RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 4 de mayo de 2014

JUEVES 1: HABÍA QUE PROBAR EL TERRENO AGRESTE

El día del trabajo, fiesta nacional, y yo le celebré en mi buhardilla con un hartazón de tareas que me ocupó gran parte del día. Sin embargo, Merche y yo teníamos proyectado salir a correr un ratín como entreno general y también como experiencia de cara al trail que íbamos a correr el sábado. Mercedes ya había salido a correr el miércoles haciendo un entreno que le gusta bastante, interval en 400 metros, pero aún así, fiel a su ritmo de sesiones a razón de 3 por semana, decidió venirse conmigo. Dimos un rodeo por el Camino del Peral para tras cruzar algunos caminos acabar en el Camino de Membrilla y de ahí coger por el camino que nos lleva al norte paralelo a la vía de servicio de la AIV para pronto coger uina senda de subida a uno de los cerros de la Aguzadera. El terreno se puso difícil y pronto mi mujer se quejó de las piedras, y de la vegetación, que le pinchaba. Pensé que lo iba a pasar muy mal en Cáceres y me arrepentí de haberla inscrito. Llegamos arriba sin más sufrimientos que los comentados y bordeamos el cerrillo, que está lleno de socavones provenientes de las bombas caídas en la dichosa Guerra Civil, y bajamos por una trocha, por llamar de alguna forma al lugar exacto por donde bajamos. fueron 400 metros llenos llenos de piedras donde se hacía imposible bajar corriendo y donde mi mujer se quejó amargamente, pero con la boca chica. Alcanzamos el camino que nos regresaba a la vía de servicio de la AIV y de ahí hasta la falda del Cerro del Ángel, ascender por el camino asfaltado y en seguida subir por el camino empinado de pendiente media del 16%. Allí Mercedes consiguió no parar y subir sin dejar de correr, algo que tiene mérito. Alcanzamos el camino asfaltado en su parte alta, bajamos unos metros y volvimos a bajar por otro camino muy empinado y técnico donde Merche se las ingenió para no dejarse un tobillo. No ocurrió ningún accidente y felizmente llegamos al camino asfaltado que nos regresaba a casa y de ahí hasta el final. Nos salieron unos buenos 10.700 metros, una pequeña simulación del terreno que esperábamos en la minitrail de Cáceres, aunque luego se demostró que lo de allí fue mucho mucho más duro.

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