RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 16 de abril de 2019

SÁBADO 12: TIRADA EN DESPEÑAPERROS CON MÁS SUFRIMIENTO DEL ESPERADO

El sábado pasado me acercaba a Despeñaperros para hacer una tirada de dificultad baja pero de casi 27 kilómetros de distancia. Sin embargo no resultó ser el día propicio en el que las cosas salen bien. Para empezar, cuando fui a coger el smarphone comprobé que no me había cargado y no tenía batería, con lo cual no podría llevarlo para realizar el recorrido. Cogí el coche y me puse de camino y al rato me llamó Miguel Ángel, mi compañero del Club de Montaña de Linares con el que había quedado en el Barranco de la Niebla; se había dejado las llaves del coche puestas y se había quedado sin batería. Cuando llegué al aparcamiento el móvil, que había estado cargando en el coche tenía un 29%, así que decidí llevarlo apagado pero portarlo por si tuviese que realizar una llamada de urgencia o simplemente por conectar la ruta en algún punto si tenía dudas por donde tirar. Me coloqué el chaleco y comencé, sin mucha motivación, la verdad, y es que en estos días me siento cansado, quizá por llevar 6 o siete semanas en las que apenas he parado con un total de 5 trails: Montes Comunales de Adamuz, casi 26 kilómetros, Extreme Sierra de Filabres 34 kilómetros, Maratón de Montaña de Cuenca 43,5 kilómetros, Carrera por Montaña de Montizón, 27,8 kilómetros y Reto Araque 27,5 kilómetros. ¡Demasiada tela!.

El caso es que el comienzo del entreno es precisamente el más exigente, con la subida al Mirador de los Órganos, y me cuesta no andar en algunos de los tramos, pero poco voy entrando en faena y alcanzo el refugio ya habiendo calentado motores. Paso por el Collado de la Aviación y de ahí me dirijo, siempre picando hacia arriba, al Puerto del Muradal, y noto que me va costando, así que un poquito cansado de tanta pista, en los últimos metros antes de llegar al cruce me meto por el bosque y avanzo campo a través. Ya en el puerto tomo lo que llamo la cuerda, ese constante tobogán que se hace más duro, bajo mi punto de vista, de Este a Oeste que al revés. Paso por la Cima de Malabrigo, por el puesto del Puerto del Rey y una vez llegado al cruce bajo por el Camino de Aldea Magaña. Ese cacho es en franca y rápida bajada, pero ese sábado las piernas no quieren ir, me siento bastante agarrotado. Paso por el pantanito que hay antes del Salto del Fraile, piso la calzada romana, y bajo precisamente hasta dicho salto, el cual, para mi decepción, apenas lleva agua. Regreso sobre mis pasos y bajo por la bonita senda de jaras hacia Miranda, para desviar a la izquierda y acometer la durilla cuesta que me lleva hasta el monumento de la Batalla de Navas de Tolosa; de ahí bajo hasta la casa rural, por el lado de la misma y bajo hasta el cortafuegos bien duro que me lleva al camino que bordea el Barranco del Arroyo del Rey. Cuando cruzo el mencionado arroyo, en lo que Merche y yo bautizamos en su día como la Parada del Polvorón (ya que era Navidad un día y allí tomamos polvorones), subo la colina y me extiendo por el cortafuego que ya me lleva hacia Las Correderas, siento que me está costando de más, pero es lo que hay.

Por fín el terreno deja de tener cuestas y puedo correr algo más suelto, pero eso sí, falto de fuerzas y cuando llego a la finca citada aún me preocupa los poco menos de 2 kilómetros de carretera que aún me faltan para llegar al coche. Y los sufro, con una bonita sorpresa final, poder ver dos buitres sobrevolándome a no más de 20 metros de mí.

Al final unos 27 kilómetros con uno mucho más de +1000 de desnivel positivo que salieron descafeinados, yo solo, sin fotos, sin chispa, pero al menos he de decir que Despeñaperros estaba bastante bonito, a la espera de nuevas lluvias.


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