RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 14 de noviembre de 2019

TRAIL SIERRA DEL SEGURA: ESPEJISMOS, AVISPAS Y LABIOS APRETADOS

Prólogo

Llegó septiembre y caí en la cuenta de que el verano había terminado, no así el calor que aún se resistía a abandonarnos. Santiago de La Espada se mostraba espectacular y en su plaza principal los cracks del ultra y de la maratón iban llegando entre los vítores de la gente. Allí entre el público, sin hacer ruido, estaba Jose alberto Hernando, que al día siguiente correría nuestra carrera, que no con nosotros. Y así fue el devenir de aquellas dos horas de motivación y envidia montañera que tuvieron su fin cuando marchamos hacia La Matea, donde nos estaba esperando nuestro alojamiento.

Lo que vino después fue un plácido paseo con olor a chimenea por la calles de aquella aldea. Una vez disfrutado de tal delicia nos recogimos en nuestro aposento hasta que el asueto se truncó debido a las ganas de cenar, justo cuando la noche vencía a las últimas luces del día. Ya en el acogedor restaurante de la planta baja, entre bocado y bocado, vi ganar inesperadamente a mi Alba, mi smartphone fue testigo de ello, y en esa pantallita disfruté de forma nítida y sin cortes de aquella alegría, gracias a esas misteriosas ondas que todo lo invaden; ¡mundo mágico y a su vez decadente este en el que nos toca vivir...!

Ya nos íbamos a dormir cuando reparé en que al otro lado de la barra estaban Lola y Jesús, de Jaén, y con ellos terminamos la velada inmersos en una  agradable conversación sobre lesiones, caminos de Santiago y senderos.

Falsas lluvias, tobillos ignorados y banderas con color de olivo

Suena el despertador y Merche me dice que ha estado lloviendo toda la noche. Abro la ventana me asomo y le digo "no mujer, lo que has estado oyendo ha sido el sonido del arroyo de al lado"...

...la logística se hace complicada con el vendaje que le procuro en su maltrecho tobillo, todo sea para que el enmiendo casero le de confianza y al paso le quite el miedo que le ensufló su fisio.

...la mañana ha avanzado y nos vemos dejando el coche en Santiago de la Espada..., ...ya estamos cogiendo el autobús que nos lleva a Pontones; deciros que este trail llega a un lugar distinto al que se sale, por lo que habrá esa sensación real de conquista y avance entre la naturaleza. Como no podemos estar callados no falta la charla con algunos de los compañeros de selección de Mercedes, la temática...: cómo se batirán el cobre unos días después defendiendo a Jaén en el Campeonato de Andalucía en Ojén, Málaga.


Pesadumbre, dádivas y agasajos


Tras un calentamiento generoso que no nos deja más que unas rácanas sensaciones, me veo en la obligación de dar por inaugurada la temporada otoñal en un acto silencioso y solitario que pasa sin pena ni gloria. El verano nos ha dejado secuelas, como las lesiones que trajo consigo nuestro largo Camino de Santiago. El estío también nos dejó la herida de la inseguridad y la sensación de ser un poco más viejos, pero en fin, todos esos males quedan diluidos cuando comprobamos que la principal rival de mi mujer en el circuito no ha comparecido a esta carrera. De repente ella se quita la pesada mochila de la presión y yo me esperanzo en poder disfrutar esa mañana corriendo junto al río Segura sin más propósito que ese mismo...

Y justo unos segundos antes de dar la salida, instados por el exaltado speaker, tarareamos el cumpleaños feliz al bueno de Luis Alberto, ese campeón del mundo que nos está regalando su presencia en un lugar tan lejano de su hogar; y pienso...o le ha caído algún agasajo material o es un tío generoso y estupendo, o ambas cosas, el caso es que un montón de animosos populares y un auténtico crack tomaron la salida aquella fabulosa mañana de septiembre en Pontones.

Caminos revividos y avispas despistadas

Nos vemos corriendo por el camino que discurre paralelo al Segura; es un dejá vu del entreno del año pasado, aquel fruto de la mini escapada veraniega de 2018; Merche no marcha fina, aunque me esmero en conseguir que siga  el ritmo lo mejor posible.

Los cinco primeros kilómetros pasan eternos entre un consentido sufrimiento, pero obtenemos la recompensa al adentrarnos por el bosque a través de una perfecta senda. El recorrido comienza a gratificarnos y además se hace agradable compartir carrera con un grupo de corredores que forman equipo. Alcanzamos el segundo avituallamiento para coger una nueva pista y es allí donde logramos reproducir una buena cadencia, sin embargo no puedo dejar de mirar a mi retrovisor mientras vigilo a una fémina que nos persigue impasible; me temo que nos comerá la tostada.

Un largo rato después vuelven las bonitas sendas, pero he perdido a mi mujer; ¿dónde está?, uno de los del equipo me dice que a Mercedes le ha picado algo, así que reduzco la marcha para interesarme: un bulto  entre su negro cabello, esa es la consecuencia; haría falta la coz de un gran elefante para hacerle parar en una carrera.

Tránsitos sin recuerdo ni ritmo en los que casi caigo

Cuando el alma no va feliz y el cuerpo no disfruta los recuerdos desaparecen. Marchamos los dos solos, atrás quedaron los otros corredores; tan sólo aparece de allá para cuando la referencia de otro compañero con quien vamos haciendo la goma. Ahora que reviso el plano desde la pantalla de mi  ordenador compruebo que pasamos muy cerca de Huelga Utrera pero no logro rememorar el perfil de sus casas; sí tengo la imagen del sinuoso Segura que va en paralelo, en un discurrir más técnico y por tanto más lento; en esta lid vamos perdiendo el ritmo a la vez que mis tendones de aquiles y su pie gritan a los oídos de sus dueños...

...es aquella cuerda a la que agarrarse en el paso de una columna pedregosa la que nos saca de nuestra desidia, y yo hubiera espabilado del todo de haber caido al barranquillo; me salva el equilibrio que tengo que hacer y también el buen amarre de la soga a la roca.

Y de nuevo viene una laguna de bosques por aquel valle donde la memoria me juega una mala pasada y me deja un vacío que se rellena cuando por fin llega la aldea de La Toba a rescatarnos.

Subidas mentirosas que liquidan almas

En el avituallamiento de la aldeita arengan a mi mujer; la parada es breve y pronto cruzamos sus casas afrontando las primeras cuestas, sabedores de que por fin tocará ascender. 700 metros hacia las nubes, de forma continuada, aunque pronto comprobamos que el zigzagueo no es nada técnico y resulta una subida tendida que a veces obliga a corretear; habrá que ser un poco pesado y animar a Merche a que corra. En esta guisa adelantamos a varios competidores, incluyendo una compañera que anda atareada con sus bastones. En el camino vemos casi de todo, incluyendo a un chaval sentado esperando a que llegue la ambulancia, pero bien sabe que allí no irá nadie a rescatarle de su hundimiento.

Espejismos calizos llenos de la nada

Al llegar al avituallamiento donde el bosque se despeja vemos una extensión casi totalmente pelada de vegetación y cuya dueña absoluta es la roca caliza, todo un vasto calar. Tras unos segundos recuperando el resuello, retomamos la marcha hacia ese desierto por una pista, en lo que se acabará convirtiendo en un psicológico suplicio para unos amantes, como nosotros, de las escorrentías, los barrancos y las pinochas. Los 250 metros positivos que restan por subir los hacemos sin estímulos visuales, en un quiero y casi no puedi, pero en esta tesitura alcanzamos a otros dos corredores que sin duda van sufriendo el mismo mal que nosotros, y eso nos consuela.

El calor comienza a cebarse con nuestras cabezas y allá por donde nuestra vista nos lleva la roca y la tierra se convierten en un espejismo. Pasado un incontable tiempo nos vemos obligados a preguntarle a un hombre, que no sabemos si es voluntario o un mero transeunte, si queda mucho para el siguiente avituallamiento; nos señala con su índice en el horizonte..., no es más de un kilómetro, pero lo vemos como un inmenso océano de arena.

Riñendo con el dolor y empatías que manan de la montaña

Por fin llegamos al puesto de los voluntarios donde nos refrescamos, llenamos los softflasks y salimos pitando. Comenzamos a bajar por sendas pedregosas sin apenas vegetación, y es que seguimos en el calar, 

...hasta que por fin regresamos a los bosques y a la sendas, que tanto nos gustan, aunque en ese capítulo de esa historia el protagonista es el pie de Mercedes, que se siente totalmente incomprendido ante la indiferencia de mi mujer; así que los agujeros y rocas que hay que saltar no hacen más que perpetuar el irrevocable divorcio entre ella y su dolorida articulación.

Ya no quedan más de 4 kilómetros para alcanzar Santiago de la Espada, pero nos llega el ansiado momento de volver a poner las manos en nuestros cuadriceps. Por suerte lo del calar ya pasó y ahora podemos movernos ágiles disfrutando de la pendiente por el bosque; no luce tan feliz el corredor que nos encontramos apoyado en una varandilla de madera, está totalmente fundido; no lo pienso y le ofrezco mi gel especial ese que administro lentamente cuando las fuerzas flaquean. Le prometo, no sin dudas, que en 5 minutos notará como se viene arriba y lo dejamos allí tratando de reiniciar el movimiento...

Compañías predichas y esquinas hacia el final

Ahora toca bajar, ya prácticamente será así hasta meta, y vienen más complicaciones, por la cantidad de piedra suelta y roca que hay que sortear, más labios que morderse para Merche. Pero nuestra alegría remonta al comprobar como el corredor, otrora hundido, ha resurgido uniéndose a nosotros; lleva otra cara, y siento con satisfacción que cumplí mi promesa. 

...Y así es como marchamos los tres un largo rato hasta llegar al último kilómetro, donde nuestro compañero se acalambra y se para con el objeto de lograr desatascar su cuadricep; nosotros afrontamos unos interminables 1000 metros que nos hacen desear sin mesura el conseguir llegar por fin a nuestro destino....

De caminos a Santiago

El Camino Primitivo a Santiago (De Compostela) que hicimos en agosto fue más largo, 315 kilómetros repletos de aventuras y vicisitudes. Este camino a Santiago (De La Espada) ha sido poco más que un paseo comparado con áquel pero no ha estado exento de sufrimientos. Atravesamos las últimas esquinas del pueblo, esas que nos enfilan hacia la placita donde nos espera el arco de llegada. Alfonso, de nuestro Club de Montaña Linares, nos sorprende unos metros antes de la alfombra y nos acompaña corriendo mientras graba los últimos metros...la atravesamos como ya es tradición, cogidos de la mano y orgullosos de haberlo vuelto a conseguir. Todo esto nos sonará a meritorio, otro matrimonio maduro más terminando otra de las muhas prueba de montaña que hay; bueno, quizá llevéis razón, pero lo importante es qu sigue perpetuándose el movimiento entre parajes tan bellos como los que pudimos disfrutar ese domingo.

Epílogo

Cuando llega el corredor que aún porta mi gel en sus manos, veo en su cara alegría y agradecimiento, casualmente es de Linares, no lo hicimos aposta. 

Los minutos siguientes vamos cerrando otro episodio de montaña como mejor sabemos hacerlo: charlando con nuestros amigos y conocidos, Alfonso, Andrés, Paqui, todos satisfechos por sus desempeños, aunque ellas un poco más por poder elevarse hasta el podium para recoger sus trofeos. Sí, Mercedes volvió a obtener premio, y en esta ocasión su segundo puesto fue bien sufrido.

Y sólo nos quedó el sosegado y perfecto ritual de la rica comida que nos procuró la organización; el cordero supo a gloria y el viaje de vuelta a Linares sirvió para que aflorase ese sentimiento que tanto me llena: sentir que sigo haciendo lo que más me gusta con la única persona con quien quiero hacerlo.













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