RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 14 de julio de 2014

DOMINGO 13: TRAS EL ESFUERZO DEL SÁBADO ME ENCUENTRO BIEN

El domingo amanecí cansado, sin agujetas pero sí bastante cargado. Aproveché gran parte del día para trabajar en mis tareas retrasadas y a las 20:00 Merche y Jorge se fueron a correr unos tres kilómetros. A los veintitantos minutos estaban de vuelta, y Jorge lo había pasado regular, porque cree estar en una mejor forma que la que realmente tiene, cosas de sus once años. Merche venía contenta por no haber sentido dolor en sus rodillas, así que era mi turno y mi mujer se reenganchó. Nos fuimos hacia el Cerro del Angel, suavito, y en el pie del mismo ella bajo por el camino asfaltado, para hacer otros 5 kilómetros que añadir a los algo más de 3 hechos con mi hijo. Yo, ya solo, apreté un poco, porque no sentía molestias y me apetecía correr pese al calor. Para mi es un gran síntoma experimentar una recuperación tan rápida ante un esfuerzo tan exigente como el realizado unas horas atrás, así que me sentí bien por gozar del entreno y no vivirlo como una obligación. En el 5,5 giré por un camino a la derecha, para luego volver hacia sur por varios caminos hasta coger el de Membrilla. Conforme fue avanzando el entrenamiento las sensaciones lejos de ir a peor mejoraron y pude realizar 83 minutos y unos 13 kilómetros.

 

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