RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 13 de octubre de 2018

CRÓNICA DEL TRAIL DE ONIL: SIEMPRE VUELVES DONDE TE TRATARON COMO EN CASA

Los antecedentes

Allá por mayo de 2016 Merche y yo nos inscribimos a un trail en Onil, Alicante, donde un club de montaña de dicha localidad iba a organizar su primera edición. Había que coger fuerza durante la primavera para afrontar retos importantes, como la Doñana Trail de aquel año, el gran reto de Mercedes, su primera ultra. Cuando llegamos a Onil nos encontramos con algo que nunca habríamos esperado: la prueba había sido suspendida por riesgo de incendio. Contrariados y desilusionados, se nos ocurrió contactar con la organización y al día siguiente pudimos hacer el recorrido con ellos y tras el entreno disfrutamos de una "comilona". Lo que en un principio era un desencanto se convirtió en una oportunidad de conocer a unos magníficos compañeros. Nos agasajaron con dos bolsas de corredor sin haber competido y nos ganamos un montón de amigos. En octubre de ese mismo año, tuvo lugar finalmente la prueba y allí estuvimos de nuevo, esta vez compitiendo, y Merche se trajo un trofeo, yo me llevé a casa buenas sensaciones en un año que sólo me había traído disgustos y lo mejor fue el regusto de hacer algo con lo que disfrutamos compartiendo experiencia con gente que nos volvió a hacer sentir en casa.

Un mes después fue la Doñana Trail, donde Merche sorprendió a todos con un fabuloso "primer ultra" en el que demostró que lo suyo eran los kilómetros. Yo eché el telón del 2016 con un pequeño disgusto, pero lo importante fue ella, quien pasó a ser la protagonista de esta historia de runners (desde entonces no ha dejado de serlo).

Meses después nos invitaron a la segunda edición, pero ya nos habíamos comprometido con otro trail, así que me apunté en mi agenda "no fallar a Onil en 2.018" y el resto es el fruto de las siguientes líneas de esta entrada.

El preámbulo.

Habíamos alquilado un apartamento para cuatro en el centro de Onil, y cuando llegamos el sábado a la tarde, Marleen, la dueña del alojamiento, nos estaba esperando. Nos quedamos sorprendidos de lo bien montado que estaba todo, con muebles nuevos y a disposición para hacer directamente vida; no le faltaba un sólo detalle. Este hecho y la amabilidad de la dueña me hizo alumbrar la idea de que regresaremos en más ocasiones.

Tras acercarnos al centro y charlar con algunos de nuestros amigos de la organización, cenamos pizza de horno mientras veíamos un "inolvidable" espectáculo de fuego que nos dejó literalmente "con la boca abierta".Tras esto un fabuloso helado alicantino y a dormir.  El sábado había salido perfecto.
 
Descansamos bien, y cuando sonó el despertador me sentí motivado a iniciar una nueva aventura, eso sí, en modo "preparación", y es que la situación era un auténtico dejá vú, de nuevo con el reto de la Doñana Trail, a unos días vista.

Recogimos el dorsal a las 08:15 horas, regresamos al apartamento para preparar todos los complementos y a las 08:40 ya estábamos calentando. No nos dio tiempo ni a pensarlo, sonó el pistoletazo...

¡Javi!, te estás haciendo viejo muy rápido

No recordaba de lo exigente de este trail, pero pronto se me refrescó la memoria. Los primeros kilómetros son bien duros con subidas que invitan a andar, pero ¡nadie andaba!, así que a costa de asfixiarme subo cómo puedo, sufriendo más de la cuenta. La senda da algún respiro y trato de lanzarme pero no hay forma, ahí voy siguiendo a un corredor de verde, con quien a la postre haré la goma durante casi toda la prueba.

Ya en la pista trato de coger un poco de ritmo pero ¡nada, es imposible!. En el paso por el primer avituallamiento Javi, de la organización, Trail Running Onil,  me da ánimos al tiempo que veo que el de verde se queda bebiendo. Hasta ese momento llevamos 3,7 kilómetros, hemos subido unos +300 metros, eso sí, con algunas bajaditas, y he marcado 25´, a poco más de 6´el kilómetro.

Aprovecho para coger la senda ascendente para abrir el primer turroncillo y descubir que las piernas comienzan a carburar y eso que la senda pedregosa me chilla con una fuerte pendiente. Ya en el kilómetro 5 nos toca subir por una senda boscosa de esas que machacan las piernas, bajamos un poco y luego toca ascender una pared considerable, ¿se me había olvidado esto o es que soy mucho más viejo y todo pesa más?.

El de verde y otro corredor bajito con gafas de sol van a mi acecho, pero me resisto a dejarme coger. Tras adelantar a un corredor en otra pared de fuerte pendiente enfilo hacia el avituallamiento del 7,5 donde se encuentra, Santi, de la organización. Parece que me he recuperado un poco y que es tiempo de comenzar a disfrutar, así que tras marcar en el avituallamiento 55´ y unos pocos segundos, ficho sin parar. En ese momento no lo sé, pero dos años atrás había marcado por ahí 54´pelados, tan sólo había perdido 1 minuto.

Ahora viene lo técnico

La bajada tras el avituallamiento es rápida y no muy técnica. Pero un kilómetro después ya me veo otra vez subiendo al 20% de desnivel positivo, luego un tobogán bien duro, un verdadero rompepiernas y tras esto viene una de las dos bajadas de fuerte pendiente y de las que se pueden considerar "complicadas". La hago bien, fuerte, además el pie derecho no se resiente lo cual me hace pensar que he superado los problemas que he estado arrastrando las últimas semanas, y sin darme cuenta, tras mil piedras entre frondosos bosques me veo subiendo, mientras mis dos compañeros de viaje (el de verde y el bajito) siguen con el cuchillo entre los dientes dispuestos a cazarme y cortarme el pescuezo.

En el 10, cuando todavía estoy subiendo me pongo a hacer balance logístico: sólo llevo un turroncillo comido, una pastilla de sales y, eso sí, voy tomando buenos sorbos de isotónica. Poco bagaje, lo estoy haciendo mal, pero es que la carrera no da tregua y no encuentro momentos de esos largos en subida para poder comer tranquilo. He marcado los segundos cinco kilómetros en 38´11´´ lo que me da un total de algo más de una hora y 14 minutos en los 10 primeros (dos años antes lo había hecho en 1 hora y 11 minutos 43 segundos, lo que significa que he perdido otros minuto y pico más en este segundo tramo).

Afronto la siguiente bajada, la más temida, y lo hago con confianza; las piernas me siguen yendo y no me siento para nada débil, aunque tampoco es que vaya pletórico. Caemos 200 metros de desnivel en unos 800 metros lineales avanzando por un barranco repleto de piedras, pedruscos, hondonadas y fuertes toboganes, que invitan a ir pegando saltos cuan si fuésemos cabras montesas. En mitad del obtáculo me pasan uno, dos, tres corredores, entre ellos van, como no, el de verde y el bajito. Esto supone una caída en picado de mi moral, y eso en una carrera de montaña hace cumplir la ecuación: menos moral = menos rendimiento. Aún así les sigo en la distancia hasta que llegamos a lo más bajo y nos indican que toca subir.

La larga subida a las antenas

Por delante tengo casi 3 kilómetros de subida sin descanso, a veces técnica y lenta, otras corrible. He logrado pillar al de verde y al bajito en la primera parte de la subida, la más lenta, y cuando alcanzamos la pista en franca subida, comparto metros con ellos para comprobar que en falso llano o ligera pendiente el de verde se me va, tiene mucho ritmo. Ha comentado que es su primera prueba de montaña y me cuesta creerlo a juzgar por cómo se desenvuelve. El bajito y yo compartimos algo de charla, aunque no tengo muchas ganas de hablar (algo raro en mí). Siento que no estoy rindiendo en esta parte del recorrido como merecería la ocasión, porque creo que estoy andando más de lo que anduve hace dos años y, por tanto, corriendo menos de lo que entonces corrí.

Finalmente el bajito se me acaba yendo también, justo cuando se ve la cima ahí delante. Cuando alcanzo el avituallamiento de lo alto no paro y compruebo que el de verde y el bajito están ahí parados; ¡leches, alguna ventaja tenía que tener eso de llevar peso!. En ese punto llevo 1 hora 55 minutos y 40 segundos (tres minutos más que hace dos años).

Desde las antenas hasta el mismo Onil

Bajo por la pista y cojo la senda botánica con diversidad de flora. Lástima no poder mirar mucho alrededor. Ocurre lo irremediable, el de verde me alcanza y se pone a mi altura. Los últimos 5 kilómetros los he marcado en 44´42´´ a casi 9´el kilómetro.

Hacemos el tobogán técnico que nos ha de llevar al avituallamiento del 17,5 (que es el mismo que el del 7,5) y ahora tengo un subidón de moral, siento que estoy haciendo las cosas bien. Unos minutos después el corredor bajito se nos une y comenzamos la última subida importante del recorrido. Llegamos al avituallamiento en 2 horas y casi 59 minutos (más de 4 minutos pérdidos respecto a Onil 2016). Por supuesto no paro, y ellos dos sí, así que enfilo la bajada con ganas de dejarles atrás y no volverles a ver, ¡pero no!, a la altura de la pista me alcanza el de verde y hacemos un kilómetro y medio bien rápido, de hecho el 18º me sale en 4´40´´. Nos alcanza el bajito y los tres acometemos la senda técnica que nos ha de llevar a la pista, y ahí se me van un poco. La última bajada pedregosa la hago como puedo, algo contrariado por el hecho de que se me hayan vuelto a ir, y al alcanzar la pista y el último avituallamiento los pillo nuevamente porque han parado unos segundos en el puesto en el que están Javi y Vicente. Los últimos 5 kilómetros han caído en 32´ 53´´, bastante rápidos.

Desde ahí tobogán por pista por el mismo sitio por el que fuimos a la ida, hasta que cogemos la escorrentía del arroyo, divertida y técnica, donde tanto me tocó sufrir dos años atrás. En esta ocasión voy algo mejor, siguiendo a los dos omnipresentes corredores pero sé que no podré pasarles, voy con la gasolina justa. Por fin dejamos el río en una subida corta pero muy empinada que me convierte las piernas en dos duros sarmientos. Justo en ese punto, el 22 y medio, marco 2 horas 46 minutos y 50 segundos (dos años antes 2 horas 45 minutos 16 segundos, es decir he conseguido recortar un montón el desfase, ¡y eso siendo dos años más viejo!. El problema es que las piernas han decidido hacer un umplugged, directamente no van, agotadas tras el tute del río y de la última subida, y necesito comer pero ya es tarde, 2 turroncillos no han sido suficiente, claro está. La situación tiene una parte buena, estoy terminado, pero se me ha ido el de verde y se me va el bajito, me siento mal y en un repecho que es casi un falso llano doy unas zancadas al son de la canción de Manolo García: "llevame esta noche a San Fernando, iremos un ratito a pie y otro caminando". Afortunadamente dejo de tararear dicha canción y arranco a correr, sufro lo que se puede considerar un kilómetro malo, hasta que alcanzo el pueblo, que ya es en franca bajada; me dejo caer y la última avenida la hago sensiblemente más lenta a como la hice en 2016, parando el crono en 2 horas 58 minutos 18 minutos (2 horas 56 minutos 12 segundos por aquel entonces). Me he quedado descolgado en mi categoría, pero si hubiera tenido 50 años, para lo que aún me queda un año y medio, habría sido primer clasificado máster; ¡a ver si las piernas aguantan un poco más!.

Eso sí, he llegado muy cansado, aunque sin calambres, nada que ver con lo de la semana anterior en el Extreme de Valdepeñas de Jaén. Se puede decir que he aprobado el examen, pero no con la nota justa para hacer la selectividad que es en Doñana.

Bebo, me refresco en la fuente, con la que curiosamente he soñado en alguna ocasión en estos meses atrás. Me voy renqueante al apartamento, me ducho y regreso para ver llegar a Merche, pero cual es mi sorpresa cuando compruebo que ya ha llegado, ha hecho 3 horas 40 minutos, frente a los 3:54 de 2016, ¡menuda crack!. Ha sido 4 mujer de la general y segunda de su categoría.

El resto es lo mejor. La entrega del trofeo a mi mujer, también le ha tocado un juguete por sorteo y a Inés le acaba regalando la organización un muñeca muy chula, ¡100% agasajados nuevamente!. Charlamos con Javi, Vicente, Antonio, Santi, y un montón más. La barbacoa les ha salido estupenda y la organización de la prueba  ha salido perfecta, como lo es un círculo, como lo es un domingo soleado de marzo en el campo y con tus seres queridos.

Regresamos al apartamento donde Merche se ducha y recogemos todo. Finalmente nos vamos a Alcoi a saludar a nuestro amigo Juan Manuel Talens. Por el camino vamos muy satisfechos sabiendo que todo ha salido de 10 y que a buen seguro regresaremos en ulteriores ediciones.

Agradecimientos

Gracias chic@s del Trail Running Onil. Otro año más nos hemos sentido en familia y nos dio pena dejar Onil. En ningún lugar nos tratan como allí. 

He aquí unas fotos.

























2 comentarios :

  1. Es que onil es mucho onil, me alegro de que disfrutaras de nuevo.

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    1. Gracias Fausto. Supongo que ya habrás tenido la oportunidad de correr allí, entiendo que en la segunda edición. Si no lo has hecho te lo recomiendo. Saludos y suerte en tu 5000. Yo no me atrevo ya con esas distancias

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