RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 10 de diciembre de 2012

CRÓNICA DE LA MARATÓN DE CASTELLÓN: PRIMEROS 21 KILÓMETROS





En el hotel


Como os relaté en mi entrada en la mañana del domingo, no pude pegar ojo prácticamente en toda la noche, y mira que lo intenté, pero no hubo forma. Por momentos sentía que me venía el sueño en forma de ondas delta, pero nada; creo que no logré llegar a la etapa 3, ni de coña a la REM. Sonó el Iphone y me levanté medio cabreado, por no haber descansado lo suficiente. Tras el protocolo habitual, que ya quedó descrito en la otra entrada, en el que se incluyó un desayuno potente a base de tostada con miel, cereales, piña, pasas, tarta de manzana y café, estiré todo lo que pude en el cuarto de baño para no molestar a mi mujer. Después sonó su móvil y llegó para ella la hora de levantarse. Charlamos un rato, me deseó suerte, me echó un par de fotos y me fui.

Camino de la salida

En el ascensor me encontré con un runner catalán, concretamente de Barcelona; parecía que él no tuviera problemas para bajar de 3 horas y concretamente iba a hacer de liebre a un compañero para que éste consiguiera el objetivo. Había corrido 12 maratones. Nos fuimos andando a la salida, que estaba aproximadamente a 1 kilómetro del hotel, y comentamos el estado del tiempo: bastante fresquito, pero la mañana estaba despejada y no había apenas viento, por lo que se intuía que nos iba a hacer un magnifico día para correr una maratón.

El calentamiento

Cuando llegué al puente donde se da la meta, me desvestí y me quedé solo con la equipación y una camiseta de manga larga, justamente la que me dieron en los 10.000 kilómetros de Daimiel la semana anterior. Dejé la bolsa en consigna (un montón de camiones de DHL que posteriormente se trasladarían con todo a la zona de llegada) y me puse a trotar. No me sentía tan suelto como en Daimiel, pero ¡qué le ibamos a hacer!. Muy buen ambiente el que se respiraba, no muchos corredores pero mejor así, no necesitaba una maratón muy masiva después de la de Valencia. Estiré todo lo que pude en las barandas del puente y cuando se acercó la hora volví al camión para dejarle la camiseta al personal encargado, pero ya no había forma de encontrar mi bolsa, por lo que se quedaron la prenda con la promesa de que posteriormente resolverían el entuerto. Pensé, ¡vaya, ya comienzan a salir las cosas mal y aún no hemos comenzado!. Comentar que todo estaba perfectamente organizado: desde los camiones de consigna, pasando por las casetas, la megafonía, los cajones, los W.C. portátiles, etc. Se notaba que habían puesto mucho esmero en conseguir un evento coqueto y donde se mimasen a los corredores.

La salida y los cinco primeros kilómetros

Me introduje en mi cajón, el de sub-3 horas 30´, porque había puesto como marca objetivo 3 horas 05 minutos. En el cajón de delante, el sub-3, había poca gente, por lo que un par de minutos antes del pistoletazo quitaron la cinta y todos nos juntamos. A pesar de ello estaba a por lo menos 30 metros del arco de salida, por lo que el desfase sería relativamente grande. Comenzó a sonar la canción principal de la peli "Carros de fuego", canción típica para estos avatares, y pum, sonó el disparo. Se me hizo un mundo hasta que atravesé el arco y pulsé mi Garmin. En cualquier caso, como no había muchos corredores, no fue muy traumático avanzar entre la gente y desde el comienzo me impuse un ritmillo suave. En seguida llegamos al parque Ribalta y saludé con una sonrisa de payaso a mi mujer; era fácil hacerlo, acabábamos de comenzar. Nos fuimos por una avenida hacia el norte y el primer kilómetro marqué 4´15´´, más fuerte de lo que quería al comienzo, ya que había que gastar más grasa y menos glucógeno, por ello me retuve en el segundo, marcando 4´26´´ un poco después de pasar por el Estadio de Castalia. Allí cogimos otra calle hacia el Sur con mucha animación y un poco después de pasar por la Plaza María Agustina marqué el tercero en 4´22´´; pensé estupendo, me va saliendo el ritmo medio. Me puse paralelo a dos runner manchegos, concretamente de Albacete; charlamos brevemente y no me di cuenta de que prácticamente llegábamos al kilómetro cuarto, justo cuando girábamos hacia el parque Ribalta, el eje sobre el pivotaba constantemente la maratón; en este kilómetro había marcado 4´28´´ y me estrañó un poco porque no sentí que fuera tan lento, así que comencé a apretar ya que a partir del tercero tendría que haber aumentado el ritmo a 4´19´´, y eso hice, bajando por una calle hasta coger la Ronda Mijares, cogiendo cadencia y adelantando muchos corredores. Si me resulto extraño el tiempo hecho en el cuarto, no digamos el del quinto, 4´00´´; desconozco si hubo algún error de lectura, pero no había túneles ni nada similar. El tiempo total de estos primeros cinco kilómetros: 21´32´´.

Del sexto al décimo

Habíamos llegado al parque Ribalta y a la altura del Corte Inglés mi mujer me volvió a saludar. Avituallé con una botellita de agua que no tiré inmediatamente sino que la conservé echándome pequeños tragos durante dos kilometros. Cogimos la larga avenida que nos llevaba al campus universitario, ahora en sentido contrario al que cogimos en la salida,  donde ya estaba advertido, por crónicas leídas en internet, que había que tener cuidado con la pendiente positiva y el viento en contra, siendo necesario regular para no pagarlo nuevo, aunque iba muy fresco, lo normal en estos casos. El sexto paso según el Garmin fue de 4´09´´ y pensé que me volvía a ir sobre el ritmo planificado un montón, aunque iba pensando en todo momento en reservar, y me daba la sensación de que estaba trotando. El tramo ascendente del campus me gustó un montón, lleno de jardines y por una especie de carril bici muy bien asfaltado. No noté nada la pendiente ni había viento y cuando menos me dí cuenta llegamos a la rotonda que nos hacía girar de nuevo hacia el parque Ribalta. El kilómetro séptimo había sido algo más racional: 4´15´´, pero seguía yendo demasiado rápido. A partir de ahí había una bajada tendida hasta el parque con lo que fue un tránsito bastante plácido. Como anécdota, un runner que iba pegado a mi, se separó unos metros y se tiro una metralla de ventosidades. Yo le dije: "tranquilo, si no te los tiras aquí, ¿dónde te los vas a poder tirar?. Reímos a carcajadas. El octavo kilómetro fue algo más rápido, sin duda por la pendiente, 4´11´´; después volvímos a atravesar el puente donde estaba situada la salida y en seguida un mogollón de animación porque estábamos llegando de nuevo al parque. El noveno lo pasé en 4´07´´, me estaba colando de ritmo. En la esquina estaba mi mujer que me volvió a saludar y le volví a sonreir y atravesamos el parque pasando por el arco de la meta, para después girar hacia el norte y coger el punto kilométrico 10. Hasta este momento todo había sido como un trote ligero y plácido, pero obviamente todos sabemos que lo peor siempre está por llegar en una carrera tan larga. El décimo kilómetro en 4´08´´, con lo que me salía un segundo bloque de 5 kilómetros en 20´45´´, una pasada. Pero había que tener en cuenta que el Garmin me desfasaba, como es habitual en pruebas como esta, bastante a estas alturas, así como 150 metros, con lo que los 42´22´´ de mi Garmin se convertían en un tiempo oficial de 43´13´´ y un tiempo real de chip de 42´56´´




Del úndecimo al décimo quinto

Pasado el kilómetro 10 volví a coger una botellita y con sorbillos fui bebiendo poco a poco. Enfilámabos por una calle hacia el este, durante otro kilómetro, pasando por el 11, en 4´03´´. Yo, a estas alturas, ya había echado por tierra toda mi estrategia, porque no había forma de seguir un ritmo constante. Mi ritmo medio del chip era de aproximadamente 4´16´´, el del Garmin bastante más bajo, y mi ritmo medio objetivo en estos primeros kilómetros debía haber sido en torno a 4´20´´, pero no había forma de que mi cabeza hiciera tanto cálculo con los desfases y con mis mediciones de cadencia. Por entonces me asocié con un runner del Evasion, un club de la zona. Me gustaba el ritmo que llevaba y me resultó cómodo ir con él. Cogimos hacia el sur por una larga avenida, haciendo el kilómetro 12 en 4´12´´. Me agarré una mandarina que me fui comiendo paulatinamente y me sentó genial. Las piernas iban solas y las sensaciones eran inmejorables. El 13, justo antes de girar para volver sobre nuestros pasos por la avenida antes mencionada, lo pasé en 4´09´´, el 14, siempre con el runner del Evasion, en 4´15´´ y al mirar el kilómetro vi que el aparato marcaba 59´40´´, es decir, iba por debajo de las 3 horas. Por supuesto, el kilómetro 14 me había pitado unos metros antes de la marca de la organización, acumulando según Garmin 59´01´´. Giramos hacia el oeste por otra avenida en los límites de la ciudad y mi compañero de viaje se bebió un gel, y yo cogí por primera vez bebida isotónica que me supo horrible. La conservé unos minutos bebiendo sorbitos. Había marcado el 15 en 4´13´´, y acumulaba en este bloque un tiempo de 20´52´´ y un tiempo total de 1 hora 03´14´´, según Garmin. Las cosas iban mejor de lo previsto pero intuía que acabaría pagando esta locura de ritmo, a pesar de ir muy muy plácido.

Del décimo quinto al vigésimo primero

Entre el 15º y el 16º seguimos discurriendo por una avenida en él límite este de la ciudad. Enseguida tomamos la avenida que nos llevaba al puerto y pasamos por el kilómetro 16: 4´14´´ y entonces pensé que ahora venía una parte dura ya que nos sacaban de Castellón para alejarnos cinco kilómetros por una gran recta y luego tenía que volver. En cualquier caso, todo estaba en su sitio y no andaba preocupado. Con mi compañero de viaje gasté poca saliva, porque quizá sabíamos que cuanto menos hablásemos más fuerzas conservaríamos para el final. El viento de espaldas y la pendiente ligeramente negativa hicieron que los tiempos del 17º y del 18º fueran también buenos: 4´07´´ y 4´11´´ y poco a poco fuimos viendo como nos acercábamos a un numeroso grupo que iba con el práctico de las 3 horas; los teníamos a poco más de 250 metros. Los edificios del puerto se fueron acercando y entre el 18 y el 19 tocó un repechín, por ello el tiempo de paso fue de 4´17´´. Entonces giramos hacia la derecha, ya dentro de las calles del puerto y de nuevo a la izquierda y nos pusimos paralelos al mar. Tocaba avituallamiento e iba pensando en volver a coger fruta, pero me despité y se me paso el stand, teniendo que coger otra botellita de agua. El kilómetro 20 salió en 4´14´´ y en unos metros dejaríamos esa calle para enfilar hacia el Oeste, a Castellón. El arco de los 21 se acercó pero unos 250 metros antes pitó mi Garmin; ese bloque de 6 kilómetros había salido en 25´14´´, estupendo, y el tiempo total según el aparato era de 1 hora 28 minutos 28 segundos. Sin embargo, debido al desfase, el tiempo del chip fue distinto:


Es decir, tiempo oficial 1 hora 30 y 9 segundos, y tiempo del chip 17 segundos menos, 1 hora 29 52 segundos. Mejor paso que en Valencia, pero también mejores sensaciones y cero molestias. Ahora llegaba la larga recta hasta Castellón con pendiente positiva y el viento de cara. Lo más emocionante estaba por venir, pero eso será en la segunda parte, que me tengo que ir a trabajar. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario