RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 27 de julio de 2015

MIÉRCOLES 22: TRATANDO DE ENDEREZAR ESE TORNILLO QUE ME IMPIDE CORRER


 Resultado de imagen de correr desesperado

















"Sé que tras de mi no hay nada, tampoco lo hay debajo, ni sobre mi". Proyecto una sombra que muestra lo que hago y lo malo será cuando esa sombre se quede quieta"

 Se había doblado un tornillo en mi mecanismo. Si cogía los alicates y lo forzaba corría el riesgo de que se partiera y el problema fuese mayor. Con el tornillo defectuoso el mecanismo sigue funcionando, pero uno quiere que todo esté en perfectas condiciones así que trata de enderezarlo. Necesitaba tener un entreno intenso, adecuado y recurrí al interval. Iba a ir al Peral por la Carretera de San Carlos subiendo por el camino que lleva al Peral y de ahí vuelta a casa. Después del calentamiento cogería cambios de ritmo a razón de 5´fuertes y 2´ suaves. Pero.... (últimamente suele haber peros), el calentamiento ya comenzó mal, sin ganas, sin determinación sin fuerzas y con molestias. Subí por el camino sin muchas ganas de comenzar lo duro, pero llegado al punto donde tenía que iniciar mis primeros 5´fuertes los inicié. Eso sí, comencé con poco brío, como cabía esperar. A los dos o tres minutos noté la carga en mi pelvis, pero traté de obviarla y cuando llegué a la zona de asfalto que lleva al Peral decidí continuar con el cambio hasta llegado el minuto 10. Dejé el Peral atrás justo cuando llevaba esa decena de minutos a ritmo que yo quería fue fuese intenso, aunque no estuviera resultando como debiese. Después tocó bajar el pistón y me dí cuenta que estaba hecho polvo. Tres minutos después comenzaba un segundo cambio que pretendía que fuese largo, otros 10´, y bregué para mantener el ritmo, sintiendo molestias, demasiadas molestias. Alcancé el carril bici cuando había completado el segundo ciclo y bajé el ritmo; en ese momento decidí que ya no iba a realizar un tercer cambio, así que el resto hasta casa lo hice a un ritmo lo más digno posible. Llegué a casa cansado y con molestias, pero al menos sí que había cierto regusto dulce, porque había peleado por sacar adelante un buen entreno, y eso ya era algo.


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