RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 3 de enero de 2019

MI BALANCE DE 2018: ESE AÑO EXTRAÑO QUE PASÉ

Permanecerá en mi recuerdo, si el Azheimer no lo logra borrar en el futuro, como aquel año en el que no pasaron grandes cosas y en el que si acontecieron cambios, en lo general de esos que no dejan a uno indiferente.

El 2018 fue el año del quiero y el no puedo, el año en el que consolidé mi amor por la montaña, el año del éxito (mi segundo y tercer podium) y también el de mi fracaso (como el estrépito de la Doñana Trail), el año del estrés laboral, de la indigestión, el año de mi resurrección tras dejar por unos días de sentirme corredor. No puedo permanecer impasible antes tantas cosas que me sucedieron y en el que la constante fue mi lucha por continuar corriendo casi a diario. Al final no logré coger mi pico de forma en ningún momento, y aunque no he estado seriamente lesionado, sí que he arrastrado molestias que me han impedido disfrutar. Es el año de Chile y sus viajes, que tanto me trastocaban mis planes como corredor.

Hagamos un repaso:

Enero

Andaba en este mes, como en diciembre del año anterior, sin ganas de competir, viendo como a Merche le hervía la sangre por hacer cosas, todo lo contrario que a mi. Fuímos a Sevilla donde ella hizo la media y yo continué entrenando, con más tiempo, porque tenía cambios laborales que suponían más trabajo pero también más flexibilidad de horarios.

Febrero

Poco a poco fue desapareciendo la desidia y acabé inscribiéndome a la Maratón de Montaña de Cuenca, junto con mi mujer. Para prepararme el reto también nos inscribimos al Trail de Moixent, de unos 21 kilómetros, y bastante técnico. Mi regreso a la competición resultó más o menos satisfactoria, porque disfruté la prueba, aunque echaba de menos la forma de la primavera de 2017.





 Marzo

Tocaba correr una maratón de montaña, la de Cuenca, y aunque los trails me tienen enamorado, distancias tan largas por terreno técnico siempre causan respeto. Salí midiendo fuerzas, o eso creía yo, y la nieve no ayudó, el caso es que me vino muy muy larga y los últimos 14 kilómetros no fueron fáciles. Llegué sin gasolina y no me quedó buen poso. 5 horas y 41 minutos, lejos de mi objetivo que hubiese sido 5 horas 15. Me quedó tan extraño sabor de boca que me he inscrito este año y repetiré en 2.019.




Abril

Marzo había sido el mes de la maratón y también el mes de mi primer viaje a Chile. En esas semanas acepté el pequeño reto de correr el Reto Araque de Jamilena, por equipos, concretamente con Paco Rivas y Raúl Sánchez. Llegué muy timorato a dicha prueba, y sin embargo la disfruté bastante, tampoco forcé en exceso y conseguí mi segundo podium, tras el de la primavera del año anterior en la Mineros Trail.


 Mayo

Los viajes a Chile no me permitían coger la forma, y en el mes del pedazo de reto de mi mujer, sus 101 kilómetros de Ronda, prueba en la que hice un muy buen entreno de 60 kilómetros, parte del mismo acompañándola, fue también el mes en el que estuve cerca de cogerle el hilo a mi cuerpo, pero éste se me escapó a última hora, no sin antes dejarme un muy buen sabor de boca con mi tercer podium, el segundo del año, como segundo veterano en el Trail Memorial Victor Araque de La Guardia, 21 kilómetros de un trail no excesivamente técnico, en el que conseguí rebajar mi la marca hecha en la misma prueba dos años atrás en 6 minutos, con 1 hora 58 minutos, en un día en el que también subieron al cajón Merche y nuestro hijo Jorge, en su primer y, hasta ahora, único trail.

 Junio

Chile seguía impidiéndome ver el horizonte, y en este mes fue cuando me fui alejando de lo que quería, máxime cuando comencé a impartir, también, un curso en Ciudad Real. El verano de 2.018 no será recordado gratamente por un servidor, 100% estrés, 0% tiempo y un alto porcentaje de malestar. El cúlmen del estrés vino con aquel viaje relámpago a Medina Sidonia donde Merche y yo corríamos un cross/trail nada exigente que se nos hizo duro por las circunstancias personales. También reñimos durante la prueba, ¡un caos!, y encima cuartos por parejas, la medalla de chocolate.



Julio

Fue más de lo mismo, con la diferencia de que ya no había más viajes a Chile, pero el trabajo me absorbió y bastante tuve con conseguir no dejar de correr. No hubo tampoco ninguna competición.

Agosto

 A mediados de agosto terminaba el curso, y unos días antes teníamos un reto en el que estaba inscrito por mi mujer, la Subida al Veleta, 50 duros kilómetros para los que no estaba preparado. El caso es que lejos de ser un trauma acabó siendo una prueba que disfruté pese a mi penoso estado de forma. Sin duda fue lo mejor de todo el verano, y toda una experiencia


 Septiembre

Llegamos los retos y había que prepararlos, con la esperanza de coger la tan ansiada forma. A finales de septiembre corríamos lo que esperábamos fuese un duro trail en Valdepeñas de Jaén, que no resultó duro para nada, pero que tras terminar acabé muy indispuesto, síntoma de que no estaba en lo mejor. Merche volvió a subir al podium.



Octubre

Regresábamos a Onil a correr por segunda vez su bonito trail, y donde tenía la esperanza de mejorar y acercarme a un estado de forma más aceptable. El trail no resultó malo del todo, y aunque la segunda parte del mismo la hice más rapido que en 2016 acabé marcando 2 minutos más que en 2.016, claro síntoma de lo que me podría ocurrir en la Doñana Trail (reto que también había estado dos años atrás). Merche a lo suyo con un nuevo podium


Noviembre

El noviembre negro, el mes en el que dejé de ser corredor, al menos en lo que mentalmente se refiere. Y es que la Doñana Trail, que iba a ser una segunda oportunidad para que Merche y yo llegásemos juntos a meta, y compitiendo por parejas, acabo resultando un auténtico varapalo para los dos, ya que en la mitad de la misma me retiré totalmente desfondado, luego traté de continuar unos kilómetros más, pero nada, no la terminé. Tras esto me quedé vacío, sin ganas de correr, sin objetivos, sin motivación alguna, y tenía en diciembre el último reto de Merche.



Diciembre

Tras la gran tormento vino la calma, afortunadamente. En la primera semana de este mes teníamos la Ultramaratón de la Vida en Sanlúcar de Barrameda, y lo afrontaba sin esperanza, sin ánimo, de hecho salía el último simplemente para experimentar lo que tuviese que ocurrir. Sin embargo todo me sorprendió en el que las piernas iban solas, cazaba a Merche y corríamos desde el kilómetro 14 juntos, hasta el final, en nuestro sueño cumplido en diferido. Probablemente la prueba de larga distancia en la que he acabado más entero, descubriendo que mi estómago no es tan delicado como creía. Diciembre ha sido el mes de la recuperación de la esperanza, el mes de posibles cambios. Vuelvo a tomar geles, frutos secos y parece que me sientan bien. Además, en la última semana del mes y en la primera de enero vuelvo a recuperar viejas sensaciones, y a multiplicar kilómetros. Falta me hará porque tengo la Mamocu a la vuelta de la esquina.

Lo importante es que sigo en la pomada, sin cejar en el intento, para eso sirvió mi 2018 deportivo.

No hay comentarios :

Publicar un comentario