RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 29 de mayo de 2019

QUEDADA MULTITUDINARIA EN DESPEÑAPERROS: DE CASUALIDADES Y LOCOS

La casualidad nos lleva por lugares extraños

El sábado 5 de septiembre de 2.015, conforme ha quedado documentado en este humilde blog (véase para comprobarlo: https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=5710359329374480086#editor/target=post;postID=8880671541770626234;onPublishedMenu=template;onClosedMenu=template;postNum=30;src=postname) este que os escribe y su señora esposa recorríamos por segunda vez en nuestra vida las sendas y pistas de Despeñaperros, al amparo de un track que había sacado de unos senderistas en wikiloc. Las casualidades de la vida, o el destino  caprichoso, hicieron que al rato de comenzar el entreno nos topáramos con otro loco corredor, con clara estampa de ultra fondista y que, todo hay que decirlo, imponía un poco. Por eso de ser habas contadas lo de ser montañeros en aquel sitio, decidimos parar a saludar, charlamos, intercambiamos teléfonos y sin quererlo se inició una nueva aventura...ese gaditano acababa de correr el Ultra de Sierra Nevada, según nos dijo, y en el momento de escribir estas líneas he comprobado que ¡mira usted por donde!, mi mujer y yo nos acabamos de inscribir al Trail de ese mismo evento...

Aquel tío era Francisco Tirado y desde ese momento mantuvimos el contacto; hubo más tiradas en pareja o incluso los tres. Lo extraño es que en nuestro segundo encuentro en diciembre de 2.015, que ya fue fugaz como el primero, Paco y el que suscribe hicimos una estupenda salida y tuve la oportunidad de que me enseñara lo impresionante que es la subida desde el Barranco de la Niebla; ya avanzado el entreno, cerca de la Cima de Malabrigo nos cruzamos con otro corredor y comentamos "mira, justo como nos ocurrió en agosto, qué raro es cruzarse con gente corriendo por aquí". Tras el esfuerzo terminamos en el mesón de los jardinillos tomándonos unas fabulosas tostadas con jamón, aceite de oliva y tomate; ¿a qué no sabéis quién apareció por ese allí?..., sí, el corredor con quien nos habíamos cruzado durante la mañana, quien terminó compartiendo mesa, charla y comida con nosotros...como Paco, también vivía en La Carolina, ¡sí amigos!, se trataba de Aurelio, justo el día se conocieron, esta singular pareja de montañeros, como así quedó documentado en mi blog: (https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=5710359329374480086#editor/target=post;postID=4302976759946708391;onPublishedMenu=template;onClosedMenu=template;postNum=24;src=link).

Creciendo en la montaña

Los siguientes años fueron in crescendo en cuanto a mi amor por la montaña se refiere, y a Merche le pasó más de lo mismo. No terminé de perder el contacto con Paco, más al contrario  sucedió un hecho que me hizo retomarlo con fuerza, otra casualidad...en mayo del año pasado Merche había terminado los 101 kilómetros de Ronda y estábamos alojados en un hotel en Grazalema; recordé que Paco era de un pueblo de aquella sierra y decidí llamarle para preguntar qué tal estaba; me pidió permiso para meterme en uno de esos diabólicos grupos de whatsapp que te condenan felizmente a conocer a más gente de la montaña como tú. No perdimos el tiempo, a la semana siguiente estábamos corriendo por Despeñaperros Paco, Aurelio y dos nuevos amigos, Jesús (el de Úbeda), como yo le digo, y Cati, también de esa bonita ciudad jienense. De esa tirada tengo gratos recuerdos, pero lo más importante es que el círculo había crecido. Tras esto hubo salidas con Jesús en las que también participó Mercedes, y hoy en día todos somos amigos.

De personas estupendas en paisajes estupendos

Se hace extraño y bonito a la vez conocer a gente a la que le apasiona este adictivo vicio que son las sendas, trialeras, barrancos y cortafuegos. Cuando Paco y Aurelio nos dijeron que fuésemos a la quedada que se organizaba a finales de abril y que reuniría a un montón de gente fabulosa, Merche y yo no lo dudamos ni un instante. El día 26 de abril pudimos disfrutar con MAYÚSCULAS de una espléndida mañana en un remozado Despeñaperros que se había empapado de las tan ansiadas lluvias que habían llegado en abril. El verde y el agua se hacían notar en el magnifico circuito que recorrimos los más de 25 montañeros que allí nos reunimos, pero lo que más destacó en esa magnífica jornada fue la gente que allí nos juntamos, gente estupenda que casi no necesitaba conocerse para empatizar entre sí, porque somos tod@s lob@s de la misma cueva y por tanto, casi no necesitamos entablar conversación para sentirnos a gusto los unos con los otros.

Y de proyectos

Tras la tirada disfrutamos de una comida para el recuerdo en La Carolina, y tuvimos la oportunidad de andar de cháchara largo y tendido. Esto sirvió para comprobar algo que ya sabía: todos somos igual de locos y osados, con retos imposibles, impensables; el remate a aquel día fue la invitación que nos hizo Ximo a participar en una especie de trail informal de disfrute casi exclusivo para unos pocos privilegiados: de Lanjarón a Cadiar, de noche, por sendas y sin prisa, 50 kilómetros que a buen seguro se nos grabarán para siempre a fuego este fin de semana, cuando toca compartirlos. Allí estarán muchos de esos nuevos amigos que compartirmos espacio y tiempo hace un mes en Despeñaperros, también estarán Aurelio, Paco y Cati. Me pregunto...que hubiera pasado si aquel sábado de hace casi 5 años Merche y yo hubiésemos cogido otra ruta, o hubiésemos salido 5 minutos más tarde, o no nos hubiéramos atrevido a parar a aquel corredor con el que nos cruzamos; mejor no preguntárselo y alegrarse de lo que sí sucedió sin cuestionarse nada más.

Unas fotos para el recuerdo de aquella quedada en Despeñaperros
































domingo, 19 de mayo de 2019

LA CRÓNICA DE LA CXM GARGANTA DE LOS INFIERNOS: DE LÁGRIMAS QUE BUSCAR Y CÍRCULOS QUE CERRAR


"Después de un invierno malo, una mala primavera, dime por qué estás buscando..."

Comienzo estas líneas recordando algo crucial para mi, lo acontecido unos meses atrás, a finales de 2.018...

...se me eriza el vello al sentir la arena bajo mis zapatillas, nada ni nadie impedirá lo que vamos a vivir en unos minutos. El monolito de piedra que recuerda el inicio y el final de aquella increible vuelta al mundo de Magallanes y Elcano me lleva a imaginar a aquellos 19 valientes que regresan de aquella histórica odisea, les veo riendo y llorando, gozosos y exhaustos, entre el ruido de la multitud de sanluqueños que los vitorea; puede que quinientos años después de aquella gesta aquella playa aún conserve esa energía contenida, y de ser así mi emoción no sea más que fruto de un trasvase de esas ondas positivas que se ha colado en el tiempo. 



...ya enfilados en el asfalto veo a mi padre, al lado de su bicicleta de carreras, nos aplaude, se le ve joven, aún no ha llegado su declive, es sólo una alucinación consentida, una imagen que quiero ver, atrapada en mí...cuando cruzamos la meta entre aplausos agarro con fuerza esa toalla ficticia que estuve a punto de arrojar unas semanas antes, me siento corredor de nuevo.




...y el invierno no fue tan malo, no se cumplió el presagio de Fito y de su canción, tan sólo tuve que seguir moviéndome hasta dar la bienvenida a la primavera, abril trajo la tan añorada lluvía y los campos florecieron como no recordaba; cuando entramos en su penúltima semana  viajamos a tierras extremeñas, a esos lugares que hechizan al visitante, donde la potencia del paisaje te inunda y te hace sentir minúsculo...

...y mientras escribo y recuerdo, mientras recuerdo y escribo, también imagino...

...treinta y cuatro años después de que llegase Elcano a Sanlúcar la comitiva real avanza por una bella garganta, La Garganta de los Infiernos, la senda es sinuosa y pedregosa hasta que se suaviza al alcanzar el arroyo, allí en el puente romano ve la silueta imaginaria de un hombre que le sonríe, enseguida le reconoce, es aquel loco portugués que pretendía dar la vuelta al mundo abriendo un nuevo paso al Mar del Sur; acabó financiando su alocada empresa porque quedó impresionado por su entusiasmo. Tras cruzar el puente mira hacia atrás y comprueba como la silueta se convierte en sombra y la sombra poco a poco se difumina hasta desaparecer; esa visión no será la última, en sus dos últimos años de existencia le acompañaran en el día a día como retales de lo vivido. Ya no se sentirá más emperador y pensará constantemente en lo efímero de este viaje, esperando su final y lo que le llegase después, allí en su tranquilo retiro en el Monasterio de Yuste...



















...así que perdonadme todas estas licencias, esto sólo debería ser una directa crónica de lo acontecido en esta preciosa carrera de montaña que lleva el nombre de esa famosa garganta del Jerte, pero es que no puedo dejar de pensar que todos y cada uno de nosotros nos conducimos dubitativos a través del tiempo, atados a una misma cincha, recorriendo los mismos espacios sin que nos demos cuenta de que todo lo que ocurre es un eco infinito que se repite y que juega con nuestros destinos. 


También estoy pensando que hay cosas que sí podemos hacer, cosas que controlamos, por ejemplo...podemos cerrar círculos que quedaron abiertos. Sea como fuere una lágrima mía quedó enterrada en la arena, aquel noviembre del año pasado, en algún lugar entre Hinojos y la entrada del Parque Nacional de Doñana; la eché por mi padre, por mi debilidad y mi impotencia, por no cumplir lo prometido. ¡Ese es el principal círculo que tengo hoy pendiente!.



















Y ahí va la crónica escrita de un montón de cosas que nos sucedieron y que permanecerán en el corazón; difícil explicarlas con palabras...

Reconociendo las maravillas que nos verán pasar



Hemos llegado al Jerte, y lo hemos hecho desde el Barco de Ávila, donde estamos alojados. En el camino hasta esa localidad hemos contemplado montañas nevadas de ensueño, como salidas de una postal, ¡Gredos!; he sentido la necesidad de patear sus sendas y contemplar sus lagos, pero esos deseos tendrán que esperar porque es otra labor la que nos ocupa. Cruzamos el Puerto de Tornavacas el cual nos presenta la increible profundidad del valle, Extremadura nos recibe y me siento de nuevo en casa.



















Recogemos la bolsa del corredor y tras esto nos entusiasmamos viendo el agua cristalina del río, posamos en el puente que nos tocará atravesar a la salida y a la llegada de la carrera.






 

 
Entre tanto, he convencido a Mercedes para que reconozcamos el terreno en una improvisada ruta senderista, no ha opuesto resistencia pese a su convicción de que andar unas pocas horas antes de una prueba no es más que un gasto estúpido de energía. Puede que sea un gasto, pero no es estúpido, sobre todo si acaba siendo como un "cortometraje" que se nos graba en el recuerdo.

Así que andando tranquilamente subimos por sendas sacadas de un cuento, siempre siguiendo las balizas blancas y lo único que perturba el momento es el estrés que percibo en mi mujer: 45 minutos como tiempo de corte en el kilómetro 6, ¡eso es demasiado!.  

 




Bajamos a los pilones y el ruido del agua aumenta en decibelios hasta que se convierte en un rujir ensordecedor que se convierte en extraño para nosotros que venimos de la seca meseta.




Cuando llegamos a las grandes y resbaladizas rocas la cara de Mercedes es como un poema, pero le digo que no debe preocuparse por aquello que no puede controlar, así que le animo a que simplemente, al día siguiente, dé el máximo y trate de ganar esa pequeña batalla, que nadie pueda arrebarle su dorsal y obligarle a abandonar aventura tan deseada.

Regresamos sobre nuestros pasos, justo cuando el sol del Viernes Santo se despide y terminamos la jornada con una buena cena en el restaurante del hotel avileño. El sueño nos ha atrapado y casi como si no hubieran pasado ocho horas, sino sólo un par de minutos,  suenan al unisono las alarmas de nuestros móviles; ya estamos otra vez a las puertas de un nuevo lío.

Cuando la montaña me conquistó

Calentamos durante largo rato con el fin de no dejar nada en manos de la improvisación, porque los primeros kilómetros serán muy exigentes. Hemos subidos las primeras cuestas trotando y ello ha sido un soplo de aire fresco en la confianza de mi mujer. Ya no hay escapatoria, el speaker anuncia que no callejearemos por las calles del pueblo, sino que bajaremos directamente al puente, ¡600 metros menos! una inesperada botella de oxígeno para que ella pase el primer corte.

El beso de despedida y suena la cuenta atrás..., ya en las primeras zancadas me siento incómodo pero es lo que toca; sólo quiero fuertes subidas y tirarme por pronunciadas bajadas, no marcho feliz por el llano. Antes de que la montaña comenzase su conquista yo vivía del asfalto y los ritmos eran lo importante, pero afortunadamente ahora soy esclavo de otras cosas bien distintas.

Las sendas en ascensión me aleccionan de que mis piernas aún tienen que entrar en faena, sin embargo adelanto puestos, lo hago sin prisa; 

















...me divierto bajando por la senda empinada de tierra blandita y húmeda, hasta que identifico el ruido ensordecedor del día anterior, pero hoy suena hoy con una armonía especial, será que estoy disfrutando; 


















...voy saltando de roca en roca, kilómetro 4,5 y charlo con una chica rubia, alguién le dice que va segunda. En la senda pega un acelerón y se me escapa, está fuerte o yo no soy el que era, quizá ambas cosas.



Cuando llegamos al temido control de tiempo de Mercedes, miro el GPS, kilómetro 5,1 (no es el 6 como decía la organización); llevo 39 minutos y no hemos ido precisamente de charla. No quiero decirlo pero al final las palabras salen de mi boca: "os habéis pasado con el tiempo de corte" y tras esto temo por mi Merche y por su pequeño sueño de terminar la prueba.



Subo alegre, el paisaje es un regalo y mis piernas se mueven fuertes. A mi alrededor nadie hace prisioneros, van con un cuchillo entre los dientes y no están por la labor de mezclase con el paisaje a pesar de lo bello del mismo; de la chica rubia ya ni el pelo, válgame el juego de palabras, pero he alcanzado a otra chica, esta es morena y se llama Laura, más simpática, y deduzco por los gritos de ánimo de los voluntarios y del numeroso público que se agolpa en algunos puntos, que es una especie de heroina local.

No debo estar bajando muy bien porque Laura también ha puesto "pies en polvorosa", y no sólo ella, también un par de corredores; y yo que me consideraba un buen bajador en terreno técnico, ¡estás en Extremadura! y aquí la gente sabe de que va esto!.



Viniéndome arriba

Sorbito a sorbito, mordisco a mordisco, voy consumiendo la tarea, estoy consiguiendo mantener el nivel. El terreno es espectacular y duro a partes iguales, no hay descanso en una especie de cóctel perfecto de agua, roca y verdor. 

En el barranco he conseguido alcanzar a Laura y a un espigado corredor y me vengo arriba por completo. En el segundo control de paso, kilómetro 12, los voluntarios la reciben con arengas, y yo le digo: "se me está poniendo la piel de gallina con solo oir como te animan". Ella sonríe y me dice que lo va a necesitar, que ahora comienza "el muro"; sus palabras suenan como una solemne advertencia, un "hay que tomárselo con calma y no dejarse el alma en la subida", pero ella no sabe que desde hace un buen rato estoy deseando ponerme a cuatro patas y retorcerme con los manos en los cuadriceps.



Comienza la dura ascensión, miro hacia arriba y veo una colorida hilera de esmerados corredores que bregan en una suerte de casi escalada, están inmersos en un bosque de ensueño. Me paro unos segundos a atarme fuerte ambas zapatillas y tras este gesto reinicio el movimiento, pero lo hago con nuevos bríos; dejo atrás a Laura y al corredor espigado, después a otros 3 corredores más y doy caza a otro pequeño grupo de compañeros.



En el rellano los voluntarios nos animan sin descanso haciendo sonar un ruidoso cencerro. Han sido 20 formidables minutos para atravesar un kilómetro horizontal y 300 metros verticales con pendientes que por momentos alcanzaron el 65%. Tras esto me veo bajando por una pista y las piernas apenas se quejan, aunque los que llevaba delante a unos pocos metros se me han escapado, la misma historia "de las ingratas pistas" que vivo de un tiempo a esta parte. Pero enseguida nos cambia el ritmo otra considerable subida y de nuevo me aproximo a ellos hasta que los cazo y sobrepaso.


Los sentidos danzan en la garganta

Me veo bajando por sendas que se esconden entre infinidad de árboles y a esas alturas de la mañana estoy gozando como ya no recordaba haber gozado en movimiento.



Alcanzamos una de las pocas pistas, kilómetro 16, y veo el puesto de un avituallamiento donde toca rellenar los soft-flasks que ya van casi vacíos. Me los llenan más lentamente de lo que me gustaría y tras cerrar de forma apresurada sendos tapones salgo pitando, dejando allí varados a otros dos corredores que siguen reponiendo fuerzas. 



Enseguida identifico la preciosa la senda entre helechos, la misma que Merche y yo recorrimos en agosto del año anterior, a la vuelta de nuestras mini vacaciones por Portugal. Estamos en la Ruta de Carlos V, la de mi licencia imaginaria donde os mostré el espejismo de Magallanes; la senda serpentea cargada de rocas hacia la garganta hasta que cruzamos el Arroyo de los Tres Cerros. A esas alturas del juego llevo ya un rato asociado con un corredor de rojo en una parte del recorrido que es para el recuerdo, por ello da nombre a esta carrera; ahora toca subir remontando la otra parte de la garganta zigzagueando entre las piedras hasta alcanzar el Vado de los Cantares, justamente por donde habíamos pasado en sentido contrario en el primer control.

El potente arroyo vuelve a ser testigo dos veces de nuestro paso, hasta que llega lo que estaba esperando, una nueva ascensión:  casi un kilómetro en el que salvar un +200. Ya hace calor pero las piernas me siguen diciendo que "sí", así que meto una marcha más y el chaval de rojo se me queda. Delante mía tres o cuatro compis se afanan por alcanzar lo alto y no sé cómo lo hago que casi sin darme cuenta les paso justo antes de coronar.

Las sendas boscosas que llevan al Jerte

Es el kilómetro 19 y ahora acometo unas rizadas sendas por terreno blandito que casi parecen prefabricadas para el divertimento, como salidas de un parque de aventuras. Las piernas me van solas y esos dos kilómetros boscosos se me pasan en un suspiro que resulta demasiado corto. En esa parte del recorrido he conseguido adelantar a una pareja que va acalambrada y a otro corredor que también marcha un poco justo y ya tengo a tiro a otro aventurero, de manera que ya he perdido la cuenta de toda la gente que he sobrepasado; pero la fiesta se me termina cuando tras cruzar por el último avituallamiento, en el 22, toca librar la última cuesta. El hecho de no esperar más subidas y el calor han provocado que de repente no vaya tan alegre. Me emparejo con el compañero, trato de seguirle, pero él está en otra onda y justo antes de comenzar la bajada el chaval desaparece de mi encuadre y tomo conciencia de que lo que resta ya será en solitario, no es que me importe.

Cojo una nueva senda que baja hacia el pueblo y se me expande la sonrisa, reconozco la zona, la hemos hecho andando el día antes y sé que estamos a poco más de 2 kilómetros del pueblo. Ya sólo queda mantener mi buena cadencia, dejarme llevar animoso hacia el final; alcanzo la pista de asfalto y aún me da tiempo a cazar a un corredor que ya va  reventado, atravieso el puente y callejeo en franca subida hasta girar una esquina y toparme con el arco de meta.








Al pararme el speaker me pregunta qué tal me ha ido, pero la verdad es que ando un poco espeso y no le contesto de forma fluida; lo he dado todo pero a pesar de ello me siento fuerte, estoy satisfecho. No me importan mucho las 3 horas 31 minutos, ni el puesto. 

Me encamino hacia una gran fuente de piedra con dos caños que son la delicia de un deshidratado como yo. El agua sale fría y cristalina y apaga mi sed casi con gula. Con esa primera necesidad cubierta me relajo a sabiendas de que lo que ahora dice el guión es que hay que esperar a Mercedes para comprobar que todo, absolutamente todo, ha salido bien.

Círculos por cerrar

Me estoy dirigiendo al coche con paso relajado y veo aparecer a Laura, que marcha sonriente en sus últimos metros, la animo y me choca la mano. Cuando llego a mi viejo Toyota me pongo ropa seca y me siento en el asiento del copiloto, son unos minutos auténticamente impagables tomando el sol de la primavera mientras veo a los corredores pasar. Han cruzado bastantes chicas, unas 10 calculo, había inscritas 36, ¿habrán cortado a mi mujer?

Los minutos pasan y me da por pensar en mi decadencia, en la ilusión de cruzar mil montañas, comienzo a idear esta crónica, veo a Carlos V, me sitúo en Sanlúcar y me imagino a Elcano; una cosas lleva a la otra y acabo pensando en mi padre, en mi promesa, y en esa lágrima que dejé en Doñana, en ese círculo que aún está pendiente de ser cerrado...y acabo sintiéndome triste.

...Veo pasar a María Mohedano, del Corricollano y esto me regresa a la realidad: unos pocos minutos después pasan Patricia y Pablo, del mismo club, y les pregunto por Merche, me dicen que viene cerca, y efectivamente, unos segundos después reconozco su silueta bajando por el camino, me da para echarle una bonita foto y tras esto me voy para meta.
























Mercedes ha picado en 4 horas 22 minutos, lejos del tiempo límite de 4 horas 50 minutos.¡Lo ha logrado!


















 























Comemos, bebemos, charlamos, nos echamos fotos; finalmente se ha quedado cuarta de su categoría, pero lo de hoy tiene mucho mérito, era montaña con mayúsculas.






Y en esta guisa, tras ver la entrega de premios, regresamos hacia el Barco de Ávila totalmente satisfechos; en el camino, en Tornavacas, hacemos una comida ligera pero muy rica. En esta ocasión hemos dejado bien aparcado el estrés, no tenemos que regresar a casa con prisas... pasearemos, cenaremos, y al día siguiente regresaremos tranquilos con la dulce sensación de haber hecho muy bien nuestros deberes.

Así fue como el Jerte nos ató irremediablemente a un recuerdo imborrable, sin más lágrimas en ninguna arena, con la sensación de haber sido aventureros consumiendo intensamente el momento.

Agradecimientos

Carrera por montaña más que recomendable, imprescindible. La organización cuida de todos los detalles y cuenta con una materia prima increible, la zona y sus paisajes. Tan sólo les pediría que fueran mucho menos exigentes con los tiempos de paso, aunque levantaron la mano bastante, y eso es de agradecer. Gracias a los voluntarios, al público que nos arengó, a la organización por darnos esta joya de experiencia.

Enhorabuena a los compis del Corricolano y también las chicas extremeñas amigas de mi mujer, Vanesa y Julia, y también a Laura, la crack del Jerte. Las mujeres fueron auténticas guerreras demostrándonos lo duras que son.

Para finalizar un vídeo bajando entre las rocas del tercer clasificado, un tal Álvaro García Gil, otro héroe local, que con tan sólo 18 años se quedó a tan sólo 10 minutos de los dos reconocidos primeros corredores. Fijaros como baja