RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 20 de marzo de 2013

EL DÍA ANTES DE LA MARATÓN DE ROMA

El sábado amaneció despejado, pero otro tipo de nubarrones, y no desde el cielo vinieron a fastidiarme  ya desde por la mañana: al ir a poner a cargar el Garmin me di cuenta de que me había dejado la plataforma para cargarlo en casa y apenas le quedaba batería. Entre eso y que no tenía muchas ganas de correr, decidí no salir a mover las piernas, saltándome el plan (una de las pocas veces que lo he hecho en los últimos meses). El remordimiento por no entrenar era casi tan machacón en mi conciencia como lo estaba siendo la preocupación por el tema del GPS. Fuimos a desayunar y ¡casualidades de la vida!, allí nos encontramos con un español, "Luis el maño" con pinta de runner y mi mujer le preguntó si llevaba mi modelo de Garmin. Nos dijo que no, pero que su primo sí. Contactó con él a través del móvil y quedamos en vernos en la Maraton Village a lo largo de la mañana. Llamé a mi prima Begoña, del Almagro Trotón, que venía a correr la maratón, y acababa de llegar a su hotel a junto con su marido, otro runner metido hasta la médula en este mundillo, pero que en esta ocasión no iba a correr, y fuimos por segunda vez al Palacio de Congresos. En esta ocasión no tuve tanta suerte como el jueves anterior, porque traté de cambiar la camiseta que me habían dado en la bolsa, ya que se habían equivocado de talla, metiéndome la M cuando yo quería la S. Bregué con la gente de allí pero no hubo forma. Mi mujer me calmó diciéndome que al menos unos días antes me habían cambiado el dorsal que era lo más importante, y de esta forma podría salir en el cajón B en lugar de en el C. En cualquier caso, allí me encontré a Luis y a su primo, "los maños", que me dejaron la plataforma del Garmin y prometí devolvérsela a la tarde. Aprovecho estas líneas para darles "mil gracias" por la plataforma, su confianza, su apoyo y felicitación posterior.

Os dejo una foto con mi prima Begoña posando en el recorrido de la Maratón, cambiado, por cierto, a última hora con motivo de todo el trasiego que trajo consigo el tema del nuevo Papa:



Comimos mi prima, su marido, Mercedes y yo la pasta del evento culinario de la organización "La Pasta Party", aunque he de decir que aunque estuviéramos en la cuna de la antipasti, sabía como cualquier pasta hecha a mogollón para tropecientas mil personas. Tras esto, Mercedes y yo nos fuimos a la habitación donde nos hospedábamos y más tarde decidimos seguir la rule turística; en esta ocasión el Trastevere, ese barrio donde uno debe perderse para sentir sus encantos; ¡vaya si nos perdimos!, pero del todo. Se nos hizo de noche y nos hinchamos a andar, con mosqueo por mi parte incluido, he de decir que un tanto ilógico porque fue algo inesperado y accidental. Al final cenamos muy requetebien en un restaurante típico italiano: mi última cena, antes del día D, y no faltó de nuevo la pasta, como en los últimos días. Sentí que recargaba bien las pilas y de ahí de nuevo a la habitación. Estaba cansado, y tras arreglar las cuatro cosas para la carrera: agarrar el dorsal a la camiseta, preparar la equipación, preparar la mochila, etc, me acosté con la esperanza de poder dormir un poquitín el día antes de la Maratón, cosa que no había conseguido mucho en mis anteriores tres citas con la distancia de Filipides. Mira usted por donde, cerré los ojos y caí en un profundo sueño a eso de las 22:45. Cuando abrí los ojos eran ya las 07:00 horas y estaba a punto de sonar el despertador. ¡Lo había conseguido! ¡Había descansado un mogollón!. Recuerdo que pensé: "hoy va a salir todo bien".

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