RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 20 de marzo de 2013

CRÓNICA DE LA MARATÓN DE ROMA 2013: OBJETIVO CUMPLIDO

Como os decía en la entrada anterior, dormí como un lirón y me desperté muy descansado y contento; estaba optimista. Desayuné en el cuarto de baño lo que habíamos comprado el día antes en una tienda de alimentación: tostadas, barritas energéticas, zumo, piña en almíbar, etc. Metí todo lo que pude, y tuve la suerte de evacuar, es decir, mi momento Allbran. ¡Todo perfecto pues!. Nos vestimos y preparamos yendo andando al mogollón. Había un montón de ambiente, tremendo. Dejamos la mochila en el camión correspondiente, pero antes me había quitado el chandal y puesto la bolsa de basura de rigor para no pasar frío, aunque la mañana era agradable, aunque con nubes. Nos despedimos a media hora de la salida y me dirigí a mi cajón que estaba muy lejos. Una vez hube llegado calenté pero muy poco, no tenía ganas de trotar, y también estiré poco; eso sí, cogí buen sitio cerca de la gente del globo de las tres horas. Los minutos fueron cayendo y la emoción creciendo. Así, cuando menos me di cuenta estaba rodeado de un montón de gente y estábamos a punto de salir. Me encontraba tremendamente tranquilo y eso me daba buen rollo. Sonó el pistoletazo y agarré por banda a la gente del globo; no quería soltarlos en toda la carrera porque ellos eran mi pasaporte a mi objetivo.

Las primeras sensaciones no fueron ni buenas ni malas; eso sí, no me sentí forzado llevando el ritmo. Enseguida me dí cuenta de lo desagradable que iba a ser correr sobre el adoquinado con mis New Balance 890, demasiado ligeras para un evento así, pero ya era tarde. Los primeros kilómetros pasaron sin pena ni gloria, siempre con la grupo del globo y un ritmo cercano a los 4´según mi Garmin. También pude comprobar a la primera de cambio como comenzó a desfasar la distancia, sonando mi aparatillo antes de llegar a las marcas. Mientras nos dirigíamos hacia el suer, los "pace makers" daban ánimos y hablaban entre ellos del ritmo que llevábamos y yo no estaba por la labor de gastar saliva. En cuanto al recorrido, bastante llano, y no fui muy atento a los monumentos, y quizá por ello no reparé en la mayoría de ellos. En los primeros 5 kilómetros comprobé como pasé en 20´ 23´´ según mi Garmin y en 20´47´´ (a este tiempo había que quitarle 11 segundos de desfase desde el pistoletazo hasta mi paso por la alfombra de salida) según la organización. Ya por entonces habíamos pasado a correr sobre asfalto y las buenas sensaciones comenzaron a llegar en forma de comodidad total. En el primer avituallamiento un pace maker gritó "Atenzione ristoro a siniestra" que venía a decir que el avituallamiento lo teníamos en nuestro lado izquierdo, y cogí un vaso, resultándome imposible beber (se ve que no aprenderé a avituallar en vaso nunca). 

Los siguientes kilómetros fueron similares, yo concentrado en lo mío, con el grupo del globo, con algún que otro tropiezo y codazo y a veces me pegaba tanto al pace maker que me golpeaban los globos en la cabeza. El kilómetro 10, ya llegados a la zona del río Tiber la cosa no había cambiado, afortunadamente; de vez en cuando zona adoquinada e incomodidad para correr. El 10 lo pasamos según Garmin en 41´04´´ y bastante metros después pisamos la alfombra en tiempo oficial de 41´47´´; todo según lo previsto. Las sensaciones crecieron para bien e incluso me puse en alguna ocasión paralelo al primer pace maker. El segundo avituallamiento consistió en algo de isotónica que me salpicó el ojo y me tuvo medio tuerto unos segundos; lo dicho, un desastre. Pasamos a zonas más concurridas y con animación, y me dio la sensación de que los pace makers daban tirones, pero no pasaba nada. Entramos en la zona cercana al Vaticano, pero no nos dirigimos a la Plaza de San Pedro, puesto que esta zona había sido quitada del recorrido porque se iba a celebrar el Angelus por el nuevo Papa. En cambio, pasamos por el Castillo de San Angelo, aunque no reparé mucho en él. Callejeamos hasta volver al Tiber y cayó el kilómetro 15, 01:02:50 según tiempo oficial (el desfase crecía porque el Garmin había pitado más de 2 minutos antes). Iba genial, con todas las fuerzas intactas y por momentos pensaba en apretar e irme del grupo, pero sabía que eso no era conveniente. En el tercer avituallamiento ví que había fruta y agarré dos cachos de naranja, pero uno se me cayó, tras darme un mamporro con otro corredor. 

Llegó la media maratón y sin muchas novedades; iba suelto aunque ya comenzaba a notar cierto cansancio; el tiempo del Garmin decía que el ritmo era muy bueno: 01:28:36. De seguir así cumpliría el objetivo. En el 22 tuve una ligera crisis que me hizo pensar en fantasmas, porque era demasiado pronto para notar cosas raras, pero justo llegó el avituallamiento y creo que lo hice bien: cogí dulces, plátanos y naranjas y los engullí. A los pocos minutos me sentía muy bien de nuevo, y mejor me sentí cuando salimos a una zona arbolada. Allí tuvimos algún que otro repecho considerable pero yo ya iba todo conectado otra vez. En el 25, siempre con el grupo de las tres horas, pasamos en 01:45:11, ¡menudo desfase!, el Garmin me había pitado más de 2 minutos y medio antes. En el 26 agarré cuatro cachos de naranja y me los fui comiendo con calma, despacio. Fue en ese momento en el que supe que lo iba a conseguir; en esos instantes era sólo una intuición pero casi se convertía en convicción. Volvía la animación y los monumentos, pero yo no reparaba mucho en lo que me rodeaba. De vez en cuando pasábamos por algún cacho con adoquines y era lo peor de todo. Fue en el 30 cuando los globos comenzaron a separarse y yo tiré con el primero de todos; marcamos 02:06.21; íbamos enfilados para bajar de las tres horas. En el avituallamiento volví a coger fruta, en esta ocasión dos cachos de plátano, y las piernas iban tan bien que no me lo podía creer. 

Lo mejor estaba por llegar. Sabía que en cuanto entrásemos en el centro, habría más adoquines pero también más animación, y así fue. El grupo se iba rompiendo y cada vez quedaban menos efectivos, y en el 35 todo marchaba sobre ruedas: 02.27:26 y esperaba ver a mi mujer en Plaza Venezia. La gente llenaba las calles y gritaba "Bravi, Bravi", era increible. No vi a Mercedes pero no me extrañó porque había muchísima gentío. Enfilamos una larga calle hacia la Plaza del Populo y sólo íbamos el primer pace maker y yo. Me preguntó qué tal iba y le dije que muy bien. Le dije que estaba bajando mi mejor registro y me dijo que se me veía cómodo; así era, iba bien. Al llegar a la plaza citada, el pace maker apretó, no sé por qué razón, y me fastidió porque esto me impedía llevar bien el ritmo. Desde ese momento ya no podría contar con nadie que me llevase el ritmo, pero no pasaba nada, quedaban poco más de 4 kilómetros. Pasamos a toda pastilla por la Plaza de España con una animación increíble y con unos adoquinados horribles. Iba pensando que si no fuese por este detalle podría ir estirando zancada y ganando más al crono, pero daba igual, lo importante era que lo estaba consiguiendo. El cuerpo pesaba pero no lo suficiente para bajar el ritmo. Así llegamos de nuevo a Plaza Venezia, en el 39 y medio; ¡ya estaba casi hecho!, pero ahora venían algunos repechos. En esta zona la cosa se puso un poco peor, pero no lo suficiente, además me encontré a Mercedes animando y me dio un subidón tremendo. Kilómetro 40; ¡esto es tuyo ya!, pasé en 02:49:10; ¿cómo no iba a hacer los dos últimos kilómetros en menos de 11 minutos?. Además tenía fuerzas. Pasamos por un par de repechos desagradables y cual fue mi sorpresa cuando comprobé que los tres que llevaban en globo tras mía me adelantaron para juntarse con el de delante que llevaba unos 70 metros de ventaja. He de decir, que en estos dos últimos kilómetros me adelantaron algunos corredores, yo también adelante a gente que iba mal, pero ya no me desanimaba nada. El 41, está totalmente superado, tan sólo el repecho final y hecho. Y ahí llegó lo peor, la última cuesta, que picó en las piernas pero, prueba superada. Enfilamos rodeando el Coliseo y ya cuesta abajo, giramos y ahí estaba la meta a unos 200 metros. Podría bajar de 02:59 en tiempo oficial si apretaba mucho, pero al final, no: 02:59:02, 02:58:51 el tiempo de mi chip. 

No tuve necesidad de tirarme al suelo, no tenía ningún dolor especial, ni tenía agarrado ningún músculo. la organización me puso sobre los hombros una toalla sintética, recogí la bolsa del corredor, me tomé un té caliente, avancé hacia los camiones para recoger mi bolsa y entonces me dí cuenta:  ¡lo habia conseguido!, todo este tiempo había sido para este momento y eché a llorar igual que un niño. Otro corredor se acercó y me consoló dándome un abrazo. Me cambié, llamé a mi mujer y el resto ya no es tan interesante: tremenda indigestión con varias vomitonas y diarrea, como en Castellón. Pero nada importante. A las tres horas tenía un hambre hueca que no costaría satisfacer, desde luego.

Esta es mi historia, la historia de esta Maratón de Roma. Maratón que recomiendo. Sólo tiene el handicap del adoquinado, pero todo maratoniano ha de venir aquí al menos una vez en su vida para sentir que corre rodeado de auténtica historia viva.

Os pego el diploma con la estadística:


























¿Qué a dónde voy ahora?. Mi cabeza ya está buyendo buscando nuevos retos, os lo puedo asegurar. Además, me encuentro muy entero y sin molestias, y creo que todo ha sido el fruto de un trabajo más o menos bien hecho.

Los sueños siguen haciéndose realidad. Sigamos soñando pues.

2 comentarios :

  1. Me estoy empapando de tus cronicas y puedo gratamente comprobar, que eres tan buen narrador, como corredor. Transmites el detalle a cada metro recorrido y nos las haces vivir, a los que estamos sentado en un sillón. Enhorabuena por ambas cosas.

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    1. Gracias Paco. Hacemos lo que podemos. Pero tú tampoco estás quieto

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