RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 24 de enero de 2016

SÁBADO 23 Y DOMINGO 24: DEL INFIERNO AL CIELO EN TAN SÓLO 15 HORAS


A veces una tirada es un problema y una aventura con final incierto

El sábado después de comer mi mujer y yo cogimos el coche y nos fuimos a hacer un circuito en Despeñaperros. Yo estaba bastante relajado tras el buen entreno del viernes y planteé la jornada como una sesión destinada a que Mercedes cogiera confianza de cara a su próximo reto que es la Media Maratón de Valdepeñas de la tercera semana de febrero. No la ví muy convencida desde el principio, quizá por las dudas que le estaban generando las molestias en su pie derecho (quizá por falta de adaptación a sus nuevas Mizuno Wave Rider), pero el caso es que llegamos al punto de partida a casi las 17 horas. Hacía una temperatura perfecta para correr, y pese a todo mi mujer llevaba puesta dos fundas de manga larga (pasará calor con toda seguridad pensé). Lo primero que teníamos que hacer era subir 330 metros en 2 kilómetros, ¡ahí es nada!, con un desnivel medio del 15%. Era un tramo que conocía bien desde que hace algunas semanas corrí con Francisco Tirado, así que creía que a Mercede le iba a encantar la senda serpeteante que termina en un refugio en todo lo alto, preparado para hacer un fuego en caso de nevada. Sin embargo, muchas veces las cosas no salen como se planean. Desde el comienzo Merche iba mal, con molestias desde las rodillas hacia abajo, no era ni la cintilla, ni el dolor que en estos días habia estado teniendo en el empeine; lo que sentía entumecimiento y piernas muy cansadas con lo que tocó andar y andar, y correr bien poquito. Llegamos a la cima con serias dudas sobre darnos la vuelta o continuar con el circuito; ahora comenzaba un tramo mucho más fácil, corrible, pero ella no iba nada bien. Continuamos, ahora ya corriendo a ritmo más bien lento, las Adidas Kanadia no ayudaban mucho porque son pesadas y poco flexibles, así que iba a ser de esas sesiones en lo que se aprende es a sufrir. Los kilómetros fueron pasando lentos y a la preocupación del estado de mi mujer se unió el hecho de que mi Garmin no estuviera cargado y que la rallita marcara un preocupante 1/3 de batería, todo esto porque había un tramo que era totalmente desconocido para mi y no podía imaginar que podría ocurrir si nos veíamos de noche entre las montañas con mi mujer hecha polvo y perdidos.

















Llegamos al cruce que se ilustra en la imagen donde termina la cola del recorrido y comienza el verdadero trazado circular, llevábamos 4 kilómetros y cogimos dirección hacia Aldea Magaña. Esta parte también la conocía de aquel día con Francisco. Íbamos por una pista que picaba hacia arriba y ella se encontraba tan floja que yo no hacía más que dudar en darnos la vuelta. En el kilómetro 6 llegábamos al cruce de caminos que lleva al Puerto del Rey (continuándolo hacia Aldea Magaña, camino que conozco, a la derecha tira por un cortafuegos paralelo al Barranco de Valdeazores que acaba en senda y por lo que veo en la wiki lleva a un camino que termina en la antigua autovía en la zona del Mesón de Despeñaperros, donde está la famosa fuente y el precioso mirador). Tocaba coger hacia la izquierda tomábamos el cortafuegos citado pero en sentido contrario hacia el oeste, hacia el Puerto del Rey. Ese cortafuegos también lo conocía de aquel día con mi amigo gaditano, pero me reitero, cada vez tenía más dudas. Fuimos subiendo y bajando, pasamos por el Puerto del Muladar viendo bosque a la izquierda y bosque a la derecha, Merche cumpliendo lo mejor que podía, andando en algún repecho, pero al fin y al cabo continuando. Una preciosa luna llena naranja comenzó a hacernos compañía cuando aún la noche no había llegado y yo no hacía más que vigilar el recorrido del Garmin y rezar para que aguantara la batería. Sabía que en el ocho u ocho y pico había que coger un camino hacia el sureste y la noche se nos echaba encima. Antes de llegar al la Peña del Malabrigo llegó por fin el camino que casi lo esperaba más estrecho, bastante bien definido en el terreno. Tocaba bajar, y el dolor era mayor para mi mujer bajando, así que tampoco fuimos muy rápido por este tramo. Lo peor lo pasamos cuando llegamos a un lugar donde la marca de la senda se difuminaba y se veía que salía una senda a la izquierda pero el Garmin me decía que hacía que seguir hacia adelante, ¿pero hacia a dónde si no había camino?. Para colmo se veía una valla abierta y me preocupaba que el aparato se muriera y nos perdiéramos en la espesura. Hice caso al GPS y en seguida ví por donde había que seguir y 1 kilómetro más adelante nos topamos por fin con una pista llanita. Había que tirar hacia la izquierda. De noche no la reconocí pero otro kilómetro más adelante al mirar hacia la derecha ví el cortafuegos del Castillo de Castro Ferral y el propio castillo a no más de 400 metros. Esta pista la conocíamos los dos de haberla hecho en varias ocasiones en sentido contrario. Había que coger por otra pista que salía en oblicuo en sentido contrario, sabía que ya estábamos cerca del final del recorrido circular, pero Merche iba destrozada, andando más que corriendo y en noche cerrada. Afortunadamente la batería aguantaba y el foco iluminaba bien. Llegamos al cruce en el cual había que coger a la derecha, nos quedaban los últimos 4 kilómetros que sin duda fueron los más duros. Cada vez yendo más despacio, andando más y más lento, corriendo en pequeños cachos, nos iban dando las tantas. Merche llevaba mala cara y yo me sentía fatal por ella, me decía que cada vez que planta los pies las dos rodillas le dolían horrores. Tras dos kilómetros larguísimos llegamos al refugio, desde ahí quedaban 2 kilómetros, pero muy difíciles, porque se correspondían con la gran subida inicial, ahora convertida en una bajada bastante técnica. En cualquier caso no corrimos nada, todo andando y muy despacio así que no sé cuánto tiempo pudimos emplear en hacer la misma, quizá 40 minutos. Pero al final todo llega y ahí estaba el coche y la Coca-Cola bien fresquita, 16,3 kilómetros eternos. Habíamos pasado un infierno en el que Merche me había dicho que era la última carrera que hacía, que dejaba definitivamente de correr. Esto último me preocupó mucho.

Del infierno al cielo

Llegamos a las tantas a casa, a la hora de cenar. Una ducha reponedora no bastó para que se les fueran los dolores a Mercedes, pero poco podía hacer más. El caso es que esta mañana tras trabajar un rato me he puesto la ropa de correr para salir a realizar un entreno con el solecito. El sábado no me había dejado molestias en mi cintura por lo que había enlazado dos días seguidos bastante positivos, así que me encontraba motivado. ¡Cuan ha sido mi sorpresa cuando he visto que Merche se cambiaba también y se venía conmigo". Es que tiene el gusanillo y ese gusanillo cuando te pica ya no te deja tranquilo. Así que nos hemos ido dirección al Peral, ella con sus Rider, y sin plantillas, un experimento. Desde el principio a un ritmo vivo, pero pronto a un ritmo más que vivo, casi de competición. Le preguntaba constantemente si le dolía acá, si le dolía allá, y ella negaba siempre con la cabeza, iba perfectamente. Hemos tirado que cruza unas escombreras y lleva al camino de la vega y en éste hemos metido incluso una marcha más, a veces por debajo de los 5´el kilómetro. Hemos subido hasta coger el Camino de Membrilla en su parte asfaltada y hemos bajado con muy buenas sensaciones y como no quería que se terminase tan pronto, hemos tirado hacia la Avenida de las Tinajas y de ahí a casa: 11,3 kilómetros en 1 hora y 2 minutos a 5´28´´ y eso que el comienzo fue más suave. Lo dicho, si desconcertante fue el pésimo entreno de ayer el de hoy ha sido más sorprendente si cabe. Afortunadamente en casa Merche se sentía que había ido del infierno al cielo, y siempre es preferible ir en es asa dirección desde ese origen a ese destino que ir en la dirección contraria.




2 comentarios :

  1. Javier, hacía tiempo que no me acercaba por tu blog, lo siento, así que no se como os va, por lo que veo seguís a pleno rendimiento de lo que me alegro, Mercedes haciéndolo cada vez mejor.
    Regresar del infierno siempre es preferible al camino inverso.
    Un abrazo.
    Emilio Díaz.

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    1. Ya sabes que aquí tienes tu casa para cuando quieras, sin obligaciones de ningún tipo, faltaría más. Merche lo pasó muy mal el sábado y sin embargo me sorprendió el domingo y yo creo que estoy saliendo de la pubalgia aunque no me atrevo ni a escribirlo porque cada vez que lo pienso o lo digo vuelve a recaer. Por tu parte veo que hay progresos; pronto saldrás del todo.

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