RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 5 de enero de 2016

LUNES 4: UNA SOMBRA DIFUSA DE AQUELLO QUE CREIMOS SER



Las células se mueven y en su movimiento se van haciendo viejas;  todo se distorsiona, todo muta, y hasta los recuerdos más preciados son tergiversados y tratamos de rememoramos tal y como no ocurrieron. La decrepitud y la decadencia acabará presentándose y nos pillará con el paso cambiado; trataríamos de escapar pero no sabremos por cuál resquicio podrá caber tanta desesperación, encerrados en esto que nos envuelve y que tanto hemos ensalzado, ahora resulta que es nuestra propia prisión, la celda del ego, y toca tomar conciencia de un principio fundamental: hemos venido a aprender una simple lección, esa que dice que todo se transforma, todo cambia y nosotros formamos parte de esa revolución, ¡ah!, es entonces cuando nuestra soberbia es enterrada en lo más profundo de la nada, olvidada por miles de generaciones que vendrán tras nosotros y que iniciarán nuevamente ese pequeño ciclo de cambio que forma parte de la mutación global del universo, unos cuantos miles de millones de almas pasadas, presentes y futuras que andarán perdidas a expensas de descubrir tarde o temprano que son demasiado simples y efímeras.  

El mensaje que susyace de estas líneas es el que me acompañó durante el entreno de ayer, sobre todo cuando volví a comprobar que a mis 45 años la decadencia la noto más intensa que nunca cuando me hallo corriendo y siento mi cintura cómo me dice que he de parar. Quizá sólo sea una falsa alarma, puede que todavía queden mañanas en las que dando zancada tras zancada sienta como floto, pero el mensaje está ahí esperando a su acuse de recibo: no habrá muchos más cartuchos en esta recamara que es mi vida. Y ahí me hallo realizando un entreno más de esos que sé que no voy a disfrutar, me veo viviendo unos minutos ingratos en los que correr tan sólo es una fea obligación que será bien resuelta si la molestia no llega, pero cuidado, si ocurre lo de ayer, me hará sentir más humano que nunca, más mortal, más pasajero de un corto pasaje en el que se vislumbra que el viaje ya es cuesta arriba y que lo mejor del paisaje ya fue contemplado. En el kilómetro 9 tuve que parar porque la carga que portaba en mi cintura era tan maliciosa que me hacía hasta sentir mezquino, hasta el punto de no entender que hacía yo allí en mitad de la noche filmando una película que sólo yo voy a ver y que ni a mi me va a gustar. Tras dos breves paradas más el único objetivo que quedó fue llegar a casa y meterme en la ducha para que el agua hiciera despegarse de mi piel toda ese cieno negro que se me ha adherido. Huelga a decir que es demasiado pegajoso para conseguir desprenderme de él, así que mucho me temo que esa suciedad que arrastro he de aprender a limpiarla más a menudo ahora que sé que ha venido a quedarse. 

El mensaje técnico: 14 kilómetros mal hechos que se suman a una semana más.

2 comentarios :

  1. Descanso...y llegarán dias mejores...sin más.Ànimo, un abrazo

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    1. Gracias JK, no sé si lo podré llevar a cabo, me refiero a lo de descansar. Cuando me paro un día al día siguiente estoy peor. Es como si mi la zona me pidiera ejercitarla y es curioso, pero tras un mal día casi siempre viene al día siguiente uno bueno. Estoy coincide con lo que he leído en casos de pubalgias no crónicas y agudas. Creo por tanto que seguiré probando ejercicios y siendo más estricto con el fortalecimiento de la cintura, a ver qué pasa

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