RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 25 de abril de 2017

LA CRÓNICA DE LA CARRERA POR MONTAÑA VILLA DE CASARES: CAMBIANDO A MEJOR

El inglés que subió una colina y bajó una montaña

Teníamos ante nosotros un ilusionante fin de semana con nuestro viaje "de solteros" hasta Manilva, una localidad malagueña y costera casi limítrofe a la provincia de Cádiz. El viernes habíamos hecho noche en Linares dejando a Inés con sus abuelos, y el sábado bien temprano, poníamos rumbo e ilusiones al citado destino. Y salvo por la preocupación de Mercedes  por el viento (que había hecho estragos en la zona horas antes) íbamos muy contentos y relajados a nuestra cita; 

Al llegar comprobamos que el temporal había amainado pero aún soplaba un fuerte  viento de levante. Fichamos en recepción y quedamos encantados con las instalaciones, el apartamento muy chulo y recomendable. Tocaba después reconocer el terreno yendo a Casares y de paso comer, que había mucha hambre. El pueblo..., precioso, todo blanco encalado y muy escarpado, en la Plaza de España, que hora después nos vería partir en la salida, pude saborear un rico "Payayo al ajillo" (la variedad de chivo que predomina en la comarca); felices, libres de ataduras y obligaciones, algo necesario de vez en cuando para preservar la salud mental, y en mi caso con unas tremendas ganas de correr, sensación que hacía siglos que no tenía . Recogimos el dorsal, no sin antes darle cháchara a los de la organización y no nos faltó una tarde ventosa por la playa, además de un estupendísimo cremoso helado con frutos secos que probablemente sea a estas alturas de mi temporada vital el mejor helado que jamás he tenido el gusto de echarme a la boca.  Tras esto visita al Lidl, para aprovisionarnos de cara a la cena y al desayuno, y por la noche una reposición en la tele: "El inglés que subió una colina y bajó una montaña", que nos cuenta la historia de aquel funcionario interpretado por Hugh Grant, que baja a las tierras de los orgullosos galeses con la tarea de medir una "colina" para comprobar si medía más de 1000 pies y así darle la catalogación de montaña, (resultó medir 983 pies, una tragedia para el pueblo ¡es una colina y no una montaña !, ¡oh my God!. Los galeses querían su montaña y no un triste monte así que se ponen todos de acuerdo pararellenar con tierra y otros cimientos la parte más alta y alcanzar de esta manera la catalogación necesaria para poder sentir su dignidad intacta. Poco cambiará esa montaña/colina 20 pies arriba 20 pies abajo, lo que cambian son las personas y concretamente mucho acabará  cambiando el bueno de Hugh Grant con esa experiencia vital, que lleva incorporado el robo de su corazón por parte de una galesa del pueblo.

Casares no es Gales ni yo soy inglés pero hoy soy una persona distinta

El despetador no nos perdonó pero no era el día de grandes esfuerzos para despegar los párpados: la salida era a las 10:30 y a las 09:30 estábamos aparcando (y costó bastante porque Casares es tan escarpado que en las calles no se puede estacionar y en el aparcamiento de nada más y nada menos que ¡siete plantas! estaba puesto el cartel de "ni un alfiler cabe".

Calentamos como hacía tiempo o quizá como nunca: calle arriba, calle abajo, hasta subir a lo alto del castillo y entre zancada y zancada el sentimiento de seguridad de que todo va a salir bien, respirando premoniciones propias de tiempos mejores, casi olvidados; Casares veía regresar en mí emociones de antaño. 

Y por fín del comienzo de esta nueva aventura, ¡van ya muchas!, allí concentrados en unos pocos metros cuadrados un montón de locuelos: desde lo más jóvenes a los más mayores, los más rápidos con los más lentos, algunos incluso conocidos y la mayoria anónimos, pero todos locos al fin y al cabo, y entre ellos el gran Súper Paco, ejemplo de superación capaz de hacer kilómetros y kilómetros de montaña sin parar a sus 85 años.

Hace tiempo que en cierta medida perdí el norte y lo he estado buscando; no conseguía enlazar el track de "esa ruta perdida" y ante mi tenía una ocasión de hallarme. En Jamilena el bueno de David Bowie me cantó "Changes...", cambios por favor, los cambios ya estaban llegando, seguían llegando. 

Me sitúo justo al principio, con los buenos, pero pronto me doy cuenta de que no ese no es el camino y regreso a la zona de detrás, para salir con Mercedes. Le doy un último beso y arrancamos, sin pistoletazo, sin chips, sin mi malogrado Garmin al que no echo de menos, tan sólo con mi viejo crono, el de los 15 euros. Quiero parajes bonitos, gente que nos trate bien, avituallamientos que alimenten mi gula, no quiero agobios, hoy me encontraré desnudo ante la naturaleza para reencontrarme un poco más.

Algunos codazos, un tropezón y sigo queriendo avanzar entre tanto corredor por calles tan estrechas. Las piernas van solas, desde hace semanas a esta parte las siento nerviosas, y aprieto, meto algunas marchas más, busco rendijas por donde colarme, no sé cuántos puestos me he zampado pero tampoco los voy contando.

Pronto nos encontramos cara cara la montaña y un servidor, fuertes pendientes y en fila de a uno. Intento pasar más gente pero no resulta fácil. Lo pienso y me digo ¡Javier, tranquilo, hoy desnudos tú y el entorno!, y me relajo, no hace falta agobiarse, toca sentir.

Estamos llegando a lo alto y casi no me he enterado, pero de repente siento una punzada en mi hombro izquierdo; sé que algo me ha picado y noto el veneno haciendo su efecto, aunque no presto atención y continúo como si nada. Ahora toca bajar y así será durante algunos kilómetros, para luego jugar a recorrer toboganes, a juzgar por el perfil impreso en el dorsal. Las sendas boscosas invitan a que coja ritmo, alcanzo una pista y me acerco a un corredor en cuya camiseta pone "Club Triathlon de Algeciras". Nos ponemos a la par y lo que no intuímos es que vamos a ir juntos durante mucho tiempo.

Voy contento, muy suelto, como ya no recordaba, y no llevo prisa a pesar de que el ritmo es bueno. ¿A cuánto voy?, ni me lo pregunto. Comenzamos a charlar y esto motiva que la experiencia se haga aún más amena. En las bajadas le dejo atrás porque no está tan acostumbrado a la montaña y además lleva unas zapas poco apropiadas para la ocasión, pero él también lleva mucho ritmo y eso provoca nuestro constante reencuentro. De repente salen de mi boca unas palabras que no son propias de mi espíritu competitivo: ¿qué tal si llegamos juntos a meta?, y ahí se queda el tema. 

Llegando a Casares en el 11, justo donde se divide el trail corto del largo sigo muy entero, no echo de menos bajar al pueblo, tengo ganas de continuar y como estoy en la larga eso toca. Y en el 13,5 nos cantan que vamos 8º y 9º de la general. "¿cómo?". Yo y los podiums, los podiums y yo, los conozco por las fotos que echo a Mercedes, nada más. Entramos en una senda preciosa y son los mejores momentos, la adrenalina se ha disparado, pero voy tranquilo y la ilusión me ha invadido. Nico y yo, que así se llama el de Algeciras, nos reagrupamos nuevamente y vuelve a surgir lo de llegar juntos aún a sabiendas de que somos de la misma categoría, la de 45-49 y que huele a podium. Imagino una foto en meta llegando juntos todo satisfechos sin otra preocupación y me imagino otra subidos en el cajón; ambas me gustan.

Por detrás nos alcanza un corredor que lleva un ritmo tremendo, es inglés, me adelanto y le pregunto el año de nacimiento, me dice que es del 75, así que le dejamos marchar, no planteamos batalla, no es de nuestra categoría y va como un tiro; pese a todo en los próximos kilómetros lo vamos oteando en la distancia. 

Casares no es Gales, yo no soy inglés; estoy a punto de cambiar, estoy cambiando; siento que los pies casi no tocan el terreno, soy feliz, miro atrás y no hay nadie, es como en un sueño, un sueño de cambios.

Subí una colina que creí montaña y bajé una decepcionante colina, pero yo ya soy otro

Cercanos al 19 hay una bajada técnica y las piernas se mueven ágiles en el terreno irregular; me distancio de Nico, terminado el tramo llegamos a un arroyo de agua clara y paro a refrescarme, y así esperarle, no son más de 30 segundos. Él llega, sonreímos y continuamos, pero no caemos en la cuenta....

Subimos y subimos por una senda bordeada de vallas, seguimos ascendiendo a paso lento porque la pendiente es considerable y no se nos ocurre mirar el perfil del dorsal para descubrir que en ese tramo no toca subir; tampoco reparamos en que no hay balizas, así que  unos 10 minutos después llegamos a un cruce con una valla que nos indica como única posibilidad la de bajar, pero no hay nada señalizado, nada de cintas blancas, ¿en qué demonios hemos estado pensando?, ¡estamos perdidos!. Volvemos sobre nuestros pasos, bajamos nerviosos y en unos 6 minutos de bajada estamos de nuevo en el río. Yo voy muy cabreado, ¡esto sólo me podría suceder a mi!. Ya vemos corredores, y me pregunto cuántos han pasado por ahí en ese largo lapso de tiempo. Nico se me escapa, va nervioso, cabreado como yo, y siento que mis piernas se quejan, siento que me derrumbo ¡pero si hace unos minutos estaban sueltas!. El siguiente kilómetro y medio es por una senda que es todo menos dura, y por ahí ando arrastrándome ya sin ritmo, no voy. Me adelanta alguién, yo adelanto dos cadáveres, zombies como yo, pero esta ya no es la carrera de antes, aquella colina que subí por error traía sorpresas. En el avituallamiento del kilometro 20 y pico yo ya llevo 23 kilómetros y me siento hundido, y cuando esto ocurre ya sé que tengo que buscar en el fondo de mi armario pensamientos positivos, aunque hoy va a costar encontrarlos. Me digo "esto es un entrenamiento", y encuento el consuelo al pensar que peor lo tenía hace unos meses con la larga y dolorosa pubalgia, o sin ir más lejos hace unas semanas con mis isquios impidiéndome correr; ya estoy mejor, veo las cosas con perspectiva pero esto no es gasolina para mis piernas que siguen perdidas. Corro por terrenos nada duros pero a mi se me hacen a esas alturas complicados, llegamos a las últimas cuestas, se ve Casares y en la zona técnica de subida las piernas se me mueren otra vez. El último kilómetro no pasará por lo grato a mis recuerdos, pero todo se pasa. Cruzo el arco de meta en 2 horas 34 minutos, y calculo que con  más de 15 minutos de retraso gracias a aquella colina que apagó el fuego de mi pequeña ensoñación. Nico ha conseguido ser tercero con 2 horas 28 y yo finalmente quinto; de nada sirve pensar que hubiéramos sido 2º y 3º de no habernos perdido; en la clasificación vemos a nuestro inglés del 75 marcando 2 horas 13 y segundo de su categoría. Me sorprendo viendo tiempos cuando de inicio iba feliz sin Garmin

Ya descansando y tras reflexionar valoro la carrera y siento que pese a todo ha sido un disfrute, que los tiempos, los puestos, el cajón, son cosas que no tenía en mi mente al salir, que las piernas me hicieron sentir feliz, y en estas que aparece Merche, en 2 horas 57 minutos.

La linarense que subió una colina y bajó hecha una crack

Mi mujer sigue a lo suyo. Ella tampoco es la misma, aquella que comenzó en esto del running, aquella a la que costaba respirar. Se la ve exultante, ha disfrutado un montón y vuelve a subir al cajón. 

Su carrera como las de últimamente: de menos a más, pero también como viene siendo habitual, sin molestias.

Hace tiempo que bajó para ser otra, ya no es la que subió.


Esto no fue un sueño, las imágenes de los cambios



 
 Súper Paco. Lección de vida



Casares: una razón para perderse















El mar desde aquel apartamento



Águila viviendo su propia aventura ajena a nosotros





 En Manilva, como en Valdepeñas, son vinateros
















Razones para perderse en la montaña


 






















Casares y yo















Justo un rato antes de aquel magnífico helado




En simbiosis y disfrutando con Nico

 

Dejando Casares atrás por segunda vez

 

Un primer plano de disfrute







A punto de recibir el chutazo de adrenalina.




Merche haciendo grupo




Subiendo como si nada aunque queda más de la mitad


 

Merche deja al grupo y va a por todas



 En la senda donde yo estuve muerto

 













 Nico y yo satisfechos





















Nos estamos malacostumbrando, y yo que me alegro.

La carrera y la organización

Un rotundo 10 a la organización de esta preciosa carrera. ¡Muy recomendable!. Todo genial. Si queréis tener cambios en vuestra vida apuntaros esta cita para el año que viene

No hay comentarios :

Publicar un comentario