He aquí el comentarista al recibir el Esperanza el quinto tanto.
Todo dispuesto en el Estadio de los Sueños para la disputa del duelo que iba a enfrentar a dos equipos de calado de la esta liga de mi alma: el Esperanza y el Realidad. Los de negro rendían visita a los verdes en un horario atípico para un encuentro de tanta trascendencia, las cinco de la madrugada. Los locales del Esperanza, en horas bajas, se enfrentaban al rival que se había granjeado la fama de "apisonadora de quimeras y utopías", y había multiplicado a través del boca a boca las especulaciones y rumores que habían acabado pasando por todos y cada uno de los rincones de mi mente.
El termómetro mostraba no más de 10 grados cuando repletos de expectación y bullendo emoción los protagonistas se activaron dando comienzo el encuentro. Buen ritmo inicial y manejo de la situación de los "esperanzados", mientras que los de la "realidad" con claro planteamiento conservador esperaban su oportunidad pacientemente, agazapados para salir a la contra ante cualquier despiste de los verdes. La primera parte de este partido que os narro se fue consumiendo sin grandes sobresaltos; ni unos ni otros parecían poder decantar la balanza de su lado, sin embargo a punto de morir la primera mitad los de negro se aprovecharon de la debilidad y el cansancio de los locales para sorprenderles en una fulminante contra que culminó el delantero centro oriundo de Matalpino, Jonás Arrebatailusiones. Llegaba este jarro de agua fría justo cuando parecía que los locales iban a poder tomar resuello y salir con fuerzas renovadas en la segunda mitad. La esperanza verde, mi esperanza, comenzó a resquebrajarse, de forma que por dentro una idea sonaba una y otra vez como en un desatinado bucle que anuncia un presagio: "todo se acabará derrumbando otra vez".
A la reanudación, los "verdes" trataron de tener el control del esférico pero los negros estaban crecidos, lo que unido a la evidente falta de gasolina en las piernas de los locales propició una serie de llegadas peligrosas de los visitantes que sembraron de dudas la defensa local, hasta que fruto de una falta directa, la típica "falta de la impotencia", Elías Robavoluntades, el de Navacerrada, no perdonó y la enchufó por toda la escuadra. Mi crónica no puede sonar objetiva, yo que pongo mi corazón en este empeño, por ello la desolación se sentó a mi lado para contemplar conmigo tal descalabro desde la grada. Fueron minutos en los que el Realidad apabulló a su rival actuando como un martillo pilón, no perdonando con la llegada del tercero, obra de Noé Calmainquietudes, gol más consecuencia de las imprecisiones y la desmoralización de los verdes que del acierto de los negros. El dolor comenzó a hacerse insoportable, mi dolor no era real, sólo fruto de la pasión, pero podía sentir los pinchazos, el agarrotamiento, los calambres, de todos y cada uno de los jugadores de mi equipo.
A la reanudación, los "verdes" trataron de tener el control del esférico pero los negros estaban crecidos, lo que unido a la evidente falta de gasolina en las piernas de los locales propició una serie de llegadas peligrosas de los visitantes que sembraron de dudas la defensa local, hasta que fruto de una falta directa, la típica "falta de la impotencia", Elías Robavoluntades, el de Navacerrada, no perdonó y la enchufó por toda la escuadra. Mi crónica no puede sonar objetiva, yo que pongo mi corazón en este empeño, por ello la desolación se sentó a mi lado para contemplar conmigo tal descalabro desde la grada. Fueron minutos en los que el Realidad apabulló a su rival actuando como un martillo pilón, no perdonando con la llegada del tercero, obra de Noé Calmainquietudes, gol más consecuencia de las imprecisiones y la desmoralización de los verdes que del acierto de los negros. El dolor comenzó a hacerse insoportable, mi dolor no era real, sólo fruto de la pasión, pero podía sentir los pinchazos, el agarrotamiento, los calambres, de todos y cada uno de los jugadores de mi equipo.
El público trató de dar calor con sus gritos de ánimo, pero los "esperanzados" estaban tan hundidos que apenas si acertaban a oir más sonidos que el de su conciencia martilleándoles la evidencia de su fracaso, sonidos que también se hacían eco en mi cabeza. Las piernas temblaban, las fuerzas flaqueaban hasta el punto de verse a algún jugador tirarse al cesped literalmente hundido. En esta guisa llegó el cuarto, un precioso tanto de fuerte y lejano chut que salió de las botas de José Secamotivaciones, jugador serrano nacido en algún lugar entre Cercedilla y el famoso Alto de la Fuenfría. Tal duro varapalo acabó de dejar la moral por los suelos de todos y cada uno de los locales, y los espectadores pudieron presenciar los minutos más feos del partido donde sólo se veía un único equipo sobre el cesped vapuleando a 11 pobres infelices. El quinto llegó obra de Saúl Matasueños central del Realidad, que como anécdota hasta ese momento no había marcado ni un tanto en toda su vida profesional. Pese a ser el primero de su carrera el del Alto de la Fuenfría consiguió uno de los goles más bellos de la temporada, de potente cabezazo. Yo por aquel entonces me estaba planteando dejar de ser comentarista deportivo y/o alejar mi corazón de equipo que transmite tantas miserias.
Sin embargo, con todo perdido y ante el doloroso espectáculo, la afición en lugar de abandonar el estadio, comenzó a corear el lema del equipo verde: "nada es imposible si lo intentas, te esperamos hasta el final, te esperamos en el final". Algo cambió desde ese momento y los del Esperanza tirando de orgullo hicieron un último esfuerzo, el de la dignidad que todo deportista debe portar junto a su dorsal. Durante bastante minutos se les vio tratando de recuperar la pelota, queriendo jugar como un equipo, e incluso trenzaron alguna jugada de mérito y todo esto fue apreciado por el público incondicional correspondiendo con aplausos generalizados. No es que llegasen ni una sóla vez con peligro a la portería del aburrido portero del Realidad, pero el respetable supo recompensar el esfuerzo de unos jugadores que, ahora sí, no querían ni pensar en caer rendidos en la cancha. Así que los 20 minutos finales fueron claramente de un intenso verde esperanza; y quizá no tuvo un tono más oscuro porque los del Realidad no quisieran hacer ya más sangre, pero el caso es que de ahi hasta el final no hubo más pena, ni más dolor, ni más sobresaltos. No podía evitar sentirme satisfecho, contento, pese al fracaso, una sensación extraña que lleva a que no te importe tanto ganar como sí darlo todo, asi que me reconcilié con el equipo de mis amores y decidí no cambiar de trabajo: contador de desdichas hasta mi propio final.
Pero todavía no había terminado esta historia porque lo más bonito de esta crónica quizá fuese que a la finalización muchos de los locales andaban en el suelo con fuertes calambres; alguno incluso vomitando; se veía a las asistencias no dar abasto. Unos minutos más tardes el rectángulo de juego quedó vacío y sin embargo un amplio sector de seguidores verdes seguían en sus asientos coreando cánticos y pidiendo al equipo que saliera a saludar. Llegó el instante de comunión entre los jugadores y sus aficionados, y más de uno no pudo evitar que las lágrimas brotaran. Yo también lloré y fue entonces cuando entendí del por qué de mi amor por algo que no es más que un sueño, que podría ser... pero es poco probable que sea.
Ya en rueda de prensa, el entrenador de los negros elogió a su equipo diciendo que el Realidad había hecho su trabajo y que esa victoria les colocaba en una situación inmejorable en la clasificación, en cuanto al Esperanza concluyó diciendo "nunca ví un equipo vaciarse tanto por una causa tan perdida"; creo que por actitud no es, "quizá no sean los jugadores de mayor calidad que he visto pero espero poder competir con ellos en la siguiente campaña, porque ha merecido la pena enfrentarse ante deportistas tan entregados".
Queridos amig@s, Lo tengo claro, los sueños sólo merecen la pena cuando los pones a luchar contra la cruda realidad. Para que se cumpla lo que deseas es necesario saltar al terreno de juego y enfrentarte a tus limitaciones; las superes o no, será la lucha y el sentimiento de haberte vaciado el que te hará sentir vivo.
Sin embargo, con todo perdido y ante el doloroso espectáculo, la afición en lugar de abandonar el estadio, comenzó a corear el lema del equipo verde: "nada es imposible si lo intentas, te esperamos hasta el final, te esperamos en el final". Algo cambió desde ese momento y los del Esperanza tirando de orgullo hicieron un último esfuerzo, el de la dignidad que todo deportista debe portar junto a su dorsal. Durante bastante minutos se les vio tratando de recuperar la pelota, queriendo jugar como un equipo, e incluso trenzaron alguna jugada de mérito y todo esto fue apreciado por el público incondicional correspondiendo con aplausos generalizados. No es que llegasen ni una sóla vez con peligro a la portería del aburrido portero del Realidad, pero el respetable supo recompensar el esfuerzo de unos jugadores que, ahora sí, no querían ni pensar en caer rendidos en la cancha. Así que los 20 minutos finales fueron claramente de un intenso verde esperanza; y quizá no tuvo un tono más oscuro porque los del Realidad no quisieran hacer ya más sangre, pero el caso es que de ahi hasta el final no hubo más pena, ni más dolor, ni más sobresaltos. No podía evitar sentirme satisfecho, contento, pese al fracaso, una sensación extraña que lleva a que no te importe tanto ganar como sí darlo todo, asi que me reconcilié con el equipo de mis amores y decidí no cambiar de trabajo: contador de desdichas hasta mi propio final.
Pero todavía no había terminado esta historia porque lo más bonito de esta crónica quizá fuese que a la finalización muchos de los locales andaban en el suelo con fuertes calambres; alguno incluso vomitando; se veía a las asistencias no dar abasto. Unos minutos más tardes el rectángulo de juego quedó vacío y sin embargo un amplio sector de seguidores verdes seguían en sus asientos coreando cánticos y pidiendo al equipo que saliera a saludar. Llegó el instante de comunión entre los jugadores y sus aficionados, y más de uno no pudo evitar que las lágrimas brotaran. Yo también lloré y fue entonces cuando entendí del por qué de mi amor por algo que no es más que un sueño, que podría ser... pero es poco probable que sea.
Ya en rueda de prensa, el entrenador de los negros elogió a su equipo diciendo que el Realidad había hecho su trabajo y que esa victoria les colocaba en una situación inmejorable en la clasificación, en cuanto al Esperanza concluyó diciendo "nunca ví un equipo vaciarse tanto por una causa tan perdida"; creo que por actitud no es, "quizá no sean los jugadores de mayor calidad que he visto pero espero poder competir con ellos en la siguiente campaña, porque ha merecido la pena enfrentarse ante deportistas tan entregados".
Queridos amig@s, Lo tengo claro, los sueños sólo merecen la pena cuando los pones a luchar contra la cruda realidad. Para que se cumpla lo que deseas es necesario saltar al terreno de juego y enfrentarte a tus limitaciones; las superes o no, será la lucha y el sentimiento de haberte vaciado el que te hará sentir vivo.