RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

viernes, 27 de septiembre de 2019

UN MILAGRO UN PACTO CON BELZEBÚ O LA TECNOLOGÍA JAPONESA

Y así fue como llegué hasta ese cruce de caminos donde me paré por un momento a reflexionar: "¿hacía dónde voy?", verdaderamente no lo sabía, sí tenía claro hacía dónde querría ir pero para enfilar dicho destino tendría que ocurrir algo que cambiase ese statu quo....

Pensando que mi dichoso piramidal es una esclusa que no deja correr el agua y ésta se estanca. Esperando un milagro para comprobar por fin que las cosas tornan a mejor, pero no creyendo en los milagros. ¿Y si pactase con el diablo?, claro, para ello éste tendría que existir, algo que dudo mucho. Imaginemos que sí, que está ahí acechándonos, de ser cierto podría ofrecerle mi alma, que no creo que valga mucho, y aún siendo de valor, dudo que permaneciese intacta tras tornarse mi cuerpo en cenizas...

Y allí me hallé, llegando a la conclusión de que soy una persona espiritual, pero no religiosa, de que mi espíritu radica en algún punto de mi cerebro que también es perecedero, por tanto ni milagros ni pactos con el más allá harían que la situación cambiase. 


Pasaron los días y una mañana mientras conducía hacia el trabajo me iba sintiendo orgulloso de los 347.000 kilómetros que le he hecho ya a mi viejo Toyota. Y ¡voilà! se me encendió la bombilla: "si mi Toyota es japonés y ando tan contento con él, ¿por qué no ir a buscar respuestas a tierras niponas?"....y de ahí pasé a una cosa, y de ésta a otra hasta que caí en un detalle de mi vida pasada...

...Corría finales de verano de 1989 cuando estrené mis primeras y hasta hoy únicas Asics, las recuerdo perfectamente, con sus tonos grises y azules, llena de elementos reflectantes; eran muy chulas para lo que había en aquella época. Habían dejado de fabricarse las Tiger, al menos con ese nombre, y ahora pasaban a tener esa denominación tan rara: "ASICS". Poco más tarde descubrí que se trataba de un acrónimo de la famosa frase en latín: "Anima Sana In Corpore Sano",...


... y casi por casualidad me veo cerrando un tremendo círculo. "Ánima", palabra que para los griegos era entendida como principio de vida, común a todos los seres vivos (plantas, animales y hombres) y el alma entendida como principio de racionalidad, con carácter divino e inmortal, exclusiva sólo del ser humano...

¡Ni milagros ni pactos, quiero unas "Anima Sana In Corpore Sano"!, por favor que de paso, una vez bien calzadas, lleven a mi alma corpórea a sentirme invencible en los entrenos, pese a mis casi 50 tacos. Y unos minutos después estaba comprando por Amazon unas Dinaflyte en su versión más vieja.

Perdonadme la licencia, por ser pesado y redundar en el pasado me remonto a justo 30 años atrás, allá en Alcantarilla, en mi periodo de instrucción militar; aquellas Asics me llevaron a correr en 2 minutos treinta y tantos esos 1000 metros, aunque siempre tuve la sospecha de que le faltaban algunos metros al kilómetro, ¡era joven pero no tonto!. Eso sí, aquel arrogante teniente de la Brigada Paracaidista, que dicho sea de paso ostentaba el récord de aquel circuito (al menos hasta que yo se lo arrebaté) me buscó y me estuvo interrogando e increpando por haber perpetrado tal profanación. Yo quisé decirle que lo sentía, que no era mi intención, que hacía ya un par de años que había dejado el atletismo, pero que desde que habíamos llegado a Murcia nos habían obligado a correr un montón todas las mañanas y eso me había puesto las pilas; quise decirle todas esas cosas pero no le dije nada, envuelto en una sensación que mezclaba el miedo y el más malicioso de los regocijos. Y fue en aquel fin del estío, también fin de década cuando comencé a desgastar ese maravilloso par de zapas que terminé de fundirme en Alcalá de Henares coincidiendo con el resto de meses de servicio militar.

Es así, amig@s,  como mi alma ha dejado de localizarse en mi mente para pasar a estar ubicada en mis pies. Pretende crecer y hacerme sentir bien más allá de que se obren improbables milagros o que aparezca el mismísimo demonio tratando de robarme mis deportivas.









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