RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 27 de diciembre de 2015

SÁBADO 26: ESTE BLOG VIENE CONTANDO DEMASIADAS NOTICIAS NEGATIVAS

Ya quisiera yo poder escribir entrada tras entrada contando que todo me va genial, que floto, que me lo paso estupendamente, que las piernas van, que no tengo ni una sola molestia, y lo mismo para mi mujer, pero hay que ser honestos con esta herramienta que me sirve para contar el día a día, y el día a día es el que es; lo puedo edulcorar, lo puedo adornar, me puedo dar ánimos, mentirme escribiendo sueños para anirmarme, pero no más de eso: no puedo escribir lo que no ha ocurrido. Por tanto he de escribir lo sucedido ayer por más que al hacerlo impida pasar página más rápido...

Tocaba otra tirada larga, y decidí subir a la Sierra del Peral por la pista que conduce a los molinos eólicos. Es una ascensión bastante dura de unos tres kilómetros que por momentos se pone complicada con pendientes del 15%. Así que me fuí por el camino que lleva al Carril del Yeso y de ahí cogí el Camino Carretas, salí a la Carretera de La Solana y en el kilómetro 7,8 comenzaba la pista que me llevaba a lo alto. Hasta ese momento no había llevado malas sensaciones aunque no iba muy rápido ni me sentía especialmente suelto, pero al menos corría sin dolor de ningún tipo.














La subida también fue sin incidencias. Como no subí forzando la máquina no me costó excesivamente coronar lo más alto. Tras echar un rato oteando las vistas y teniendo que no llevaba prisa puesto que ni había puesto el crono en marcha, me dispuse a bajar, al principio con más cuidado para que no sufriera mi cintura, la cual me estaba dejando tranquilo en lo que llevábamos de mañana. Cogí ritmo y encontré relativas buenas sensaciones bajando, hasta que llegué a la casa que hay dos kilómetros más abajo, desde ahí giré a la izquierda para ir bordeando la falda por una senda que la recorre en su lado oeste. En esa fase de la sesión comencé a sentir cierta carga, no en las piernas, y sí donde siempre, la cintura, abdominales altos y últimamente también en la zona lumbar. Pero no era nada muy molesto así que rodeé la sierra hasta que tuve que bajar por una zona muy muy empedrada temiendo dejarme un tobillo en el intento, pero nada malo ocurrió más allá de que lo de la cintura había llegado para quedarse conmigo hasta el final. Cogí el camino que me llevaba al Paraje de Las Aguas y de ahí por la Carretera de San Carlos para en seguida coger el camino que sube y que girando a la izquierda me devolvería a casa. Lo peor vino en ese camino cuando la zona cargada comenzó a molestar realmente de forma martilleante, y cuando esto ocurre lo que menos apetece es correr, ni suave ni rápido, apetece parar. Apreté los dientes y llegué al Camino del Peral y cuando corrí por el carril bici la cosa mejoró algo, ya que en el asfalto la molestia remité un poco, pero cuando pasé nuevamente al camino la cosa empeoró de forma que los dos últimos dos kilómetros no fueron nada agradables, fastidiando totalmente el entrenamiento, por llamarlo de alguna forma.

Completé casi 23 kilómetros, hechos sin presión, sin crono, en una buena mañana en la podría haber disfrutado corriendo si no hubiera sido por este mal que cuando aparece me deja baldado. Ya no es suficiente el que haya decidido no competir; pareciera que un diablo de nombre impronunciable se haya propuesto que deje de correr. Vale que lleve media vida haciendo deporte por el placer de hacerlo, y no por otra cosa, porque no habrá sido por alegrías, premios y retos conseguidos, que apenas ha habido. Pero sufrir corriendo es harina de otro costal...El problema es cuánto sería capaz de sufrir si no salgo a correr. Por ahora la consigna es correr hasta reventar, así soy de tonto.

Lo que vino después, el sábado por la tarde no fue muy alentador. No pude estirar ni hacer ningún ejercicio. tan sólo me apetecía echarme en el sofá y eso hice. Pero a lo largo del resto del día, la molestia no me dejó tranquilo; y eso no había ocurrido antes, en otras ocasiones cesaba cuando paraba.

Sé lo que estáis pensando: ¡deja de correr hasta que te cures!. Por ahora no, ni tan siquiera creo que se me vaya a ir dejando de correr, no tras leer lo que he leído (gente que tras dos meses ha vuelto a correr y al segundo día de ponerse le ha vuelto la lesión tal y como la dejó sesenta días antes). Seguiré con mi plan de fortalecimiento con la idea fija (al menos por ahora) de que estoy en la última fase y que ahora puedo correr muchos más kilómetros sin problemas que hace dos meses.



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