RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 28 de agosto de 2018

LA SUBIDA AL VELETA: AL FINAL PUDIMOS

Mercedes me había convencido para que subiera con ella hasta el segundo pico más alto de la Península Ibérica. En el momento de realizar la inscripción yo estaba viviendo una etapa de mi vida muy complicada totalmente absorto en las obligaciones laborales, por lo que realmente accedí a hacerlo por ella, aunque un reto así era lo menos que me apetecía en esos momentos, más teniendo en cuenta que no podría contar con tiempo para la preparación. Julio fue un desastre en su computo general, pero sí que hicimos algunas cosillas los fines de semana que nos permitieron realizar una preparación un tanto cogida con pinzas, sobre todo en mi caso. Así que el 12 de agosto, justo dos días antes de que se despejase mi mente con la finalización del curso que me estaba robando tanto tiempo, me tocó ponerme en línea de salida todo lleno de incertidumbre, desmotivación y, todo hay que decirlo, bastante miedo.

El preámbulo a esta aventura inducida

El sábado 11 dejábamos a Inés por la mañana en Linares y marchábamos hacia Granada, esa ciudad tan especial y que tanto nos gusta. Llegabámos al hotel de la organización, el Hotel Macía Real de la Alhambra, justo a tiempo para hacer el check in, recoger el dorsal e to ir a comer al Kudamm Edel, restaurante al que me llevó por primera vez Mercedes, hace más de 17 años, justo un par de semanas después de conocernos. Y así, frente a frente, sonrisa a sonrisa, desgustando una muy rica comida alemana me distendí un poco y me sentí feliz, viendo como la luz se ve al final del túnel, ese túnel veraniego que en tanta oscuridad me ha mantenido. Pero esa distensión era totalmente compatible con un sentimiento de temor: competir en una prueba larga en la que tan vulnerable es mi estómago, y además hacerlo en un momento de forma bastante deficiente....

...El caso es que como no tuvimos bastante con el estupendo postre germánico, nos acercamos a la zona de las teterías donde cerramos el círculo con unos tés y unos densos pastelitos marroquís, que acabaron de hacerme sentir rebolondo. Tras esto fuimos al centro comercial Nevada y cotilleamos un poco; yo andaba buscando a última hora (algo que es muy poco recomendable), unas NB Vazee Pace que poder estrenar, ya que las que iba a usar estaban demasiado gastadas. Afortunadamente no las vimos en las tres tiendas deportivas en las que entramos en este macro espacio comercial.

Y sin más regresamos a la habitación del hotel a descansar hasta la hora de la cena, momento en el cual bajamos paseando por La Carretera de la Sierra en sentido contrario a por donde subiríamos unas horas después, y a poco menos de 1 kilómetro del hotel encontramos un bar de tapas donde cometimos el error de pedir tres o cuatro platillos de medias raciones que por el precio entendíamos que no serían muy abundantes, ¡madre mía!: las albóndigas exquisitas me llenaron el esófago, las berenjenas fritas a la miel hicieron las delicias y recargaron aún más las pilas, y las carne con tomate y patatas fritas me sentaron muy bien en ese momento,  pero no tanto un rato después. El cúlmen fue el pan, un pedazo redondo y rico pan de pueblo embardurnado de aceite de oliva y sal gorda, ¿cómo lo ibamos a dejar así, abandonado?. No tuvimos suficiente y rematamos con un helado de nata de forma que al incorporarme para regresar a la habitación me dí cuenta que estaba para pocas cosas, desde luego no para subir un cerrillo chico, y por supuesto NO estaba para subir a 3.300 metros de altura.

Ya en la habitación preparamos toda la logística, que no era poca: muchos turroncillos en mi chaleco, Merche no llevaría más que una cartuchera, no se podían olvidar las sales, la bebida isotónica, colocar el dorsal, etc. Caí en la cama y me costó conciliar el sueño, sobre todo porque sentía bastante pesadez por todo lo "metido" en mi cuerpo.

A enfrentarme con los miedos y con los riesgos

A las 5 ya estábamos en pie para bajar a desayunar y no perder el bus que saldría de allí mismo y nos llevaría al Paseo del Salón donde tendría lugar la salida nada más amanecer. Pero claro, yo no estaba para muchos arrebatos, así que me bastó un kiwi y un minivaso de zumo de naranja, no podía introducir más comida. Merche sí hizo un mejor acopio.

Ya montados en el autobús Merche se da cuenta de que no ha echado su inhalador, así que toca bajar del vehículo y luego esperar al siguiente, pero no son muchos minutos. Al final partimos hacia el campo de batalla y llegamos cuando todavía es de noche, pero ya se respira el ambiente de los más de 500 locos que tomaremos la salida. Allí saludamos a nuestro paisano y amigo Raúl Fernández, todo un crack al que no le vamos a ver ni la matricula. Ya al lado del arco nos saluda un corredor manchego, Mariano, que corre para el club de Villanueva de los Infantes, lleva puesta una camiseta de algodón con las fotos de sus ancianos padres, y deja claro que lo va a dar todo por ellos, sobre todo por su padre, que ya se fue de este mundo. Nos deseamos todos suerte, le doy un beso a Merche y noto que estoy acojonado, pero ya no hay vuelta atrás..

...Suena el pistoletazo y a las primeras zancadas me siento de todo menos bien, me cuesta avanzar y eso que acabo de comenzar, así que confío en que con el paso de los kilómetros se me vaya asentando el cuerpo y vaya entrando en faena. La gente ha salido muy rápido y nosotros no queremos entrar en guerras, así que marchamos un poco por debajo de 6´el kilómetro. Pronto pasamos por el restaurante donde habíamos cenado y enseguida por el hotel, y casi tengo ganas de pararme y decirle a Merche que siga ella, que yo me voy a reposar, ¡pero no!, estoy allí por ella y tengo que cumplir, como pueda y como sea..

Los primeros kilómetros son casi siempre en pendiente pero muy somera, no se nota subida, por lo que el ritmo es sostenido y podemos mantenerlo en valores cercanos a 6´el kilómetro. La gente se nos echa adelante, muchas chicas, y Merche se impacienta pero yo le comento que se trata de 50 kilómetros y que la carne habrá que echarla en el asador mucho más adelante.

Nos ponemos en paralelo con un corredor catalán con el que vamos conversando un buen rato y el tiempo pasa más rápido. Yo no voy muy muy bien, pero al menos el cuerpo se ha asentado y ya no cuesta tanto engranar. Justo cuando pasamos por la localidad de Pinos Genil, kilómetro 10 y pico, la cuesta comienza a ser evidente y comenzamos a ver el recorrido montañoso por donde sube la carretera que tenemos que seguir. Nuestro compañero circunstancial se saca los sticks y comienza a andar rápido con ellos y nosotros seguimos corriendo en el momento en el que le deseamos suerte...

Subir, subir y subir por las eses de la carretera

Las primeras rampas importantes son ya una clara declaración de intenciones, pero Merche no echa a andar y conforme pasan los minutos me voy sintiendo más cómodo, porque las piernas se acostumbran a ese ritmo sostenido siempre en franca subida. Caen el 12, 13 y 14, en ritmo que se mueven entre 7´30´´ y 7´45´´, pero no dejamos de correr, y eso es como ganar pequeñas batallas, cuando la pendiente es considerable. Ahora la cosa ha cambiado, ya no nos adelanta nadie y comenzamos nosotros a cazar gente, muchos corredores que ya han comenzado a caminar, y la de andar no es aún nuestra intención.

En el 14, en un repecho algo más duro Merche echa a andar y yo le digo: "no Merche, no lo hagas..", ella no se cabrea pero le importuna un poco que le diga eso. Me acuerdo de Medina Sidonia y pienso que hoy tenemos que ir los dos a una, en cualquier caso, retoma el ritmo y seguimos a la par como desde el comienzo, codo con codo.

El 15, 16, 17 y 18 son kilómetros incluso más duros que los anteriores, y los hacemos en un ritmo cercano a 8´, eso sí, sin andar. A esas alturas ya nos hemos tomado las primeras pastillas de sales, porque tenemos claro que no queremos calambres. Merche ha bebido agua en dos avituallamientos, nos hemos comido un par de turroncillos cada uno y el nivel de la isotónica de mis soft flasks ha descendido a la mitad, pero podré recargar en el avituallamiento del 22 donde dan bebida con sales.

En paralelo a nosotros van subiendo constantemente un montón de ciclistas que no participan en prueba alguna, y sí en retos personales consistentes en subir, al menos hasta Prado Llano, algunos hasta el mismo Veleta. Muchos nos animan, nosotros también les animamos, ya que en realidad su esfuerzo también es digno de elogio y arenga.

Los siguientes cuatro kilómetros son más llevaderos, con algún que otro descansillo corto, falso llano, pero de no más de 200 metros, aunque difícil ver una pendiente menor del 5%. Esto hace que nos movamos a un ritmo más vivo justo para llegar al avituallamiento donde dan isotónica.

El disgusto de la isotónica

Cuando llegamos al avituallamiento del 22 comprobamos cómo están repartiendo coca-cola y agua a diestro y siniestro, pero yo necesito isotónica para llenar mis soft flasks. Cuál es mi sorpresa cuando me dicen que no les queda. Les miro perplejo porque no entiendo como no habiendo pasado más de 300 corredores se les puede haber terminado la bebida con minerales, esencial para un esfuerzo tan prolongado como ese. Me dicen que habrá en el 32 y pienso que esos errores no son dignos de una organización tan experimentada como la de esta prueba, aunque no les digo nada.

Así que Merche coge algo de fruta, yo cojo un cacho de sandía, y en la hora, porque al rato comienzo a repetirla, y seguimos a lo nuestro, cada vez más contento viendo como sube mi mujer sin andar casi nunca. A estas alturas hemos adelatando ya a al menos 4 mujeres.

Pasamos por una zona más llevadera para correr, donde incluso hay una pequeña bajadita, de no más de 500 metros, eso sí, esto se refleja en los dos siguientes kilómetros hecho a mejor ritmo. Un poco después nos pasa un grupo en el que va también una pareja mixta del mismo club, ella rubia y él bien finito, no lo sabemos entonces, pero iremos haciendo la goma constantemente con ellos en los siguientes kilómetros.


Avanzando avanzando alcazamos a otra pareja mixta y él va recriminando a ella su falta de ritmo. En esta guisa llegamos al Dornajo, paramos brevemente en el avituallamiento, y bebo un poco de agua fresca. Al reanudar la marcha ya sabemos que nos estamos metiendo en el Parque Nacional de Sierra Nevada, y en seguida se nota con las amplias extensiones de bosques de pinos. En algún tramo tenemos que echar a andar porque la pendiente es complicada pero no nos importa mucho, ya vemos que la mayoría de la gente hace lo mismo.

Los siguientes kilómetros son bastante duros, con menos sombra, y aunque ya estamos bastante arriba el calor se deja notar un poco. Caen otro par de pastillas de sales, la isotónica se me termina, pero aún así seguimos peleando y corriendo bastante, y cuando hay que andar rápido también se anda. Alcanzamos a otras dos chicas, y también acabamos pillando a la pareja que nos había pasado como una exhalación antes de llegar al Dornajo.

Y allí vuelvo a caer en la cuenta de que somos ultrafondistas, nos cueste lo que nos cueste, ¡sabemos sufrir! y mis dudas iniciales y mis miedos se han disipado ya. Merche va entera y no me espera en el avituallamiento del 28 cuando me encargo de rellenar un soft flask con agua, la verdad es que me cuesta pillarla y así comprobamos como la gente ya no van tan fresca, vamos cogiendo y cogiendo a corredores, y me siento orgulloso de mi mujer, que nuevamente  me está sorprendiendo.

La isotónica es oro

Alcanzamos el 32 y en el avituallamiento vuelvo a preguntar por la isotónica. Me dicen que tienen pero que sólo me pueden dar un poquito. Yo me indigno, me parece impropio de una prueba como esta ese racionamiento. Así que me abre una botella de medio litro de powerade y me echa no más de 0,25 cl en uno de mis soft flask. No hemos de discutir, ¡a seguir toca!.

Unos giros después conseguimos ver el Veleta ante nosotros. Se diría que está cerca cuando en realidad todavía estamos a 17 kilómetros. Ahora discurrimos por un terreno ya desprovisto de vegetación y se hace duro, así que de vez en cuando echamos a andar, pero mantenemos en todo momento un ritmo que nos permite seguir cazando gente, entre las que cuento hasta 3 mujeres. 

Por fin llegamos a Sierra Nevada donde está el siguiente avituallamiento, y allí, ya es hora, me llenan un soft flask entero de isotónica de limón, y se agradece. Voy a coger las gafas de sol pero compruebo que se me han roto, así que tocará ir con los ojos entornados; quedan aún unos 12 kilómetros, pero no me cabe la menor duda de que los vamos a conseguir. ¡Ah!, la pareja compuesta por la chica rubia y el chico delgado van a la par de nosotros, pero no va a ser por mucho tiempo.

Y justo cuando estamos a punto de caer en picado es cuando nos relanzamos

La última parte de esta prueba la tendré en mi memoria como aquella interminable subida que no pudo con nosotros. Hemos adelantado a la pareja que va de blanco y esa será la última vez que les veamos. La altura se deja notar en mi cabeza, la cual está como embotadam y no soy yo sólo, Merche también me dice que está mareada. Alcanzamos una zona muy bulliciosa, es la Hoya de la Mora, donde hay autobuses que ha fletado la organización para los familiares y en ese punto es donde decido que el resto de la prueba la haremos haciendo interval: es decir, corriendo un tramo y andando rápido uno más corto, y así una y otra vez hasta el final. De esta forma Merche encuentra una motivación extra en mis indicaciones: "ves aquella curva de allá, hasta allí corriendo y luego andamos unas zancadas". La cosa va a más cuando comprobamos que con esta táctica comenzamos a adelantar a mucha más gente, que ya prácticamente anda más que corre, y en esta guisa alcanzamos a otras tres chicas más. Eso y el hielo que nos administramos por la boca, cuello y nuca en uno de los avituallamientos hace el resto, y en el momento más crítico de la subida es quizá me encuentro más a gusto, ¡estoy disfrutando!...Así es como el Veleta se acerca cada vez más, me como mi quinto turroncillo sin apenas molestias estomacales, cogemos a otro corredor, y a otro y a otro, ya no podemos parar, otro giro, otro giro más, !otro mogollón de nieve a la izquierda que hay que alcanzar corriendo!, andamos unos pasos, y otra vez a correr y de hito en hito, entre los ánimos de los senderistas que bajan, nos vemos llegando. 

Alcanzando la cima

Apenas queda un kilómetro, y Merche parece que se agobia un poco. Le he dicho que no queda ya nada, pero ella no se lo cree, sigue mirando a lo más alto del pico, pero yo ya le advertido que no hay que llevar al top del top. Es cuando oye al de megafonía cuando se da cuenta de que no quedan más de 200 metros pero por una dura cuesta, que aún así la hacemos corriendo como auténticos campeones. Alcanzamos a un corredor y entramos los tres cogidos de la mano.

El tiempo: 6 horas 34 minutos, más de lo que cabría esperar, pero es que ha sido más dura de lo esperado. Estamos bien, cansados, pero enteros y eso sí, al parar he sentido que me quedaba tieso como la mojama. Merche ¡ha sido la segunda clasificada +45!, y eso le pone muy contenta, aunque no hay trofeos por categorías.

El regreso

El regreso es bastante curioso. Vemos a Mariano, el de Villanueva de los Infantes, esperando al autobús ¡menudo crack!, ha hecho 6 horas 14 minutos y eso no está nada mal. Charlamos un rato con él, el autobús nos baja hasta la salida del telesilla, y yo casi no puedo bajar andando por la senda que lleva a la plataforma, estoy hecho polvo. La bajada en telesilla es bonita pero es como estar metido en una cámara de congelación, yo no hago más que tiritar. Pero cuando llegamos al remonte, ahora es otra cosa, bajamos en una cabina cerrada hasta Prado Llano. Allí comemos una estupenda paella y una Coca Cola, cortesía de la organización, que sí que ha cuidado de los grandes detalles, y sobre todo con un trofeo finisher que mola un montón y que también nos dan allí. 

Tras esto nos recoge un autobús que nos baja hasta el mismo hotel donde estamos alojados. Parece mentira pero lo hemos conseguido. Yo no las tenía todas conmigo, quizá no debería haber dudado tanto, ni de mi ni de mi mujer.

Gracias por estar ahí!!, y especiales gracias a Julián por ese magnífico artículo en el periódico Jaraiz.


Y ahora unas fotillos...

Recogiendo el dorsal 




Antes de la salida con Raúl


En plena faena







 Mariano en la búsqueda del Veleta



Raúl satisfecho en un nevero



Nuestra llegada




Llegando








Y de pose final


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