiempo y de la posibilidad de correr con el solecito. Ahora bien, estábamos a 72 horas de correr una ultra por lo que quizá lo más prudente hubiera sido descansar o hacer un entreno muy suave. El sentimiento de culpa que arrastraba por el descanso del día anterior me llevó a correr 21 kilómetros por el circuito de la Higueruela, y lo hice cuando apenas había hecho la digestión de la comida. Fui de menos a más y he de decir que en la segunda parte de entreno las sensaciones no fueron malas. Cuando llegué a casa me sentí con los deberes hecho en esta semana en la que había acumulado unos 70 kilómetros.
  7. Viernes 7 de diciembre: día de viaje a Sanlúcar y para descansar tras el tute que tenía ante mí el domingo 9.



jueves, 6 de diciembre de 2018

LO HECHO EL RESTO DE NOVIEMBRE

He estado sin rumbo fijo, entrenando casi por entrenar, a pesar de que este próximo domingo tenemos nuevamente una ultra, que por razones obvias me tiene preocupado. La semana posterior a Doñana no hice nada hasta que el sábado siguiente me metí una pedazo de tirada de 47 kilómetros y esa semana pude conseguir 80 kilómetros en cinco sesiones (la larga, gimnasio el domingo, dos días de interval y un entreno suave). La semana siguiente empezó con un entreno que no me acabó de sentar muy bien, 25 kilómetros por Finca Castellanos, Gasolinera Shell y vuelta por la vía de servicio, hechos con Merche donde se constato que no tengo ritmo ninguno. Al día siguiente de nuevo salíamos Merche y yo para hacer unos 10 kilómetros que me dejaron mejor sabor de boca. Del resto de semana apenas me acuerdo: una sesión de gimnasio y otros dos sesiones para que me salieran 70 kilómetros. La semana entre el 24 y el 30 fue la peor, la más desmotivante, haciendo apenas 60 kilómetros, ya que el sábado lo pasamos entero viendo a Jorge en una competición de Taekwondo y el domingo hice una tirada de unos 12, que se vieron acompañadas por otras tres sesiones similares.

Y así pasé este nefasto mes de noviembre en el que no ocurrió nada positivo, casi no pasó nada reseñable, salvo el desastre de la Doñana, claro, y la tirada larga que me sirvió para curar un poco el mal. Días de impás en los que no sé a donde voy ni lo que quiero, pero con el problema de tener otros 50 kilómetros que correr el próximo domingo.


SÁBADO 10: 47 KILÓMETROS DE UN TIRÓN

Entre el 4 y el 9 de noviembre no hice absolutamente nada, ni tan siquiera reflexioné sobre lo ocurrido en la Doñana. Ya el lunes estaba para haber salido a correr si así lo hubiera querido pero mi moral no estaba para ello, simplemente necesitaba parar. Conforme avanzó la semana se me fue metiendo en la cabeza la idea de hacer una larga tirada a un ritmo suave y sin obligaciones y el viernes ya lo tenía todo dispuesto. El circuito elegido era bastante distinto a lo hecho hasta ahora ya que tomaba el camino de En Medio, que así se llama, en paralelo al Río Jabalón, para luego tomar un camino atravesar el río, cruzar la Carretera de Moral de Calatrava, subir a la Sierra del Moral en la zona donde fue el incendio este pasado verano, tomar el Camino de Peñalba y regresar a casa pasando por las Fincas La Peralosa, Amparo, Castellanos. Originalmente 44,70 kilómetros. 

Me levanto temprano, me pongo el chaleco, un montón de turroncillos, y dos geles, para variar (hace años que no los tomo); también llevo nueces, rompiendo los principios creados como barrera, esos que dicen que mi estómago no tolera casi nada mientras corro. Salgo y desde el principio que la experiencia va a ser larga, pero cuando apenas llevo un kilómetreo me doy cuenta que me he dejado los softflask en casa; regreso y otra vez a empezar, eso sí, sin para el recorrido que se va grabando en el smartphone. Avanzo por la Avenida Primera de Julio, hasta la circunvalación, paso por la vieja depuradora donde otrora (hace más de 33 años solíamos entrenar a hacer "las horas" las sesiones más largas. Me cruzo con un antiguo alumno que también corre y me dice que por la pinta que llevo toca tirada larga, y le contesto afirmativamente. Voy lento, no quiero llevar prisa, tan sólo quiero llegar a casa con fuerza para borrar de mi casa la idea de que no valgo para cubrir distancias largas. Por el camino que va paralelo al jabalón la sensaciones no son de disfrute pero al menos voy bien, a ritmo constante y voy comiendo y bebiendo sin mayores problemas. Paso por la Finca Las Agrupadas y continuo por el camino, ya llevo unos 12 kilómetros y las fuerzas van casi intactas. Llega el momento de coger el camino de la derecha, atravieso el puente del Jabalón que no lleva agua y subo una cuesta. Me voy acercando a la carretera. Cuando alcanzo esta ya llevo una media maratón.

Paso bordeando la cadena con el cartel que indica que es coto privado de caza, toca subir un +180. No llevo ni la mitad de la subida cuando me encuentro con un cazador que se acerca y me paro. Me dice que no puedo pasar por ahí, es privado. Yo le digo que he trazado el circuito y que desde el ordenador me pareció un camino público. Me dice que por mi seguridad me he de dar la vuelta, pero le insisto que a un kilómetro y medio tengo el camino de Peñalba. Finalmente me da un toque en el móvil, que suena en mi brazo y le digo que bajo mi responsabilidad seguiré el trayecto. Afortunadamente no ocurre nada raro, atravieso toda la zona quemada hasta coger el Camino de Peñalba. En esa zona probablemente es el momento de mayor disfrute. Por primera vez paso por esa zona en en sentido, ya que en sentido contrario lo he transitado multitud de veces. Por la zona de la escorrentía me siento algo agarrotado, no en vano ya llevo más de 24 kilómetros. Me tomo un gel de magnesio y curiosamente siento sus efectos a los pocos minutos. Atravieso el camino en la zona de las antenas y continuo por el camino hasta pasar por Finca La Peralosa, kilómetro 29. 

No puedo evitar pensar como iba la semana anterior, no puedo evitar preguntarme qué me pasó. El caso es que no andado y aunque voy a un ritmo suave la media es cercana a los 9 kilómetros por hora. Alcanzo el carreterín en franca bajada, paso por Finca Amparo y de ahí el trayecto hasta Finca Castellanos, que se me hace más pesado. Llego a esa finca cuando llevo casi 36 kilómetros y sé que el final va a ser lo más duro porque comienzo a estar algo agarrotado. Sin embargo me siento fuerte. Me tomo un segundo gel en una zona en la que se va subiendo y cuesta a esas altura y tras esto comienzo a bajar hacia el cruce caminos que se encuentra a 7 kilómetros de casa, cuando paso por ahí ya llevo 40 kilómetros y voy echando el resto tratando de no andar, aunque un rato después ando unos segundos para retomar fuerzas. La zona de la carretera se hace algo dura, pero ya en el carreterín me propongo coger ritmo y lo hago, llegando al pueblo en buena disposición. Se hace duro llegar a casa pero finalmente lo hago en 5 horas 35 minutos, paradas incluidas (en movimiento he estado 5 horas y 18 minutos).

Y sólo por esto siento que he hecho lo que tenía que hacer, me siento nuevamente corredor. No es una redención, probablemente tampoco un castigo, es simplemente un acto que lo que busca es mi equilibrio interior.

El gran dagnificado de todo ello es mi rodilla izquierda, bastante cargada, el mal de la cintilla. Al día siguiente teníamos la carrera sin crono y no pude hacerla, sólo pude ir al gimnasio un rato.






LA CRÓNICA DEL TRAIL DE DOÑANA 2.018: ¿RETO O ROTO?

En el arca de los sueños extraviados

Una segunda oportunidad y así poder limpiar los restos de los recuerdos de aquella Doñana Trail de 2.016 (que incluyó en mi bolsa de corredor vómitos, ambulancia y vía en vena). Casi olvidado el juguetón vaivén de la falda de mi mujer  alejándose ante mi impotencia tras no poder seguir su ritmo; habían desaparecido aquellas malas sensaciones: el dolor al vomitar, los calambres dentro del saco de dormir, el quemazón de mi esófago, todo lo que había que esconder había sido desechado y se nos brindaba la ocasión de una estupenda llegada al Rocío cogidos de la mano en la restauración perfecta del sueño extraviado.

No me pares ahora

Alguien nos regaló un jueves soleado que supimos pasar en Linares. Inés se quedó con sus abuelos aquella tarde en la que estuvimos con Jorge justo en el mismo café donde tiempo atrás su madre y yo charlamos de proyectos de vida mientras nos enamorábamos. Los tres juntos en una sesión de cine en el mismo bowling donde otrora ella y yo compartimos ficciones en aquellos magníficos sábados. En la pantalla un divo cuyo nombre artístico es Freddie con un mensaje: la vida es demasiado corta como para desaprovecharla. Al final de la película suena "Don´t stop me now" y no quiero parar, no podemos parar.

Busco un color especial para Sevilla

Veo la expectativa agarrada al parabrisas del coche, como si fuera un folleto publicitario de esos que dejan bajo el limpia. Mercedes va contenta y segura hacia su destino: correr sin descanso como si no hubiera un mañana. Nos vemos cargados con dos grandes bolsas por la Avenida de la Constitución, pasando ante las imponentes piedras de la catedral, justo por donde hace unos años me moría de vergüenza mientras caminaba en plena maratón entre las arengas de los sevillanos. Llegamos a la Plaza de Jérez; identifico el lugar donde montaron el arco de salida y siento inquietud, no me llegan buenas ondas del pasado. 

En el centro comercial ya venden ilusiones

El google map nos lleva fácilmente al centro comercial donde recogeremos los dorsales. dos años atrás resultó más difícil encontrarlo y pienso que así ocurrirá con el reto, que será más fácil su logro. La bolsa, unas fotos y aparece Mariano Moya, ese crack con el que nos tomamos un café e intercambiamos charla de corredores. Paseamos ella y yo por los largos pasillos del mamotreto de hormigón y acero y pienso que estoy completamente seguro de se nos dará bien. Compramos la cena y el desayuno previo a la aventura y nos recogemos en la habitación del hostal. Mientras repongo energías conecto el portátil y veo a mi Alba ganar. Mi vicio por este equipo ya viene de hace casi 30 años y al igual que lo de correr es como un mal veneno que una vez probado es casi imposible prescindir de él.

En el punto de reinicio del día de la marmota

La mañana nos sorprende tras haber descansado. Se amontona la logística por la habitación y ultimamos los detalles antes de bajar. En la calle no hace frío, no llueve como lo hiciera en 2.016. Dejamos las bolsas que viajarán al Rocio en un traslado menos emocionante que el nuestro, calentamos un poco y nos vemos de nuevo ahí, con 71 kilómetros por delante.

Merche ya no es la que fue, no es novata, y en cuanto a mi, soy un proyecto de lo que quiero ser, de lo que un día fui. Atrapados en la Puerta de Jérez vivimos nuestro día de la marmota tratando de moldear la jornada a nuestra conveniencia para obtener un final más feliz que el que en su día tuvimos. 

De igual a igual

Dan la salida, Merche y yo en tándem, parejas mixtas, "igualdad" llaman a esta nueva categoría. No voy de maestro, ya ejercí como tal en mi primera marmota y así me fue, no quiero hacerlo en esta segunda. El scouting nos ha dicho que hay poco que hacer en esta categoría, demasiado nivel, así que salimos sin la presión añadida de elocubrar con podiums.

El ritmo es vivo y mi pierna no quiere aguarnos la fiesta; parece que no tuvo sentido tanta preocupación por ella en los días anteriores. Ahora bien, no esperaba el flow y sé que no va a venir, no en esta nueva etapa que me toca vivir.

Vamos en pareja, de igual a igual y alcanzamos San Juan de Azanalfarache, rodeados de corredores nerviosos que quieren comerse el camino de la romería y llegados a la cuesta no andamos, no hay que reservar fuerzas, o al menos eso creo en ese momento. 

La protagonista de esta historia


Antes de llegar al primer avituallamiento un corredor ciudadrealeño se pone en paralelo y nos da charla, se saca una grabadora y nos hace una improvisada entrevista, es de un diario deportivo que no recuerdo. Ella es la protagonista de esta historia común, de este tándem que hacemos. Alcanzamos a una conocida corredora también de nuestra provincia justo en el puesto del 10 lo que me hace pensar que probablemente marchemos por encima de nuestras posibilidades. Esa chica es buena pero también es posible que vaya guardando energías ante la exigencia de la prueba.

Merche es la actriz principal de su disfrute, yo soy el actor secundario de mi confusa preocupación.

No hay regocijo en ello

Pasan los kilómetros y suman en el gps pero no suman en mí. Comparo el paisaje con el de mis recuerdos y comparo mis sensaciones con buenos momentos que ya olvidé. En el avituallamiento del 20 tras hacer la goma con ella, volvemos a cazar a la corredora de Ciudad Real, justo cuando pienso que me está costando más de la cuenta comerme el tercer turroncillo .

Mercedes es como una máquina, sus piernas son los émbolos y no deja de moverlos como si pudiera perpetuar su inercia. Pensar en eso no me ayuda, mis piernas no las siento así, no hay regocijo en todo esto, al menos para mi.

Si a un kilómetro sumado le restas dos en sensaciones

A la altura de Aznalcázar nos topamos con una laguna que ocupa todo el camino. Nos mojamos hasta la rodilla y ese handicap resta unas cuantas líneas de vida a mi acumulado. El pie comienza a fastidiarme, pero ese dolor puedo soportarlo. Paro a hacer un pis y me cuesta alcanzar a Mercedes, demasiado impetú para empresa tan liviana. Volvemos a coincidir con aquella chica, que en esta ocasión nos adelanta subida en un quad llevado por alguien de la organización. Pienso en Mercedes y en como va engrasada y no la veo remolcada por nadie

Y mi motor luce viejo, sin lubricante en un avance sin alegría restando prestaciones a cada avance.

La recta hacia ninguna parte

Alcanzamos el avituallamiento del 30. Recargo líquido para elaborar mi isotónica y bebo demasiado agua, demasiada sed que ha salido de no sé donde. No siento el escalofrío que me sorprendió en la primera marmota cuando allí mismo nos cantaron que ella iba cuarta. Lo que está por llegar no va a ser emocionante.

Y en la larga recta que nos ha de llevar a Villamanrique de la Condesa me veo inmerso en una situación estúpida: realizando una actividad que sólo traerá consigo cosas malas. Se resiente mi camino, como el óxido en una cadena de una bici vieja y desusada; y hago una improvisada tesis sobre el acercamiento de los árboles que se presentan en mi horizonte, descontando los metros que duramente conquisto. Son muchos los que aún quedan por delante, la cuenta atrás es demasiado larga.

De igual a desigual

Y en algún punto antes de llegar a Villamanrique tomo conciencia de que ese día será  negro. A menos de un kilómetro de esa localidad mi cuerpo me obliga a andar y se lo hago saber a mi mujer, que se queda perpleja ante mi hundimiento. Llegar al avituallamiento de la plaza es casi una cómica experiencia: malestar por sentirme sin fuerzas y decepción por lo que ello significa. Ya en la caseta no puedo comer, pero no tengo ganas de vomitar. Descansaría si no fuera por ella, así que cojo un cacho de sandwich de jamón york y  reanudo la marcha tras su estela; va tirando de mí toda incrédula.

Competimos en la categoría "desigualdad" así que hago esfuerzos por complacerla, pienso en cómo puedo resolver ese acertijo; si doy con la solución me recuperaré y todo volverá a ir en positivo, pero ella está impaciente, no puede perder el tiempo en acertijos, sólo quiere volar.

La subidita a la desolación

El camino es en ligera pendiente ascendente y está ideado para rematarme; sólo me apetece andar y hasta eso me cuesta. Cuando nos comienza a adelantar la gente la impaciencia de mi mujer se multiplica; el acertijo no se resuelve con un gel, que me trago, ni con una pastilla antiácido que no me aporta nada; no hay solución para este enigma, tan sólo podré desistir. En un punto cercano al 45 se lo hago saber a Mercedes y aún han de pasar dos largos kilómetros hasta que la consigo convencer de que tiene que proseguir ella sola. 

El agua de los valientes

La veo alejarse pero no hay emoción en ello, no hay nada más que oscuridad. Ya estoy solo y no siento alivio, sí decepción, pero ni siquiera pienso en ello. Hinojos a 2 kilómetros y es una dura distancia a salvar en mi estado. Aparece un quad de la organización, y como hizo con Miriam, me recoge y me lleva al avituallamiento. Allí me preguntan por cómo me encuentro, "ni tan mal como para la ambulancia ni tan bien como para sonreir". Me dicen que Mercedes ha pasado como un tiro y que iba algo contrariada por no saber muy bien si terminar la prueba le reportaría algo. Bebo agua, mucha agua, y no hace calor como para beber tanto. No tengo hambre, y estoy muy muy cansado. Oficialmente me he retirado, sin embargo no hay forma de que nadie me lleve al Rocío y de repente pienso que puedo continuar continuar. El agua me ha envalentonado, aunque dicen que es incolora, insípida, etc, ese H2O es mucho más que eso.

Besando el sello en vano

El chico que nos entrevistó kilómetros atrás sale del avituallamiento conmigo, al principio vamos andando hasta que decidimos ponernos a correr. Pero pronto descubro que no puedo seguirle, el agua no da para tanto, y se va con su grabadora bien guardada. Aún así, la determinacion de proseguir me ha cambiado el ánimo, beso el sello que llevo en mi mano izquierda y que perteneció a mi padre, a quién pretendía dedicar el reto. Me digo ¡tú puedes, vas a terminarla!. Sin embargo no pasan muchos minutos para verme otra vez sintiendo el efecto de la gravedad multiplicado por 10. 

De linces y de mi padre: ya no están

Paso por los parejes donde antaño ví moverse y alejarse la falda de Mercedes. No estoy triste por ello, ni por aquel pasado ni por este presente. Avanzo por donde soñé con linces y ví a mi padre y su decadencia. Es un eco apagado, no aparecen en mi recuerdo ni los viejos ni los nuevos duros entrenos,  y como un tonto simplemente me muevo, simplemente repito una terapia que a esas alturas me es dañina.

Se me hace un mundo llegar al avituallamiento del kilómetro 57, llego hundido y cuando veo la silla de plástico deseo sentarme pero no lo hago, no quiero remomorar lo de mi tercera Madrid Segovia en el Alto de la Fuenfría. Bebo agua, y dejo caer el peso de mis hombros sobre mi; ¡ahora sí que abandono!. El camino por donde continua el parque no se abre tentador ante mi, no hallo resquicio en mi alma que justifique la locura de adentrarme en él y claudico mientras pienso en vías en vena, calambres y ambulancias. 

Permanezco sentado al borde de la carretera mientras compruebo como bullen todos y cada uno de los músculos de mis piernas, en un espasmo continuo; no son calambres fuertes, es que estoy tan exhausto que han dicho basta. 

Llegando al Rocío

Para un todoterreno al que le echado el alto, les pregunto si son tan amables de llevarme y sí lo son. Ir sentado es un suplicio, ahora sí que me acalambro. Me cuesta llegar a meta incluso montado en un vehículo. Cuando me dejan al lado de la ermita me acerco  con un sigilo obligado al arco de llegada, el crono marca 7 horas 25 minutos. Hago de testigo indolente y veo llegar a todo tipo de héroes, alguna heroina, y sé que no tendré que esperar mucho a Merche. A esas alturas de la tarde estoy invadido por una profunda y densa resignación y ello me consuela.

Cuando veo aparecer a mi mujer sí que brota la emoción, redescubro la idea de en lo que se ha convertido, y la envidia se hace hueco; 7´54´´, fulminando su marca de 2016 en veinticinco minutos.

Estoy aquí pero en realidad nunca estuve

En esa tarde aprendo sobre mis enseñanzas, el fracaso es como Sócrates, un ávido discente; la lección dice bien claro que toca escuchar y sentir respeto. Charlo con Mariano Moya, que como decía al principio de mi entrada es un crack, 7 horas 14 a sus 55 años y se le ve tan entero, tanto como se le ve a mi mujer. Están hechos de otra pasta, distinta a la mía. Fuera lamentaciones, las rehuyo, pero intuyo en Mercedes una rabia que la mantiene confusa, tras mezclarse con su gen más competitivo. Ha sido tercera mujer absoluta, pero no computa.

Y así fue como ésta que tenía que haber sido nuestra segunda oportunidad tiene por veredicto un segundo fracaso, más estrepitoso que el primero, la marmota no quiso despertar y tocó tropezar con una piedra mucho más grande que la primera. 

Paseamos por la aldea y siento algo extraño: no estoy allí, en realidad nunca he estado. Bien entrada la noche trato de mostrar mi mejor perfil ante vicisitud tan amarga; cenamos, charlamos, sentimos la calma y al paso evito verme como un perdedor y hago saber a Merche que es una ganadora; ya en la cama del hostal no sueño, simplemente descanso, sin calambres y sin sacos de dormir, afortunadamente.

Ceremonias impostadas en mi ser

El desayuno campero hubiera sido otra cosa a lo que fue; los premios también, el regreso a Sevilla se hubiera vivido de otra forma; sea como fuere estos ingredientes matutinos fueron todos añadidos sin sabor, ni color, como Sevilla, que para mi es agua insípida e incolora,  agua que da coraje, pero sólo es valentía ficticia y efímera.

La vuelta a Linares torna a un blanco apaciguador, el que pinta mis 48 años; ni verde de la esperanza, ni gris de desaliento, ni negro de desamparo, blanco calma, blanco sabio.

Los días siguientes no los uso para reflexionar, no hay pensamiento tras esa cortina. Pero sí hago algo distinto, 8 años después de un casi no parar dejo de correr, casi como un desaire al engaño de tu ser amado. Eso sí, al sábado siguiente ya tengo preparado un cruel castigo que me redima: 47 kilómetros en solitario para sentirme capaz de llegar a casa sin morir en el intento, pero eso es harina de otra entrada de este blog.

PD: tengo fotos, pero esta entrada iba sólo de palabras.