RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 16 de diciembre de 2018

LA CRÓNICA DE LA ULTRAMARATÓN DE LA VIDA: UN ANTES Y UN DESPUÉS

La noche no me vió abrir los ojos ni una sola vez, es lo que tiene eso de no esperar nada del día siguiente; en cambio Mercedes se desveló en mitad de la madrugada y su inquietud no le dejó descansar todo lo que habría deseado. Además estaba algo cargada tras haber corrido la carrera nocturna 8K (había decidido realizar el "desafío", doblar ambas pruebas) Ya en pie vino el ritual mil veces celebrado: desayuno contundente, preparación logística sin olvidarme la vaselina en los pies y sin que se le olvide el inhalador para asmáticos...etc

...aquí comienza la crónica de aquella carrera que sin esperarlo acabó marcando una muesca en mi corazón, ese mi órgano que está a disposición de quien lo necesite, aunque no creo que resultase útil por ser demasiado grande, no porque no me quepa en el pecho de lo bueno que soy, y sí debido a una bradicardia sobrevenida de los repetidos esfuerzos anaeróbicos de la adolescencia.

Reunidos en el frío del Guadalquivir

Vamos andando hacia el embarcadero en una fresquita mañana, ideal para llevar a cabo el cometido que nos ha llevado hasta allí. Nos embarcan sin dilación y en el sorpresivo transbordador me hallo rodeado de gente sonriente;  ella también lleva instalada una tímida sonrisa.

Ya en marcha sentimos en los huesos el frío húmedo del Guadalquivir, ¡es tan extraño!, tanto loc@ suelt@, improvisada tripulación a la búsqueda de su enésima aventura ...

Tomamos tierra donde un faro altivo se levanta, y ahora sé que se trata del Puerto de Bonanza todavía en Sanlúcar; dejamos las bolsas que portan la ropa de abrigo, en una "Telefurgo" habilitada para la ocasión y despojados de todo lo sobrante sólo nos queda enfrentarnos a la distancia y a nosotros mismos.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Esta nueva vida ya no es tan nueva, 3500 días de los cuales más de 3000 en movimiento, perdí la cuenta de los kilómetros y las horas, pero está mereciendo la pena. Hago recuento de sufrimientos, ampollas, alegrías, vellos erizados, lágrimas y calambres, y me salen un montón pero no son  demasiados aún. Cotemplo un imaginario pilón de viejas zapatillas desgastadas, mientras me hallo dando diente con diente en el único rincón cercano a meta donde se asoma tímidamente el Sol. Mercedes no tiene pinta de estar revisando el pasado, sólo mira hacia adelante y disfruta de su mejor momento saboreando cada oportunidad que le brinda su apretado calendario de retos.

El comienzo de una aventura: final de un ciclo y principio de un nuevo horizonte

Resuena por megafonía "donar vida". Todos y cada uno de nosotros nos sentimos muy vivos, conscientes de que lo importante viene a ser sólo un suspiro; dar es el mejor verbo en este breve caminar que es la vida. Un sencillo beso nos une durante un segundo y tras esto me autoexilio al final del pelotón, donde tienen a bien recibirme. 

En mi brazo derecho me aprieta la representación en forma de pulsera de un pulmón. Ese órgano que bombea el oxígeno a la sangre. No me faltará el aire para poder transformar mi alma en la de un aprendiz de director de película dispuesto a contar todo lo que vea esa mañana. A unos segundos de darse la salida, me enfrento al sentimiento de que la decadencia ha venido a quedarse e inicio este aventurero reportaje que versará sobre el esfuerzo y la generosidad que todos llevamos en nuestros chalecos, junto con las sales y los geles. 

Cierro los ojos, allí al final de la cola y pienso que algo se terminó en mi tras la Doñana de noviembre, los vuelvo a abrir, no hay tiempo para reflexionar.., comienza la cuenta atrás: "10, 9, 8...., y estoy a punto de empujar esa puerta que me da acceso a esta nueva etapa....

En un mundo donde las piernas fuesen solas

Iniciamos el movimiento  y Mercedes se escapa entre la multitud como alma que se lleva el diablo. Yo me quedo en el limbo de los indecisos que tienen algo que contar. Mi cámara ficticia ya está trabajando y comienza este acontecer: voy el último y una sensación de sosiego colma todos mis sentidos....y un flashback improvisado me lleva a verme corriendo por el adoquinado de Roma, el pacemaker de las 3 horas va junto a mi y mis piernas están empoderadas, el romano de amarillo que porta el globo flotante de ese mismo color no va a escaparse y tengo la tentación de huir hacia adelante y buscar la aventura del 2:50,..., rodeo el Coliseum acometiendo la última recta y mi sueño me alcanza a la par que yo lo alcanzo a él. Regreso al presente, no hay flow romano, sin embargo voy avanzando bastante suelto, ¡eso es toda una sorpresa!.

No tengo nada y soy feliz sin mi ego

Sorprendido de avanzar con tanta facilidad puedo acelerar pero no lo hago. Aún así voy cazando gente que avanza feliz, y es inevitable que se produzca el contagio. El minutero se mueve alegre y esta película da un giro a mejor cuando tras pasar por la Algaida nos adentramos en el bosque del Parque Nacional de Doñana, mi tercera oportunidad para disfrutar por estos parajes, tras haber malgastado dos cartuchos en la parte del parque cercana al Rocío.  Obvio el primer avituallamiento y me adentro a la búsqueda del lugar donde reside el auténtico disfrute...

Los pies se hunden en la arena pero mi alma sale a flote

Voy por preciosos parajes donde la arena pesa y olor a pino te inunda; sigo alcanzando gente, pero no aparece en la pantalla de mi cámara la silueta de Mercedes, pienso que está yendo demasiado rápido. Pero la voz en off del narrador acabará dando buenos noticias cuando en el kilómetro 12 identifico su alegre correr envuelto en su maillot color salmón. Puedo apretar y alcanzarla pero no lo hago, la llevo encuadrada en un segundo plano, allá en la distancia, y eso me hace sentir bien, esperando sin prisa a que llegue el momento de volver a correr juntos por Doñana.

Emociones mejores si son compartidas

Entre los clarioscuros del bosque del coto las heridas van cicatrizando rápidamente, el mal de correr que se cura corriendo. Llegamos al avituallamiento del 14, un voluntario me da la pulsera que representa el riñón, y me la ciño en mi brazo derecho. El riñón ese órgano que filtra, limpia y da equilibrio, paralelamente en mi ha comenzando el proceso químico que hará que aflore desde mis adentros todo lo bueno, y que dejará aislado y expulsará después, todo aquello que me hace mal.

...Merche ha parado a beber y continúo unos metros auque aminoro la marcha para que tras su parada acabe alcanzándome...no cuesta mucho imaginar la siguiente secuencia: lo que le alegra verme, es el inicio de nuestra aventura compartida. Giramos a la derecha acometiendo una larga y bonita recta representada por un ancho camino que corta el bosque del coto en dos. No lo sé entonces pero estamos regresando sobre nuestros pasos, zancadas al unísono fruto de un regalo mutuo.

Cogiendo ritmo hacia mi yo

Siento que estoy disfrutando como no me hubiera imaginado, y mi principal deseo deriva en no querer que esa carrera se termine nunca; los árboles se acercan a mi por si mismos, no descuento pasos para alcanzarlos, puedo ir delante de ella, al lado o incluso puedo bajar el ritmo dejar que se escape y luego alcanzarla, y lo veo todo como un regalo; estoy al servicio de mis piernas, no mando sobre ellas, son ellas las que han decidido concederme este honor que recibo agradecido.

Zigzagueando 

Dejamos el ancho camino y pasamos a una zona más divertida, justo en el punto donde tiempo antes habíamos ingresado en el coto. "Hoy voy a sufrir, de hecho ya voy un poco justa", me dice Mercedes, sin embargo el ritmo no ha decaido apenas. Lo que me ha dicho no me preocupa, si ha de ser así sufriremos juntos para que llegue, pienso.

En la zona del parque donde la arena es un dulce obstáculo yo me tomo una pastilla de sales y un ibuprofeno, porque mi pierna izquierda está por avisarme y he decidido dormirla, y ambos zigzagueamos entre los pinos hundiéndonos en el esfuerzo. Adelantamos a dos chicas y ella se viene arriba, pese a que sus piernas ya pesan como losas, y en un momento de debilidad me pide que me vaya hacia adelante. "ni loco me pierdo el llegar hoy contigo, ya fueron suficientes dos Doñanas". Tras cinco kilómetros tan duros como bonitos alcanzamos un camino asfaltado adornado de un horizonte infinito y allí metemos una marcha más, como si fuera la última recta antes de meta.

Metabolizando la felicidad y desechando la tristeza

La recta nos sirve para que mi mujer se recupere al tiempo que en el avituallamiento cercano al kilómetro 30 nos dan la pulsera de nuestro tercer órgano, el hígado, órgano fundamental, a través de él metabolizamos lo que digerimos, acumulamos energía y desechamos lo que nos sobra. Esa pulsera me convierte nuevamente en corredor, después de unos meses en los que he estado algo perdido, corriendo sólo por correr. Con ella ceñida en mi brazo avanzamos como si esa ocasión fuese la última en la que marcharemos juntos. Las fuerzas hoy no se irán, no habrá hundimiento y las piernas seguirán fluyendo hasta el final, contradiendo a lo que dice la probabilidad de fracasar cuando se trata de mezclarme con una prueba larga. Será que esa pulsera es mágica y metaboliza todo lo positivo.

Giramos a la izquierda y discurrimos junto al Guadalquivir, que también avanza en su agonía antes de mezclase en la inmensidad del Atlántico. El paisaje es tan inusual y bello que mi cámara capta el momento y me empapo de un sentimiento de fortuna por lo que estoy viviendo.

Corriendo bajo el fino césped de la marisma

El terreno más duro da paso a la tierra blanda y verde que se extiende plana hacia nuestro destino. Mercedes va descontando metros y yo la acompaño en un auténtico regocijo. Su sufrimiento es sólo relativo, porque en sus adentros es sabedora de que el momento es un premio. De vez en cuando me desvío del camino y piso la fina hierba abriendo sendas, las piernas quieren que vaya más rápido pero ello no me haría ser más feliz. Hoy puedo con dos geles, rompiendo con el mito de que mi estómago no puede tolerarlos. No sé si se donan estómagos pero el mío no es aconsable donarlo, pienso. Y la marisma convive con la naturaleza y genera la sal, esa que todos tomamos y en esta guisa mi mujer aguanta y aguanta hasta llegar a la salina, justo para decirme, "Dios mío, cuánto queda para llegar al avituallamiento".

Ese órgano del que apenas se habla

No es tan conocido como el corazón, o como el riñón, pero sin él no podríamos vivir. Al ponerse la pulserita de este órgano en su muñeca Merche percibé el subidón, como un diabético nota que le entra la insulina. Eso y el efecto de mojarle bien la nuca con agua fresca hace que salga con ánimos renovados. Alguien de la organización dice "pero mira cómo va el marido, va como si nada" y yo le miro, esbozo una sonrisa y me visualizo hecho polvo en Villamanrique de la Condesa, semanas atrás, ella tirando de mi y yo sin poder dar un paso...

Nos vemos avanzando a buen ritmo por la avenida, bajo el asfalto que agradecen sus maltrechos cuádriceps. Mis piernas hoy son desconocidas para mi, definitivamente he sufrido un trasplante de extremidades. Las ruedo en su avance, cámara hacia abajo y aún me cuesta entender qué me está pasando.

Que el peso en tus pies no te haga sentir la gravedad

Bajamos a la playa en un punto cercano a donde habíamos desembarcado horas antes. La fina y abundante arena nos recibe para que percibamos cómo podemos llegar a pesar mientras flotamos mentalmente hacia la meta. Merche pese al sobreesfuerzo avanza con una sonrisa y yo no veo obstáculo en toda esa dificultad, sólo veo en ello el preámbulo perfecto para terminar está película. Tras unos minutos dignos de los de un duro trail, subimos al asfalto donde el último cartel con el kilómetro 50 nos recibe con otra frase motivadora y muy adecuada para la ocasión, que desafortunamente no recuerdo.

Dedicado a mi padre

Es sentir nuevamente el terreno duro y las piernas de mi mujer comienzan a fluir y acometemos las calles de Sanlúcar escoltados por un policía local motorizado que no deja de animarnos. La emoción comienza a crecer en mi, y es entonces, justo entonces, cuando se desempolva un deseo inhibido. Echo en falta el sello de oro de mi padre en mi mano izquierda, ese que porté en la Doñana de un mes atrás, pero aunque no podré besarlo al llegar, en este último kilómetro, cada zancada que doy es en su honor y su recuerdo. El fue donante de sangre muchos años hasta que le tuvieron que decir que debido a su edad ya no podría seguir dándose. Él nos donó muchas cosas buenas en vida, y a mi me sigue inundando su espíritu callado...

Giramos a la derecha en la última curva de esta increíble aventura. He corrido muchas maratones, me he curtido en demasiadas y aventureras ultras, he disfrutado de la montaña hasta la extenuación pero juro que esa recta es una frontera que tuve el placer de cruzar, para dejar atrás un antes y recibir un nuevo después. No brotan las lágrimas, el sentimiento es demasiado grande para ello y cogidos de la mano avanzamos hacia el final justo al tiempo de ver a nuestros amigos Pilar y Eusebio que nos reciben con una gran sonrisa. Al parar el crono beso a mi mujer, la abrazo, la levanto y soy tremendamente feliz. Nos ponen la pulsera que representa el corazón, ese órgano que nos da la vida y que es esencial para seguir aquí, pero que también nos dice que somos almas que se aferran a sus películas como única salida para combatir este tránsito efímero. 

Este es el To Be Continued

Nos cuelgan las medallas y no son cualquier cosa, representan no sólo haber llegado, representan lo que somos, y con ella colgada no concibo otra forma de vida que la que llevo.

Y aquí termina esta película, con un final inesperado pero muy muy feliz. Llegué a Sanlúcar sin ninguna expectativa, sin sentirme corredor, y salgo de esta localidad con cinco pulseras, con todos mis órganos renovados. De la mano conquistamos por fin Doñana y la memoria de mi padre quedó redondeada tras recortar las aristas de anteriores desdichas.

PD: no me han dado la pulsera del estómago, pero en esta ocasión da igual, por primera vez en una ultra sentí desde el momento en que paré un hambre tremenda y la sacié entre tapas exquisitas mientras que un fisio golpeteaba los maltrechos cuadriceps de mi mujer. No es por chinchar pero ella es la ultrafondista, mejor este final que el de la vía en mi brazo mientras ella mira al enfermero preocupada.

Datos técnicos y agradecimientos

Y los fríos números: Mercedes se quedó con la medalla de chocolate, 4 horas 51 minutos, 4ª de la categoría veterana +40. Y en el desafío cuarta también, a tres minutos de la tercera. ¿Y qué importa si somos unos privilegiados con este final de ensueño?.

Para todos los que estais leyendo esta entrada y os estáis pensando eso de participar en el futuro, ni lo penséis, inscribiros, no es una carrera, no es un ultra, es una ultraexperiencia que nos hace sentir cosas que no se nos deberían olvidar nunca. Lo hacen con tanto "corazón" que es imposible encontrarles un pero. TODO PERFECTO.







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