RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 11 de diciembre de 2012

CRÓNICA DE LA MARATÓN DE CASTELLÓN: DESDE EL 21 HASTA EL FINAL

Desde el vigésimo primero al vigésimo quinto

La larga recta, el viento en contra y la pendiente positiva se hicieron notar, y sin subir mucho el nivel de exigencia sí que los tiempos que fuimos marcando se resintieron ligeramente. A mi compañero y a mi se nos unieron otros runners, formando un grupo de unos 6 o 7. Por delante seguíamos viendo de cerca al grupo de las 3 horas, pero tampoco andábamos muy preocupados en darles caza. El 22 resultó en 4´17´´, pero el 23, 24 y 25 trancurrieron más lentos, 4´25´´, 4´28´´ y 4´26´´ respectivamente. Pensé que se estropearía un poco la media, pero también tenía en mente que una vez en Castellón podría aumentar el ritmo y volverla a mejorar. En cualquier caso me encontraba bastante bien, seguía rodando mucho mejor que en Valencia a las mismas alturas de la carrera. En el 25 avituallé, en esta ocasión isotónica, que me volvió a saber mal. Ya por aquel entonces habíamos entrado en Castellón y girado a la derecha cogiendo la Avenida de los Columbretes sentido norte. El tiempo acumulado de los últimos cuatro kilómetros fue de 17´36´´, por lo que se podía decir que todavía estábamos en la pomada. El acumulado total según Garmin: 1 hora 46 minutos.

Entre el vigésimo quinto y el trigésimo: comienza la locura.

Llegamos a un parque triangular, el cual rodeamos y cogimos la Avenida del Lidón hacia las afueras. Y el del Evasión comenzó a flojear; el kilómetro 26 lo pasamos en 4´21´´, lo que unido al desfase me hacía pensar que se podía esfumar el objetivo de bajar de 3 horas. Así que tiré hacia adelante yo solo, sin evitar pensar que la situación era parecida a la ocurrida en Valencia, cuando Alberto flojeó y yo me fuí sólo a la aventura en lugar de ir con él. Llegamos al final de la avenida y volvimos en sentido contrario con una ligera pendiente positiva. Desde ese momento comencé a apretar y a adelantar corredores, de forma que el 27 lo pasé en 4´16´´. Cogimos la Avenida de San Roque sentido norte y comenzó la fiesta, las piernas fluían y marqué 4´06´´, ¡no me lo podía creer!, tenía fuerzas para marcar un ritmo exigente. Había completado 2/3 de la maratón y el tiempo según Garmin era de 1 hora 58 minutos 47 segundos, pero teniendo en cuenta el desfase, que ya era de más de 300 metros, pasé en tiempo de chip una quincena de segundos por encima de las 2 horas. ¡Aún podía!. En la zona del Estadio de Castalia giramos por una rotonda yendo otra vez hacia el sur. Mi mujer me debía esperar en el 29 y eso era algo muy importante para mi. Allí estaba Mercedes, y seguro que me veía bien, con buen ritmo. Me ofreció una botella de isotónica que habíamos reservado pero le dije que no la necesitaba. El 29 y el 30 fueron muy rápidos, 4´05´´ y 4´04´´ respectivamente y en mi mente se afianzó un tremendo optimismo porque me quedaban 12 kilómetros. Había llegado al momento en el cual comienza realmente la maratón y mis piernas seguían fuertes. El tiempo acumulado de los últimos cinco kilómetros había sido de 20´52´´ y el total 2 horas 06 minutos 56 segundos, pero con el dichoso desfase la cosa cambiaba:


 Como se ve, el tiempo oficial era de 2:08:28 y el del chip, el más importante para mi, de 17 segundos menos, es decir 2:08:11.

Entre el trigésimo y el trigésimo quinto: sigue el subidón

Acabábamos de pasar por la Plaza Clave sentido oeste, cerca del parque Ribalta y ahora seguíamos al oeste por la Avenida del Mar y girar dos veces a la derecha para coger la Avenida Hnos Bou, en una zona muy animada, donde la gente se agolpaba. El 31 fue tan eufórico que marqué 3´51´´, y me extrañó sólo a medias, porque entre alguna zona de pendiente negativa y mi euforia se provocó que las piernas fueran solas. Adelanté a un montón de gente, y llegué a adelantar a la tercera clasificada, y justo al pasarla la animé y me dijo que iba mal de los isquiotibiales. El 32 y el 33 transcurrieron por la larga Avenida Casalduch, por la cual habíamos pasado muchos kilómetros antes. Zona menos transitada pero muy llanita y pude mantener la cadencia, concretamente 4´14´´ y 4´13´´, y las piernas comenzaron a hacerse algo más pesadas, pero yo seguía yendo como una moto. En el 32 y medio bebí algo de agua, pero iba repleto de líquidos y no me entraba nada más. Antes del 34 enfilamos por la Avenida de Valencia hacia la zona del Parque de nuevo y marqué 4´17´´, lo mismo que en el kilómetro 35. Para entonces acumulaba unos últimos cinco kilómetros en  20´52´´ y un tiempo total de 2 horas 27 minutos 48 segundos, pero con el desfase, calculo que pasaría en algo más de 2 horas 29 minutos, es decir, tenía que cubrir 7,2 kilómetros en una pizca menos de 31 minutos para cumplir el objetivo, lo cual estaba al alcance de mi mano si no pegaba un bajón grande.

Entre el trigésimo quinto y la meta: la penuria

Tenía gasolina, tenía motivación y seguía adelantando a un montón de gente. Se podía decir que iba recogiendo cadáveres. Gente que se echaba a un lado a estirar, gente caminando y gente que se tocaba los isquios o los gemelos con síntomas de calambre o tirón. Yo seguía en la pomada, no como me había ocurrido en Valencia. Llegamos al centro urbano de Castellón donde estaría mi mujer. Regresó la animación y mis piernas lo agradecieron. El 36 pasé a 4´16´´ y le pedí a una chiquilla que iba en patines con un bote de reflex, que me echara en el gemelo izquierdo que iba bastante cargado y la pobre se esforzó por ayudarme. Los pies se comenzaron a dormir justo cuando ví a mi mujer animando. Me volvió a ofrecer nuevamente isotónica pero ya no podía tragar nada más. Giramos por Colón y fuimos derechos a la Avenida de Valencia pero esta vez para alejarnos hacia el suroeste e ir a la zona del polígono para luego terminar volviendo al parque Ribalta, donde estaba la meta. La idea de alejarme, la inminente pesadez en las piernas y el hecho de que la animación disminuyera se junto de golpe y las comencé a sufrir. El kilómero 37 fue de peor ritmo, 4´32´´, y los pensamientos negativos comenzaron a agolparse, a pesar de que no me quedaban más que 5 kilómetros para terminar. El 38 fue aún más duro, porque le añadimos una ligera pendiente que hacía más complicado dar zancada. Las piernas pesaban como losas y cada zancada comenzó a suponer un dolor considerable. Llegó el momento de ser fuerte y no venirse abajo. El paso por el mismo fue 4´44´´, en el que se incluye los aproximadamente 8 segundos en los que tuve que andar para recuperar de nuevo el ritmo. Por mi mente pasó el fracaso de Valencia y el miedo a los calambres, así que apreté los dientes y traté de mantenerme y así, poco a poco, llegó el kilómetro 39, punto kílométrico de infausto recuerdo por la aventura vivida en Valencia. Lo pasé sin pararme y sin mirar el cartelito no fuera que éste me atrajera y me diera un ataque de calambres. Justo comencé a girar para regresar dirección al parque. Había pasado en 5´14´´ coincidiendo con otro repecho. Sin embargo, a partir de aquí la cosa mejoró un poco. Apenas me adelantaron un par de runners, y eso ayudó, para no desmoralizarme más, la pendiente comenzó a ser negativa y las piernas comenzaron a coger ritmo suavemente. Llegué al 40, a 5´ justos, y un runner que me había echado adelante sufrió un terrible tirón en uno de sus isquiotibiales, y para mi que no llegó a terminar la prueba, porque tenía mala pinta su tema. Comencé a ver las cosas de otra forma y así, llegué a una de las últimas calles que restaban antes de llegar al parque, donde habían un montón de gente arengando. Lo mejor fue cuando ví a mi mujer, a la cual no me esperaba. La miré pero no pude decirle nada, iba demasiado mal como para sonreir. Llegué al 41 y la cosa estaba ya hecha, 5´03´´, dimos una vuelta por una manzana pequeña antes de comenzar a rodear el parque Ribalta, y había tal animación que los dolores se fueron yendo o por lo menos se olvidaron un poco, pero no podía aumentar la frecuencia de zancada. Pasamos por la plaza de toros y pensé que para 600 metros que quedaban no merecía la pena ni pensar. A la altura del Corte Inglés, anduve durante 3 segundos, no me digáis porque lo hice, pero en seguida reaccioné y reanudé la carrera. Y por fin, llegué a la última curva de derechas en la entrada del parque y allí estaba el 42, el último kilómetro en 4´52´´. No tuve más que dejarme llevar entre el griterio del público y llegué hasta la meta: 3 horas 05 minutos 03 segundos, 3 horas 04 minutos 46 segundos según mi chip.

¡Lo había conseguido!

Un hombre de la organización me dijo que me sentara, que me iba a quitar el chip, y yo estaba tan agradecido que le dije que yo podría hacerlo, pero el insistió: ¡no, tú ya has hecho bastante!. Mi mujer estaba detrás mía en la valla y se le veía rebosante y orgullosa, ese fue el momento más feliz del día y uno de los momentos más felices de mi vida, sin lugar a dudas. Por otra parte, no estaba mareado, ni me daban calambres, ni me dolía nada en especial, aunque todo me dolía un poco. Anduve por el pasillo de los corredores, una niña sonriente me colgó una medalla, estuve a punto de guardar cola para que me dieran un masaje (había al menos 15 camillas con gente masajeando, pero no estaba tan mal. Más adelante había barreños altos llenos de agua con mucho hielo, y había gente metida hasta la cintura en ellos; ¡madre mía!, pensé. De uno de ellos cogí un poco de hielo y me froté los isquiotibiales para que se relajaran un poco. Más adelante me dieron una bebida reponedora que estaba casi para vomitar y llegué a una zona circular donde repartían de todo, entre otras cosas, pizzas, y cogí una porción, pero al hincarle el diente no me supo a nada y realmente no tenía hambre. Mi mujer rodeó la zona para encontrarse conmigo en la zona vallada y nos dimos un beso, le dije que estaba bien y me echó una fotillo. Al final salí del recinto y me encontré con ella, fuimos a la pérgola, recogí mi bolsa y allí dentro estaba mi camiseta negra de Daimiel, ¡todo había salido bien, hasta lo de la camiseta!, bueno, todo salvo bajar de las 3 horas, que eso no pudo ser. Uno de la organización me preguntó qué tal se había dado y le dije que bien pero que no había podido conseguir bajar de las tres horas, le expliqué que no sabía sufrir y que tres semanas antes había fracasado estrepitósamente en la Maratón de Valencia y me dijo: "¿tú crees que no sabes sufrir?, corres dos maratones en tres semanas con el ánimo de quitarte la sensación de fracaso ¿y crees que no has sufrido bastante?". Creo que llevaba razón.

Al final, me puse el chandal, Mercedes me echó nuevamente otra foto pero ya con mejor cara, estiré un rato y nos fuimos andando al hotel, y por el corto trayecto comencé a sentir un agudo dolor de tripa y de estómago, además de grandes retortijones que indicaban que necesitaba acudir con rapidez a un baño. Cuando llegué a la habituación evacué una gran cantidad de líquidos en forma de diarrea, y después me di una ducha muy reparadora, recogimos todo y nos fuimos, no sin antes volver a visitar el baño de la recepción del hotel y volver a defecar otro montón de líquidos. El dolor de estómago se hizo por momentos insoportable y el de la tripa no ayudaba, pero no conseguí vomitar. Fuimos al centro comercial La Salera y allí traté de comer pero todo me daba asco, y me fui echando partes de bocata en la boca como quien se come algo auténticamente desagradable. Tan sólo me sentaba bien la Coca-Cola. Otra vez fui al baño y de nuevo evacué y poco a poco, y gracias a la comida, se me fue yendo el dolor de estómago.

El viaje a casa se hizo algo pesado pero fuí recuperando el hambre y fui comiendo todo lo que mi mujer me fue dando mientras conducía, que no fue poco, y empecé a sentirme muy bien, había hecho mis deberes.

Y con esto he de llegar al fin de la historia. Moraleja: no siempre se consigue lo que uno sueña, pero lo importante es soñar, perseguir tu sueño, intentar conseguirlo y si te quedas cerca también da mucha alegría. No me puedo exigir más, porque diciembre ha sido un mes duro, muy duro,  y os he de decir, que en el momento de escribir estas líneas, mi cuerpo se halla muy recuperado y apenas me duele nada, con lo cual qué puedo pedir más; sí, puedo pedir más, que tenga buena salud para volver a intentarlo en la siguiente, que es en Roma en marzo.




2 comentarios :

  1. Me alegro mucho, con un poquito menos de presión, que te deje descansar y llegar menos tenso a la carrera, seguro que bajas de 3 horas pronto. Claro, que eso es facil decirlo.... jejejejeje..

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  2. Muchas gracias Agustín. La verdad es que ha sido un diciembre difícil, intenso y emocionante, pero al final siento que he hecho los deberes. Creo que en Roma, marzo, no me esmeraré tanto pero habrá oportunidades para volverlo a intentar. Tú sabes mejor que casi nadie que es sólo cuestión de trabajo

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