RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 27 de julio de 2016

LUNES 25: MADRUGANDO PARA GOZAR CORRIENDO

He terminado convirtiendo en rutina lo de madrugar lunes, miércoles y jueves para llevar a cabo mis sesiones de entreno, y esto me ha permitido dejar atrás, casi como una extraña pesadilla, los entrenos a la hora de comer en Manzanares, llenos de calor y molestias. Marco, como si de un libro se tratase, un antes y un después: la compra de mis Mizuno Wave Rider, hecha con intuición y esperanza, y parece que ha funcionado, ya entreno con normalidad, cuando lo anormal llevaba más de un año instalado en mi vida como corredor. Ahora ya pienso en retos, pienso en positivo, y comienzo a disfrutar de los kilómetros, de los esfuerzos.

El lunes, como comencé diciendo, madrugué, y no me costó excesivamente, quizá porque vuelvo a estar en la onda y ya es fácil entrar por el aro y automotivarme. Además hacía fresquito con lo que tras la carga inicial, fruto de los casi 33 kilómetros hechos el día antes, comencé a sentirme bien y acelerar y acelerar hasta que me puse a correr a un ritmo tan rápido que hasta me sorprendí. No me costaba avanzar zancada tras zancada, iba bien de pulsaciones y esto me llevo de nuevo a tener un sentimiento inmenso de gratitud, sin tener nadie a quién agradecérselo. Estuve metiendo caña un montón de minutos, los que discurrí alrededor del aeródromo, también tras alcanzar el Camino de Membrilla, incluso por la falda del Cerro del Ángel. Subí campo a través dicho cerro, en un gesto que últimamente repito de manera habitual porque quiero complementar los kilómetros con ese trabajo natural de fuerza. Llegué a lo alto bastante sobrado, y de nuevo tocó pensar en agradecimientos; eso sí, bajé por el carreterín soltando zancada y pensé que quizá me estaba "pasando un poco", pensé en contención. Por ello el regreso por el carreterín asfaltado hacia casa, sin ser lento, sí que fue más sosegado, permitiéndome disfrutar del fin de la sesión. Así había cuajado algo más de 10 kilómetros que se adicionaban a los casi 42 del sábado y domingo. Pensar en que las cosas funcionan hace que la ducha fresquita tras el esfuerzo siente el doble de bien.


2 comentarios :

  1. Aupa!!!!
    Qué bien sientan esos entrenos matutinos cuando uno se encuentra bien y luego la recompensa de la ducha, y saber que el trabajo ya está hecho. Se afronta el día de otra manera!!

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    1. Y que lo digas Nacho. Corren mejores tiempos para mi; a ver si por fin puedo aceptar retos, y no de esos a medias. Espero que el verano te esté tratando bien.
      Un abrazo

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