RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 20 de mayo de 2017

LA CRÓNICA DEL ULTRA TRAIL DE LOS CASTILLOS: desde sus ojos

"Mi mujer me va a permitir que os cuente lo que sucedió desde el prisma de una ficción generada en mi imaginación; no estuve allí con ella viviendo uno de sus momentos más felices, por ello, tras obtener su permiso, me aventuro a narraros un relato sobre lo acontecido salpicado de aderezos de mi cosecha; ¿cuan fiel es a la versión original?, eso en mi humilde opinión creo que no es lo importante, pero como dicen en algunas películas, está basado en hechos reales..."

Los largos minutos de la madrugá...

No puedo evitar mirar en un sinfín de ocasiones el destello verde de la led del despetador de la mesita de Javier; ¡otra vez desvelada! ; está siendo una larga noche como ya había previsto que ocurriría al caer en la cama unas horas antes. Me dan la una, las dos, las tres y media, las cuatro y pico y así me acerco a la meta puesta en el kilómetro "05:30". Cuando el tiempo te acerca a una cita tan importante, sientes como si te estuvieras arrimando demasiado a un gran fuego, hasta rozar la inmolación a lo bonzo, pero afortunadamente aqui las llamas son la ilusión y el nerviosismo. 

Desayunando ilusiones

Bajo tambaleante las escaleras y al cruzar el umbral de la puerta de la cocina veo a Javier terminando de desayunar. Con semblante tranquilo, quizá acostumbrado a librar muchas batallas como la que se nos venía encima. Pienso en la importancia de ese desayuno, mi primera gasolina, que sea de calidad, por favor; memorizando el sabor del pan integral y la mermelada, intensificado en mis pupilas gustativas, quizá porque mis sentidos están ávidos de  percibir, ansiosos de no perderse nada de va a suceder.

Mañana no estaré aquí pero hoy me siento viva

Como explicar tanta emoción si se debe a algo tan fútil como es una carrera a pie; no importa que esa carrera tenga una distancia de 15 de las viejas leguas castellanas (75.000 varas), 63 kilómetros en medida universal actual, como hacer entender a un extranjero en esto del running que deseas trasladar tu cuerpo desde el punto A al punto B y ello te supondrá echar al menos lo que dura una jornada laboral completa, no te remunerarán con dinero por ello, no cotizarás para tu pensión, y probablemente sufrirás bastante; ¿qué puede pensar un profano que obtenemos con tan semejante borriquería?; a ojos de cualquier observador ajeno a este maravilloso mundo no somos más que extraños locos que hacen locuras sin explicación alguna, y encima presumimos de sentirnos vivos haciéndolas...

La Mancha es mucho más que casas de cal vistas desde el tren

Está amaneciendo en Aldea del Rey, ese pueblito de La Mancha profunda, esa Mancha que viene acogiendo a esta andaluza desde hace más de 15 años, vivo en un tierra grande en todos los sentidos, habitada por gente humilde pero soñadora, llena de esperanza. ¡Qué diferente a la visión que tenía de ella cuando mi conocimiento no se extendía más allá de la observación de sus casas encaladas y sus gentes humildes, vistas a través de la ventanilla del tren que une Linares con Madrid..

Cervantes sabía lo que nos iba a pasar a los terrícolas del siglo XXI

Y me veo inmersa en una aventura quijotesca que paradojícamente discurrirá en parte por vías con mojones marcados  en verde con la marca "la ruta de Don Quijote"; nuestro personaje universal es un loco que lleva a cabo cosas imposibles, aventuras sin sentido, ajeno al mundo real.., estos 70 locos soñadores que nos encontramos en esa plaza somos imitadores del caballero de la triste figura, deseosos de escapar de nuestra rutina que nos ata a lo mundano; hoy es nuestro domingo mágico; ya habrá tiempo mañana de regresar a nuestras anodinas vidas...Con toda la soberbia que soy capaz de sacar de mi corazón me llena un sentimiento especial, me siento orgullosa de que estemos allí, de lo que estamos a punto de hacer; no concibo mejor lugar ni cita más idónea, no hallo manera más excitante de consumir mi asueto. 

No me gustaba correr por donde había piedras

Hace tiempo que claudiqué. Al principio no le sacaba gusto a eso de moverme, luego un médico provocó que pensara en correr, pero sólo fue un pensamiento; acabé sintiendo la asfixia cuando por fin corrí un poquitín, después me acostumbre a que mis pies patearan brevemente el asfalto; evolucioné pero seguí odiando las piedras, aunque con el tiempo, al igual que las lentejas, si las acompañas de buenos ingredientes, aprendes a quererlas, y tras más cambios inadvertidos aquí me hallo...  me desplazo por donde me digan con la ilusión que conlleva sortear la dificultad. Voy pensando mientras mis pies se hunden en terreno de siembra y de labranza, mis tobillos pugnan por no luxarse, y disfruto siendo un ser que ya no es el que era. Pronto me veo sola, mi aventura y yo, mis piernas y una servidora, sin Sancho Panza, siguiendo las balizas y entre baliza y baliza una reflexión..., esto va a ser largo y dará para pensar mucho.

El día avanza, el sol calienta..., el castillo se acerca

El Sol se decide a calentar y yo sigo mi camino sin apenas ver otros seres humanos, algún , voluntario me arenga, me dice que voy primera y me echa una foto y ese acto me regresa a la realidad de este proyecto de carrera. Otro avituallamiento y mi estómago agradecido recibe lo que le eche. En las largas rectas, cuando la pendiente se allana pienso en Javier, en nuestros entrenos, sus consejos, no siempre sabios, pero siempre bien intencionados y siempre bien recibidos, extiendo mis ojos al horizonte veo allá el castillo, pero no es el principal, ese es el de Salvatierra. Mis pasos me acercan a mi destino con paciencia y por un momento me imagino que aquel castillo es un obstáculo de los muchos que tiene esta vida, que una vez sorteado sigues tu camino con la convicción de que has ganado otra pequeña batalla y eso te acerca un poco más al final.

La emoción crece con la pendiente y a la dificultad

Paro brevemente en el avituallamiento del restaurante donde una semana antes tan bien comimos toda la familia; Javier habrá pasado por allí hará más de una hora;estoy segura que lo está haciendo muy bien, pienso que se merece ya una experiencia buena, y que ya toca lechuga entre tanta col. El terreno se complica y eso no importa; se pone empinado, lleno de carrascos y piedras y toca "entretenimiento". El Sol me vocea y esto se convierte en un trail veraniego; puedo soportarlo, puedo hasta disfrutarlo. Las balizas se esconden, quieren ponérmelo difícil y llega el momento de estar atenta, pero me pierdo unas cuantas veces, tantas como las que me vuelvo a encontrar. Llego a lo alto del cerro colindante y ahí está majestuoso el Castillo de Calatrava la Nueva. Me he visto días atrás bajando por el cortafuegos a buen ritmo soñando con una emoción que quiero recibir, pero hay sorpresa, ¡no se baja por el cortafuegos!, toca jugar al "gato y al ratón" con las cintitas blancas y rojas que quieren esconderse para ponerlo todo una pizca más emocionante.

¡Ha del Castillo! quiero mi turroncillo

Llego a la calzada, saludo, cruzo y ahora toca subir por la dura pendiente entre mil plantas y otros inconvenientes; esto es peor de como lo habíamos imaginado. Me desespero, miro atrás, me imagino a la segunda con cara de mala leche dándome caza, me pierdo entre las piedras, no puedo avanzar,  me peleo con un gato (me araño las piernas con los matorrales) y alcanzo "literalmente" y como en Hollywood, la alfombra roja. En la vorágine, con la megafonía, la gente, desenchufo y me abstraigo buscando mi bolsa, ¡necesito mis turroncillos!, energía vital. Y allí me veo de nuevo, corriendo cuesta abajo, con el reflejo de mi sombra en las piedras milenarias de la calzada.

Las pedrizas son como los días duros

Me crezco, va ya una maratón y en unos pocos minutos sobrepasaré por segunda vez en mi vida los 44 kilómetros de desplazamiento; recuerdo una frase leída en no se donde: "las batallas hacen al guerrero y los kilómetros al fondista"; y vuelvo a comprender que amo el movimiento, la antitesis de la tele, y por ende del sedentarismo. Llegan ante mis ojos un montón de piedras en una gran extensión, toca tirar de paciencia, ¡muchos días duros hay aquí, uno por cada piedra!; la vida es un montón de días duros hasta que llega uno maravilloso. ¡Casi amo las piedras, casi amo los días duros!. Atravieso las ruinas del Castillo de Salvatierra que fue testigo de aventuras más sangrientas que esta y pienso que queda un obstáculo menos que salvar en esta vida.


Siempre hay unas antenas que subir en el desierto

Ya no estoy sola, tiempo de charlar, ya no de reflexionar. La casualidad ha puesto a otros mortales a mi lado para acometer la larga cuesta, larga, larga hasta las antenas. El calor está expectante para darnos un buen hachazo, pero mis compañeros de viaje, que en experiencias así sería posible convertirlos en amigos para toda la vida, me animan, me halagan, me ensalzan y eso me pone las pilas, pese a que siento que necesito ¡agua!. Suelo decirle a menudo a Javier que en todo trail que se precie ha de haber unas épicas antenas de móvil que conquistar, ¡no va a ser menos en este caso!.  

¡Agua por favor!


Estamos hechos básicamente de agua, pero algo tan aparentemente tan nimio como las sales, esas que estudiábamos en 1º del antiguo BUP puede llevar al traste un sueño tan largo como el que nos traemos ese día entre manos.El avituallamiento no llega y noto que me estoy secando como una pasa, sólo la compañía hace más llevadero este pequeño suplicio y por fin atisbo en el horizonte el puestecillo bajo la sombra de unos árboles. Se hace largo el encuentro pero cuando por fin lo alcanzo exclamo :. ¡Agua por favor!, y la hay bien fresca. Tiro de cápsulas de sales, y eso no lo aprendí en primero de secundaria, sino de los calambres de mi marido y un compañero corredor amenaza con echarse una siesta a la sombra de un árbol, pero yo no he llegado hasta ahí para reposar así que reemprendo la marcha para afrontar mi último tramo.


Lo que piensas cuando sientes que lo estás consiguiendo

No hace muchos meses corrí un diez mil en Manzanares. Parecería que hace mucho tiempo, pero no, no hace tanto. Hacía calor y me vine abajo, Javier me hacía de liebre y la experiencia se convirtió en un pequeño drama salpicado de impotencia entre el calor y la falta de fuerzas. Aunque han pasado muchas cosas desde entonces, esas historias no se te olvidan y te obligan a comparar a analizar y sobre todo a sentirte afortunada. Me siento muy afortunada, voy bajando a buen ritmo y llevo más de 50 kilómetros bajo mis pies, hoy no es un infierno y por primera vez voy primera, válgame esto de redundar. Siento que lo estoy consiguiendo y ese sentimiento es indescriptible, ni siquiera sé casarlo con palabras. Y este tramo se hace rápido en ritmo y rápido en tiempo, se consume bajo el combustible del disfrute de más octanaje.

La larga cuesta hacia el final de la aventura

Alcanzo la carretera y ya está claro qué resta, el castillo desde allí abajo se ve inexpugnable, inalcanzable pero sé que no habrá trabas para conquistarlo, ya hemos llegado demasiado lejos. De nuevo la calzada y toca andar, larga, larga, paso a paso. Levanto la mirada y veo la silueta de un corredor que baja, y en seguida reconozco la manera de moverse, ¡es mi marido!. Ha venido a acompañarme en el final, lo más dulce. Ese momento no habrá azheimer duro que tenga fácil borrármelo de mi mente. Le pregunto que tal su aventura y he aquí la sorpresa, su aventura terminó mal, con vía incluida en su brazo, y el moratón que lleva así lo atestigua. ¡No! este relato no es para contar ese tipo de cosas, así que toca completar el kilómetro y pico que nos queda para terminar esta aventura. En Doñana no pudimos pero aquí sí lo haremos, lo viviremos juntos. Me anima a correr y me cuesta hacerlo, así que ando y corro, corro y ando; nos marcamos como meta bajar de las 8 horas y 30 minutos (finalmente más de una jornada laboral aunque aquí en La Mancha nos gusta eso de currar hasta las 9 horas) y no os voy a engañar, no se hace muy duro llegar, no si lo hago con tan buenas especias, que cocinar así es siempre más fácil: la compañía bien merece apretar los dientes, el reto es tan exigente que llevarlo hasta su fin dispara la adrenalinza y el premio de ser la primera mujer es doble, por inesperado y por lo que costó conseguirlo.

Este episodio de mi vida se titula "felicidad"

Y llegamos a lo alto y no es como lo había soñado porque no lo había soñado. Este episodio de mi vida se titula "Felicidad", felicidad contenida, no desbordada, reposo en mi alegría, la sensación de que el tiempo se para y te recompensa con algo que es para siempre. Y esa recompensa tan personal es gracias a todas y cada una de las personas que hacen posible que unos locos como nosotr@s podamos vivir experiencias así. ¡Gracias de corazón a la organización por todo!, y gracias a mi marido por haber estado ahí siempre, sobre todo en los malos momentos.

(Y gracias a Mercedes que me inspiró para escribir estas líneas como si todo lo hubiera vivido yo).

 




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