RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 25 de enero de 2020

EL ULTRA COSTA DE ALMERÍA: EL MEDITERRÁNEO QUE DA FUERZAS

La insoportable levedad del ser


"El hombre tergiversa sus deseos porque sólo vive una vida"


Tras cerrar el inolvidable círculo de la Doñana Trail mi ser había dejado de pesar y el tiempo iba transcurriendo en un equilibrio silencioso, pero llegó el día en el que tuve que enfrentarme al reto de Almería, y todo cambió, el aire se convirtió en barro que se pegó a mis músculos atorándolos a cada entreno que intentaba...

...ya a las puertas de la fecha señalada el gemelo dijo basta y me obligó a dejar de dar zancadas; de esta forma me quité de encima la pesada losa de un ultra que me venía ya muy grande a esas alturas del año. Sin embargo el destino quiso torcer el futuro cuando visité a Laura, la fisio de mi mujer: ella puso sus expertas manos en la zona dañada y me obligó a morderme con saña el labio para no gritar; mientras yo contenía el dolor me dijo: "si fuera tu doctora te prohibiría competir el sábado", y con esas palabras abrió la Caja de Pandora.
  


Espejismos

"Que contemplando el horizonte, en la más absoluta calma, no se engañe tu mirada"

Todo resultó ser un espejismo en pleno sosiego porque antes de partir ya tenía claro que iba a echar en el maletero las New Balance, "por sí acaso" pensé, y el viaje de ida se me hizo extrañamente corto viéndome en Retamar sin apenas haber reparado en cómo llegué hasta allí. Domingo, un antiguo amigo de Mercedes, apareció treinta años después en aquel polideportivo, y en la recogida de dorsales todos pudimos disfrutar de un buen rato de charla colmado de empatía; cuan caprichosas son las casualidades, el mundo no es un pañuelo, es amplio, pero hay conexiones que quizá desconozcamos.

Para terminar la jornada nos retiramos a nuestro hotel para almacenar una rica y densa cena en su buffet, y cuando finalmente caí rendido en la cama no noté la presencia de esa emoción previa a la batalla, tan sólo una serena calma.



No tengo expectativas, tan sólo avanzo

"La esperanza no es más que la certidumbre de que algo tiene sentido sin importar su resultado final"


Duermo de un tirón y cuando suena el despertador no doy respingo alguno. El ritual de los preparativos me pilla en fuera de juego, despistado, pero Mercedes si lleva esos nervios metidos en los ojos. Cuando el desayuno nos da casi a oscuras los buenos días, comprobamos como en el comedor compartimos sala con un grupo de compañeros de aventura; ¡que deciros!, habían viajado ochocientos kilómetros desde Barcelona sólo para poder ponerse pomada y así hallar consuelo ante el escozor por la picadura del dichoso bicho montañero.

A las 5:30 de la mañana me hallo en el autobús camino de Agua Amarga, y respiro ese olor a ungüento mezclado con un aderezo de compañerismo, y es que todos los que allí marchamos compartimos un mismo concepto. Y como si no fuera a librar ninguna guerra, mientras que la gente calienta exaltada, me pongo a jugar con unos pobres gatitos que andan mendigando cualquier migaja, pero yo no tengo más que geles, gominolas y turroncillos en mi chaleco.

Y allí estamos esos trescientos locos, en mitad de la noche dispuestos a recorrer setenta y cinco kilómetros casi siempre acompañados por el inmenso Mediterráneo a través de un entorno maravilloso.


Vivencias que nos superan

"Mi pequeño mundo se convierte en un universo cuando me muevo"

El  ritual del beso y me voy al final del grupo, encojido de hombros; no soy nada, mi cuerpo no tiene valor y será mi mente la que tendrá que convencerlo para que se desplace todo lo lejos que pueda, siempre que el gemelo le dé permiso, claro.

Ya estamos en movimiento y nos vemos subiendo por una senda entre sombras; me he activado y casi sin quererlo comienzo a adelantar a un montón de compañeros hasta que alcanzo a Mercedes. Ella me dice "pero.., ¿no ibas a ir el último?", no respondo a su pregunta, tan sólo le digo "sígueme, este terreno me gusta y no puedo evitarlo"; unos minutos después se queda atrás y yo prosigo al igual que haría un demente que ha escapado de un centro de internamiento y no sabe muy bien a dónde va.

Un poco más adelante el terreno se escarpa y escuchamos una voz que nos dice: "no es por allí abajo, ¡id por la senda de arriba!". Parece que un nutrido grupo se ha equivocado, así que enfilo campo a través ascendiendo por la colina hasta encontrar la trocha balizada y compruebo, anecdóticamente, que he adelantado un montón de puestos en la general. Pero lo reseñable de ese momento es como el amanecer nos descubre todo a nuestro alrededor, sintiéndome un privilegiado por estar haciendo eso que tanto amo: el mar se tiñe de tonos rojizos a nuestra izquierda mientras discurrimos por una senda repleta de ocres y verdes; mereció la pena ir a la fisio a que me retara. 

La subida que viene me sienta tan bien que caigo en la cuenta que no siento dolor alguno, sólo un cosquilleo generalizado fruto quizá del disfrute; pero siendo sinceros, algo tendrían que ver los dos ibuprofenos que me tomé esa mañana. Y así, como en el cuento de la lechera voy echando cuentas "si sigo así podré alcanzar el primer avituallamiento, y quién sabe si el segundo". La suave bajada hacia San Pedro deja de serlo para pasar a convertirse en un endemoniado kilómetro empinado hacia el abismo y lleno de piedras; allí pongo a prueba mi maltrecho sóleo, pero una vez llegado abajo respiro aliviado por haber pasado el test, y las increibles vistas de la cala se me muestran en forma de regalo.


El cántaro de la lechera

"El hombre hace planes y los planes se rien del hombre"

Ya en el tobogán que discurre paralelo al mar avanzo sin ritmo y mi falta de forma me da una bofetada, así que me va adelantando algún que otro corredor, hasta que por fin oteo Las Negras; de repente mis compañeros de viaje se emocionan y ponen todos pies en polvorosa dejándome allí abandonado. Cuando llego al avituallamiento recargo los soft flasks y hallo unos grandes aliados en un par de gajos de naranja que me procurarán entretenimiento los minutos siguientes. Cuando reanudo la marcha me siento contento por poder seguir con mi particular cuento de la lechera; no me voy a engañar estar allí es sólo fruto del desvarío y no de la planificación.

En franca subida nos adentramos en el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar  justo cuando el terreno se torna increiblemente verde y nos sorprende con una belleza escondida que se nos muestra quizá como agradecimiento a nuestra osadía. Ese paisaje me vuelve optimista y regreso a eso de echar cuentas:  ¡si lo hago bien podré llegar a La Isleta del Moro!. 

Bajo a buen ritmo hasta alcanzar el paraje de Requena donde me he ganado la segunda parada técnica, pero nada más parar las malas sensaciones se hacen notar por todos lados, así que se me pega como una lapa un ejercito desordenado de dudas. Tras recargar una extraña bebida color rosáceo y coger otro par de gajos rehabilitadores de naranja, reinicio las zancadas mientras noto que todos mis engranajes se han quedado oxidados, y así paso unos minutos bastante sufridos hasta que por suerte comenzamos a subir por una senda que cambia de isofacto mi estado de ánimo: estamos, quizá, en la parte más bonita del recorrido, el cortado de mi derecha deja abajo un arroyo que lleva abundante agua fruto de las últimas lluvias y la diversad de colores de esa poco común vegetación se mezcla con el nítido azul del cielo; ese paisaje es motivación suficiente para aparcar cualquier mal, así que regresa a mi la sonrisa.

Si por el ancho camino de un rato antes me había adelantado esa chica rubia que decían que era la primera de la general, ahora he entrado en faena montañera y la he vuelto a pillar, sin embargo se nos une a la fiesta una segunda fémina que marcha a un ritmo endiablado; así que me pongo manos en los cuadriceps y junto a esta inusitada compañía femenina avanzo en trio, pero cuando tocamos cima, me vuelvo a ver sin ritmo y me quedo a solas con mis miserias.


Dudando de si llevaré mucho tiempo más el cántaro

"La duda es al hombre lo que la aventura a la vida"


La larga bajada a La Isleta del Moro siembra en mi un campo entero de frutos de cáscaras vanas, el gemelo comienza a hacer ruido y de repente siento que todo está a punto de derrumbarse. Ese angelito trailero me susurra: "ha estado bien, has llegado más lejos de lo que pensabas" y por un momento me abandono al deseo de retirarme en cuanto llegue a la tercera parada; la soledad puede ser la peor de las compañías a veces y en esta guisa me pasan despiadadamente dos o tres compañeros que me dejan en evidencia. Sin embargo en los siguientes minutos compruebo que la cosa no va a peor, aguanto un poco hasta alcanzar el llano y es entonces cuando saco de la bolsita mi tercer ibuprofeno,  y trar tomármelo, como si de un efecto placebo se tratara, alcanzo el pueblo en una esperanzadora luz amarilla a punto de tornarse a verde, cuando un rato antes estaba  prácticamente desahuciado. Ya en la Isleta del Moro, uno de los voluntarios está cortando piña, y no puedo resistirme: una, dos, tres, cuatro y hasta cinco porciones pequeñitas caen en mi estómago aportándome, entre otras cosas, una buena dosis de positividad.

Reanudo la marcha para comprobar que no estoy tan mal y al pisar la alfombra de control de tiempos la cosa termina de mejorar cuando una chica de la organización me procura una buena dosis de reflex, justo en el punto donde Laura se ensañó conmigo tres días antes. Digamos que escapo de ese pueblo totalmente restañado y dispuesto a seguir portando mi cántaro lleno de leche.


El Mediterráneo que da fuerzas

"Muy pequeños comparados con lo que nos rodea"

Sin embargo, un poco después siento el agarrotamiento en mis piernas mientras discurro por un acantilado lleno de bellos obstáculos; me siento excitado, orgulloso y deshecho a tercios ante el disfrute de tan increíbles vistas, soy algo muy pequeño ante tan potente paisaje. Hasta llegar a San José el mar nos acompaña en nuestro sufrimiento proporcionándonos aliento y por lo que compruebo, para algunos de mis compañeros también estupendos selfies. En ese capítulo de esta historia la anestesia del ibuprofeno acaba también adormeciendo mi mente en una especie de calma plácida hasta que alcanzo San José justo cuando la gasolina ya empieza a escasear, no en vano llevamos más de 43 kilómetros...

En la segunda planta del aquel edificio, la organización nos procura comida sólida e intento tomarme la pasta, me fuerzo a echarme a la boca dos generosos bocados, y decido dejarlo, no entra nada más. También bebo Coca-Cola, ¿qué hago bebiendo eso?, pero ¡me apetece tanto!, voy más allá en mi osadía y lleno un soft flask de ese líquido oscuro y dulzón, lo que hace que se infle de gas; antes de salir tomo las rodajas de naranja salvadoras  y salgo pitando, pero esta reanudación es distinta: dejo de hacer cávalas y tomo conciencia, estoy completamente seguro de que ese sábado alcanzaré el polideportivo de Retamar aunque sea arrastrándome; casi sin quererlo se me frunce el gesto en señal de honesto contento.

Compañía

"Somos diminutas piezas de un puzzle infinito que si están sueltas pierden su sentido"

La larga pista que nos aguarda no invita a la alegría, tendré que remar muy mucho, así que aguanto el duro tramo repleto de constantes repechos que me llevan a compaginar pasos rápidos con carreras lentas, haciendo la goma con otros corredores que parece que están en una onda similar de brega.

En el 48 rompo por fin el silencio y comienzo a charlar con uno de esos corredores, Fernando,  y su cara parece decirme que se trata de un tío bien majo. Su compañía es tan grata que esa parte del recorrido se hace inesperadamente agradable rememorando aventuras pasadas y revelando retos futuros. La pista comienza a empinarse, en la búsqueda de otros doscientos metros hacia el cielo y tiramos de la técnica CACO comiéndonos y contando, uno a uno, los metros que nos separan de lo más alto.

Por fin llegamos a la zona de la Torre de Vela Blanca y comenzamos la bajada con buena cadencia hasta alcanzar el avituallamiento en el Aula del Mar, kilómetro 55. Allí engullo una buena dosis de Coca-Cola, dícese de esa bebida prohibida que siempre desaconsejé. Fernando estira un par de minutos mientras yo ando impaciente por salir, ya que no quiero sucumbir al cansancio; un par de minutos después regresamos al movimiento e iniciamos la última subida del recorrido.  La ascensión por la carretera no tiene más estímulos que los que procura la hilera de conos rojos que nos contemplan en nuestro avance. Aún así mis piernas se empoderan a la vez que compruebo que Fernando se va viniendo abajo; y es entonces cuando surge el dilema de continuar con él o proseguir solo, elijo esto último. 


La larga recta hacia el agradecimiento

"Dar las gracias acalla tu ego y empodera tu espíritu"

Ya estoy bajando hacia la playa, lo hago sin dolor, aún con fuerzas y excitado por verme en la última parte de este reto, ¡quién lo hubiera imaginado días atrás!...

...cuando me pongo a cola de dos corredores que marchan a ritmo constante logro pasar unos buenos minutos en lo más parecido al disfrute que se puede sentir llegados a esas alturas de carrera. Alcanzamos la rotonda donde nos derivan hacia la arena de la Playa de la Almadraba, un tramo duro pero que no desprecio, y luego toca continuar por el paseo. Cuando giramos hacia la pista que nos llevará a Cabo de Gata me quedo solo, vislumbrando allá en el hondo horizonte lo que parecen ser las fachadas blancas de ese pueblo; esta visión me deja totalmente sin fuerzas y atravieso los peores momentos del día, caminando más que corriendo y viendo como me van cazando uno tras otro un montón de compañeros.

Pero con un poco de paciencia todo llega y por fin alcanzo el polideportivo, donde me esmero por hacer las cosas bien: "Javi, refrescate en el baño, el agua en la cara siempre te sienta bien", "Javi vuelve a beber Coca Cola, no es lo aconsejable pero bebiendo eso has llegado hasta aquí", "Javi, coge otro cacho de naranja, que es tu mejor compañera en las penurias"; tengo tantas ganas de finiquitar algo que nunca pensé que podría finiquitar que siento agradecimiento, y ese sentimiento supera ampliamiente mi profundo cansancio.

 
Retamar

"El lugar donde murió tu pequeño sueño y hoy es tu paraiso"

Si Cabo de Gata se veía lejos que deciros de Retamar, que no es más que un diminuto punto en el horizonte, así que toca insistir e insistir, cuando ya el estómago ha dicho basta. Avanzo en paralelo con algún que otro corredor, entre ellos con una chica del grupo de catalanes de los de la pomada por la picadura. Ya no se trata más que de consumir la distancia como si ésta fuera un jarabe horrible que hay que pasar por el esófago para lograr curarse de todo y en esta guisa el paisaje, aunque  es bonito, luce ya descafeinado debido a nuestra extenuación.

Cuando una fémina nos pasa como una exhalación por nuestra diestra, Inma, que así se llama la muchacha barcelonesa, hace un amago de seguirla pero se acaba resignando; ambos terminamos viendo su camiseta negra alejarse hasta convertirse en un pequeño punto oscuro en movimiento.

Pero ya casi puedo tocar con los dedos ese sitio que no hace mucho fue para mi un objetivo y hoy no es más que el mismísimo paraiso; ese edén se va haciendo cada vez más grande acogiéndonos lentamente con un abrazo. Cuando alcanzamos el asfalto, Inma pregunta a un voluntario y éste responde "algo más de un kilómetro", y eso parece suponerle un subidón porque se me escapa. Ya estoy donde no pensé llegar jamás y en un pis pas rememoro toda esa temporada que ahora termina: 2019 estuvo bien, fui casi siempre un fiel escudero para Mercedes, no me dio para alimentar mi ego pero por fin pude llorar a gusto la ausencia de mi padre en el Rocío, y eso ya justifica toda una vida corriendo...


....regreso a la realidad, sigo dando zancadas e Inma está ahí a unos metros así que saco de dentro mis últimos arrestos y la alcanzo justo cuando pasamos por delante de nuestro hotel. Le animo a seguirme y me hace un gesto como de estar vacía, pero le insisto y es entonces cuando se me pone en paralelo....

...juntos damos el último rodeo hasta entrar radiantes en el pabellón para atravesar el arco de meta en una foto que delata la más absolutas de las alegrías. 





Grandes minudencias para pequeños gigantes

"Que el tamaño de tu empresa no te confunda, que sean tus lágrimas las que den la verdadera dimensión de lo que has conseguido"

Ser popular y hacer estas cosas puede que no signifique gran cosa, pero estamos muy enfermos, tenéis que entendernos; esa picadura, ese bicho tan raro..., qué deciros, ¡todo esto nos supera!, ...pero a la vez nos hace sentir muy muy vivos...Allí me hallo sentado en el suelo, todo me duele y no me duele nada, es curioso pero si no tuviera más remedio aún podría levantarme, avituallar y seguir corriendo, ¡pero no!, ya he llegado donde tenía que llegar y me siento muy completo por ello. 

Unos instantes después el speaker se deja notar: "aquí llega Mercedes Llavero, la sexta mujer de la general". Cuando la veo su cara luce blanca con los focos del pabellón, pero no es un efecto óptico, es el esfuerzo, y tras abrazarla la tengo que sujetar para evitar que se caiga redonda al suelo. Pese a todo puedo ver en sus ojos esa extraña satisfacción que nadie comprende, nadie salvo nosotros, los que fuimos picados.





 Cuando lo volvimos a conseguir

"Si mi alma está completa los dolores de mi cuerpo se perciben sólo un décimo"

Tenemos que pasarnos por la ambulancia para que la chequeen, pero todo marcha bien, sus niveles indican que sobrevivirá. La alegría viene cuando nos enteramos que ha sido segunda veterana, y  primera Inma, subirán juntas al pódium.

Nos da tiempo a ducharnos y regresar aunque los escasos doscientos metros que nos separan del pabellón se hacen bien largos marchando entablillados como marchamos. ¡Verla de nuevo allí, subida en el cajón!, no me canso de contemplar la misma imagen, porque sus triunfos son los míos, desde la primera vez que ocurrió.





Y la cena en el buffet del hotel se acaba convirtiendo en un acto selectivo, que no están los cuerpos como para comer cualquier cosa; esa noche Mercedes descubre que también es humana y le toca aprender a sufrir los mismos males que habitualmente sufre su marido.

Aquí termina esta aventura, un episodio más de este largo libro, episodio  que quiero resumir en : "aquello que hice y que no debería haber hecho, cuando alcancé el paraiso tras un largo camino lleno de dudas, alegrías, cántaros y compañías"

En definitiva, volvimos a desplazar nuestros viejos cuerpos a lo largo y ancho de parajes increíbles y, aunque habíamos pagado dinero por ello, lo que recibimos a cambio no tuvo precio.

Agradecimientos, enhorabuenas y disculpas

Es para agradecer a los organizadores poder disfrutar de una prueba como esta, todo un privilegio. El trabajo de los voluntarios fue encomiable.

Enhorabuena a Inma y a sus compañeros; estoy seguro que les mereció la pena el largo viaje de regreso.

Y Fernando, enhorabuena por volverlo a conseguir y sobre todo mil disculpas por no llegar a meta contigo.










 


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