RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 22 de marzo de 2020

TIEMPOS EXTRAÑOS PARA EL DESCENDIENTE DEL CROMAGNON








Tiempos raros los que juegan con nosotros, como si una brisa de finas agujas nos abofeteara la cara y nos obligara a guarecernos en casa abandonando el día a día tal y como lo conocemos. Cuando el hombre primitivo dejó atrás tierras africanas en busca de nuevas experiencias estaba haciendo aquello para lo cual fue programado genéticamente: moverse y cambiar. Así llegó al continente europeo donde vivía una especie distinta, con otra esencia....El hombre neandertal era rudo, familiar y previsible, y no pudo evitar mezclarse con esa otra clase de ser tan distinto y fascinante, iniciándose con ello, posiblemente, la cuenta atrás de su extinción. 

Lo que ocurrió después lo sabemos todos sin necesidad de ojear mucho los libros de historia: el hombre conquistó la tierra, los animales, los bosques, y los hizo suyos gracias a ese poder tan mágico como peligroso que es su inteligencia, y sólo necesitó unos pocos miles de años para convertir el planeta en esto que es hoy. A veces, cuando voy corriendo pienso que un pequeño porcentaje de mi es neandertal, dicen que de media un 2,5%, y no rehuso a esos que también fueron mis ascentros. Me activa creer que ellos recorrian largas distancias para poder cazar, eran ultrafondistas de necesidad, aunque hoy mover tu cuerpo a través de tu propio esfuerzo durante horas sea casi de tontos, en esta sociedad llena de acero, realidad virtual, ondas e influencers.

Sí, son tiempos extraños estos que nos tocan vivir; el descendiente del cromagnon, ese que se rozó con el neardental, ese que domina el planeta, se ve amenazado por un organismo simple pero que inspira el mayor de los miedos, hasta el punto de obligarnos a replantear nuestras costumbres y a reflexionar para tratar de descubrir qué somos y qué hacemos aquí. La parte sapien del homo nos lleva a ser capaces de lo peor, pero también posibilita crear maravillas y convertir la locura en magia, en una graciosa dicotomía que se enreda entre el amor y el odio, entre lo bueno y lo malo y que no deja a nada ni a nadie indiferente.

Aún estaré a tiempo, en los años que me quedan por vivir, a volver a atravesar preciosas sendas, subir escarpados montes y disfrutar de esta naturaleza que nos mira de reojo y a la que definitivamente deberíamos aprender a amar y a respetar. 


martes, 10 de marzo de 2020

LA CRÓNICA DE LA QUIJOTE TRAIL: DESCARGAS DE REALIDAD

Enero pasó ante nosotros con un claro propósito de enmienda en la frente, y lo tuvimos que hacer medianamente bien porque poco a poco, con bastante timidez, fuimos comprobando como aparecían brotes verdes que indicaban señales de mejora montañera. Y es que Mercedes y un servidor nos habíamos empecinado en hallar el dorado de todo runner: "coger ritmo", sufrimos durante las semanas previas con entrenos nocturnos exigentes en los que la pauta principal fue eso: agarrar la cadencia hasta que esta se hiciera agradable. Y en los fines de semana aprovechábamos muy bien el tiempo con buenas salidas, como por ejemplo la que disfrutamos en Cazorla con Miguel Angel y Manolo. 

Paralelamente el dedo índice de Merche se puso nervioso y comenzamos a inscribirnos en un montón de pruebas: el Trail de Moixent, la Quijote Trail de Puertollano (la que me ocupa en esta entrada), la Extreme Filabres, La Magina Trail, Bosques del Sur, la I Copa Trail de Albacete, de forma que cuando nos quisimos dar cuenta estábamos con la agenda de primavera totalmente repleta de eventos.

El caso es que me comencé a encontrarme tan bien que creí que todo el monte iba a ser orégano, soñando que me estaba llegando uno de esos amados picos de forma que se producen tan allá para cuando. ¡el tonto y sus deseos!....

No me digas a dónde quieres llegar si te vas a olvidar de recorrer el camino primero

Aquel neblino domingo ocultaba bajo tanta nube un día de imponente sol.  Llegamos al Colegio Salesianos, el punto de partida de la carrera, y los nervios afloran ante la primera competición del año; ambos tenemos que visitar el aseo ante unos intestinos más quejicosos que de costumbre.

Por fin aparecen Miguel Angel y Manolo, que de demorarse unos minutos más se hubieran quedado sin evento. Ya en el corralito mucha gente conocida, pero compruebo que no somos muchos los locos a los que se les ha ocurrido la osadía de la prueba larga, es la corta la que ha aglutinado un mayor número de inscripciones. En cualquier caso el grupo es bien majo, teniendo en cuenta que se trata de la primera edición.

Dan la salida con la seguridad, pero la falta de sorpresa que supone el conocer gran parte del recorrido, ya que un par de fines de semana antes mi mujer y yo habíamos hecho de expedicionarios por la zona. Primeras zancadas y lo primero que siento es que no voy suelto, cuando justamente hubiera esperado lo contrario; el peso de la equivocación se mete en mis sienes cuando éstas me martillean la cantinela de que debería haber salido con pantalón corto y no con mallas de compresión, con las que tan mal me llevo.

En cualquier caso marcho relativamente cómodo, por delante de Miguel Angel y haciendo la goma, entre otros, con Antonio, del Pam Club de Torredelcampo. En mi cabeza se instala una idea: "esto no va a ser como habías planeado que iba a ser"; no hay disfrute por ningún lado, tan sólo neutralidad, esencia insípida. El rompepiernas en el que se van convirtiendo los kilómetros no me achanta y sigo avanzando con resolución hasta que llego al duro cortafuegos de 500 metros de longitud y 200 de desnivel hacia el cielo. En ese momento las sensaciones mejoran un poco y gano unos pocos puestos. Me alegra ver en lo alto a Pedro, montañero y amigo de Puertollano, que está en "modo organizador".  Cuando alcanzo la senda llena de jaras que enfila hacia la ciudad minera experimento las mejores sensaciones que voy a sentir en toda la carrera, y lo que no sé es que pronto se va a interrumpir ese conato de disfrute.

Ahora que estoy escribiendo todo esto pienso que es como si hubiese olvidado recorrer el camino antes de transitarlo, como si tan sólo tuviera grabado en mi deseo la meta antes de alcanzarla. Vivir la montaña ha de ser el fin en sí mismo, más allá de como marchen tus piernas ese día.

Inclasificado

Antonio me ha pillado en la senda y trato de seguirlo. En el cortafuegos que viene después le llevo fichado a una distancia prudencial pero ya en ese momento comienzo a sentir que algo está empeorando de forma rápida, quizá sea el calor. El tobogán de la preciosa senda de arriba se me atraganta en el gaznate y Antonio desaparece de mi vista, para comenzar a aparecer tras de mi un grupillo de hambrientos perseguidores. Han llegado mis horas bajas y comienzo a sentirme cazado, hasta que soy víctima también de la silueta azul de Miguel Angel que me acecha a corta distancia. No me importa que me gane, tan sólo quiero terminar, aunque soy consciente de que aún queda mucho que consumir.

En la zona de la famosa estatua del minero, mi compi de Linares me adelanta mientras me arenga para que a su vez cacemos a los de delante, ¡cómo explicarle que no carburo ni para acabar la prueba!. Lo que viene después es como un sueño desagradable, totalmente desajustado y sin enfoque; suerte que el avituallamiento me sirve para hidratarme y para ordenar mis ideas, aunque intuyo que no habrá forma de enderezar esa dura barra de cruel evidencia. 

La poca energía que me entra hace que por momentos sienta que lo peor del bache ya ha pasado, aunque me consta que quedan aún unos largos 8 kilómetros. El apoteósico cortafuegos que supone el último serio obstáculo es una prueba de paciencia en la que no puedo dejar de pensar que en otras condiciones habría disfrutado esa subida; ya en el sendón que viene después las piernas se desmoronan como un castillo de naipes, de forma que me adelantan otros dos compis. Sin embargo, en el collado de después me alcanza una pareja mixta: reconozco a María Rivero con su fácil correr, así que me propongo contagiarme de su movimiento y me asocio egoístamente a su martilleante pero ligera zancada con la esperanza de absorber un poquito de su energía.

Donde la dignidad encuentra su terreno

La suave y bonita bajada tras la estela de María es un remanso de paz en esta dura pelea. No voy bien pero al menos siento mi avance, a un ritmo más alto del que debiera y ensamblado a la pieza que ella me ha dispuesto. 

Pero en el último avituallamiento el ritmo se rompe, paramos, me refresco la nuca y la cara, ¡qué calor hace!, y afronto lo que espero que serán los últimos cuatro kilómetros, no muy duros pero con un cuerpo que ya no está para fiestas. Arranco tras María, pero ella ya no se deja robar más energía, así que pronto se escapa de mi plano, y entro en una nueva fase de desesperanza. 

El puñetero repecho queda atrás hasta que me gano la bajada por el cortafuegos que me enfilará a Puertollano. Otro corredor me recuerda mi falta de alma cuando me adelanta como una exhalación y los dos últimos durillos kilómetros de la prueba se me atragantan tanto que son casi como uno de esos jarabes imbebibles que sabes que además de saber a rayos tampoco te quitarán la tos.

Agarro la pista y luego la carretera, ya en franca bajada, intentando apretar pero apenas hay reprise; me resigno a mi movimiento para hacer visos de espera: tan sólo un par de minutos más hasta que mi cuerpo halle la meta. Por fin llega ese ansiado arco y lo cruzo de esa manera en la que odio atravesarlo, totalmente hundido.

El suelo se pega a mi, el calor se me mete dentro, pero tras hidratarme la cosa no a peor. Miguel Angel y Antonio me preguntan, y yo les cuento en pocas palabras todo este mal batiburrillo de sensaciones. Siento envidia contemplar su semblantes felices, luciendo tercero y cuarto de la categoría +45. Habría estado a gusto siendo undécimo con aplomo y alegría, pero fui séptimo con pesadumbre y abatimiento.

Alcanzo el coche, llegar hasta él cuesta; me cambio entre dolores y calambres para luego regresar al baño donde me aseo, me hidrato y la sangre regresa a la cabeza para verlo todo más claro. Llega Manolo y enseguida Merche, con dulces caras que son la antitesis a mi contrariedad: así me hubiera gustado a mi arrivar en ese puerto.

El asueto

Merche ha sido primera veterana +45, cuarta de la general; todo el mundo dice que ha sido una dura batalla, y visto lo visto no puedo rebatir dicha afirmación. Pero llega el momento de reponer fuerzas y lo hacemos con la gente de Linares; esos son, sin lugar a dudas, los mejores minutos de esta atravesada aventura dominical. Digamos que aquel día llegué a Puertollano cargado de esperanza y me fui a Valdepeñas con una descarga de realidad.

Enhorabuenas y agradecimientos

Grandes Miguel Angel, Manolo, Antonio, Paqui, Andrés, redondos todos ellos. Genial mi Merche, siempre al pie del cañón y fiable al 100%. Estupendos estos de Puertollano que sacaron adelante con buena nota su primer trail. Fabulosas fotos cortesía de César Sobreviviente, entre otros.

Animo a tod@s a que lo probéis en futuras ediciones, si no conocéis la zona os sorprenderá.












domingo, 1 de marzo de 2020

TERCERA DE LA TRILOGÍA DE LAS OLVIDADAS: LA CRESTA DEL DIABLO, Y EN EQUIPO

Octubre gris oscuro, casi negro, luego llegó noviembre y la cosas cambiaron; lo hicieron justo en el momento que menos esperaba.


Defendiendo colores

Toca ir a Torredelcampo y hay que dar el do de pecho porque defenderemos al Club de Montaña Linares en el provincial de clubes. La prueba es dura, treinta y tantos muy montañeros kilómetros, y me pillan en un momento en el que no estoy para esos sacrificios; pero no lo pienso demasiado. Junto a mis compis de equipo, Manolo, Miguel Angel y mi querida mujer, nos echamos la foto antes de la salida. En ese momento soy todo un mar de dudas




Tratando de hallar algo

El comienzo es difícil, como me esperaba. Merche se ha quedado atrás y comparto algunos minutos con Manolo, mientras que Miguel Angel ha puesto pies en polvorosa, no en vano él será nuestra punta de lanza esa mañana.

Un rato después me veo solo, parece que he cogido algo de ritmo, pero no me he de engañar es un espejismo. Las zapas nuevas no acaban de adaptarse a mi o yo no me adapto a ellas, el caso es que no es ese mi único mal, este octubre es para olvidar.

En la larga subida a la cresta

En otra época mejor habría disfrutado esa larga y preciosa subida, no es el caso. Primero el cortafuegos y luego la estrecha y colorida senda ponen a prueba mis malas sensaciones. Eso sí, cuando llego a la parte pedregosa me quedo estupefacto por tanta majestuosidad y belleza; simplemente mereció tomar la salida para ver esas preciosas vistas.








En la larga bajada que me lleva a mis carencias

Bajo todo lo mejor que puedo por una zona que debería haber sido para disfrutar y en el tobogán que viene después pierdo todo indicio de cadencia. En el avituallamiento me peleo un poco con el sistema de atado de las Asics (que hoy en día me va perfecto pero por aquel entonces todo eran problemas), y a subir de nuevo


 


Ya en lo alto hay una zona de cresteo técnico donde maldigo todo lo maldecible, no piso bien, en firme, y me cuesta un mundo; qué decir de las piernas, ¡mis piernas!, ¿dónde se han metido?

El resto hasta el final es un largo y pesado trayecto hacia meta, que afortunadamente puedo acometer no sin sufrir lo que tengo que sufrir

Y los resultados

Cuando llego me siento contento por haber podido cumplir sabiendo que lo he dado todo; he llegado diez minutos después que Miguel Angel, poco se me antoja visto lo visto. No he de esperar mucho para ver llegar a Manolo y un ratito después llega Merche, y tras compartir impresiones no nos cabe la menor duda de que los cuatro hemos puesto toda la carne en el asador.

Fuimos terceros y Merche me va a matar por poner esto: sólo competían tres equipos; en fin, la sinceridad debería ser siempre un valor seguro. Pero no se puede sentir más orgullo que el que sentí por correr con tan fabuloso equipo: mi mujer y dos buenos amigos.


 Y Merche logró subir al cajón nuevamente.






Para finalmente rematar la faena con chorizos y buena compañía






Después vinieron el Trail Puerta del Infierno, el de las garras en mis cuadriceps del que quedó cumplida cuenta en la entrada que publiqué en su momento, y sobretodo vinieron esa especial Doñana Trail y la no menos especial Ultra Costa de Almería con sus dos largas y melosas entradas, pero La Cresta y sus organizadores, el Club de Linares y sobretodo mi equipo se merecían esta publicación, la tercera y última de esa trilogía de crónicas breves y que estaban olvidadas.






SEGUNDA DE LA TRILOGÍA DE LAS OLVIDADAS: SIERRA CAZORLA TRAILS DE QUESADA, SUFRIDORES

Y llegó octubre..., nada mejoraba en lo que estaba resultando un otoño gris para mi...demasiados tonos grisáceos pensaba, pero por el mero hecho de pensar el dolor del piramidal no se iba a marchar....

Con Merche

Llegamos a esa bonita localidad y tras recoger el dorsal nos ponemos a calentar. Las nuevas Asics Gecko XT me aprietan, no me hago a ellas (afortunadamente eso ya no es así en la actualidad), y para colmo me siento agarrotado, dichosas molestias..., estoy en las antipodas de cómo se debe percibir a si mismo un buen corredor. Eso sí, iré con Merche en lo que tratará de ser un buen servicio para ella




Y pronto sentimos las incomodidades: mis pies, sus tobillos, mi cintura, el calor y todo en un terreno técnico y bonito a partes iguales. Avanzando por unos cresteos preciosos y luego bajando entre rocas mientras no dejamos de maldecir en una pose bastante alejada del disfrute.


Aventuras que son como ajenas

Merche no va, el ritmo no es el que quisiéramos, pero hoy no tiene a su competidora en el circuito por lo que sólo hay que saber aguantar la carrera. Eso sí, entre sus molestias en los pies y mis molestias juntamos demasiados puntos negros así que todo hay que decirlo: discutimos un poquito, pero sólo un poquito...

Es a partir de la mitad de la prueba cuando logramos sentirnos un poco más cómodos, sobretodo porque decido que ella se ponga delante y tire, y eso hace, hasta que por fin coge un poco de cadencia





Ni las sendas

Así que ese domingo ni las bonitas sendas de la segunda parte de la carrera nos alegran el día; es de esas jornadas en las que sólo tocaba sufrir, y eso hacemos.


Al final, tras más de 33 largos kilómetros llegamos a Quesada, y lo por fin llega la alegría, aunque sólo sea por hacer nuestros deberes y alcanzar la meta. Eso sí, en el fondo me siento triste por no haber podido disfrutar de un trail tan bonito.


El sufrimiento bien vale un premio

Pero Merche obtiene su recompensa




Y finalmente podemos reponer fuerzas y charlar con la buena gente