RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 3 de agosto de 2020

SEMANA 3 HACIA FILABRES: DEL 25 AL 31 DE JULIO

Con la retroalimentación positiva proveniente de ver que he conseguido perder casi 2 kilos de peso y que las molestias en mis tendones de aquiles, que venían siendo generalizadas desde hacía meses, remiten, iniciaba esta tercera semana con el argumento aún un poco plano de acumular kilómetros en el fin de semana y luego distribuir los días laborables en entrenos cortos y no muy intensos.

El sábado me acercaba a Despeñaperros a correr con mi amigo Paco Tirado, y también con mis amigos Diego y Jesús, pero además teníamos invitados especiales: Gemma Arenas, su marido Agustín, y dos amigos más, que se unían en una tirada que se prometía dura por el calor, por el recorrido y por el ritmo que preveía iba a tener. No me equivoqué mucho, pero si erré en mis previsiones de rendimiento ya que a los pocos kilómetros noté que algo no iba, y en el 8 definitivamente comencé a venirme abajo, hasta que en el 13 desistí, por no retrasar más al grupo y decidí regresar directamente por la pista al coche. Un auténtico fiasco, motivado por causas que desconozco, pero a buen seguro que el calor tuvo gran parte de culpa, y es que, mi organismo no soporta la rápida pérdida de líquidos que sufro a partir de una determinada temperatura y/o grado de humedad. Al final me salieron unos 19 kilómetros, pero se me quedó cara de tonto.

Sin embargo disponía aún del domingo para rendir cumplida autovenganza. Eso hice, madrugué un montón para acercarme a San Carlos del Valle y hacer mi circuito preferido de 20 kilómetros con unos 700 positivos. Aunque el comienzo no fue bueno, y a pesar del calor que ya hacía a eso de las 07:30, fui creciendo para conseguir hacer un tiempo aceptable: 2 horas 2 minutos, pese a la altimetría y las zonas técnicas, cuatro minutos menos que mi mejor tiempo, hecho con temperaturas más llevaderas. Esto significa que estoy en la onda, y a buen seguro que así he de seguir.

El lunes tenía un día complicado por los compromisos que estaban plasmados en la agenda, pero pude salir a hacer unos 8,5 kilómetros en los que la segunda parte metí algo de ritmo, a pesar de estar un poco cargado por el tute del día anterior.

El martes, de nuevo madrugón, y aunque se trató de un entreno suave de tan sólo 8,5 kilómetros, yendo por el Camino de Don Bernardo para luego regresar sobre mis pasos, las bondades de la vuelta, con pendiente negativa me permitieron acelerar y sentirme suelto. Esas sensaciones son las que ando buscando, claros indicadores de mejoría y mejora.

Como en el día de la marmota, el miércoles tocó ponerse en pie a eso de las 06:40 y de nuevo restringido y limitado por el tiempo y las fuerzas, tocó entreno suave por la zona de la circunvalación, no más de 7 kilómetros marcados por la falta de chispa. Pero no es para quejarse: los tendones de aquiles apenas están dando guerra y me siento más ligero.

Y llegó el jueves, otra vez a la misma hora en pie, encadenando un buen número seguido de entrenos consecutivos, buena medicina para combatir la desidia. En esta ocasión tocó subir al Cerro del Ángel campo a través y luego regresar a casa por la parte de atrás. De nuevo unos 7 kilómetros, que sé que no son mucho, pero si suficientes para seguir sumando.

Por último, el viernes rematé con un entreno en la zona del aeródromo en el que metí dos marchas más en la última parte, todo para 8 kilómetros adicionales. Entrenos bastante planos y algo cortos los de los días laborales, pero no es fácil salirse de ese guión en esta época del año y con el poco tiempo del que dispongo. En cualquier caso ando contento por completar la tercera semana consecutiva sin descansos y moviéndome en los 80 kilómetros.




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