RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 27 de julio de 2014

SÁBADO 26: 47.150 METROS POR SIERRA PRIETA

Ayer fue de esos días en los que el entreno sale tal y como uno tiene previsto. No hubo sorpresas ni positivas ni negativas, las sensaciones fueron más o menos como las había imaginado, sufrí un poco justo donde pensaba que podría sufrir, no me perdí en la sierra pese a que casi ocurre y ese era una de los temores que tenía. Todo se desarrolló con normalidad, todo salvo una cosa: hice algo que para mi no hubiera sido normal hace unos meses: más de 47 kilómetros seguidos en un entreno realizado en solitario.

El viernes había preparado concienzudamente toda la logística, a saber: las dos botellas con mi isotónica neutra a la que había añadido una cucharada de maltodextrosa, dos cápsulas de sales minerales y dos de glutamina, un botecito con frutos secos, un botecito de energía rápida, un sobre preparado para añadir al agua para consumir una tercera botella de medio litro, la ropa, mis gafas de sol, mi pañuelo, mi garmin, la linterna frontal, el mp3, el móvil por si acaso, y lo más importante, una chuleta manuscrita a ordenador con el recorrido por kilómetros que me serviría de guía para elegir convenientemente en los cruces y bifurcaciones, ese era mi equipaje.


























Sonó el despertador a las 05:05 horas, y pese haber dormido sólo 6 horas y venir de una semana dura en cuanto a descanso, no me costó excesivamente poner el pie derecho en el suelo y bajar a desayunar. Tomé un café, una barrita energética y una galleta con cereales; no quería comer demasiado por no saturar tan pronto mi sistema digestivo, ya que el entreno se iba a basar en el avituallamiento durante la sesión, el mismo tipo de avituallamiento a realizar en la Madrid-Segovia. Subí a cargar el mp3 de canciones y el ordenador no se encencía (sin duda se debía al calor de la buhardilla que había provocado este problema, así que desenchufé la alimentación, probé varias veces hasta que arrancó). Cargué las canciones deseadas, imprimí mi guía para no perderme  y perdí un tiempo precioso, lo que me llevó a estar preparado para comenzar a las 06:05 horas, en lugar de a las 05:30 como había previsto.

Arranqué muy ilusionado ante mi pequeña aventura, escuchando buena música y aún de noche cerrada. Salí de casa hacia el carreterín que lleva a la Carretera de Daimiel, enseguida cogí el camino a la izquierda que me llevaría hacia la sierra, cumpliendo a rajatabla el ritmo previsto, 6´el kilómetro. Cada 15 minutos tocaba sorbo de bebida y la chuleta fue haciendo su función a la perfección aunque en estos primeros kilómetros era fácil ya que no había llegado a la sierra, donde sería fácil perderme. A los 5 kilómetros ya no necesité la luz del frontal y con casi con 7 kilómetros recorridos enfilé el camino que me llevaría a la Finca Castellanos y a la derecha ví aparecer un precioso Sol anaranjado que bien hubiera merecido una fotografía, pero iba desprovisto de medios para esa actividad. Escuchando a Eagles se pasa el tiempo volando, y pese a que el doble LP que me había descargado era de bastante duración, las canciones se iban sucediendo casi sin enterarme. A los 45 minutos tocó una buena ración de frutos secos, ayudados con un trago de isotónica, y cayeron los 10 primeros kilómetros, con muy buenas sensaciones y con las piernas intactas.



























Alcancé la Finca Castellanos, en una zona totalmente virgen para mi, como lo iba a ser la mayor parte del recorrido. Había un muchacho trabajando que me miró con cara de pensar que había que estar loco para ir por ahí corriendo a esas horas. El camino se convirtió en senda, más técnica e interesante y en el 12,8 realicé mi primera parada técnica: había llegado a una bifurcación que no estaba convenientemente indicada en mi chuleta, ya que en ese punto kilométrico yo había escrito: "se bordea por senda hacía oblicuo izquierda". Me quité la mochila, metí el frontal, me apreté el pañuelo, me puse las gafas de sol e hice lo único que podía hacer: coger la senda de la izquierda, interpretando lo mejor posible lo que decía el manuscrito.

Pronto comencé a correr por una zona llena de piedras que contaba con un cruces y bifurcaciones que no había indicado en la chuleta, así que iba con los dedos cruzados para no perderme. Guiado por el instinto no dejé la senda, pese a que salieran otras sendas o caminos más importantes a los lados. Y así, esquivando piedras tratando de evitar un esguince llegué al 14,1 donde me esperaba un camino perpendicular como el que había descrito en el punto 13,9, ¡no me había perdido!. Desde ahí lo tenía todo mejor identificado, tocó subir una pendiente considerable, seguí las indicaciones que me llevaban a la Finca La Peralosa, famosa por sus monterías de caza de jabalíes, enganché un carreterín asfaltado en pronunciada cuesta y seguí subiendo hasta que el carreterín dio paso a camino de tierra de fácil tránsito. El paisaje era el típico de monte bajo, por cierto, con signos del último incendio habido en la zona hace un año. Entre el kilómetro 13 y el 15 tocó subir 100 metros, lo que da una media de algo más del 5%, aunque mis piernas apenas lo notaron. Iba disfrutando un montón y mantenía la media, incluso por debajo de los 6´el kilómetro. Para colmo, todo era muy emocionante corriendo por una sierra que siempre ha estado ahí pero que nunca había tenido la oportunidad de conocer.

En el 17 ocurrió un imprevisto, tengo una enormes necesidades de tener un momento "Allbrand", y me doy cuenta que no hay nadie que me moleste. Hago mi segunda parada técnica, y tengo "mi momento", mientras suena un buen LP de ACDC, ¿qué más se puede pedir?. La chuleta, o al menos la mitad de la misma en la que estaban grabados los kilómetros ya hechos, acaba teniendo una utilidad que no había estado prevista, ya me podéis entender, y desde ahí reanudo la marcha, más ligero y a gusto si cabe, hasta que llego a una encrucijada marcada en el punto 18,2, en el papel el 17,9, donde la Finca La Peralosa se queda a la derecha como marca claramente un cartel, ¡no me estoy perdiendo!.

Sigo subiendo, aunque también hay alguna bajadita, el ritmo es bueno y estoy disfrutando cada vez más, voy cogiendo las bifurcaciones señaladas quedando a la izquierda un cerro con un repetidor del que había oído hablar, continúo hasta que comienza la bajada, tal y como tenía indicado en el papel. Atravieso una zona muy bonita, por estrecha senda, terreno más técnico y alcanzo el kilómetro 20. La senda se difumina y se transcurre por un valle pedregoso con cantos rodados de considerable tamaño, con grandes surcos hechos por la fuerza del agua y con alternativas de sendas muchas veces a ambos lados. Pienso que por aquí es difícil ir en bicicleta de montaña, difícil por no decir imposible. Ahora me siento disputando un trail, y todo rueda a la perfección hasta que me despito y giro a la izquierda, comienzo a subir y me doy cuenta que me he perdido. No son más que unos minutos pero en ese tiempo me invade la angustia al pensar que no seré capaz de encontrar el camino. Regreso sobre mis pasos e intuyo el camino a seguir; en unos segundos todo ha quedado en un susto y en 200 metros extras, ¡no pasa nada!.



























 
El terreno se pone peor aún, y yo disfruto aún más. Es difícil no dejarse un tobillo pero mi sonrisa va de oreja a oreja, así hasta que en el 23,5 llego a una valla donde a la izquierda se ve un camino más ancho que sin duda es el descrito en el papel. A estas alturas ya me había tomado dos cápsulas de sales y otra de glutamina y las piernas van estupendamente, pero en el punto señalado, paro, mi tercera parada técnica, y rápidamente saco el botecito de "energía 5 horas", lo abro y me lo tomo. A buen seguro que la cafeina, gimseng y resto de sustancias estimulantes harán su efecto. Dos minutos después estoy de nuevo en marcha y unos metros más adelante me cruzo con unos ciclistas de montaña que me miran incrédulos. El camino se ensancha, se hace más rápido y la pendiente hacia abajo ayuda a disfrutar, a coger buen ritmo. Me voy abriendo paso por el valle hasta que veo en el horizonte el Moral de Calatrava. Alcanzo la población en el kilómetro 26,8, bordeo por una calle para regresar por la calle paralela a la carretera 412 y llegar a la gasolinera, kilómetro 27,5. Allí realizo mi cuarta parada técnica: lleno el bote de agua, hecho los polvos de isotónica, me quito el mp3 que hace 20 minutos que se quedó sin batería, me refresco el cuello los brazo, me mojo el pañuelo y acometo mis últimos 20 kilómetros, que sé que van a ser duros, sobre todo por el calor que ya comienza a hacerse notar. Reanudo la marcha y cojo por una calle a la derecha. En frente mía veo una laguna muy grande llena de aves, es curioso como nunca he estado tan cerca de semejante maravilla que tan sólo está a unos pocos kilómetros de casa. Cojo un camino que transcurre paralelo a la carretera y avanzo. La última parada ha provocado que pierda un poco el ritmo y no me sienta tan redondo, pero aún así me encuentro bien. Avanzo, avanzo, y cae el 30...




























Un kilómetro más adelante me despito y acabo en la carretera, saliéndome del camino. Me toca correr casi cuatro kilómetros por el asfalto, pero no importa, las rodillas no lo notan. Alcanzo el punto donde se haya el camino con el cartel "Hacienda Real". En el circuito de hace dos semanas yo aparecía por ese camino y cogía esa misma carretera para luego coger otro camino a la izquierda. Sé bien qué voy a hacer, lo cogeré en sentido contrario que hace dos semanas y así dejaré de ir por ese terreno más duro. Discurro por el camino, que por fin conozco, alcanzo el carreterín de "Las Agrupadas" y allí hago una miniparada técnica, de menos de un minuto, he corrido 38,5 kilómetros, llevo 3 horas y 50 minutos, hace mucho calor y me termino de beber la segunda botella de isotónica, me digo que no queda nada, pero pienso que en la Madrid-Segovia son muchos kilómetros con el Sol encima mía minando mi autoestima. Reanudo la marcha sin perder el ritmo, aunque ahora sí que cuesta disfrutar. 





























Atravieso el carreterín que lleva a la depuradora nueva y sé que no quedan más de 3 kilómetros para llegar al Polígono Entrecaminos, pero no se ve en el horizonte.  Sigo bebiendo cada 15 minutos, alcanzo el 42,200 en prácticamente el mismo tiempo que la semana pasada, un minuto más para ser exactos, 4 horas 11 minutos, y sigo avanzando, deseando llegar a casa. Es entonces que cuando me llega la preocupación: pese a no estar sufriendo, voy incómodo y pienso en esta misma situación cuando aún me quedasen 57 kilómetros, con el calor impartiendo justicia. Trato de abstraerme y me concentro en el ritmo, que pese a todo no ha decaído hasta que por fin veo el polígono a 500 metros delante mía. La zona del Entrecaminos es dura, con el calor dando con su mazo, sin sombra. Paso por delante de Sumac, donde unas semanas antes se había montado el chiringuito en la carrera nocturna con la gente del Extenuación. Llego a la rotonda y cojo a la derecha hacia casa, quedan 2,5 kilómetros y el negativismo se me ha ido. Me siento mejor y sólo echo en falta un poco de agua fresca en mi cabeza y mis brazos. Estos últimos kilómetros los hago sin pasarlo mal  y alcanzo mi casa en unas magníficas 4 horas y 41 minutos, 47.150 metros.






















La media a 5´58´´ con un +289 de desnivel positivo. Sin duda mucho más duro que lo de la semana pasada, y prácticamente al mismo ritmo.

En casa me ducho, estiró, repongo líquidos y compruebo que las piernas están perfectas, apenas están cansadas. Las sensaciones mejoran por la tarde, y esta mañana cuando me he levantado me encuentro con bastantes ganas de volver a correr, algo que haré esta tarde.





















Otro reto superado.

4 comentarios :

  1. Hola Javier, te he encontrado por fin. No se si lo recordarás, nos conocimos en el maratón de Sevilla de este año pero desde aquellas no he podido localizarte. Ahora ya te tendré controlado. Pedazo de entreno, que pasada de kilometraje, que buenas sensaciones, enhorabuena por el gran trabajo realizado que se transformará seguro en una gran carrera en la Madrid-Segovia. Un saludo

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  2. ¡Claro que me acuerdo!. Y además te he reconocido en la foto que tienes en tu blog donde aparecemos todos. Veo que Sevilla fue también un pequeño infierno para tí, sin duda fue la peor para mi, junto con Valencia 2012. Mis entrenos de ahora son lentos para la Madrid-Segovia y es curioso como el cuerpo se adapta a estar sin parar casi 5 horas. Te aseguro que correr una maratón a tope, como solemos hacer, es mucho peor que 70 kilómetros a ritmo suave. Desde que corro hace algo más de 3 años he tenido tres retiradas que me duelen en el alma: la Maratón de Valencia donde abandoné en el 39, imposible seguir, la Madrid-Segovia del año pasado, donde la historia fue deshidratación con falta de sales, con calambres pero no estaba muy cansado, y la Media Maratón de Benidorm del año pasado donde me contracturé los isquios. En lo queda de 2014 tengo la oportunidad de quitarme el mal sabor de boca de Valencia y de la Madrid-Segovia ya que son mis dos próximos retos en los que tengo que terminar sí o sí, nada de retirarme.

    En cuanto a ti, ¡ánimo!, con tu filosofía de running siempre llegan los resultados, sólo habrá que tener paciencia.

    Un abrazo

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  3. ¡Gran sesión de entrenamiento Javier!, la has disfrutado a tope, lo mejor, a parte del ritmo que me parece excelente, es la ausencia de cualquier tipo de molestias, haras un buen papel en la Madrid-Segovia.

    Saludos, Emilio Díaz.

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    1. Gracias Emilio. Nunca hubiera imaginada que acabase mis sábados levántandome cuando es de noche para salir a correr durante 5 horas seguidas. Realmente estamos afortunadamente locos

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