RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 15 de agosto de 2016

LA CRÓNICA DE LA CURSA DE MUNTANYA L´AIROSA EN MAS DE BARBERANS. PORTEM NÚMS UNA MICA DE VOSALTRES A LA MANCHA


Los preámbulos de la aventura

Habíamos programado esta carrera para el final de nuestras vacaciones, aprovechando nuestra estancia en Salou. Se trataba de un trail corto de montaña pero con un nivel de dificultad medio-alto, sin duda la prueba más dura a la que jamás se había enfrentado Mercedes si hablamos de montaña. Al final, tras vivir la experiencia, ha resultado equiparable a la dificultad técnica de aquel "Camins de Cabres" de Xátiva, de hace dos años exactos en la que anduve más de 8 horas entre montaña y montaña dejándome la piel y casi el físico. 

Se trataba de sólo algo menos de 19 kilómetros, pero con +1300 de desnivel positivo y sin apenas zonas donde correr. Además, la hora de la prueba también suponía cierto handicap, las 18 horas, a pesar de la altitud esperábamos casi 30 grados a la salida, como así fue.


 

 





Así que tras comer salimos del hotel rumbo a la zona del Delta del Ebro y al llegar a la Amposta, cruzamos dicha población y nos fuimos derechos al Parque Natural Dels Ports. En un principio nos sentimos un poco extraños ya que la mayoría de la gente que había en la zona de la salida eran de la comarca, de Tarragona y Castellón, pero el recibimiento fue de diez desde el principio y pronto los organizadores se volcaron en atendernos de manera fabulosa. Recogimos la bolsa, que incluía un estupenda camiseta Luanvi y entre otros un magnífico portadorsal y nos hicimos las fotos de pose inicial:







Estuvimos charlando con Carmen, que había ido a ver a su hijo Alejandro; la conversación comenzó cuando vio "Puertollano" impreso en nuestra camiseta, y es que resultaba que su madre era de Puertollano y que había pasado los veranos en esta población. Estaba claro que el mundo es un pañuelo. Así que Merche, Alejando y yo estuvimos calentando un rato, no mucho ciertamente, y pronto nos vimos en el cajón de salida, todo estaba a punto de comenzar. En la cara de mi mujer había una mezcla de expectación y miedo, ya que sabía que lo de hoy iba a ser más que un entreno duro, iba a ser todo un reto, sólo apto para gente acostumbrada a la montaña, como la mayoría de los que allí iban a correr. Tal era el desafío que de su categoría tan sólo se habían atrevido ella y otra corredora a disponerse en el arco de salida.

Se me ha olvidado comentar que habíamos decidido correr por separado, por lo que Merche, no arriesgando, llevaba mi frontal atado en la cinta del portadorsal por si acaso tardaba más de 3 horas y media, algo difícil de creer teniendo en cuenta que eran pocos kilómetros, pero....

La subida a la Airosa

Así que sonó el bocinazo y comenzamos a correr. Desde el principio no me encontré cómodo, algo que no me esperaba. Quizá el calor, quizá los calcentines que estrenaba de protección de tobillos, que era como llevar sendas tobilleras y no permitían articular con fluidez, quizá la carga del día anterior, el caso es que las primeras zancadas no me dejaron sensaciones muy halagüeñas. Unos metros más adelante veía a Alejandro, con sus 23 años, avanzando sin problema, y decidí no ir a por él, porque intuía que esta aventura iba a ser más dura de lo previsto.

Ahí se me ve con mi pañuelo del Pozo Norte entre los primeros. El que acabó ganando la prueba con un tiempo de 2 horas 10 fue el chavalín de la camiseta de azul que según se ve es una fiera en la montaña.


Cayó el primer kilómetro, con cuestas incluídas, en 4:32. Demasiado rápido quizá, y en seguida nos vimos subiendo a lo bestia, tratando de no andar aunque la pendiente que casi lo requería. Se terminó pronto la senda y tocaba avanzar entre las rocas.

Fueron unos casi 6 kilómetros duros, bien duros, hasta llegar al macizo de la Airosa, ese que se ve en la foto de debajo. En ese trayecto me dio tiempo a pillar a Alejandro y que un par de kilómetros después me pillase él cuando me despité y me salí del recorrido perdiendo algunos segundos.



No estaba mal, habíamos salvado, con todo el calor y casi sin andar 635 metros de desnivel positivo (desde los 336 metros sobre el nivel del mal cuando llevábamos 500 metros desde la salida, hasta los 976 metros en el kilómetro 5,9, es decir, a una media de pendiente del 12%. No me extraña que me ocurriera lo que luego me ocurrió. En el avituallamiento de la cima me eché dos vasos de agua por la cabeza, comí algunas gominolas y me bebí un vaso de isotónica, pero estaba claro que iba perdiendo demasiados líquidos.















La bajada al Raco d´en Marc


La bajada fue bastante técnica, pero visto lo visto, acabó resultando la más fácil de las tres. Al inicio de la misma nos echaron unas fotos (en la primera se ve a Alejandro y a mi a poco más de 30 metros por detrás).










 



Para mi fueron los mejores momentos de la carrera ya que pude disfrutar bajando, algo que no me había ocurrido nunca. No tener ya ningún tipo de molestia en la cintura, ir bien seguro con los calcentines con protección y el buen agarre de las Saucony Peregrine me permitieron "jugármela" de manera que bajé vertiginosamente adelantando varios puestos. Allá abajo en la cueva creo que iba entre el 18 o así, pero lo peor estaba por llegar:



 

Habían sido 3 kilómetros y doscientos metros de bajada con un desnivel negativo de 500 metros, ¡ahí es nada!. A pesar de la dificultad había bajado a buen ritmo y sólo me había llevado realizar ese trayecto 24 minutos, que parecen mucho, pero puedo asegurar que bajé jugándome el físico. En esta guisa, llevaba 1 hora y 14 minutos en algo más de 9 kilómetros, es decir, la mitad de la prueba, pero en la montaña 2+2 no son 4, y cuesta describir lo que ocurrió después. Avituallé todo lo rápido que pude, volviendo a echarme agua encima para mitigar el calor, aunque ya de por sí iba empapado en sudor, con la ropa totalmente pegada al cuerpo; cogimos el curso de un río seco, muy pedregoso y salimos a una pista que picaba hacia arriba y las sensaciones fueron horribles en esta parte, no podía avanzar, me costaba correr, quizá por el esfuerzo de la bajada. Pero lo peor vino cuando tocó subir el "Tourmalet". 

La subida donde morí por primera vez y por primera vez resucité

En seguida subimos entre pinares por un sitio sombrío y con una pendiente increible, tanto es así que había que apoyar a menudo las manos en el suelo. Quizá de haber sabido que iban a ser sólo 550 metros de ascensión me habría animado, pero yo no hacía más que mirar a mi dorsal, donde iba impreso el perfil y sólo veía una terrible cuesta en la imagen, y no sólo la veía, también la sentía. El sudor caía sin parar y las piernas comenzaban a fallar. Me arrepentía de no haber comido algo sólido en el anterior avituallamiento o de al menos no haber tomado sales, pero esto último era imposible porque las capsulitas se me habían deshecho en el bolsillo del portadorsales. Así que esos 550 metros se me hicieron interminables y tuve que hacer paradas técnicas en posición inclinada (con las manos en las rodillas) para tomar algo de resuello. Me acordaba una y otra vez del hundimiento sufrido en la Camins de Cabres en circunstancias similares y de como necesité sales y magnesio para recuperarme, y me temí lo peor. Sin embargo, pese al gran hundimiento con la consabida pérdida de puestos en la carrera (me adelantaron varios corredores entre ellos Alejandro), me fuí rehaciendo y logré llegar a lo alto. Había salvado 244 metros de desnivel positivo con una pendiente media del 44%, ¡ahí queda eso!, y la broma me había llevado un total de 19 minutos.

Bajando ya recuperado y con compañía de dos "maestros"

El inicio de la bajada era de escasa pendiente negativa pero muy pedregoso, por una cresta. Me asocié don un corredor bastante simpático que corría por la categoría Máster y fuimos charlando ayudándome esto a recuperarme. Cogimos buen ritmo y eso nos llevó poder recorrer los siguientes 3 kilómetros y medio en 30 minutos, que parece que es mucho tiempo y un ritmo malo, pero no lo era, en absoluto. En seguida se unió por detrás otro corredor máster, y sabiendo que sólo había trofeo para el primera de esta categoría la cosa estaba calentita, "se estaban picando" y yo en medio. En este tramo experimenté una muy buena recuperación y comencé a disfrutar. Veía cómo avanzábamos y sabía que tan sólo quedaba un último escollo menos duro que el recién sufrido, así que me animé bastante. El único problema era que a estas alturas del juego había muchos corredores que iban mejor que yo, así que intuía que seguiría perdiendo puestos. El buen ritmo nos llevó a adelantar nuevamente a Alejandro, aunque entre otros nos pasó la primera clasificada, que tenía pinta de ser bastante buena, una tal Marta Martínez. Y así fuimos avanzando hacia lo irremediable: mi segunda muerte.

La subida donde ví mi muerte por segunda vez y resucité definitivamente

En el avituallamiento de abajo no tuve que andar muy listo porque los dos másters se me fueron en cuanto me despité, y eso que apenas estuve unos minutos parado. Me volvió a pasar lo mismo que en la otra ocasión, las piernas no me iba, se habían desactivado y me costaba articular los tobillos (lo achaco a las tobilleras). Así que me desmoralicé totalmente y más cuando me ví nuevamente subiendo. En esta ocasión había que salvar otros 300 metros de desnivel positivo en unos interminables 1,7 kilómetros. Y aquí fue donde morí y por poco allí me quedo, esperando a que llegase mi mujer. Las piernas se desactivaron por completo a pesar de que la pendiente no era tan dura como la anterior, pero el terreno era tan técnico, con tantas piedras, tan escurridizo que patinaba constantemente y tuve que hacer numerosas paradas, incluso en dos ocasiones tuve que sentarme y recuperar. Como anécdota, tenía ante mí unos 40 metros de piedras pequeñas resbalidizas y me llevó como 3 minutos atravesarlas, estaba en las últimas. Así que me llevó 30 minutos hacer esa interminable milla y pico, y juro que pensé que cuando llegase a lo alto no sería capaz de echar a correr. De nuevo me pasó Alejandro y unos cuantos más, ¿cuántos puestos había perdido?, pero por suerte, llegó un momento que mirando a lo lejos y hacia abajo no veía a nadie tras de mi lo que me permitió tomármelo con menos estrés.

Y eché el resto para cubrir los últimos 3,3 kilómetros

En lo alto no me debieron ver muy bien porque me dijeron que pasase y descansase pero yo ya no estaba para eso, quería terminar cuanto antes. Sabía que aún quedaba la bajada supertécnica que contaba con un tramo llenos de piedras grandes de unos 300 metros de longitud, y allí me ví, ante tal desaguisado. Sin embargo, al igual que había pasado tras la segunda subida, comencé a sentir que las piernas se recuperaban así que me ví bajando, resbalando, saltando, pesé al esfuerzo y la carga muscular. Cuando el terreno se puso más propicio pude incluso aumentar un poco el ritmo, pero no hablo de pistas ni sendas, hablo simplemente de menos obstáculos. Llegué al último avituallamiento donde apenas paré, simplemente me volví a echar agua encima y me bebí el último vaso de isotónica. Hacía rato que no oía bien por el oído izquierdo, el cual llevaba taponado, fruto seguramente de la deshidratación. Tras cuatro giros y dos barrancos por una zona muy bonita, me ví corriendo por una canalización con vistas al "prepicio". Había que andar con cuidado de no escurrirse y caer, o de simplemente no dejarse un tobillo. Abajo se veía un gran puente y justo allí me cantaban que quedaba un kilómetro y medio. Ante mi se habría una especie de camino lleno de piedras y en los cachitos que sólo había tierra era una bendición. Afiné el oído para escuchar al speaker: "estoy llegando por fin", y eso ocurrió, viré y ví la carretera que subía al pueblo. Me costó aún llegar a lo alto pero entonces 3 o 4 niños se unieron a mi para ayudarme a cubrir los últimos 400 metros y fue magnificó poder terminar todos en carrera, incluidos Jorge e Inés que también me estaban esperando a unos metros de la meta.





Finalmente había hecho un tiempo de 3 horas y 5 minutos para cubrir una distancia según mi Garmin de 18,8 kilómetros. Parece que no sale buena media pero la prueba no era para ir a 5´el kilómetro. He aquí los tiempos:


 Sólo bajé de 5´en el primer y en el último kilómetro, ¡normal!, los kilómetros por el pueblo. Choca ver cómo perdí 13 minutos parado, ya que en movimiento el tiempo fue de 2 horas 52 minutos. La mayor parte de ese tiempo fue en las paradas obligadas que tuve que realizar subiendo, y no en los avituallamientos. Un kilómetro en 19 minutos y medio, ¿quién supera eso?


La recuperación y la preocupación

Totalmente empapado pero bien de fuerzas y mejor de lo esperado muscularmente teniendo en cuenta el gran esfuerzo realizado. Mandé a Jorge a por la mochila y mientras regresaba me quedé alucinado de las atenciones de la organización, pregúntandome qué quería, si me quería duchar, etc. En meta había todo tipo de bebidas y de dulces, pero pese a no tener el estómago muy mal no me apetecía más que agua. Me puse una toalla en la cintura y me quité los pantalones y me bajé los calzoncillos; no me iba a ir a duchar porque estaba preocupado por Mercedes, así que había que cambiarse allí. Tuve tan mala suerte que una chiquita de la organización se me acercó para interesarse por mi y para preguntarme si necesitaba algo. Ahí Dios, que tengo los calzoncillos en los tobillos, que no mire a los pies que los vé. Se aleja, menos mal, segundo intento para quitármelos y meterlos en la mochila, y ¡ahí no, que viene otra vez!. Esta fue la primera anécdota de la aventura. Me pude cambiar, pude estirar un rato, sufrí un ligero calambre en el adductor izquierdo, pero nada reseñable y pronto comprobé que me encontraba muy bien; aún no entendía que me había pasado subiendo. Estuve charlando con Alejandro y su madre, Carmen. Él había terminado un par de minutos por delante mía, había hecho una estupenda carrera, segundo de su categoría.

 Ahora tocaba rezar para que mi mujer llegase sana y salvo de tal batalla; yo no las tenía todas conmigo.

Y Mercedes estaba de noche por allí perdida en la negrura de la montaña

Avanzaba el crono, ya habíamos pasado las 3 horas 45 minutos y no sabía nada de mi mujer. Echaba memoria y encontraba al menos 10 sitios donde bien podría haberse despeñado para quedarme de esta manera 100% viudo, así que mejor no pensar. En esto que llega una ambulancia y trae alguién dentro, ¡esa es mi mujer!. Los niños y yo pegados al cristal pegados para ver quién había dentro. ¡Falsa alarma! es una persona morena pero es chico, no es ella.

Tras hablar con un montón de miembros de la organización, todos muy amables pronto se inició el proceso de búsqueda de información vía walkie talkie. Preguntaron por el dorsal 45, y hubo feedback, el cual pudimos oir vía speaker: "la dorsal 45 Mercedes Llavero de Valdepeñas sigue en carrera; ha pasado el último corte dentro de tiempo y sigue en carrera". La alegría fue tremenda, tan sólo le quedaba bajar por la zona llena de piedras, por la zona de la canalización y ya está, tan sólo dos sitios por donde despeñarse de noche. También me dijeron que yo había sido 5º de mi categoría. Pensaba que mi mujer lo tenía hecho, tan sólo tenía que llegar (lo haría probablemente segunda de su categoría) y con eso subiría al pódium.

Y la ví aparecer a lo lejos

Una hora y veinte después de mi llegada ví a lo lejos un foco potente; en seguida oí a Jorge gritar ¡es mamá!. Bajaba a toda pastilla pensando que entraba fuera de tiempo, pero no era así (pasando el corte de la última cima ya sólo le bastaba llegar para terminar la prueba).

Y así fue como Mercedes paró el crono en 4 horas y 26 minutos, que parecen mucho tiempo, pero pienso firmemente que se trata de una de sus mayores proezas teniendo en cuenta la dificultad con la que tuvo que contender. Para colmo estaba entera, con sus dos piernas y sus dos brazos, no se había caído y sonreía. ¿qué mas se podía pedir?

Tras una ducha rápida nos fuimos a la cooperativa del pueblo donde nos iban a dar vales para comer y beber y allí también harían la entrega de trofeos, además de poder relajarnos y escuchar un concierto que nos sonó a gloria, sobre todo cuando descubrimos que Mercedes había sido primera de su categoría, sí es cierto, primera de tan sólo dos corredoras veteranas, pero es que había que echarle narices para ponerse en línea de meta. Resultó que dejó atrás a la otra chica, una tal Sonia, en el kilómetro 9, y ya no volvió a saber nada más de ella (acabó entrando casi 20 minutos después que mi mujer). Y mejor nos supo el trofeo cuando supimos que sólo subían al cajón los primeros de las categorías veteranos y másters, así que ¡lo había conseguido!.











Felicitaciones a la organización y gracias por tan maravillosa experiencia: Portem núms una mica de vosaltres a La Mancha

Cervantes se llevó a Don Quijote a tierras catalanas y de forma paralela nosotros fuimos a luchar contra los molinos del Parque Natural Dels Ports. Si bien es cierto que llegamos un poco temerosos del recibimiento que tendría una familia manchega en tierras tan increibles, pronto el temor se fue tornando relajación y la relajación a su vez se fue convirtiendo en "un sentirse como en casa". Muy hospitalarios y atentos, durante la carrera pude oir mi nombre en varias ocasiones a pesar de que mi nombre no estaba impreso en el dorsal, lo de los niños llegando a meta conmigo fue muy emocionante. Qué decir de los voluntarios  que se desvivieron en cada uno de los avituallamientos, la prueba estaba estupendamente balizada incluso con señales luminosas, nos agasajaron con bebida, dulces y los bocatas que nos dieron sabían a gloria. De 1 a 10 se les puede dar un 11 sin pensarlo. ¡Enhorabuena y gracias por darnos la posibilidad de vivir una experiencia única!. Por último, comentar que pese a la dureza de la prueba, los paisajes eran increíbles. Lástima que mi cabeza fuera más atenta de no tropezarme que de disfrutar de las tremendas vistas.

Así que con este fabuloso entreno de fuerza en pleno agosto podemos quedarnos satisfechos de cara al Tourmalet que nos espera en septiembre y octubre de cara al Trail de Doñana y sus 73 kilómetros, que no tienen nada que ver con el recorrido de hoy, desde luego, pero trails como el realizado en tierras catalanas son los que te curten en la aspiración de convertirte en una ultrafondista, y Merche lo sabe.



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