RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 12 de noviembre de 2016

CRÓNICA DE LA DOÑANA TRAIL: DE SUEÑOS, LINCES Y PEREGRINAJES HACIA UNO MISMO

Mercedes apareciendo

Ella representa la fortuna que un día se me acercó para avivar mis sentidos. Desde que la hallé no quise despegarme ¡no fuera a desaparecer!, y ha llovido tanto desde entonces que ha dado tiempo a recorrer una larga maratón juntos; en el camino se unieron a nosotros dos gratas responsabilidades en forma de niños, de esos con sangre mitad tierra marrón de donde brotan cepas valdepeñeras y mitad de la arcilla más clara donde crecen los olivos linarenses. Por ello, si los sueños nos engrandecen yo soy un gigante viendo pasar los años; pero lo reseñable es explicaros que un buen día me atacó un bicho inoculándome un letal veneno; sentí el líquido entrar y pronto me encontré con mi corazón palpitando en las distancias medias, seguí intoxicándome y quise ir más lejos hasta que llegó mi primera maratón (ya van diez, por tanto diez raciones más de sustancia nociva), y ya tan enfermo no pude evitar mi primera ultra, y tras ella otras dos, ¡veneno del gordo!; apareció otro síntoma cuando me ví  tirándome montaña abajo; el caso es que mi mujer debía quererme lo bastante como para empatizar con el deseo de enfermar también, hasta que consiguió que también le picara: "ahora doy mi primera vuelta al parque", "ahora un 10.000", "una media", "¿por qué no Helsinki y su maratón?", "¿por qué no Doñana?"....y aquí estamos, con el gozo y la locura esparcidos a partes iguales. Trataré de hablaros de sueños, emociones, de sentirse vivo, del movimiento, os narraré el compromiso, la devoción y el sacrificio, pero no os contaré nada que ya no sepáis porque sé que también sufrís del mismo tipo de ronchas, no dudo que estáis metidos en el mismo saco de pirados pandémicos que todos somos; sabe dulce esta infusión emponzoñada pero no es necesaria transfusión alguna, que hay que dejar correr por nuestras venas todas estas divinas sensaciones de libertad que ese bicho lleva en su ADN...

 De los constantes altibajos de un trayecto hacia lo que buscas

Voy corriendo tras ella y veo movérsele la falda graciosamente, saco el móvil de mi mochila y le echo una foto, ¡no he podido evitarlo!. Hace mucho calor, unos 34 grados y allí nos encontramos desplazándonos entre miles de viñedos por un camino de zahorra blanca dispuestos a vaciarnos. Se trata de coger confianza y así autoconvencernos de que estamos más cerca de nuestro sueño. Unas horas después sentimos que hemos hecho nuestros deberes: ¡otra vez más de 40 kilómetros!, aunque para ser sinceros ya estamos un poco mareados de este tobogán de muchos altos y pocos bajos, con más oscuros que claros: muchos dolores después, sufridas ya unas cuantas rozaduras y pasado otros males comunes, podemos decir que el plan ha terminado, ¡por fin está todo dispuesto!, así que ya no hay que forzar más estas máquinas imperfectas y simplemente toca esperar impacientes ese día que tanto se resistirá en llegar.

No hace mucho ví un lince donde no sabía que había linces

Las 7:30 de la mañana y estamos entusiasmados; no concebimos un ahora y un lugar mejores que ese preciso momento y en ese punto cardinal de Andalucía. Mientras calentamos pienso que ponerse retos así justifica un poquito nuestras ordenadas existencias. Empieza a llover pero intuyo que el Sol nos hará compañía, y el fresquito del agua de otoño de Sevilla me evoca un recuerdo: agosto, corremos los dos por un camino hacia el Este buscando Sierra Morena aunque aún quede lejos y entonces...: ¿has visto Mercedes?, ¿eso es?... ¿es un gato montés?, no..., ¡qué diantres!, ¡es un lince! mira la cola, ¡cómo corre tras esas pobres gallinas!, Tal increíble visión dio para investigar después en eso del google y en esta guisa pudimos descubrir que algunos linces habían sido introducidos en el sudeste de Ciudad Real y ya llevan un tiempo tratando de aclimatarse a la vida entre los chaparros del monte bajo mediterráneo, los olivos y las vides de mi tierra. Aquel impaciente felino buscaba sobrevivir dándose un festín a base de dieta especial de gallina manchega y gracias a esta casualidad tuvimos el honor de toparnos con especimen tan mítico; aquel día nosotros continuamos con nuestro entreno pero en el transcurso de la sesión fue inevitable no pensar en ese precioso animal; ojalá que su instinto de supervivencia le permitiera perdurar en un mundo tan hostil como este; la paradoja es que no muy lejos del lugar de aquel encuentro hay una cadena  de montes bajos vírgenes en los que un grupo de ambiciosos empresarios han puesto sus ojos con el fin de turbar nuestra naturaleza: quieren extraer las famosas "tierras raras" necesarias para la fabricación de aparatos electrónicos, de conseguir lo que buscan venderán todo lo que puedan de esos minerales especiales  y colaborarán a que el carrusel siga girando, los caballitos del mismo darán vueltas gracias a esas grandes compañías tecnológicas y nosotros nos subiremos en ellos para disfrutar de esta atracción: la de consumir mogollón de esos aparatos para que nuestras vidas sean menos aburridas y nos sintamos "super interconectados".

He regresado al aquí y ahora, ya no llueve pero sigo en la Puerta de Jérez y miro las caras de un montón de almas alocadas que en unos minutos comenzarán a desplazar sus cuerpos hacia una sacrificada pero posible quimera; estamos todos dispuestos a iniciar este viaje iniciático y entre todos los rostros destaca el de mi Merche, reconozco a la misma mujer que conocí por casualidad gracias a la magia del por aquel entonces incipiente internet; ¡está radiante!, no aparenta sus 43. Creo que hoy probablemente no veremos linces, no se dejarán ver si son astutos, no nos encontraremos con viñedos esperando su poda tras la vendimia, pero estoy seguro que nuestros sentidos se darán un festín con una experiencia increíble, así que hay que abrir bien los ojos, afinar los oídos, la nariz atenta, que casi todo será grabable en esta vivencia conjunta: desde el primer olivo que nos crucemos, pasando por la arena de la primera duna que surque el terreno y donde hundamos nuestros pies, hasta el más majestuoso pino que nos otorgue un poco de sombra si el calor aprieta. Hoy de alguna manera siento que todo comienza otra vez....

El viaje de los aventureros que buscan un resumen de su vidas: hasta el kilómetro 10

Casi trescientas personas avanzan por la calles de la capital del Al Andalus; algún transeunte  despitado pregunta y alguién le dice que vamos al El Rocío y a juzgar por su cara estoy seguro que piensa que eso es imposible, o quizá crea que aún pudiéndose hacer ¿qué sentido tiene?..querido señor sevillano, la razón que nos mueve a hacer esa locura está escrita en un papel que hemos firmado desde el primero hasta el último de los que estamos viviendo esa aventura, ese papel está guardado en un cofre cerrado con candado y el cofre y la llave está en una zona profunda en el fondo del Mar Atlántico, en un lugar entre Ayamonte y Palos de la Frontera. 

Veo que la impaciencia mueve a algunos, las endorfinas inyectan su sabiduría y sirven de combustible a los músculos. Otros, más racionales, echan el freno de mano y tratan de contenerse. Creo que nosotros estamos en este segundo grupo, no queriendo ir más rápido de lo que debemos si no deseamos que Mercedes pague el peaje en la autopista que hay en la entrada de Doñana. 

Toca aplicar el método, como Descartes, lo hemos estudiado casi todo, así que ¡la razón al poder! al menos por ahora, seguro que el corazón y el impetú dan luego un golpe de estado, cuando las piernas ya no vayan. ¡Ahora un sorbito de esa isotónica sin cítrico!, ¡ahora miro el Garmin!, "¡para!, ¡más despacio que nos pasamos!" le digo; "si es que nos adelantan.." dice ella. "Ya, pero esto es muy muy largo...", le respondo, y es que soy incapaz de prever lo que luego me acabará pasando y que afortunadamente no le pasará a ella. El bueno de Paco, el de Membrilla, localidad de estupendos melones, sea dicho de paso,  se ha ido pronto hacia adelante, y probablemente ya no lo veamos hasta la meta, si es que llegamos a la meta. San Juan de Aznalfarache nos recibe con su mejor embajador, ese campanario tan bonito, que nos saluda al pasar y el grato encuentro mañanero es inmortizado con una foto. Julián y Alba, él murciano y ella de Hellín, comparten unos minutos de sus vidas con unos minutos de las nuestras, y es que el camino se hace más grato con compañía, pero cuando los repechos se ponen serios, decido apretar un poquito y Merche, tan obediente, se pone el mono de trabajo y me sigue sin rechistar..El aparatito de mi muñeca nos dice que hemos dejado ya de relajarnos y el ritmo medio comienza a ser cada vez mejor, a pesar de la pendiente positiva. En el 10 Loli, la mujer de Paco, nos espera con su cámara profesional, pero no hay artilugio bueno si no sabes usarlo, aunque en este caso las fotos pueden estar tranquilas, saldrán de la mano de una muy buena fotógrafa. Desde el 10 hasta el 12 nos acompañarán tres cachos de rico plátano que hemos recogido en el primer avituallamiento... y es que hay que ir comiendo...aunque esto escrito, aquí y ahora, suene un poco tonto conociendo cual fue mi final.

Cuando el puro disfrute da paso a la emoción: desde el 10 al 40

Vamos saltando cuan rana de nenúfar en nenúfar, en nuestro caso de charco en charco, siempre paralelos a la valla que separa a los locos del trail de los aficionados al golf. Las fuerzas todavía no han decidido irse, siguen con nosotros, y por tanto es fácil ir mejorando la media que marca el artilugio. Definitivamente hemos dejado de ser prudentes y nos echamos la manta a la cabeza yendo unos 15 segundos por kilómetro más rápido de lo estaba escrito en el papel. Para eso está la celulosa y la tinta, para hacer una pelota con el folio manuscrito y tirarlo a la papelera.

Esta fase es la de los olivos y la compañía, intercambiamos impresiones con dos corredores andaluces, y me siento en desventaja, 3 contra 1, aunque ellos tienen la gracia de la Andalucía Occidental y mi mujer proviene de la otra, la Andalucía más manchega; en cualquier caso el camino se hace más ameno, pero como no hemos venido a divertirnos, al menos no de ese modo, dejamos que la emoción y la irracionalidad tomen el mando y nos vamos hacia adelante, también ayudados por una benévola pendiente favorable que nos hace seguir cometiendo locuras en forma de excesos.  

Alcanzamos el avituallamiento de Bollullos y nuestra coordinación es muy buena a la hora de llevar a cabo lo previsto, ¡y eso que habíamos tirado el folio a la papelera!, se ve que recordamos aún lo escrito: ella coge frutos secos mientras yo relleno las botellitas con agua abro el sobrecito con los polvos mágicos que dan energía y no dan problemas digestivos (¿o sí?).

El siguiente tramo sigue siendo bastante rápido, y en él aprovecho para comer algunos cacahuetes, almendras, pasas y otros cachos que no reconozco porque van directos de la mano a la boca, ¿como demasiado rápido quizá?. El optimismo nos recorre de cabo a rabo y sé que lo que se avecina nos va a gustar mucho: ¡queridos árboles!, esperad que vamos a visitaros, os echamos de menos porque no soléis estar allá de donde venimos, y casi sin darnos cuenta nos vemos corriendo por una zona anegada de agua entre monte bajo y olivos; eso no estaba en el guión, el tío del peaje nos cobra unos pies chorreando, dos escurrizones y un poco picor de piernas, pero nada más, y lo bueno es que acto seguido nos adentramos en la espesura de un montón de preciosos pinares en la zona recreativa de Aználcazar. Las piernas y el alma agradecen el cambio, así que ¡a prepararse! que lo mejor está aún por llegar. El avituallamiento del 30, no merece ni dos minutos, pero trae sorpresa, como los kinder: nos cantan que Mercedes va ¡la cuarta! y lleva a tiro de piedra a la tercera, y de repente a ella le crecen unos muelles en sus piernas y nos ponemos a marcar unos buenos kilómetros, de forma que adelantamos a algunos corredores más, entre ellos a Paco, el de los melones de Membrilla. La lluvia también ha decidido refrescarnos y lo agradecemos, yo más que ella, cierto, pero no es una mala noticia, hace que nos sintamos más vivos. He de decir que en este tramo se me quedó grabado un sentimiento de auténtica felicidad. 

La felicidad se compra en pocos gramos y va rodeada de otras sustancias que no son tan buenas y pesan más, para colmo son más caras. El primer obstáculo viene cuando en el 36 y pico Mercedes tiene que parar para poder resolver uno de esos problemas que sólo tienen las mujeres. Son tres o cuatro minutos que nos hacen perder el ritmo, pero vamos bien de tiempo y nos podemos permitir esa inevitable licencia; ¡ay! unos pocos kilómetros después nos vemos en las inmediaciones de Villamanrique de la Condesa; las letras que brotan en este párrafo son  del mismo tipo que las de los párrafos anteriores, concretamente Arial tamaño 10, pero ahora están a mi servicio para otra causa..., para comenzar a narrar la parte más fea de esta historia. Comienzo a sentir que algo no va bien: una vieja amiga que conozco, en forma de molestia digestiva, viene a visitarme inesperadamente, comienzan poco a poco las naúseas y el estómago ya piensa en poner el cartel de "cerrado por liquidación", dejo de querer beber y comer, ¡justo lo de la última Madrid-Segovia!. Me queda el consuelo de que voy de entrenador y que la protagonista hoy es Mercedes, ella y sólo ella.

Alcanzamos el avituallamiento en Villamanrique de la Condesa, el pueblo es bonito, la gente anima mucho, pero creo que a la condesa no le debo caer muy bien porque la cosa va a peor; Loli nos vuelve a inmortizar; se me debe ver muy regular en la imagen de su cámara porque  ya no nos sonríe simplemente le da al clic, y Mercedes me dice que estoy blanco como una pared de cal. Con este panorama no puedo echarme nada a la boca, sin embargo lo intento, cojo un pequeño cacho de sandwich de jamón york, pero el muy patán me planta batalla y la gana, logra no traspasar mis labios, lo acabo tirando al contenedor; eso sí, se me ocurre beber un vaso de Coca-Cola, ese invento de los americanos que está tan rico, ¡y eso que me había jurado que no ingeriría ese tipo de bebidas nunca jamás en pruebas largas!. Este es el principio de mi fin, afortunadamente no del fin de Merche.

La aceptación de lo inevitable, una decisión difícil: desde el 40 al 56

Tras el breve parón parece como si el cuerpo quisiera aceptar seguir peleando. Ahora toca el tramo que considero más duro, así que espero y deseo que no se tuerzan las cosas más de lo que ya lo están. Pronto nos vemos subiendo, con escasa pendiente pero subiendo y por un momento ella tiene dudas en su ritmo. ¡No, eso no!, ¡tú tienes que estar fuerte!, pero han sido muchas horas de entrenamiento siguiéndome, tras la cadencia de mis zancadas y escuchando mis consejos, y ahora pronto no valdré para asumir ese rol. Entonces nos adelanta una pareja entrada en años, ella va como un tiro y Merche hace ademán como de intentar seguirla, pero yo le freno, "¿dónde vas loca?, no están a nuestro alcance y aún queda mucho", le digo.

Saco empeño y el estómago se ha callado un poco, así que voy tirando un pelín y aunque la media ya va para atrás en lugar de para adelante, todavía siento que estamos haciendo las cosas bien. No sé en que momento, no lo recuerdo bien, comienza un sensación de plomo en mis piernas, ¡falta de fuerza!, y las naúseas reaparecen justo para que sea puñeta doble. Cada uno de los corredores, en esta fase, ya lleva su historial clínico a cuestas, así que vamos haciendo la goma unos con otros, con Paco nos cruzamos en varias ocasiones...y siempre se interesa por mi, aunque sé que el también lleva su cruz a las espaldas.

Kilómetro 49 y paro a vomitar, pero no lo consigo, así que le digo a mi mujer "sigue que ahora nos vemos en el avituallamiento". Vuelvo a agacharme en un segundo intento, dedo anular y corazón adentro y sí, algo...pero queda más dentro. Llego medio minuto después que ella al  avituallamiento donde repito el procedimiento establecido de llenar las botellas con un sobre de isotónica y agua, y pienso que ya no beberé ni un centilitro de esa bebida tan estupenda. No necesito más de 200 metros tras la reanudación para volver  a expulsar ese diablillo que me está haciendo la "cuatro quince", y tengo algo más de éxito, hemos extirpado una parte grande de ese tumor que no me deja correr, pero ese vaciado gástrico no dará mucho juego, hace que me deshidrate más, y que me sienta más débil: quiero comerme unas galletas saladas, pero estas son mejores guerreras incluso que el sandwich de Villafranca de la Condesa y no les planto apenas resistencia, no puedo masticarlas y las voy escupiendo. ¡Ya viene el siguiente síntoma!: noto que llevo los gemelos rígidos, inicio de calambres, las sales deben echarme una mano, y en estas mi mujer ya no sabe qué hacer, está muy preocupada y yo me siento: culpable, impotente, nervioso y aturdido a partes iguales.   

En estas que no hemos caído que hace un montón de minutos que ella batió su récord absoluto de kilómetros corriendo. Tendríais que verla: sigue casi tan bien como al principio, siento envidia (culpable, impotente, nervioso, aturdido y ahora también envidioso); no le puedo decir lo orgulloso que me siento de ella porque se ha roto la comunicación, apenas hablo, no tengo cuerpo para eso. 

De estos kilómetros, que no son muchos tengo recuerdos deslavazados, como inconexos, pero debí aguantar hasta el siguiente avituallamiento. Creo que vomité otra vez, eso dice Mercedes. El garmin está ahí para su consulta pero ya no quiero que me muestre más números, así que nos hallamos en el avituallamiento del 55,5, en las inmediaciones del Parque Nacional de Doñana, donde estaba escrito con letras en negrita que "empezaría lo bueno". En la parada bebo agua y me tomo una pastilla de sales, los gemelos están a punto de decir basta, y ya me embarga un sentimiento nuevo: culpable, impotente, nervioso, aturdido, envidioso y ahora...EGOISTA.

Reanudamos la marcha y quinientos metros más adelante  hago lo que debo hacer, le digo: "¡vete tú!, ¡no tires más de mi!, ¡debería ser al revés!, yo he venido a acompañarte y querría verte llegar y emocionarnos juntos pero va a ser que no, ¡ve!. Y Mercedes me da un beso y se aleja, veo como su falda se mueve graciosamente y evoco el recuerdo de algunas tiradas, veo ese movimiento y veo como le echo una foto, pero solo lo veo en mis recuerdos, no tengo fuerzas para sacar el móvil...Es entoces cuando siento una profunda decepción con sabor a fracaso que se une el resto de mi malestar físico, pero he borrado del mapa mi culpabilidad, mi impotencia, mi nerviosismo y la sensación de ser un egoista, sólo me queda mi maltrecho cuerpo y mi aturdimiento,...¡espera!,  también siento una gran liberación, el pajarico ya puede volar, le he abierto la puerta de la jaula...

Un día no ví un lince donde sabía que había linces

Toca hacer otra carrera, he tratado de escribir un libro que al final ha quedado inacabado, ahora toca escribir sobre otra cosa distinta: me enfrento al papel con mi pluma, hay que hablar de una aventura diferente. El estómago ya se ha hecho mi confidente, casi mi amigo, un claro Síndrome de Estocolmo, me tiene secuestrado pero durante el proceso hemos congeniado. Le pido permiso para volver a introducir mis dedos y me lo da, el captor es benévolo. Salen de mi esófago un río de liquidos y trozos de cosas que no reconozco y ahora sí que me quedo vacío en todos los sentidos, sin líquidos y sin fuerzas; no caigo en tomarme otra pastilla de sales, porque la última que me tomé ya está en el suelo del parque, ¡malo para mis gemelos!...

Comienzo a sentir que el mundo exterior se abre, ya no estoy aturdido, ahora veo los bonitos pinos, veo adelantarme gente, algunos casi van tan mal como yo, pero sólo puedo vivir lo mío: ando, corro, mido zancadas y pienso, reflexiono...pienso en mi padre. ¡Papá!, dentro de poco sé que no estarás entre nosotros, pero aún hoy a tus casi 90, y pese a ese mal tan desgraciadamente común que te azota, tu cabeza va infinitamente más rápido que tus piernas, apenas puedes moverlas, te pasa justamente lo que a mi en estos momentos, lento de pies pero rápido de ideas y recuerdos. 

Poder establecer conexiones en mi cerebreo es bueno, o no, depende de en qué piense, me alegro de no tener que ser ya un lastre para Mercedes, me alegro de estar allí solo conmigo mismo, me la imagino haciendo un magnífico final de carrera disfrutando de este entorno mágico...el avance es tan lento y costoso que pienso también en ritmos: trato de recordar sensaciones, las mejores y las peores: me veo volando dando la vuelta al Coliseum romano viendo mi garmin claramente por debajo de las 3 horas, y a su vez me veo sobreviviendo en mitad de la Madrid Segovia con un movimiento torpe y triste como el de ahora; soy el mismo Javier, ni más gordo, ni más torpe, ni más inválido que en Roma, pero en una visión voy volando y en la otra soy un reptil, el yin y el yang, y quiero aprender en ambos casos, creo estoy aprendiendo.

Alguien me pregunta: "¿cómo estás?, llevas mala cara", yo asiento pero apenas articulo palabra, no tengo saliva para enjugar palabra, además siento mi respiración acelerada, tanto que me cuesta hacer más de 500 metros sin pararme y entonces paso a otra fase, a esta la titulo FRACASO:  comienzo a deslizarme por ese pozo donde nunca debemos asomarnos: "Javi, siempre te pasará lo mismo en cualquier cosa que te pongas a hacer...", repito esa frase hacia mis adentros varias veces, pero me doy cuenta que lo estoy haciendo mal, ¡así no!, así que me niego a construir en mi mente más frases como esa; tonta y extrañamente pronuncio en alto "Javi, estas haciendo otra ultra, estás en movimiento y Merche lo está haciendo magnificamente, es una crack y tú también". Esto me anima y pienso en vueltas en el parque: a ver, quedan 8 kilómetros, eso son 8 vueltas, acabo de empezar la primera, ¡vamos! ¡aupa Javier! como diría mi amigo Nacho, y así es como comienzo a ganar mi pequeña batalla, descontando zancadas y metros....

....Está ojo avizor, ya lleva mucho tiempo en ese territorio y hoy sabe que es un día especial, hoy hay muchos humanos de paso por su hábitat. Agazapado tras esas frondosas matas observa como pasa ese corredor que va de negro, va hablando solo y siente que en el fondo ese humano no es una amenaza, es como si compartieran el mismo problema: sobrevivir. Así que justo cuando el hombre pasa a unos metros, se atreve a exponerse y  cruzar el camino; en mitad del mismo se queda parado con su mirada aguda observando como se aleja el humano, lento pero constante.., pronto anochecerá y habrá que buscar algo que comer...si puede ser un buen conejo.

  
Me he propuesto hacer los últimos 5 kilómetros sin parar, y con un esfuerzo que a ojos de un observador no sería tal, voy desplazándome logrando alcanzar otros tres corredores que llevan a la práctica la táctica de correr y caminar. Alcanzo el final del parque y veo la aldea a lo lejos. Oigo una voz conocida que me da ánimos, siento un escalofrío y tengo ganas de llorar, ¡es Eusebio!, mi amigo, pero no me ha conocido. Le digo que soy yo, y creo que no se lo cree porque sus ojos le muestran un despojo corriendo y él no me recordaba así. Le digo que se venga y me acompañe pero me ve tan mal que no me quiere perturbarme. Nunca pensé que 500 metros por un terreno repleto de arena pudieran llegar a ser tan duros y hacerse tan largos, pero al final todo llega y logro cruzar el puente a la entrada del pueblo. Un corredor me acaba de adelantar pero mi autoestima le deja que se vaya y sé que aún quedan casi 2 kilómetros, hay que circunvalar y la eternidad regresa a mi cabeza en forma de bucle, ya no pienso, no estoy emocionado, tan sólo quiero llegar. Llevo un montón de kilómetros corriendo sin echar a andar con los gemelos como piedras; "cuando pares lo vas a pasar muy muy mal". Entro en el pueblo y un policia local me dice que queda un kilómetro, y aunque parezca mentira siento por unos segundos que no voy a ser capaz de recorrerlos, ni corriendo ni andando. Cuando quedan 300 metros me adelanta otro corredor mientras va cantando una salve rociera, obviamente va mejor que yo. Llego a la alfombra de meta y me cuesta subir la pequeña rampa, me paro y todo se me viene encima, como si fuera una casa de adobe sufriendo los temblores en un terremoto de 6. Apenas si puedo andar, tengo ganas de vomitar, pero ¿qué voy a vomitar? y entonces veo a mi Mercedes y quiero preguntarle cosas pero no puedo, le veo buena cara, y eso me consuela, aunque por otra parte ella se preocupa; le digo: "a la ambulancia por favor, una vía, suero, primperan, no puedo más", y el resto son detalles que no ha lugar, como diría un juez.

Os decía al comienzo de esta entrada que esto era una aventura, y lo ha sido para tod@s. Trails como este hacen que esté más seguro de que no concibo hoy por hoy otra vida que esta que llevo. Suena raro, lo sé, pero suena tal y como es.

Mercedes y su vida paralela

Me narró su paso por el parque y pude sentir sus sensaciones, como las de mi segunda Madrid Segovia cuando los últimos kilómetros me ví flotando y corriendo como un poseso. Mercedes llegó a su destino 25 minutos antes que yo, con mucha fuerza, con determinación, como es ella, su rodilla se le quejó pero no lo suficiente como para no conseguir liquidar la prueba como una campeona, lo que es. Quedó quinta mujer y por la imposibilidad de acumulación de medallas, finalmente primera de su categoría, ¿qué más se puede pedir?. ¡Mi chica ya es ultrafondista!. Ella es lo mejor que me ha pasado, con diferencia.


















 Agradecimientos y saludos

Me relajo, abandono los artilugios literarios y aquí escribo que le doy un diez a la organización, muy bien todo, desde el primer al último detalle. El año que viene deberían haber 1000 locos en línea de meta, así debe ser. Mil gracias a la médico, ¡que paciencia tuvo conmigo!, y al enfermero (éste último lo pasó mal con mi vía porque la sangre estaba tan densa que no había forma de terminar su trabajo) .

No tengo palabras para agradecer lo de Eusebio, que estuvo allí no sólo antes de nuestra llegada, sino después, en los malos ratos. Muchísimas gracias también a Paco, Loli y sus hijos, lo de apenas hablaros no fue por tener mala leche, es que ni podía hablaros.

Un saludo para Julián el murciano y Alba de Hellín, ¡vaya cracks!, y a Antonio y Merche, con los que coincidimos en el desayuno del día siguiente. Gran parte de culpa de que corramos hasta la extenuación es que luego podemos compartir nuestras penas con gente tan estupenda.

Y ahora habrá que dejar reposar un poco los sedimentos para ver qué se va cociendo. por lo pronto estamos inscritos a la Maratón de Castellón, así que toca cambiar el chip, y ponernos en "modus maratonianos". Lo que ocurra allá será mejor, peor, más divertido o menos, pero estoy seguro de que nos hará sentirnos vivos, porque el veneno sigue agazapado haciendo de las suyas.

4 comentarios :

  1. Grande, muy grande Javier, enhorabuena, nadie dijo que una ultra sea facil, eso sí, debes de hacerte mirar tus problemas estomacales para proximas citas. Sin palabras lo de Mercedes, sin duda lo hizo genial, dale mi mas sincera enhorabuena. Bueno ahora a recuperarse y llegar a Castellón en perfectas condiciones. Yo si me recupero, quisiera ira a esa maratón. FELICIDADES DE NUEVO A LOS DOS!!!

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    1. Sí, Kino, si no tengo una cosa tengo otra, aunque a decir verdad estoy muy feliz de haber dicho adiós a la maldita pubalgia que ha sido lo peor que he pasado con diferencia. Para lo de Mercedes yo no tengo palabras, sobre todo porque no me lo creo aún de las cosas que está haciendo (el rendimiento es secundario pero los retos para mi son increibles). Pero ahora está bien fastidiada con la rodilla, no ha podido correr en toda la semana; yo sin embargo a tope desde el lunes. ¡A recuperarse pronto y a ver si nos vemos en Castellón!, aunque yo ya te adelanto que no buscaré nada importante, ir a 4´30´´ para mi ya sería un éxito, ya no volveré a ser el de 2013, estoy seguro

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  2. Crónica mayúscula, enhorabuena para ambos, me ha emocionado. Un saludo

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    1. Muchísimas gracias; ver con comentarios como el tuyo que aún nos sigue la gente es casi tan importante como el mero hecho de seguir corriendo

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