RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 28 de julio de 2022

CRÓNICA DE LA MARATÓN LA HERRADURA DE CAMPOO. NO TE CORTES MERCEDES

Preámbulos

Aquella prueba era la excusa perfecta que se nos había ocurrido para escaparnos y hacer un break en nuestras vidas, últimamente tan repletas de estrés. Así pues, aprovechando que era festivo local en Manzanares, no así en Valdepeñas, Merche se tomó el viernes libre y pudimos viajar sin mayores problemas.

¿Y qué contar que no verse sobre la decadencia de dos corredores de montaña? (que ya integran más de 100 años a tenor de la suma de sus edades), pues básicamente que aquella carrera se presentaba bien dura y, para nuestra desgracia, no tan fresquita como cabía esperar, debido a la ola de calor que nos tocó atravesar en aquellos días. Ese esfuerzo también tenía por propósito lo de servir de test preparatorio para el Ultra de 57 kilómetros de la Trail Weekend de Santiago-Pontones, el cual tendrá lugar en septiembre... 

Es decir, por un lado se trataba un viaje de placer y de desconexión, aunque por otro, una odisea montañera con exposición al calor... ambos atributos eran ciertamente incompatibles...

A "toro pasado", puedo decir que la aventura terminó cumpliendo los dos objetivos: la de relajarnos y la de prepararnos, porque resultó una formidable excursión a una zona preciosa, con esfuerzo incluido. La pena fue que no todo salió conforme a lo previsto, como ahora contaré. 

Pues bien, el jueves por la tarde pusimos rumbo a Aranda del Duero, tras haber hecho, atropelladamente, las maletas, tanto que me dejé los soft flasks de 500 mililitros olvidados en casa. Hicimos noche en un hotel muy chulo que, a su vez, era una bodega: Hotel Tudanca Arandina II y, al levantarnos, Merche comprobó en el facebook de la organización que habían decidido adelantar una hora los tiempos de corte, los cuales ya eran, de por sí, exigentes. Ese cambio hacía prácticamente imposible que mi mujer pudiera llegar a tiempo al kilómetro 27 (no en vano pedían realizarlo en menos de 4 horas y media). Leyendo esto, alguien podría pensar: ¡qué lenta es esa chica! El problema era el tipo de prueba: técnica, de mucha altimetría y expuestos al calor. Para más datos: en ese punto de control llevaríamos unos +2100 positivos, habiendo dejado atrás tramos de difícil acceso y avance... y no es por nada, pero al final tuvieron que abandonar prácticamente la mitad de los corredores.

El caso fue que esa mala noticia condicionó bastante el disfrute que teníamos previsto para aquel viernes, de tal guisa que no hicimos más que darle vueltas al tema, olvidándonos de desconectar, que era el principal objetivo de todo aquello. Ni la estupenda comida que nos regalamos en Fontibre (así se llama la aldea donde nace el Ebro), ni el interesante paseo por Reinosa, con introducción de pies en el río más caudaloso de España incluido, ni tampoco la visita a las ruinas romanas, consiguieron que nos evadiésemos del todo. 

Cuando llegamos a Brañavieja, se sentía ese tipo de paz que sólo tienen los sitios altos y poco concurridos. Ese quizá fue el momento en el que, por fin, respiramos mayor paz. Al llegar la hora de la cena, nos pasamos por el restaurante y repusimos hidratos, aunque Mercedes se arrepentiría unas horas después de haber pedido carne. Durante la velada, estuvimos echando cuentas de los tiempos que ella debería realizar para conseguir el reto de no ser cortada, aunque todas esas cavilaciones serían absurdamente planteadas, conforme a lo que luego sucedió...

Para finalizar la jornada: preparativos, algo de tele y a empiltrarse. Había que madrugar, ya que el autobús nos recogería a las 05:40 (no era una carrera circular, ya que se salía de Fontibre para llegar a Brañavieja).



Nacimiento del Ebro


Maratón Herradura de Alto Campoo: de Fontibre hasta el kilómetro 8 Puerto de la Palombera

A eso de las 5:20 ya estábamos desayunando. Mercedes se cortó un poco porque tenía ardor debido a las ricas costillas de cerdo de la noche de antes. En mi caso, tampoco me pasé comiendo, ya que también me sentía bastante lleno. No dieron para más los preámbulos, de manera que nos introdujimos en el autobús a la hora prevista y conforme el vehículo fue bajando al valle, comprobé cómo el termómetro que lucía en el habitáculo descendía, desde los 24 grados en los +1600 metros de inicio a los 14 grados que había en la salida, a +930.

La escasa media hora que transcurrió hasta dar el pistoletazo no hizo más que ponernos más nerviosos. Por mi parte, estaba deseoso de arrancar, así pues, se me hizo bien largo. Sin embargo, todo llega, por lo que, por fin, nos vimos en movimiento...

La primera parte de la carrera es siempre en subida, pero con ese tipo de pendiente que no te debería impedir correr, lo que supone el peor escenario de entre todos los posibles para dos viejunos que huyen del asfalto, como somos Merche y un servidor. Ella se ha quedado atrás desde el comienzo y yo trato de medir esfuerzos, aunque consciente de que no puedo dormir mucho en los laurales. Unos minutos después de haber salido, pasamos por delante del Castillo de Argüeso, una fortificación muy bien conservada, mejor, sin duda, que mis piernas, las cuales, en ese tramo, no dejan de quejarse. Voy haciendo lo que puedo, empecinado en no quedarme rezagado del grupo de gente con el que comparto tiempo y espacio, algo que sólo consigo a medias...

«¡Quien te ha visto y quien te ve!...» no dejo de pensar.

«No hace demasiados años hacías carreras 10k a poco más de 3' 30'', y ahora te cuesta no echar a andar en la primera rampa que ves...»

A resultas de la brega, no encuentro sensaciones buenas, batiéndome el cobre, sin mucho sentido, con uno de mi categoría que parece no sufrir ni lo más mínimo. También me mido con un par de corredores de físico algo dudoso, aunque, para mi asombro, con más ritmo que yo. En cuanto a las chicas, compruebo con resignación cómo me terminando dejando atrás las que luego serían tercera y cuarta de la general femenina. ¿Demasiada pista? puede ser, pero es que últimamente todos son impedimentos. El paisaje es espectacular, aunque yo parezca no querer apreciar esas vistas...

Cuando por fin estoy llegando al avituallamiento del Puerto de Palombera, me recreo un poco transitando por una senda, la primera del recorrido, pero decido ir con cuidado, con el fin de reservar fuerzas. Finalmente ficho en 57 minutos, con unos 8 kilómetros  y +450. Pienso: 

«Le dijiste a Mercedes que en este punto exacto debía tratar de bajar de la hora. Aunque se lo estabas diciendo a ella, los deberes en realidad eran para ti»

A esas alturas de la mañana ya tengo claro que la cortarán y ello me cabrea bastante. Habíamos hecho seiscientos kilómetros de ida (serían otros tantos de vuelta) y todo para que ella no pudiera ni completar la prueba.

Maratón Herradura de Alto Campoo: desde el Puerto Palombera al segundo avituallamiento

No he recargado agua en el primer punto, aún a sabiendas de que el siguiente avituallamiento está a, ni más ni menos, once kilómetros, gran parte de los mismos son de alta montaña. Así pues, con dos trozos de sandía doy por buena la parada.

Me sigue acompañando esa ascensión continua, casi sin respiro, sin embargo, la mayor parte del tiempo la hago corriendo, o al menos, correteando. El terreno se ha puesto más bonito, también más virgen, pasando por zonas en las que las vacas y los caballos son ajenos a esos humanos locos que pasan por allí como Juan por casa. Comienza a merecer la pena el esfuerzo, disfrutando de tramos como el del Barranco de las Hachas, de singular belleza. Tras pasar por el Collado de Rumacco, alzo la mirada: se inicia la Herradura...

Ante mi el primer pico de 2000, Pico Laguardi. Difícil avanzar con esa vegetación que a veces resbalaba bajo las suelas de la zapatilla. Por momentos echo de menos los bastones, pero ya era tarde. 




La bajada es de todo menos aburrida: rápida, a veces cómoda, distinta y, sobre todo, verde, muy verde. Sin embargo, en seguida toca volver a subir. En ese cacho las piernas se resienten un poco, aunque alcanzo la cima del Pico Cordel, ya a casi 2050 conservando aún bastante entereza.



Lo que viene después es un tramo no muy largo, pero endiabladamente técnico, transitando entre rocas, donde las zapas se agarran bien y me siento seguro, hasta que el terreno se pone blandito y más fácil, viviendo, quizá, el mejor momento de la mañana. En esa zona de toboganes voy viendo cómo pasta el ganado a más de 1750 metros de altura, y me siento afortunado. En esta guisa llego al segundo avituallamiento. Lo hago en buena predisposición, pero algo castigado ya por el calor. Bebo agua, lleno los soft flasks, tomo sandía y también Coca-Cola, aunque echo en falta que todas esas cosas no estén frías, pero estamos en un sitio de difícil acceso (demasiado han hecho los de la organización con llegar hasta allí).

Maratón Herradura de Alto Campoo: Desde el segundo avituallamiento a La Tabla

Antes de salir, un chaval pregunta por lo que viene después y le digo que es justo ahora cuando comienza lo bueno. No conozco in situ el terreno, pero me lo imagino, tras haber analizado el plano y haber visto algún que otro vídeo. Estoy en lo cierto.

No hay descanso, porque enseguida acometo el tercer pico importante, el Cueto Iján, tan alto como el anterior. De nuevo se hace duro y lento, echando de menos por segunda vez en la mañana los bastones Aonijie que unos días antes había comprado.




Cuando por fin toca bajar, disfruto mucho, aunque en soledad. No hay mucha pendiente y ya no veo a nadie por detrás. Miro el GPS, de manera que compruebo que tendré que esmerarme si quiero pasar el corte. Me fastidia no equivocarme. Sin embargo, el terreno es más complicado, con tramos de canchales y roca que ralentizan, no en vano estamos en la definitiva cadena de cresteos que nos llevará hasta el Pico Tres Mares, moviéndonos siempre cercanos a los +2000, como cuando atravieso el Pico Cordela, justo cuando comienzo a adelantar a andarines que me arengan, y eso me hace crecer en moral.



Miro el GPS, veintitrés kilómetros y ni rastro del siguiente avituallamiento. Me agobio un poco, hasta que llego a una imponente cresta rocosa, donde está habilitada la zona de cuerdas. Tras esta, llego al avituallamiento de La Tabla, a 2015 metros de altitud.



Me ducho con agua, bebo, relleno los envases, como algo de sandía y, ante todo, bebo Coca-Cola caliente. Soy consciente de que apenas estoy comiendo y me encomiendo a sobrevivir a base de esa fruta y ese líquido tan sanador. 

Cuando salgo de allí analizo los tiempos: llevo 3 horas y cuarenta y un minutos. A Mercedes le había dicho que tenía que llegar en menos de 3 horas 30 y yo no soy capaz de hacerlo. La cosa se pone movidita...

Maratón Herradura de Alto Campoo: Desde La Tabla a el Mirador del Chivo

Este tramo corto será, sin lugar a dudas, el peor de mi aventura. Las piernas se me vienen un poco abajo, al mismo ritmo que mi moral hace lo propio. Por momentos temo no llegar en 4 horas 30 al Chivo, porque el avance es sumamente dificultoso, en zonas en las que cuesta ir por encima de los 2 kilómetros por hora. En un momento dado arrojo la toalla y decido ralentizar la marcha adrede para no pasar así el corte. Sin embargo, todo eso sólo ocurre durante unos segundos en mi mente... en realidad no he bajado el ritmo, sigo en la pomada, así que, acto seguido, me animo y me arengo con la idea de que Mercedes se sentirá orgullosa si me ve llegar a meta.

No obstante sufro bastante, en unos interminables 3,2 kilómetros que se convierten en una eternidad. Todo cambia en el momento en el que un corredor me adelanta, sin duda acuciado por el tiempo de corte. Trato de seguirle, pero es en vano. Aún así, esa novedad, me ha hecho despertar la adrenalina. Cuando por fin bajo hacia el avituallamiento de El Chivo, kilómetro 27, compruebo que voy a llegar en 4:25, con cinco minutillos de margen...

Hago recuento de daños: no voy tan mal como para que se me pase por la cabeza no seguir. Más al contrario, parezco más entero que muchos de los que están llegando tras de mi. Me cojo media garrafa de agua y me la echo por encima, maldiciendo que no está lo suficientemente fría. Me contrario porque apenas queda un cachito de sandía y bebo Coca-Cola muy caliente... es lo que hay... Justo cuando la organización comienza a cortar a los corredores, un servidor reanuda la marcha, no sin antes asomarme por última vez al valle, donde se otea Brañavieja, a no más de cuatro kilómetros y medio. Soy consciente de que tendré que dar un rodeo para llegar hasta allí.




Desde el Chivo al Cuchillón

Los nueve kilómetros que restan me los tomaré de otra forma, con otro talante. Siento que le he ganado la partida a mis dudas y debilidades, porque he pasado el corte, no sin antes haber sufrido. Así pues, pienso que ha llegado la hora de disfrutar, aunque no vaya como para ir tirando cohetes. El GPS marca +2400 que no está nada mal... pienso que ha llegado la hora de olvidarse de los tiempos y comienzo a correr, sí, corro, a pesar de la cuesta, sorprendiéndome. Me acerco al Pico Tres Mares, desde donde dicen que mana el agua que vierte al Ebro, al Pisuerga y al Nansa. A decir verdad, no me cuesta mucho avanzar, ni tan siquiera cuando me desvío hacia la zona rocosa donde un voluntario nos espera para coronar. Además hay una novedad, desde el Chivo voy compaginando carrera con los de la corta, y eso ayuda, porque compruebo que voy más rápido que ellos, aunque se trate de la parte de esa prueba que anda más retrasada.

Tras llegar a lo alto, me aturullo un poco al bajar por una zona complicada, y luego capeo algún que otro cacho difícil, consciente de que en el 31 sólo quedará bajar, pero antes habrá que llegar al Cuchillón, que sólo con el nombre ya asusta. El caso es que cuando alcanzo eso que llaman el "Laberinto" pienso que todo aquello es una mala broma. Doscientos cincuenta metros absolutamente impracticables, que me llevan atravesarlos al menos 8 minutos, hasta que, por fin, alcanzo el avituallamiento...

Allí me vuelvo a duchar, bebo lo de siempre y me alegra sentir que la Coca-Cola está fresquita. Me sienta muy bien, aunque al reiniciar la marcha me desanimo al ver que aún toca subir... sólo son trescientos metros lineales, pero se me hacen un mundo, hasta que las piernas se acostumbran y llego a la zona rocosa donde conquisto el Cuchillón, al tiempo que me resbalo y me hago daño en la muñeca, aunque ya no importe demasiado, porque me he ganado de premio los últimos cinco kilómetros de bajada.


La primera parte de descenso es complicada, pero la hago bien, empoderado presintiendo el final. El segundo tramo es mucho mejor y yo aprieto los dientes. Me mojo en un par de ocasiones la cabeza con el agua del arroyo que busca el valle, hasta que alcanzo el punto extra de líquidos que la organización, dadas las altas temperaturas, decidió añadir con buen criterio. Allí me doy mi cuarta ducha y salgo pitando.




El valle se muestra precioso y cuando acometo la bajada final, sigo adelantando gente y más gente, incluso a alguno de mi carrera que marcha totalmente acalambrado...

Por fin llego a la carretera, me ofrecen agua, pero la obvio...último kilómetros y noto que puedo estirar zancada... eso hago, aunque debido a la pendiente apetezca andar  En cambio me resisto a hacerlo y llego a Brañavieja apretando los labios mientras subo la última rampa callejeando hasta alcanzar el arco de meta.

LO HE CONSEGUIDO, 36,3 kilómetros y +2600 en 6 horas y 7 minutos. No está tan mal viniendo de un viejo de 52 años.

Merche me está esperando y, en esta ocasión, no hay vómitos, ni calambres. A pesar de no encontrarme como para celebrarlo. No obstante, permanezco erguido y no tirado por los suelos, y eso ya es mucho para mi.

Es entonces cuando me siento orgulloso... de mi, pero sobre todo de ella, que lo ha intentado, aún a sabiendas de que lo tenía imposible. Habría terminado de no haber sido obligada a dejar la carrera, aunque eso ya no importe.

El cuarto tiempo y el regreso

Bebo y bebo, aunque el estómago no se me abre. He llegado parcialmente deshidratado, algo con lo que ya contaba, debido a mi limitación al respecto, por tanto, sin tener el estómago totalmente cerrado, no me apetece comer aún. Si puedo charlar, eso hago.

Llegado el momento me felicito de no tener ninguna molestia, así que, andando de forma más o menos fluida subo a la habitación a darme un baño de agua helada. Allí, dentro de la bañera, me da una rampa en el gemelo que me quedo tieso, sin poder incorporarme. Merche me mira sin poder hacer nada, hasta que por fin logro incorporarme. Ese termina siendo el momento más traumático de todo el día, porque de ahí en adelante sólo mejoro...

Ya abajo, comemos algo de pasto y, en seguida, mi cuerpo responde. Después toca cháchara, durante la entrega de trofeos. Sin embargo, cuando decidimos que ya hemos tenido bastante, nos subimos a echarnos la siesta...

Cuando nos levantamos, todo es extraño, estamos aturdidos. Apenas si queda gente en aquel precioso y recóndito lugar, lo cual añade más singularidad. Cenamos y nos acostamos, sin más, para retornar al día siguiente a casa.  Y así fue esta nueva aventura... aún quedó el largo retorno, en el que aprovechamos para conocer Burgos y comer en Lerma. El camino sirvió para la reflexión y, quizá por ello, no tardamos mucho en apuntarnos a otro reto, el que tendrá lugar pasado mañana den Valdelinares, otra estación de esquí.









viernes, 8 de julio de 2022

EL MIEDO DE VOLVER CAER EN LA MISMA ZANJA

Atrás quedó, muy lejos, lo que fui en eso que es correr. Pasé por las lógicas etapas que, sin yo saberlo, estaban marcadas para mi, y fue todo un proceso, una catarsis: descubrimiento-obsesión-reto-ilusión-consolidación-decadencia-empecinamiento. Entre todas esas fases, de la que me siento más orgulloso es de la última, el empecinamiento. Eso que me mueve a seguir, pese a los inconvenientes, aún a sabiendas de que ya nada será como fue. Es una de las menos gratas y también la más larga de todas. Quizá sea la última...

Pues bien, en ese constante "querer y no poder" me movía en septiembre del año pasado, mientras Mercedes estaba en otra onda, disfrutando más y sin pretensiones de ningún tipo. Hace tiempo que sé que las carreras de larga distancia no son lo mío, máxime si, además, se celebran en verano y en el sur. Era el caso de la carrera por montaña de 56 kilómetros correspondiente a la Trail Weekend Santiago-Pontones. Nos pusimos en línea de salida y yo no estaba para nada convencido. Sin embargo, ya no había vuelta atrás. Sonó el pistoletazo y avancé como pude. En los primeros kilómetros, la parte que mejor llevaba era la que supusiera dificultades, por tanto, hubo tramos hasta llegar al avituallamiento de La Toba, kilómetro 17, en los que no lo pasé bien con eso de mantener un ritmo. Tras ese break, tocaba subir, y ahí sí que me entoné. Cuando llegué al avituallamiento de la cima, sentí que era otra carrera. En esta guisa continué por sendas corribles y con menos pendiente, hasta que alcancé Miller. Ahí no debía ir tan bien como pensaba, porque no repuse fuerzas ni me lo tomé con calma, pese al calor que hacía. La altimetría se puso complicada, de forma que en ese tramo hasta Marchena, pagué el esfuerzo y la deshidratación, tanto que, al alcanzar ese avituallamiento, kilómetro 43, ya estaba totalmente amortizado. Hasta allí llegué, no pude continuar.

Esa es la crónica abreviada de aquello. El caso es que en un par de meses me toca repetir la aventura y querría llegar a meta, sea como sea.

 


domingo, 3 de julio de 2022

Segunda quincena de preparación para los 56 KILÓMETROS DE LA TRAIL WEEKEND DE SANTIAGO-PONTONES

 Comenzaba esta segunda quincena con el objetivo de alcanzar los 150 kilómetros. No iba a ser fácil, teniendo en cuenta el calor y la falta de tiempo. Tras este segundo periodo comenzaría el tercero a lo grande: con los 36 kilómetros de la Herradura de Campoo, sin duda una buena piedra de toque.

  1. Sábado 2: nos habíamos ido a Linares la noche de antes. Así pues, el sábado bien temprano nos fuimos Merche, Miguel Ángel (de nuestro club), Ziggy y un servidor a Cazorla. Hicimos una ruta muy maja por Puente de la Herrería y Poyos de la Mesa. Como se nos quedó algo corta (18,80 kilómetros), decidimos alargarla acercándonos a la Fuente del Oso, para luego volver. Total 21,5 kilómetros.
  2. Domingo 3: con las piernas aún cargadas, volvimos a madrugar en Linares. Habíamos quedado con J.J., otro compañero del Safa Linares Trail y, en esta ocasión, este crack nos guion por la zona norte de las minas, realizando una estupenda ruta de 15,5 kilómetros llenos de cambios de ritmo y toboganes. Sin duda resultó ser un entreno de calidad, el primero desde el comienzo de esta planificación.
  3. Lunes 4: tras la jornada de trabajo y con un calor considerable, me decidí a salir sin demasiadas ganas. Hacía calor y lo notamos los dos (Ziggy y el que suscribe). Sirvió para sufrir un poco yendo a un ritmo condicionado por la temperatura. 8,25 kilómetros por la zona del aeródromo.
  4. Martes 5: aproveché la ventaja de contar con la elíptica en casa, así pues, 7,24 kilómetros bien acalorados realizando cambios de ritmo durante algo más de 40 minutos.
  5. Miércoles 6: costó ponerse, pero finalmente, tras la cena, Merche y un servidor, acompañados por Ziggy, nos fuimos de noche a realizar una ruta que finalmente nos sentó bastante bien. 10,5 kilómetros probando los nuevos bastones Aonijie en la subida al Ángel.
  6. Jueves 7: tocó bici. Merche se animó con la elíptica, motivada sin duda por el vídeo que había visto de un par de montañeros entrenando en la Herradura de Campoo. Parece ser que uno de ellos se quedó tieso, y hacía hincapié en la dureza del terreno. El caso es que el reto quizá nos venga grande. En cuanto al entreno, 8 kilómetros de bicicleta con pequeños cambios de ritmo, unos 42 minutos. Merche, algo similar pero en el otro aparato.
  7. Viernes 8: siendo fiel al pequeño objetivo de la quincena (conseguir 150 kilómetros con cierta intensidad), decidí salir a correr por la mañana bien temprano. Con este entreno, cerraba la semana habiendo realizado. Hice 7,5 kilómetros por la zona del cementerio.
  8. Sábado 9: decidimos NO madrugar, porque la semana había sido agotadora. Sin embargo, sabíamos que no podríamos realizar la tirada entrada la mañana, ya que iba a hacer calor. Así pues, me levanté a eso de las 8, y Merche hizo lo propio. No obstante, cuando bajó a la cocina me miró con el semblante de la impotencia. Le dije, sube y duerme otro rato y, resignado, llené los soft flasks, me calcé las Evadict y me fui a la Finca Castellanos, conforme al guion establecido. Ya sabía yo que no iba a resultar una buena aventura: cansado desde el principio, engarcé un poco de cadencia, los kilómetros cayeron y llegué a la subida hacia el camino Peñalba, pero ya no me quedaba bebida y hacía 32 grados. Por tanto, anduve más que otra cosa, para luego dejarme caer un poco y, llegado al mencionado camino, comenzar a sufrir a base de bien. Harto de tanta presión, corté la grabación de wikiloc, con casi 20 kilómetros hechos. Había llegado la hora de terminar como fuera, y eso hice. Llegué a Finca Castellanos muy mal. De hecho, sólo me he podido recuperar de esos calurosos kilómetros cuando me he bañado en agua fría. En cualquier caso... necesitaba hacerlo.
  9. Domingo 10: el domingo no estaba muy cargado. Merche, obviamente, tampoco. Nos cogimos a Ziggy y nos fuimos los tres al Peral, donde probamos los bastones realizando una calurosa subida a lo alto por la senda técnica. Desde ahí bajamos por la pista y luego regresamos por el camino paralelo a la carretera. Poco más de 8 kilómetros en los que entrenamos la alta temperatura y la técnica de los bastones, aunque luego no los estrenásemos en Alto Campoo.
  10. Lunes 11: con un calor tremendo, en plena ola de calor, Merche y un servidor nos dejamos la piel en las máquinas de casa. En mi caso 8 kilómetros de bici. En el suyo, algo parecido en la elíptica.
  11. Martes 12: descanso.
  12. Miércoles 13: decidí madrugar, de forma que subí al norte atravesando el pueblo, hasta llegar a la cuesta de la Libertad, atravesé el cerro, bajé a la circunvalación, tomé por la paralela para rodear la loma de la finca que hay en todo lo alto y, tras esto, regresé a casa por el nuevo velódromo. Salieron 9,75 kilómetros hechos de menos a más, pero sin tirar ningún tipo de cohetes. Mercedes se quedó en la cama y luego a la tarde no hizo nada.
  13. Jueves 14: el día de mi 52 cumpleaños, madrugué sin ninguna gana de darme un regalo tal. Sin embargo, el no hacerlo hubiera supuesto sentirme mal, así pues, hice de tripas corazón y salí a corretear un rato. Estaba cansado, así que decidí ir suave. Subí el Ángel por la parte de atrás y bajé para dirigirme luego hacia la zona del parque Cervantes. Un entreno que solamente sirvió de relleno.
  14. Viernes 15: por computar, podríamos meter los 3 kilometrillos que hicimos Merche y un servidor paseando por Reinosa y sus alrededores. Era el preámbulo a la gran batalla.

No alcancé el objetivo de los 150 kilómetros en la quincena, ya que logré sumar 146. Menos da una piedra.

VALORACIÓN: me pongo un 5,5. He de seguir mejorando. Sin duda, lo mejor fueron los entrenos del sábado 9 y, sobre todo, del domingo 10. Se ve que acompañado por gente de fuera se hacen mejor las cosas.








Primera quincena de preparación para los 56 KILÓMETROS DE LA TRAIL WEEKEND DE SANTIAGO-PONTONES

No hemos dejado de correr, tampoco de escribir, aunque quizá mejor segmentar las semanas reflejando nuestra pequeña preparación para ese reto maýusculo que he expuesto en el título.

En la semana que fue del sábado 18 de junio al viernes 24 de junio, no puedo contar que hiciésemos grandes proezas, como cabía esperar. Eso sí, conseguimos embarcarnos en una de esas tiradas de antaño, por los caminos manchegos. 

  1. Sábado 18: tuvimos viaje a Madrid, por tanto, comenzamos malamene nuestro periplo.
  2. Domingo 19: madrugamos para salir con Ziggy a realizar lo que terminaron siendo 26,5 kilómetros que se hicieron duros. Salimos del Peral, llegamos a San Carlos del Valle, pasamos por lo alto del cerro donde está la vieja antena y bajamos por el camino que cruza el paso entre los cerros, para regresar a nuestro origen muertos de calor. Lo peor fue la media de ritmo, lo mejor... que lo hicimos.
  3. Lunes 20: descanso.
  4. Martes 21: madrugué para hacer uno de esos entrenos insulsos que poco aportan... Me fui por la zona del cementerio y regresé por la carretera de San Carlos del Valle. 9 kilómetros.
  5. Miércoles 22: volví a madrugar y realicé el circuito del cerro de la Aguzadera. 8,5 kilómetros.
  6. Jueves 23: 9 kilómeros de bicicleta
  7. Viernes 24: nos dimos un descanso.
  8. Sábado 25: salida hacia la Finca de Lourdes, 22,5 kilómetros. Merche hizo por su cuenta una tirada en la que subió 6 veces al Ángel por el asfalto.
  9. Domingo 26: ruta con Mercedes por la zona de los cerros de la Aguzadera, el camino Membrilla y el camino del Alto Peral, 10,5 kilómetros.
  10. Lunes 27: 9 kilómetros de bicicleta.
  11. Martes 28: 8 kilómetros al mediodía en Manzanares. Tratando de meter ritmo.
  12. Miércoles 29: 9 kilómetros nocturnos con Mercedes.
  13. Jueves 30: 8 kilómetros de elíptica y bicicleta.
  14. Viernes 1: descanso

 Total 128 kilómetros. Hay que incrementar la carga.

LA HERRADURA DE CAMPOO: EL RETO DE JULIO

Como quiera que el verano se presenta complicado a la hora de sacar un hueco para escaparnos (ya sea al objeto de encontrar una buena carrera de montaña o buscando una buena playa), me centré en el único fin de semana en que contaba, al menos, con un puente, el del 16 y 17 de julio. Navegando un poco por la red, nos topamos con una dura, pero preciosa prueba que transcurre en la estación de esquí Alto Campoo: "La Herradura de Campoo"...

Apenas lo dudamos, de forma que unos minutos después ya le habíamos dado al clic siguiendo el tutorial de inscripción. Acto seguido reservamos una de las únicas dos habitaciones que quedaban en el Hotel La Corza Blanca, en Brañavieja, justo en el núcleo urbano donde termina la prueba.

Así pues, en la búsqueda de ocio, preparación (para los 56 kilómetros de Trail Weekend de Santiago-Pontones) y, sobre todo, aventura, nos hemos lanzado a la piscina y vamos a intentar el reto, el cual, bajo circunstancias normales, supondría un recorrido circular de 42 kilómetros con +2600, recorriendo, a lo largo de más de veinte kilómetros, una larga cadena de 7 picos que sobrepasan los 2000 metros de altura. A nosotros nos tocará disfrutar de una versión algo menos dura (no mucho a decir verdad), con 36 kilómetros, salida en Fontibre, donde nace el Ebro, y, eso sí, no nos libraremos del citado tobogán, el circo glaciar que conforma la Sierra del Cordel, el cual recorreremos íntegramente.

Nos dan 10 horas para hacerlo, esperamos que nos sobre alguna.

He aquí un enlace:

https://www.trailherraduradecampoo.com/maraton-herradura-de-campoo