RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 12 de febrero de 2015

MIÉRCOLES 11: MIEDO A TODO, MIEDO A SER LIBRE

El hombre siempre ha tenido temores, y eso es así desde que la raza humana aterrizó en este mundo. Hay miedos que son reductos del hombre prehistórico, como por ejemplo el miedo a la oscuridad, sentimiento que se grabó a fuego en nuestros genes cuando generación tras generación las tribus se refugiaban en las cavernas huyendo del frío y de los depredadores. Sin embargo hay otros miedos más sofisticados y propios del hombre de hoy, como por ejemplo el miedo a quedarse sin trabajo, o el miedo que sobreviene cuando toca un entreno intenso y eres un runners abnegado. Lo dicho, no podemos evitarlo aunque sepamos que el hecho de temer nos impida ser libres..., quizá sea que el principal hecho aterrorizante sea el de poder ser libres sin obligaciones, porque quizá entonces dejaríamos de ser tal y como somos. Hoy no dejo de pensar en todo aquello en lo que temo, y lo hago sabiendo que seguiré temiéndolo aunque me impida sentirme mejor. Quizá sea porque tengamos un espíritu cargado de contradicciones en las que sólo caba sufrir para valorar lo bueno....

El caso es que tengo delante mía el camino y sé que su recorrido estará cargado de malos momentos; también sé que podría decidir no transitarlo, pero entonces perdería algo importante dentro de mí: la ilusión. Así que llegó el miércoles sabiendo que tocaba intensidad en la sesión, pero se había despejado una de esas variables que sólo aportaba problemas a la ecuación: el frío, "ya había algo menos que temer". Si te pones rápido la ropa y no piensas, de forma que te sorprendes saliendo por la puerta dispuesto a realizar lo planificado todo es más fácil, y eso es porque nuestro principal enemigo muchas veces es nuestra propia mente. Poco pensé cuando me ví dando mis primeras zancadas; la idea era dar un rodeo de unos 7 kilómetros para luego subir campo a través el Cerro del Ángel por su parte más difícil. Las sensaciones en el calentamiento no fueron malas, como viene siendo constante últimamente, aunque me noté un pelín más cansado, sin duda debido a las secuelas del buen entreno del lunes. En cualquier caso acometí las subidas con ganas y en la primera, con una ganancia de 50 metros en algo menos de 500 metros, 10% de desnivel positivo, acusé el hecho de subir demasiado rápido y llegué bastante justo a lo alto. Bajé despacito para no dejarme un tobillo y 250 metros después dí media vuelta para ascender por segunda vez; en esta ocasión fue menos complicado porque las piernas ya habían entrado en faena y porque  la hice algo más suave; volví a bajar y la tercera se hizo más o menos como la segunda: llevadera pero bien empleada. Tras esto y sin parar descendí por el carreterín asfaltado tratando de soltar al máximo las piernas y pronto noté que lo conseguía. El camino a casa se hizo rápido y lleno de buenas sensaciones y pude completar los 11600 metros de la sesión en 1 hora justa, lo cual está muy bien ya que al menos 1600 metros del recorrido estaban dedicados a las duras subidas y las difíciles bajadas.













El miércoles no temí mucho ese entreno y sin llegar a ser libre del todo, al menos pude sentirme tan bien como últimamente me siento cuando termino este tipo de sesiones.



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