RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 22 de abril de 2018

LA CRÓNICA DE LA MAMOCU 2018: LA AVENTURA DE LA INCERTIDUMBRE

Despertando en Cuenca muchos años después

Abro los ojos, enciendo la luz y compruebo que faltan un par de minutos para que suene la alarma de ese viejo despertador, así que la desconecto. ...Es junio, estoy en Cuenca y hace una mañana preciosa, huele a verde. La ilusión y responsabilidad se reparten el pastel a partes iguales...

...Si existiera eso de las vidas paralelas podría estar ante una bifurcación de planos existenciales...en un primer plano me veo enseñando, mi pasión, puedo contemplar las caras de mis alumnos, sin ocultar mi regocijo por dedicarme a eso que he venido hacer a este mundo..., en otro segundo plano veo la frustración tras aquellas oposiciones, 22 años después, y vivo este segundo mundo alternativo, justo el que menos me gusta de los dos.

...Es marzo, abro los ojos, enciendo el móvil y faltan unos minutos para que suene su alarma, la desconecto y me incorporo. Otra prueba de montaña, esta vez en Cuenca, hoy hay todo un reto....Aparece Merche  y juntos comenzamos los preparativos; los montañeros siempre gestionamos mil flecos logísticos, y en esta ocasión va a hacer mucho frío, más flecos aún.

Los minutos se nos han escurrido de los dedos, así que salimos pitando porque el tiempo se nos echa encima. Nos vemos corriendo desesperadamente los escasos 700 metros que separan el hotel de la salida  y en la puerta del pabellón nos encontramos con Mar e Iván. Él nos dice que finalmente no correra debido a sus molestias en los isquios, su semblante no oculta su pena, lo había preparado bien y ahora no puede disfrutarlo... apenas les conocemos y sin embargo es como si les conociéramos de hace tiempo, visualizo: me veo corriendo con él en Fuertescusa nuevamente y ello me motiva para lo que se me viene encima esa mañana.

Dejamos las dos bolsas, dejo mi abrigo a nuestros amigos y medio tiritando damos unas breves carreras alrededor del arco. Y así sin darnos cuenta nos llaman para que nos situemos en línea de salida.

La aventura de vivir una incertidumbre

Incertidumbre, una palabra que me gusta, es algo "vivo", algo que "no se da por hecho", que ha de ser vivido para conocer cómo se resuelve. Allí, en la salida, siento las dudas y miro a Mercedes, también siento su nerviosismo, y su emoción. Hoy sus molinos a vencer son los tiempos de corte de la organización, pero ante todo busca buenas sensaciones de cara a su reto de Ronda en mayo. Ambos estamos donde queremos estar, ningún sitio y momento mejor que ese...

Antes del pistoletazo deseo suerte a Lucio, del club La Petanca de Cabezarrubias del Puerto, todo un crack, toda una buena persona.

...Uno, dos, tres, ya me veo corriendo... mido las primeras sensaciones y ya intuyo que no va a ser una gran mañana, mi rodar no es suelto. Así que activo el programa "paciencia" y libro lo mejor que puedo las primeras cuestas. A mi alrededor veo gente entusiasmada que parece que se ha abonado justamente a lo contrario que yo, a la impaciencia por devorar kilometros rodeados de naturaleza.

Tras hincar mis dedos en los cuadriceps en la rampa de la primera subida, comienzo a sentirme más cómodo, y pienso en positivo: veo una caldereta en Fuertescusa, veo a Merche llegando a meta en Ronda, me veo disfrutando en la montaña y me siento afortunado por lo que tengo.

...Aparece la nieve, ese elemento que apenas conozco, con ella llegan también los primeros patinazos, ¡va a ser algo para recordar!. Ya llevo 4 kilómetros cubiertos en 27 minutos, y nos hemos elevado 200 metros. Pero esto no ha hecho más que empezar.

Últimas conversaciones antes de la absoluta soledad

Me encanta conocer gente mientras corro en la montaña, así conocí a Iván, por ejemplo. Eso es lo que me quedará cuando ya no pueda correr, quedará esa gente y sus recuerdos. 

Ya llegó la bajada y las piernas se han cansado de protestar viéndose obligadas a cumplir la faena que les he impuesto. Alcanzo a una chica, María Jesús, ¡menuda pinta tiene de campeona!, temo resbalar y llevármela por delante así que le pido paso, y ella se aparta. Unos minutos después toca ir más rápido, ya no hay hielo y el camino invita a subir las pulsaciones, de hecho me pongo a 4´pelados, pero Chus tiene ritmo y se pone a mi altura. Aprovecho para charlar un rato...bromeamos, por el hecho de que dos manchegos de llanura se batan el cobre en una maratón de montaña, 

No me engaño, Maria Jesús, a la que todo el mundo anima, está a otro nivel y hay que dejarla ir tarde o temprano, pero mi empecinamiento me invita a forzar un poco más la marcha, y es que hoy no quiero sentirme muy solo. Ahora vamos paralelos al río Júcar, por una zona rápida pero llana, y ahí noto que algo me frena, algo roza mis engranajes. El sexto y el séptimo han caído en 4´40´´ y 4´34´´, y ya me estoy imaginando pagando el peaje kilómetros más adelante.

En el 7 y medio aproximadamente llevo 46´. La media ha bajado porque hemos ido rápido en los últimos tres. Ante nosotros una pronunciada cuesta, la de las antenas, y hay que salvar +240 metros en 700 metros lineales, al 30% de desnivel medio, añadiendo la dificultad de pisar nieve y roca. A pesar de todo eso en ese momento me siento cómodo, al rebufo de mi compañera, mientras mastico mi primer turroncillo. Eso sí, cuando llegamos a lo alto María Jesús pone pies en polvorosa y no hay manera ni ganas de seguirla. Ya no volveré a verla en toda la carrera.

Un paseo por la Cuenca salvaje y alejándome

Las piernas se recuperan de la ascensión y meto un poco de ritmo, además llego al punto donde Mar e Iván están animando y me da un subidón. Ahora toca escaleras para arriba, para abajo, sendas, cortados,..la parte más salvaje y menos conocida de esta preciosa ciudad. El kilómetro 10 en 1 hora y 10 minutos, y con la sensación de que estoy cruzando una línea roja.

En la tercera subida, recorremos una senda llena de roca.., agarro mi segundo turroncillo y sólo miro hacia adelante. Me han adelantado un par de corredores pero eso no me preocupa. Toco cima, tras salvar otros +200, Llego al Mirador del Cerro del Socorro y seguimos subiendo por un carreterín asfaltado lleno de árboles. El kilómetro 12 cae en 1 hora y 29 minutos y de repente nos desvían a la derecha. Turno para una senda, y ¡llena de nieve!

Conforme vamos dejando atrás Cuenca me voy yendo hacia un lugar distante...la  senda nevada y llena de hielo, las piernas apagándose zancada a zancada, y lucho por no perder el ritmo. El fracaso es un sincero amigo, demasiado sincero para no decirte la cruda verdad y demasiado amigo como para abandonarte.

Me veo comandando un grupo de unos siete locos. Les digo que me pasen pero van cómodos tras de mi, aunque yo no voy cómodo delante de ellos, definitivamente ya no voy a ir cómodo en lo que resta de mañana. Unos minutos después me he quedado solo. El terreno sigue siendo duro y ahora voy bajando. Aprovecho para hacer pis y no veo a nadie por detrás.. y ya sabe qué ocurre cuando miras más hacia atrás que hacia adelante.

...y me alejo. 

Kilómetro 17, llevo poco más de 2 horas y 4 minutos. Han sucedido dos cosas: la primera es que me he relajado y pienso en todo lo que me queda, mi reto es terminar. La segunda es consecuencia de la primera: bajo el pistón y comienzo a reservar fuerzas. Toca volver a subir y noto la tremenda carga en las piernas, me alcanzan tres, cuatro, cinco corredores y trato de seguirles pero no es ni un conato, así que se marchan con suma facilidad.

De nuevo bajando, ahora entre árboles, kilómetro 20 en 2 horas y 27 minutos. El ritmo ha regresado discretamente y he masticado  mi tercer turroncillo. En el Merendero del Socorro no paro en el avituallamiento, no lo necesito. Me concentro, Cuenca es mi meta volante y no habrá que mirarla mucho de cerca no vaya a ser que me atraiga hacia sí invitándome a atraparme y no dejarme seguir.

Cuenca y sus escalones de vida

La ciudad se acerca, y siento miedo de mi mismo; reviso el mecanismo del piloto automático y todavía está OK. En estas que voy haciendo la goma con un chaval con bastones que usa cuando el terreno así lo aconseja. Este chico no acaba de irse, pero yo ya estoy solo y no tengo ganas de compañía. 

La preciosa hoz conquense me alcanza y la fabulosa e idílica senda verde invita a correr. La autoestima baja más rápido que mis piernas, y me visiono: "en esta vida paralela que me toca vivir quiero ser el  profesor que no fuí y quiero ser el corredor que no soy"...

Pero el grandioso Puente de San Pablo de hierro y madera tiene el imán de los años. Atravesarlo y oir a la gente cómo anima me hace dar con el rumbo de mi objetivo. Esto es una aventura incierta, una aventura viva y yo estoy aquí para continuarla.

Subiendo al castillo las piernas pesan demasiado. Mar e Iván me animan mientras me graban en vídeo y cada escalón conquistado es un hito, un episodio, una razón para no abandonar en el siguiente avituallamiento. Un par de minutos después miro de reojo el puesto de los voluntarios, veo dos corredores con cara de derrota, se han retirado, y no quiero ver más, sólo quiero seguir escribiendo mi propia aventura.

A la montaña y sin gasolinera donde repostar

Pico el kilómetro 25 en 3 horas y 8 minutos; una larga travesía yendo en reserva, y no hay donde repostar. ¡Esto no va a ser muy agradable!. Mi estómago se queja y ya no me apetece echarme a la boca el cuarto turroncillo, pero sigo bebiendo pequeños sorbos de isotónica. El norte nos llama y me entretengo contando corredores que me pasan sin piedad, entre ellos, Sergio, el amigo de Iván, al que se le ve disfrutando, siento envidia cochina...Ahí van ellos, altos, bajos, feos, guapos, jóvenes, menos jóvenes, les veo la matrícula a todos pero no me da tiempo a apuntarla, van demasiado rápido.


En el 27 comienzo a ascender y también surge de nuevo la nieve. Espero las grandes rampas y estas no llegan, sin embargo no soy capaz de correr apenas, a cambio ando todo lo rápido que puedo, brego, brego y sigo bregando y en la lucha comienzo a ver las cosas de otro modo, ya más en verde. 

Alcanzo el alto casi en el 30, cuando llevo 3 horas y 45 minutos de aventurilla. Paro en el avituallamiento a reponer con agua uno de los soft flask. Me adelanta una chica que va con dos acompañantes y oigo como les dice que va tocada, ¡yo sí que voy tocado!, agarran los tres el camino totalmente embarrado y pese a que trato de seguirles no hay forma de que no se me alejen. Las piernas gritan demasiado alto mientras patino, y más sufren cuando toca tirarse por una bajada bastante técnica que hubiese sido una delicia para mi en otras circunstancias.

Y así, dejando pasar el tiempo y la distancia alcanzo el Puente de Valdecabras casi en el 34  4 horas y 21 minutos del comienzo. Enfilo Cuenca oyendo el Júcar rujir fiero, fruto de las últimas lluvias y no sé la razón pero eso me consuela, me hace ser optimista, ..., bueno, eso y que sólo me quedan 8 kilómetros.

No soy profesor pero sí corredor


Nunca conseguí ser funcionario de la enseñanza. Áquel fracaso de antaño hoy no es sólo más que el machaqueo de la sinceridad de este amigo tan pesado. Mejor ponerse tapones y no oirlo, escribirle una nota donde se diga bien claro NO QUIERO SER TU AMIGO, DÉJAME EN PAZ. Sí, sí corredor, soy aventurero y sé cómo escribir esta nueva aventura. La senda se abre preciosa ante mí y me gustaría disfrutarla pero no puedo. Me emplazo a otra MAMOCU, apunto bien los hechos en mi libreta y preparo mi futura venganza, la de correr de vuelta a Cuenca disfrutando por esos lares en otra edición de esta carrera.

El corredor de bastones me pasa por última vez, en esos últimos 4 kilómetros me sacará un mundo, y sólo queda la última subida, último obstáculo, pero bien pinchoso. Las piernas en la UVI y pese a todo ya no siento el fracaso..

Por fin bajando, por un camino lleno de barro las piernas patinan y patinan pero ya no sienten ni consienten. Debo parecer un abuelete huido de un geriátrico capeando los baches, de hecho los últimos dos kilómetros los haré en casi 16 minutos, pero en mi defensa, señor juez, alego que no he dejado de moverme. Alcanzamos el asfalto y la cuarta chica de la general, me alcanza y anima a que la siga, pero yo no estoy ni para verla alejarse. La pasarela que atraviesa el Júcar se me hace eterna..., quedan 500 metros y voy contando cada paso que doy. En el parque veo a Jorge y a Inés y les pregunto dónde demonios está la meta, a pesar de qué sé que no puede estar ya a más de doscientos metros.

Cruzo el arco en 5 horas y 40 minutos sin poder ni tan siquiera seguir el ritmo de mi hija y me tiro al suelo..., de verás que lo necesito. Iván me echa un par de fotos inmortalizando el momento.

En cuanto a los fríos números, me he quedado el 95º de la general, 21 de mi categoría, pero María Jesús ha hecho 5 horas y 2 minutos quedándose la 46º. Perdí 49 puestos por el camino, pero he hecho cierta la incertidumbre.

La recuperación y la espera

A los pocos minutos me siento mejor, no tengo calambres, y las piernas se van viniendo arriba. Me ducho con agua calentita que me sienta genial y la comida que ingiero hace el resto. Charlo con Iván y Mar, con mi hijo Jorge, ¡qué mejor terapia!. Ahora toca esperar a Merche. La prueba ha sido bien dura y no sé si habrá conseguido pasar el corte.

Pero ¡sí!, sentado en un banco del parque, mientras están dando los premios a los primeros veo la estela de mi mujer aparecer. ¡Va rápido y va sonriendo!. Cruza en 6 horas 58 minutos, la 215 de la general, 7ª de su categoría, y me siento muy orgulloso

El viaje de vuelta y la consabida reflexión me hacen ver las cosas totalmente en positivo. No pasará a mi recuerdo esta carrera por su disfrute, pero nunca olvidaré aquella nieve crujiendo bajo mis pies mientras las piernas iban agonizando poco a poco.

Unas fotillos y hasta un par de vídeos



La guerrera preparada en el hotel



La guerrera satisfecha con su trabajo bien hecho. Dispuesta a conquistar Ronda.



Yo también estoy contento




Alejándome de Cuenca y de mi mismo



 Ya daba un poco igual todo. En modo piloto automático


Merche disfrutando


Y yo sufriendo a poco de la llegada








Merche comandando un grupo en plena faena







Muy bonitas fotos


Satisfechos y con mucha hambre






El kilómetro 24 subiendo escaleras. Cortesía de Iván.





Mi recuperación en el suelo



Llegando con Inés, que iba más rápido que yo




Con Mar y con Iván







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