RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 9 de noviembre de 2013

DOMINGO 3. AÚN EN LLERENA


Me levanté con algo más de ánimo que el día anterior con el afán de hacer una tirada media, y cual fue mi sorpresa cuando comprobé que había una niebla de tres pares de narices. Tras callejear un poco por Llerena, encontré un camino el cual cogí con el temor del que sabe que se va a perder. Me alejé, cogí varias bifurcaciones que traté de retener en mi memoria, subí varias colinas, hasta que me quedé sin camino. Entonces dí media vuelta y volví a coger otro camino, y luego otro, buscando la forma de regresar, pero como estaba casi cantado, me perdí. Cuando llevaba unos 10 minutos corriendo sin saber hacia donde iba por culpa de no ver más allá de 50 metros, me topé con una pista ancha, que dejaba claro que en uno de sus sentidos me llevaría a Llerena. La experiencia es un grado y opté por coger el sentido que me suponía recibir el viento de cara, ya que a la ida lo había llevado de culo, y, por suerte, tras unos 20 minutos de trote llegué a la localidad. Como tan sólo llevaba 52 minutos de carrera, me dediqué a dar un par de vueltas a la ronda hasta completar 72 minutos. No pasarán a la historia como el mejor entreno del año, pero al menos, me encontré mejor que el día anterior.

Arriba tenéis una foto del hall de la hospedería de la red regional, donde estábamos alojados.



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