RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 4 de enero de 2016

SÁBADO 2: CORRIENDO EN LA SIERRA DE SAN CARLOS DEL VALLE

El sábado por la mañana tocó ponerse un poco al día de temas laborales y personales y no pude salir a correr (tampoco me apetecía mucho). Así que aprovechando la tarde, algo más apacible que la mañana, Mercedes y yo cogimos el coche y nos acercamos a San Carlos del Valle. Aparcamos cerca de la plaza e iniciamos la aventurilla. Había propuesto un circuito de algo menos de 16 kilómetros, sin demasiadas pretensiones (no tenemos razón alguna para correr en estos días con ambición). El comienzo era un poco durillo, puesto que subíamos por la sierra sin apenas calentar, pero Merche con sus Adidas Kanadia (que no se ponía hacía un siglo ya que no les van muy bien por resultarles demasiado pesadas), se movió con la suficiente agilidad para no sufrir y decir que pese a las rampas chungas no anduvo en ningún momento. Nos vimos en la carretera que lleva al Pozo de la Serna para coger un camino que nos alejaría un poco de la falda de la cadena de sierras. Esta parte fue bastante mejor en ritmo aunque bastante más fea en cuanto a paisajes que ver. Fuimos consumiendo metros y metros hasta que tocó orientarnos nuevamente hacia la sierra, es decir, tocó subir. Llegamos a la falda de la sierra y comenzamos a rodearla, y aún quedaba lo mejor, la subida atravesando la espesura por una pista que conozco de una vieja tirada de mi primera Madrid Segovia (en esa ocasión me desplaza corriendo hasta allí desde casa y volver). La subida entre los molinos eólicos y monte mediterráneo resulto diría que hasta cómoda para mi mujer, que se le ve que no ha perdido la forma. Iba contenta porque no le molestaba nada. Ya de noche pudimos disfrutar allá en lo más alto contemplando las luces que se oteaban en el horizonte, Valdepeñas a lo lejos, y mucho más cerquita, a 2,5 kilómetros, también se veía, adentrándose en el valle, nuestro destino final, San Carlos del Valle. La bajada fue realizada con precaución y pese a ello Merche se resintió un poco de su cintilla. Llegamos al coche tras nuestra aventura ya cuando la noche estaba cerrada. De ese momento es esta foto:



















Y este es tracking:



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