RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 4 de agosto de 2015

SÁBADO 1 DE AGOSTO: ¿QUÉ SENTIDO TIENE UNA TIRADA CUÁNDO ÉSTA SALE MAL?




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El running en gran medida, se mueve por sensaciones, corramos al nivel que corramos nos gustan las actividades que hacemos en la medida en la que realizándolas encontramos buenas sensaciones, sentimos el flow, todo cuesta poco y comprobamos que mejoramos en algún aspecto. Pero, ¿y qué ocurre cuándo la sesión sale del revés?, pues justamente lo contrario: nos hacemos mil preguntas, nos cuestionamos qué puñetas estamos haciendo mal, o incluso podemos plantearnos qué sentido tiene el estar machándonos tanto si no somos profesionales de esto. Yo nunca he subido a un podium, por tanto, mi motivación no se basa en el hecho de tratar de ganar. Tampoco atesoro grandes marcas: eso sí, llegué más lejos de lo que nunca habría soñado, bajando de las 3 horas en maratón o haciendo 36´en un 10.000, pero bajar registros no es tampoco la razón por la que cada día me calzo las zapas... Creo que lo que me mueve es la sensación de sentirme vivo, de mover mi cuerpo hasta buscar nuevos límites, hasta querer creer que no voy a envejecer y que siempre podré hacer esto, aunque en el fondo bien sé que es sólo cuestión de unos años..., entonces todo se habrá acabado.

El sábado no cabía más remedio que realizar una tirada larga porque tenía la necesidad de sentir que estoy en el buen camino de cara a la Madrid-Segovia de septiembre. En mi cabeza me asalta la idea de que esta carrera la haré sin medir las consecuencias y que probablemente terminaré como un kamikaze estrellándome contra mis propias limitaciones. Pero sin embargo, necesito sentir que me estoy preparando para este nuevo reto; ya el año pasado conseguí forjar una buena preparación que creo que me llevó a disfrutar esta carrera tan bonita. Dibujé un circuito de 41 kilómetros y me planteé un ritmo vivo. Tras salir, bien cargado como siempre, y no de madrugada, sino a eso de las 08 horas, me ví algo mejor que el sábado anterior, con menos molestias, y pensé que en esta ocasión podría tener una sesión más llevadera. Avancé por el camino que lleva a San Carlos del Valle en clara progresión hasta que pesar de las cuestas continuadas fui dejando la media por debajo de 5´50´´. El regreso hacia el Peral fue aún mejor, realizando un montón de kilómetros por debajo de 5´30´´, había cogido ritmo de crucero y las sensaciones no eran del todo malas. En el Peral cambié el agua y continué por el Camino Carretas buscando el kilómetro 20. Regresé a casa bordeando caminos para buscar la vía de servicio y me fui animando por el hecho de sentir que los kilómetros pasaban y no me sentía mal. Había que llegar al Parque Cervantes, refrescarme y tras esto hacer los últimos 9 kilómetros haciendo la circunvalación, y el ritmo seguía siendo constante, la media bajando poco a poco. Sin embargo comencé a sentir ciertas naúseas en la cuesta final que lleva a la falda del Cerro del Ángel y comencé a notar cierta falta de fuerzas. Tal fue el bajón que cuando llegué a la Avenida de las Tinajas decidí no ir al parque y por el contrario dar por terminado el entreno tomando el corto camino a casa. El último kilómetro se me hizo muy largo y como dice José Mota: "me caí con todo el artesonado". Finalmente 29 kilómetros a un ritmo medio 5´33´´. Lo peor fue el desastre final.

En cuanto a la pregunta del título: sí, sí tiene sentido. Cuando las cosas salen mal uno saca lecturas que enseñan y te hacen prepararte para cuando las cosas salgan bien.



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