RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

MARTES 6: LAS MALLAS ME PESAN

Eso de estar en la senda suena bien, ahora hay que llevarlo a cabo. El martes por la noche (¡qué pronto se nos hace de noche en esta época del año!) tocó lo de casi todos los días, cambiarme y disponerme para otro entreno. Sin molestias, una buena temperatura, sin excusas, y sin embargo no me encontraba con muchas ganas. En cualquier caso no me lo pensé mucho y me dirigí dando un pequeño rodeo al Cerro del Ángel; las buenas sensaciones del día anterior se vieron compensadas en esta ocasión con un correr más pesado, quizá porque mi cuerpo me pedía contención, no en vano estoy apretándole las clavijas. Eso hice, no forzar, y noté como me pesaban hasta las mallas. La subida campo a través al mencionado cerro es dura de por sí, pero como no estaba muy espabilado se hizo un poco más desagradable de la cuenta. Llegué arriba cargado y tocó bajar y soltar, pronto mejoró todo y en un pis pas estaba de nuevo subiendo, esta vez por el carreterín. Esta subida tendida fue mejor, la piernas ya habían entrado en el juego, y la subsiguiente bajada superó todo lo anterior, más suelto, más fuerte. Llegué a la falda y en la bajadita tendida hacia la Avenida de las Tinajas me puse manos a la obra con el ritmo, y sin tirar cohetes, al menos resultó unos buenos minutos, tanto que alargué el entreno yendo hacia el Parque Cervantes y de ahí a casa sin descuidar ya la cadencia. 

Sé que no se me quedará grabado este entreno pero se trataba de un día de transición, de una pequeña parte de un todo que me debería llevar donde quiero llegar. 10,60 kilómetros que añadir a la semana.




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