RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 30 de septiembre de 2014

DOMINGO 28: COMENZAMOS A RODAR CON RITMO

Ahora ya no toca mucho y suave, cambiamos el tercio y tratamos de correr menos e intenso. Esa es la idea sobre la que gira el nuevo y corto plan que me debería llevar con confianza a la Maratón de Valencia. Me siento más diésel que nunca, capaz de correr, correr y correr, pero eso sí, despacito. Esto no quiere decir necesariamente que esté lento, más bien significa que siento que no soy capaz de ir rápido, sobre todo durante mucho tiempo. El sábado me tomé descanso, aunque no debería haberlo hecho, pero de vez en cuando sienta bien una licencia en una semana transitoria como la que traía tras la Madrid-Segovia. Eso sí, el domingo propuse una tirada de 17 kilómetros con la idea de castigar las piernas con un juego constante de cambios de ritmo, estilo fartlek del auténtico, del originario fartlek polaco. Y la cosa funcionó, al menos funcionó a medias, porque noté que me encontraba bien pero  también sentí el peso del castigo en mis piernas, aunque en el fondo era de lo que se trataba. La alternancia de ritmos fue amplia con tramos muy rápidos, otros rápidos sin más, lentos, muy lentos, todo guiándome por sensaciones y pude hacer 1 hora y 25 minutos bien empleados. Cuando llegué a casa sentí todas las molestias que no había sentido tras la Madrid-Segovia, y es que conforme comentaba al principio, mis piernas están preparadas para mucho y suave, pero no para poco e intenso.



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