RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 15 de julio de 2020

YA TENGO MEDIO SIGLO PERO SIGO PERSIGUIENDO EL FLOW

Si hace justo 10 años me puse el mono de trabajo dispuesto a ponerme en forma y no dejar de correr hasta nueva orden, hoy puedo decir que ese empeño no cayó en saco roto, porque ahí sigo, sin dejar de dar zancadas, pasando por muchas fases, no todas buenas, pero haciendo de este hábito una forma de vida que me ha cambiado, y no sólo a mi, también a Mercedes...

Ayer, paralelamente al aniversario de la década como corredor, hacía medio siglo que vine a este extraño mundo, y ahora más que nunca estoy muy orgulloso de mi pequeña parte de neandertal, pero no lo estoy tanto por el cromagnon dominante que llevo dentro. Sin embargo, es la ambición, esa cualidad que tanto caracteriza a nuestra especie, la que me hace continuar, tratando de mejorar, de seguir haciendo cosas. 

Pues bien, tras esta inolvidable primavera, y el adjetivo va con segundas, se me muestra un verano de esos de picar en la mina, porque intento por enésima vez alcanzar algo que tan sólo he conseguido en tres o cuatro ocasiones en estos diez años, el pico de forma que me haga sentir bien corriendo, que provoque que me muevo sin fricciones. Me he propuesto conseguirlo, pero la primera vez que lo alcancé fue como fruto al gran esfuerzo de preparación de mis primeras maratones, y su cúlmen llegó en la Maratón de Roma, bajando de las 3 horas, yo que soy tan malo, ¡ay que tiempos aquellos!. La segunda vez fue en la primavera de 2015, y sólo duró mes y medio, pero ahí quedó ese buen registro de la Media Maratón de Bolaños. La tercera fue la que recuerdo con más añoranza,  hace tres años, también en primavera como casi siempre, y vino casi por casualidad hasta que el verano se la llevó como si fuera puro viento, pero esos tres meses fueron de auténtico disfrute en mi sitio preferido, la montaña; nunca olvidaré la Mineros Trail o la Pencona de 2017. La tercera fue más breve y menos intensa, en mayo de 2018, y se fue bien rápido, dejándome con la miel en los labios. 

Y si hablamos de los buenos tiempos, ¡qué decir de los malos!, que han sido más largos y sobre todo muy oscuros: como aquel año completo que medió entre julio de 2015 y julio de 2016 en el que la pubalgia me partió en dos y que aún así no dejé de correr pese al dolor y la frustración, o el batacazo del otoño y el invierno entre 2013 y 2014 con la rotura de isquios, y las constantes pequeñas lesiones que vinieron después. Qué decir también de la lesión de piramidal que me ha tenido atrapado en el limbo desde finales de 2018 hasta el otoño del año pasado, y durante todo ese tiempo seguí Don R que R, obsesionado por no parar...

Pues sí, lo vuelvo a intentar, con premeditación y alevosía, voy a buscar ese flow, o como se llame, que me haga sacar la sonrisa y que provoca que las comidas me sienten tan bien aunque mi aspecto parezca, paradójicamente, menos saludable, porque con la forma llega una irremediable bajada de peso que a casi nadie gusta.

Ya tengo medio siglo, pero parece que no he aprendido mucho en estos diez años, bueno, sí, he aprendido algo esencial: en la montaña es donde soy feliz y el asfalto es muy frío y aburrido, así que a soñar que es lo que toca.


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