RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 10 de marzo de 2020

LA CRÓNICA DE LA QUIJOTE TRAIL: DESCARGAS DE REALIDAD

Enero pasó ante nosotros con un claro propósito de enmienda en la frente, y lo tuvimos que hacer medianamente bien porque poco a poco, con bastante timidez, fuimos comprobando como aparecían brotes verdes que indicaban señales de mejora montañera. Y es que Mercedes y un servidor nos habíamos empecinado en hallar el dorado de todo runner: "coger ritmo", sufrimos durante las semanas previas con entrenos nocturnos exigentes en los que la pauta principal fue eso: agarrar la cadencia hasta que esta se hiciera agradable. Y en los fines de semana aprovechábamos muy bien el tiempo con buenas salidas, como por ejemplo la que disfrutamos en Cazorla con Miguel Angel y Manolo. 

Paralelamente el dedo índice de Merche se puso nervioso y comenzamos a inscribirnos en un montón de pruebas: el Trail de Moixent, la Quijote Trail de Puertollano (la que me ocupa en esta entrada), la Extreme Filabres, La Magina Trail, Bosques del Sur, la I Copa Trail de Albacete, de forma que cuando nos quisimos dar cuenta estábamos con la agenda de primavera totalmente repleta de eventos.

El caso es que me comencé a encontrarme tan bien que creí que todo el monte iba a ser orégano, soñando que me estaba llegando uno de esos amados picos de forma que se producen tan allá para cuando. ¡el tonto y sus deseos!....

No me digas a dónde quieres llegar si te vas a olvidar de recorrer el camino primero

Aquel neblino domingo ocultaba bajo tanta nube un día de imponente sol.  Llegamos al Colegio Salesianos, el punto de partida de la carrera, y los nervios afloran ante la primera competición del año; ambos tenemos que visitar el aseo ante unos intestinos más quejicosos que de costumbre.

Por fin aparecen Miguel Angel y Manolo, que de demorarse unos minutos más se hubieran quedado sin evento. Ya en el corralito mucha gente conocida, pero compruebo que no somos muchos los locos a los que se les ha ocurrido la osadía de la prueba larga, es la corta la que ha aglutinado un mayor número de inscripciones. En cualquier caso el grupo es bien majo, teniendo en cuenta que se trata de la primera edición.

Dan la salida con la seguridad, pero la falta de sorpresa que supone el conocer gran parte del recorrido, ya que un par de fines de semana antes mi mujer y yo habíamos hecho de expedicionarios por la zona. Primeras zancadas y lo primero que siento es que no voy suelto, cuando justamente hubiera esperado lo contrario; el peso de la equivocación se mete en mis sienes cuando éstas me martillean la cantinela de que debería haber salido con pantalón corto y no con mallas de compresión, con las que tan mal me llevo.

En cualquier caso marcho relativamente cómodo, por delante de Miguel Angel y haciendo la goma, entre otros, con Antonio, del Pam Club de Torredelcampo. En mi cabeza se instala una idea: "esto no va a ser como habías planeado que iba a ser"; no hay disfrute por ningún lado, tan sólo neutralidad, esencia insípida. El rompepiernas en el que se van convirtiendo los kilómetros no me achanta y sigo avanzando con resolución hasta que llego al duro cortafuegos de 500 metros de longitud y 200 de desnivel hacia el cielo. En ese momento las sensaciones mejoran un poco y gano unos pocos puestos. Me alegra ver en lo alto a Pedro, montañero y amigo de Puertollano, que está en "modo organizador".  Cuando alcanzo la senda llena de jaras que enfila hacia la ciudad minera experimento las mejores sensaciones que voy a sentir en toda la carrera, y lo que no sé es que pronto se va a interrumpir ese conato de disfrute.

Ahora que estoy escribiendo todo esto pienso que es como si hubiese olvidado recorrer el camino antes de transitarlo, como si tan sólo tuviera grabado en mi deseo la meta antes de alcanzarla. Vivir la montaña ha de ser el fin en sí mismo, más allá de como marchen tus piernas ese día.

Inclasificado

Antonio me ha pillado en la senda y trato de seguirlo. En el cortafuegos que viene después le llevo fichado a una distancia prudencial pero ya en ese momento comienzo a sentir que algo está empeorando de forma rápida, quizá sea el calor. El tobogán de la preciosa senda de arriba se me atraganta en el gaznate y Antonio desaparece de mi vista, para comenzar a aparecer tras de mi un grupillo de hambrientos perseguidores. Han llegado mis horas bajas y comienzo a sentirme cazado, hasta que soy víctima también de la silueta azul de Miguel Angel que me acecha a corta distancia. No me importa que me gane, tan sólo quiero terminar, aunque soy consciente de que aún queda mucho que consumir.

En la zona de la famosa estatua del minero, mi compi de Linares me adelanta mientras me arenga para que a su vez cacemos a los de delante, ¡cómo explicarle que no carburo ni para acabar la prueba!. Lo que viene después es como un sueño desagradable, totalmente desajustado y sin enfoque; suerte que el avituallamiento me sirve para hidratarme y para ordenar mis ideas, aunque intuyo que no habrá forma de enderezar esa dura barra de cruel evidencia. 

La poca energía que me entra hace que por momentos sienta que lo peor del bache ya ha pasado, aunque me consta que quedan aún unos largos 8 kilómetros. El apoteósico cortafuegos que supone el último serio obstáculo es una prueba de paciencia en la que no puedo dejar de pensar que en otras condiciones habría disfrutado esa subida; ya en el sendón que viene después las piernas se desmoronan como un castillo de naipes, de forma que me adelantan otros dos compis. Sin embargo, en el collado de después me alcanza una pareja mixta: reconozco a María Rivero con su fácil correr, así que me propongo contagiarme de su movimiento y me asocio egoístamente a su martilleante pero ligera zancada con la esperanza de absorber un poquito de su energía.

Donde la dignidad encuentra su terreno

La suave y bonita bajada tras la estela de María es un remanso de paz en esta dura pelea. No voy bien pero al menos siento mi avance, a un ritmo más alto del que debiera y ensamblado a la pieza que ella me ha dispuesto. 

Pero en el último avituallamiento el ritmo se rompe, paramos, me refresco la nuca y la cara, ¡qué calor hace!, y afronto lo que espero que serán los últimos cuatro kilómetros, no muy duros pero con un cuerpo que ya no está para fiestas. Arranco tras María, pero ella ya no se deja robar más energía, así que pronto se escapa de mi plano, y entro en una nueva fase de desesperanza. 

El puñetero repecho queda atrás hasta que me gano la bajada por el cortafuegos que me enfilará a Puertollano. Otro corredor me recuerda mi falta de alma cuando me adelanta como una exhalación y los dos últimos durillos kilómetros de la prueba se me atragantan tanto que son casi como uno de esos jarabes imbebibles que sabes que además de saber a rayos tampoco te quitarán la tos.

Agarro la pista y luego la carretera, ya en franca bajada, intentando apretar pero apenas hay reprise; me resigno a mi movimiento para hacer visos de espera: tan sólo un par de minutos más hasta que mi cuerpo halle la meta. Por fin llega ese ansiado arco y lo cruzo de esa manera en la que odio atravesarlo, totalmente hundido.

El suelo se pega a mi, el calor se me mete dentro, pero tras hidratarme la cosa no a peor. Miguel Angel y Antonio me preguntan, y yo les cuento en pocas palabras todo este mal batiburrillo de sensaciones. Siento envidia contemplar su semblantes felices, luciendo tercero y cuarto de la categoría +45. Habría estado a gusto siendo undécimo con aplomo y alegría, pero fui séptimo con pesadumbre y abatimiento.

Alcanzo el coche, llegar hasta él cuesta; me cambio entre dolores y calambres para luego regresar al baño donde me aseo, me hidrato y la sangre regresa a la cabeza para verlo todo más claro. Llega Manolo y enseguida Merche, con dulces caras que son la antitesis a mi contrariedad: así me hubiera gustado a mi arrivar en ese puerto.

El asueto

Merche ha sido primera veterana +45, cuarta de la general; todo el mundo dice que ha sido una dura batalla, y visto lo visto no puedo rebatir dicha afirmación. Pero llega el momento de reponer fuerzas y lo hacemos con la gente de Linares; esos son, sin lugar a dudas, los mejores minutos de esta atravesada aventura dominical. Digamos que aquel día llegué a Puertollano cargado de esperanza y me fui a Valdepeñas con una descarga de realidad.

Enhorabuenas y agradecimientos

Grandes Miguel Angel, Manolo, Antonio, Paqui, Andrés, redondos todos ellos. Genial mi Merche, siempre al pie del cañón y fiable al 100%. Estupendos estos de Puertollano que sacaron adelante con buena nota su primer trail. Fabulosas fotos cortesía de César Sobreviviente, entre otros.

Animo a tod@s a que lo probéis en futuras ediciones, si no conocéis la zona os sorprenderá.












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