RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 9 de diciembre de 2017

MIÉRCOLES 6: EL COMIENZO DE UN LARGO PUENTE QUE ME LLEVE AL OTRO LADO

El lunes me dí descanso, quizá por el frío, quizá por la desmotivacíón, el caso es que no estaba planificado. Lo peor fue que el martes tenía un compromiso laboral que me robaría toda la tarde y parte de la noche, con lo que o me levantaba bien temprano para entrenar o habría echado por la borda también ese día. Ocurrió lo segundo. Así que con la sensación de que no levanto cabeza y que nado a contracorriente el miércoles me sorprendió encontrándome en el dilema de tratar de cambiar el rumbo de una semana que había tomado un mal cariz. Afortunadamente comenzaba el largo puente, y supongo que pensé que mejor atravesarlo para llegar a un mejor sitio, a un extremo distinto.

Me esperé a eso de las 12 horas, cuando el frío dio una corta tregua y salí dispuesto a realizar el circuito del Camino de Huertezuelas, para regresar, si era capaz, por el Camino de Membrilla, 23 kilómetros, pero no, no fui capaz. El comienzo fue como viene siendo habitual, sin frescura, pero atento a sentirme mejor conforme las piernas rodasen; y no acabé de encontrar el sitio en ningún momento, a pesar de que logré coger un ritmo cercano a 5´ el kilómetro. Recorté el circuito hasta elegir el de 18 kilómetros, y cuando llevaba 15 las piernas me dijeron basta, justo cuando el crono me explicaba que había bajado la media por debajo de 5´. Los últimos 3 kilómetros fueron una especie de descalentamiento que no sentó muy bien, por lo cargado que iba.

Qué puedo decir, que las cosas no ruedan.

Por su parte Merche hizo 16 kilómetros, suavitos, y parece que le sentaron mejor que a mi.



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