RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 17 de diciembre de 2017

SÁBADO 15: CUANDO EL PESAR PESA MÁS QUE EL REMORDIMIENTO


Me había inscrito para correr el domingo el 10.000 de Daimiel, para hacer de liebre a mi mujer y conseguir completar otra marca personal para ella, redondeando un magnifico año, pero visto mi estado, ya sabía el sábado que no correría dicha prueba. En una especie de autocastigo, un extraño y ansiado exilio, me cogí el coche y me fui a Despeñaperros, con la idea de hacer una tirada larga y tranquila, en la que pudiera reflexionar sobre lo que soy, sobre lo que tengo, sobre lo que hago. Me había marcado en la wikiloc un circuito de 22 kilómetros, y cuando llegué al Barranco de la Niebla hacía bastante frío, pero no me lo pensé mucho.

Cogí la antigua autovía sentido a Santa Elena hasta que llegué a la casa desde donde partía el camino que me adentraba en el parque natural. Tuve que abrir la puerta de la valla, entrar y volver a cerrarla (es un privilegio poder entrar en el parque a convivir con la naturaleza, un regalo, así que se agradece el acceso pero esa puerta hay que dejarla tan cerrada como uno se la encuentra para evitar que se escapen los animales.

Ya desde el comienzo fui sufriendo las molestias, pero me lo iba a tomar con calma. Me perdí y tuve que reconducir la ruta en dos ocasiones, también me quedé sin cobertura por lo que se malogró la ruta, pero no importaba, sabía donde estaba y a dónde quería ir. Los parajes magnificos y como había llovido los días anteriores, había algo de agua, se agradecía. Bajé a un barranco cerca del gran viaducto que en la autovía lleva a Santa Elena y atravesé un par de veces el Arroyo dle Rey (me dio mucha alegría ver agua). Sufrí las cuestas y sufrí el dolor de mis isquios, pero como decía, no me importaba mucho. Y así fueron pasando los minutos y fui haciendo el circuito, sin disfrutar de mi cuerpo pero disfrutando de mi alma. Pasé cerca de Miranda del Rey y crucé nuevamente el Arroyo del Rey, que en esa zona llevaba bastante agua para lo poco que había llovido. Y tocó subir por el Camino del Puerto del Muradal hacia el Castillo de Castro Ferral. Bastante cansado alcancé el castillo, algo desfondado y sin remitir las molestias. Después de eso tocó coger el camino me llevaría al Collado de la Aviación, y se me hizo bastant dura esa parte. Adelanté a una pareja de senderistas y traté de mostrar mi mejor versión, en una muestra de ego que no tenía mucho sentido; el caso es que llegué a lo más alto y tocaba bajar 300 metros en 2 kilómetros por una senda que haría las delicias de cualquier corredor de montaña. Tenía miedo de hacerme más daño, pero no ocurrió nada, incluso bajé mejor de lo esperado, porque los isquios me dieron una tregua. Alcancé el coche unas 3 horas y media después, tras haber salvado algo menos de 1000 metros de desnivel positivo y 25,5 kilómetros. Pero en buenas condiciones hubiera bajado claramente de 3 horas.

Me fui a casa con la sensación de que ese entreno me había servido y mucho.







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