RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

viernes, 27 de octubre de 2017

SÁBADO 14: RUTA SENDERISTA EN FUERTESCUSA (CUENCA)

Viábamos Inés, Merche y yo a Fuertescusa, en el norte de Cuenca el sábado por la mañana, y no se nos hicieron pesados los algo menos de 300 kilómetros, sobre todo cuando en la última parte del recorrido pudimos disfrutar de los bonitos paisajes de la Serranía Conquense. Comimos en el hotel donde nos alojábamos, el HOTEL FUERTESCUSA (que no hace honor a su nombre, el del pueblo, no hace falta tener una fuerte excusa para acercarse a disfrutarlo) y lo hicimos muy bien por cierto hasta llenar bien mi barriga; el pueblo encantador, pequeñito, sorprende un hotel tan bien montado y tan en armonía con su entorno, ¡muy muy recomendable!, es uno de los motores de progreso de esta bonita población y se merece estar lleno siempre.

Enlace de un pequeño vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=rxg5uQE9nTg


Tras comer tocaba mover un poco el esqueleto y lo hicimos con un paseo en plan ruta senderista, "la Ruta del Cucurucho", que partía prácticamente del hotel mismo. Muy bonita entre tanto bosque de pinares, subiendo y subiendo hasta encontrarnos el premio gordo en el Mirador del Cucurucho, pocos miradores en España con vistas tan espectaculares como las que se pueden contemplar; íbamos siguiendo las balizas, es decir, daba la casualidad de que la ruta compartía recorrido del trail del día siguiente y ya bajando por una preciosa senda, bastante allanada para hacer las delicias de los "mete caña del trail" pudimos disfrutar de unos parajes preciosos, aunque lo mejor yo ya sabía que debía llegar al día siguiente en la carrera. Llegamos al pueblo tras haber andado 6 kilómetros y medio y fuimos a recoger el dorsal. Estaban dando los premios a la carrerita del "infernillo" que se había disputado un rato antes, para que los peques disfrutaran. Tras un paseo al atardecer nos fuimos a cenar de nuevo al hotel donde nos pusieron una tremenda ensalada césar que nos costó terminar, ni que decir de los estupendos bocatas que acompañaron, es decir, que me fui supercargado a la cama. Pensé, mañana entre la pesadez digestiva y mis problemas en los isquios no va a haber forma de disfrutar ni un rato de la carrera..., me equivocaba.



















 


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