RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 23 de septiembre de 2017

SÁBADO 23: LOS MISMOS 32 KILÓMETROS DE CASI UN MES ANTES

Me había preparado un circuito de unos 34 kilómetros pero a última hora me dio pereza salir con GPS y móvil, y decidí salir tan sólo con cronómetro, por lo que aposté por el circuito que había realizado el día 26 de agosto, casi un mes antes. En aquella ocasión las sensaciones fueron buenas hasta que me desfondé un poco y luego en la última parte me vine arriba, pero he de recordar que en entonces salpiqué la larga tirada de un montón de paradas, algunas más técnicas que otras (hubo una larga para evacuar aguas mayores).

Arranqué todo ataviado con mi chaleco, dos soft flasks a medias con isotónica y los tres turroncillos de rigor, y algo de temor por la tensión de mis isquios izquierdos, también estrenando zapas, el segundo par de las Sportiva Bushido que necesitaba ir domando para el fin de semana que viene (que toca competición)

 Sensación de no ir suelto del todo, y por otra parte total desconocimiento del ritmo que llevo porque no voy mirando ni tan siquiera el crono. En el largo camino de Ruidera, que tiene buenos repechos me voy defendiendo y voy pensando que no tengo que desfondarme, es un entreno largo y consiste en ir suave y durante mucho tiempo, a poder ser sin parar.

Alcanzo el cruce que me llevará a bajar hacia el sur, un poco antes del kilómetro 10, y llevo 54 minutos y pico (analizándolo respecto a hace un mes ganaba algo más de un minuto respecto a aquella ocasión). Cruzo la Carretera de Infantes y tras un pequeño repecho tocará bajar y así será durante los próximos 3 kilómetros y medio. En agosto tuve alguna duda en esta zona, quizá porque apreté demasiado, así que voy regulando, no pienso parar ni evacuar aguas menores. No sufro para alcanzar el cruce con la Carretera de Cózar, en el kilómetro 15, y continúo por la ancha y blanca pista recordando que en aquella ocasión lo pasé regular por esta zona. No es el caso, siento que las piernas siguen bien, quizá porque voy regulando pequeños tragos de isotónica con los pequeños vocados de turroncillo (ya he comenzando el segundo). 

Paso justo por el parral de uvas donde anduve agachado entonces tratando de "descongestionar", y no toca parar. Me quedan 3 kilómetros para llegar a la Finca de Lourdes y sigo manteniendo la buena cadencia y sin ánimo de especular, no como en agosto cuando pensaba en hacer 3 o 4 kilómetros más a ritmo y luego aflojar. Paso por la valla y los mismos aspersores de antaño con algo más de un minuto y medio de ventaja respecto a aquella aventura y soy optimista. Ahora viene una zona más radical: más pendiente tanto en las subidas como en las bajadas, más rompepiernas, pero voy entero. Me voy comiendo el tercer turroncillo cuando acometo la cuestecilla fastidiosa y pienso que me ha costado menos que entonces, pero en la bajada siento que voy muy cargado y no puedo apretar. Luego toca otro pedazo de repecho para llegar a la circunvalación y de ahí a casa. Está hecho, mantengo el ritmo y hago los últimos 3 kilómetros como los hice en agosto, sin aflojar y marco 2 horas 49 minutos 55 segundos, algo más de un minuto menos que aquella vez, y lo mejor es que los he hecho de un tirón, sin parar, a 5´19´´ que sin ser un gran ritmo para la maratón es justamente lo que quiero.






 

No hay comentarios :

Publicar un comentario