RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 14 de noviembre de 2020

MI ÚLTIMO DOMINGO

Dejado atrás Borres el horizonte te muestra el campo abierto, pero es sólo una fugaz sensación, ya que no hay que caminar largo rato para alcanzar el cartel que te obliga a decidir si bajas directo al valle o te embarcas en un viaje hacia el cielo perfilando rumbo a Hospitales...

Así que no tengo dudas, comienzo la ascensión al tiempo que el  frescor vespertino del otoño va alzando su voz. Ya a la altura del espeso pinar la pendiente del camino se hace verdaderamente dura hasta multiplicar por dos el peso de mis octogenarias piernas, y con ello siento toda la decadencia que los años han traído consigo; pero hallo mi recompensa cuando logro ganar el generoso caño de agua de la solitaria fuente de piedra desde donde se la altiplanicie asoma y acaba el bosque; allí me regalo un merecido respiro mientras refresco mi cara

Quizá es ese gesto el que me transporta a otro momento del pasado: es agosto en ese mismo collado y el calor aprieta, Mercedes empapa su pañuelo y acto seguido retomamos la carrera tras cincuenta kilómetros en nuestras piernas..., es la segunda etapa de un total de seis, aquel camino de Santiago entre Oviedo y Santiago, un sueño que antaño hicimos realidad...

Prosigo la subida permitiendo que los recuerdos fluyan siempre acompañados de viejas diapositivas, y en esa guisa la soledad es siempre menos ingrata atenuando los efectos de mi desarmada debilidad. Cuando por fin alcanzo el Pico Picón siento la presencia de alguien y al girar la mirada veo aquella roca desde donde puedes divisar todo el valle; allí está mi mujer, la vuelvo a ver tan jovial, justo donde posara muchos años atrás....la emoción se desborda y quiero correr hacia ella pero conforme me acerco su silueta se va convirtiendo en una fina sombra que se descifra a cada segundo, hasta aparecer ante mí la figura de un hombre ataviado con un ajustado traje gris. Sé quién es y qué hace allí. 

 





Sin mediar palabra reiniciamos en tándem la marcha, cuan vagabundos que perpetúan el silencio; durante los siguientes minutos sufro la ascensión a la par que mi empecinamiento por ver su cara zozofra entre las sombras que la ocultan tras el ala de aquel bombín.

Ya transitamos por el alto páramo donde las vacas pastan libres y nos ven cruzar ajenas a todo, hasta que atravesamos las ruinas del Hospital Paradiella; es allí donde rescato de mi mente la imagen de aquella foto de mi compañera luciendo su chaleco de ultrafondista; en un acto reflejo agarro fuerte las cinchas de la mochila tomando conciencia de lo que porto.

 


 

Tras bajar al Puerto del Palo cruzamos la carretera en un regalo de soledad, sin nadie que nos contemple; al tomar la estrecha senda, esa que se grabó en mi hace largo tiempo, me ilumina la grandiosidad del bosque de helechos que conquistan la montaña. Unos kilómetros más allá está Lago, donde nos perdimos en aquel loco agosto, y un poco más lejos Berducedo, el final de aquella vieja y mágica jornada, pero hoy mi viaje termina justo aquí.



Cae repentinamente la temperatura, comienza a lloviznar, aunque ya hemos llegado; nos detenemos y él se gira hacia mí al tiempo que sus ojos, uno de intenso azul y el otro de un verde oscuro, se me clavan cuan magia blanca; es entonces cuando resurge desde muy adentro en mi cabeza la melodía de "Sunday" y la letra se va desgranando sin que ni su compositor ni su admirador puedan evitarlo:

Nada permanece
podríamos correr cuando la lluvia amaine
buscar los coches o señales de vida
a donde va el calor
 
Buscar a los vagabundos
deberíamos arrastrarnos bajo los helechos
buscar los rayos de luz en la carretera
a donde va el calor
 
Todo ha cambiado
porque en verdad es el comienzo de nada
y nada ha cambiado
todo ha cambiado
porque en verdad es el principio de un fin
y nada ha cambiado
y todo ha cambiado
 
En tu miedo de en lo que nos hemos convertido
lánzate al fuego
ahora debemos arder
en tu miedo alzémonos juntos
a través de estas nubes
como si tuviéramos alas
 
Este es el viaje
y esta es la empresa que llevaremos
este es nuestro numero
todos mis juicios, Señor
serán recordados
todo ha cambiado

Y en un instante atemporal su voz profunda emerge como en un veredicto: "has llevado una vida plena, todo está bien, todo estará bien", para después alejarse monte abajo al ritmo de un paso infinito, difuminándose en el plano entre las sombras de la tarde. 

La quietud me embarga durante un largo instante: los tonos anaranjados del horizonte se entremezclan con las paletas de tonos grises, blancos y negros de las nubes que inundan el lienzo; por las rendijas que dejan los pocos recovecos se cuela tímidamente el intenso azul del cielo; pero el cuadro se completa aquí abajo, donde las gotas de agua caen sobre la verde frondosidad y del manto marrón que rellena la senda brota un intenso olor a tierra mojada; todo está como sacado de un cuento, sin lugar a dudas el sitio más bonito en el que puedo estar en este que es mi último domingo....
 
...ha llegado la hora de lanzarse al fuego: aplasto los empapados helechos en una suerte de cuna, abro la mochila, saco la bolsa y esparzo sobre el lecho sus cenizas, las de mi amor. La canción suena a lo lejos en un eco "es el comienzo de nada, es el principio de un fin, todo ha cambiado, nada ha cambiado...", y por fin me tumbo sobre ese manto hecho de campo asturiano, agua de lluvia, verde clorofila y gris hueso, miro por última vez al cielo y me digo en voz baja: "estuvo bien Merche, hicimos muchas cosas", hasta que el sueño se apodera definitivamente de mi obligándome a cerrar los ojos para siempre.


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