RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 22 de enero de 2015

MIÉRCOLES 21: EL LARGO CAMINO HACIA NINGUNA PARTE

La vida es un largo camino hacia ninguna parte. No lo he leído en ningún sitio, al menos que yo recuerde, pero me acaba de venir a la mente y he decidido titular mi entreno de ayer así: "el largo camino hacia ninguna parte". Cuando nacemos cogemos el tren en la estación "A" y desde ese momento nos pasaremos el resto de nuestra existencia transitando entre estaciones, eligiendo itinerarios que no conocemos y que nos llevarán a destinos la mayoría de las veces inciertos. Sabemos que el viaje se terminará pero no sabemos donde ni cuando. Eso sí, cuando paramos en la estación "X" tenemos la opción de descansar, reflexionar y elegir cuál será la siguiente estación, conocida o no, y todo dependerá de si nos llega el arrebato suficiente para probar nuevos recorridos, porque de querer ir seguros siempre tendremos la alternativa de regresar a estaciones confortables que ya conocemos. Todo este rollo es difícil de encajar con el entreno de ayer y a lo mejor os estais preguntando qué demonios me está contando...

Comencemos por el principio....

Tengo 44 años, edad madura, pero no sé muy bien cómo he llegado hasta aquí, es decir, no tengo amnesia y recuerdo bien casi todo lo que me ha acontecido, pero me quedo perplejo de lo rápido que ha sucedido todo. Hace ya algún tiempo que corro sin parar, y a veces esto agobia un poco porque cuesta seguir ese ritmo diario que yo mismo me marco; cuando  sucede no puedo evitar preguntarme dos cosas: ¿qué va a ser de mi vida?, ¿podré seguir corriendo mucho tiempo?. Ayer tocó analizar estos planteamientos, quizá porque no me apetecía entrenar, quizá porque me siento algo viejo, no sé exactamente la razón. Pero el cuerpo conoce bien el camino que ha de guiar al alma, de forma que cuando mis piernas  realizaron un duro calentamiento por debajo de 4´45´´ y hube llegado a la falda del Cerro del Ángel todas las reflexiones se habían volatilizado, tan sólo sentía ritmo, cansancio y placer. Ni que decir que al subir el cerro por el carreterín y sentir como las pulsaciones aumentaban pude sentirme aún más vivo; ya no pensaba en la siguiente estación, ni mucho menos en el final del tránsito. Tras bajar por el camino pedregoso y volver a ascender por el carreterín mis extremidades inferiores pedían más leña al fuego y por aquel entonces sólo quedábamos "el yo y el ahora". Tras volver a bajar fui al Parque Cervantes con el sentimiento de que estaba completando un buen entreno, otra idea positiva, la de estar haciendo lo que tengo que hacer y encima disfrutar por ello, que quereís que os diga, eso te hace feliz, aunque sea por un rato. En el parque pude completar tres series de gradas que me acabaron de rematar y de camino a casa mi cuerpo pedía clemencia ante el "tren de vida" al que lo estoy sometiendo, algo que hago con alevosía y nocturnidad. Pero fue llegar a casa y se redobló mi gozo, allí calentito y con la sensación de que había llegado a la mejor estación que podía alcanzar, es el camino elegido y no quiero dejar de recorrerlo. Trece kilómetros y medio que añadir a la semana, y parece que si nada ni nadie lo remedia podré estar contento nuevamente de como me están yendo las cosas.



2 comentarios :

  1. Muy buena la entradilla inicial, totalmente de acuerdo y a seguir recorriendo estaciones mientras el cuerpo aguante, que ya habra tiempo de estar parado

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, creo que es el común denominador de locos como nosotros, no podemos parar aunque cueste seguir el ritmo y eso a veces cuesta pero casi siempre compensa. Por cierto, entré en tu blog y pronto comprobé como ya había estado antes en tu casa (recordaba el texto que tienes en el encabezado)

      Eliminar