Hoy sábado me hallo en un claro impás, en un punto de inflexión, en un momento en el que se vislumbra cambio. Esto es por varias razones: la primera porque, coincidiendo con el inicio de un nuevo mes, he terminado la transición y me toca comenzar el nuevo plan específico para la Maratón de Roma, mi nuevo reto. Tras no conseguir mi anterior objetivo en Valencia, me hallo en un terreno de cierta indefinición, como no sabiendo dónde voy. Realmente no es cierto del todo, no volveré a buscar el mismo objetivo de Valencia en la maratón de marzo, y realmente buscaré tratar de hacer una maratón menos accidentada, más disfrutada sobre todo los últimos kilómetros, pero no tengo un objetivo de marca claro, y eso me deja un poco en terreno de nadie. En segundo lugar, siento que me hallo en un impás por las molestias que vengo arrastrando y que me tienen preocupado. Casi presumía de haber estado un montón de meses sin dejar de correr, porque me cuerpo me ha permitido hacerlo, se ha portado bien conmigo. Ahora resulta que presiento que esto puede cambiar y que puedo tener problemas teniendo que parar unos días, pero me resisto a esta idea: soy muy cabezón. Por ello habrá que ver qué pasa en los siguientes días. Tercera razón, mañana tenía un minireto, los 10.000 metros de Daimiel, que quizá era una buena ocasión para medirme, pero ahora no sé qué hacer porque tengo miedo por mis problemas físicos. Creo que la correré e iré viendo, pero esto afecta sobremanera al momento en el que me hallo, puesto que estoy a punto de comenzar otra dura preparación y no sé cómo será esta comienzo.
Lo que tengo claro es que mi cabeza está centrada aún; sigo sintiéndome runner y estoy motivado para seguir avanzando. A ver si todo rueda bien.
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