He aquí un repaso en imágenes de nuestro paso por Castellón. Fue un viaje relámpago, y no exento de cierto riesgo, ya que el objetivo era poder curarme del mal que me había afectado tres semanas antes en la Maratón de Valencia:
Por la noche en el hotel posaba con mi dorsal. En la cara se atisba que estoy acojonadillo. No sé si es falta de valor o miedo al fracaso. Recuerdo que al recoger el dorsal sumé los tres dígitos pensando, espero que no me salga un 13; afortunadamente resultaba un 14:
Los días anteriores había agarrado un resfriado considerable, y entre el malestar por el mismo, las molestias en la rodilla de una semana antes, el ataque de calambres de Valencia, pues, ¡cómo no iba a estar cagadillo!. A esto le sumamos que no sabía como le iba a sentar al cuerpo dos maratones en 21 días. Por cierto lo de las porretas más gordas que de costumbre se deben al resfriado. Por todo lo expuesto, que se reflejaba en mi pose, la foto no gustó a mi mujer y me hizo posar nuevamente, y tuve que poner mi mejor cara; me dijo que pensase en unas largas vacaciones en el caribe:
Tras una noche horrible en la que no pude pegar ojo, por fin llegó el momento. Mi mujer se acaba de levantar y casi no atina a la hora de enfocar. Por cierto, la cúpula que se ve al fondo no es la del Vaticano; Roma es en marzo, estábamos en Castellón:
Antes de salir por la puerta de habitación, Mercedes trató de inmortalizarme cuan soldado antes de la batalla. De ahí mi postura desafiante. La cara sigue delatando el montón de miedos que llevaba por dentro:
Tras la salida, en los primeros metros se podía correr sin tropezar mucho. Si se me ve borroso no es por la niebla de la mañana:
Al comienzo iba tan rápido que ni el Iphone era capaz de sacarme en estático:
En el kilómetro 10, un poco más y me tropiezo con la alfombra de medición; eso por mirar tanto al Garmin. Un poco más y capto la cara de susto tras el traspiés:
Y en la media maratón la fuerza centrífuga me echaba hacia fuera: ¡eso si era velocidad!:
Al llegar al kilómetro 30 pensé que el mundo era mío, pero no era verdad, sólo era que estaba haciendo caso al diablillo que llevamos dentro. Ese bicho no tenía que correr la maratón, tan sólo reirse un poco de mi en los kilómetros finales:
En el 29 mi mujer me esperaba ansiosa por verme la cara. Estaba tan impaciente que me la echó cuando aún me quedaban por lo menos 200metros para pasar por delante de ella:
Pero al final me vio de cerca y le gustó lo que se encontró (se podría haber esperado aún unos segundos y se me habría visto mejor, ¿no?):
En el 36 seguía funcionando la moto, y también seguía teniendo la merche el gatillo del Iphone algo flojo y ligero:
Y en el 40 la cosa ya iba más justita, pero al menos creo que sufría menos que el que llevaba delante:
En la llegada se me sufriendo, pero por dentro estaba muy contento. Ya no hay miedos, ni calambres, ni na malo, tan sólo alivio, dolores y alegrías:
Por si no habéis tenido bastante sufrimientocon la primera aquí tenéis otra dosis, esta vez más diluida:
Tras terminar parecía un ECE HOMMO, y no podía ni comerme la pizza:
En esta otra fotillo se me ve orgulloso por tener por fin todos los deberes del año hechos. Mercedes dice que estoy hasta desafiante, como si estuviera diciendo:"¿qué pasa?, no he bajado de 3 horas, ¡pero verás en la próxima!. La realidad es que le estaba diciendo a mi mujer: "oye, ¿cómo puedo salir del recinto este para darte un beso?"
Y por último, la foto final con la pose de la alegría. En esos instantes ya me estaba entrando una diárrea tremenda y sin embargo consigo mantener el semblante tranquilo, ¡eso cuesta, eh!:
Y esto ha sido todo por hoy, amigos, incluso esto ha sido todo por este año, porque se terminaron las competiciones por lo menos hasta febrero. Ahora toca reponerse y comenzar la planificación de Roma. Espero que os haya gustado
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