RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 18 de agosto de 2013

DOMINGO 18: 39 KILÓMETROS, CUANDO LAS COSAS NO SALEN COMO HABÍAS PLANIFICADO

Hoy domingo tenía pensado para mi un proyecto ambicioso: hacer una tirada de 50 kilómetros, y como las últimas semanas, yendo solo; eso sí, con un recorrido bien pensado, y con material suficiente para no tener problemas. La idea era salir de noche, y tras un montón de preparativos dejé todo dispuesto para consumar el nuevo reto.

En esta ocasión la idea era coger el camino que hacia el Este lleva al Pozo de la Serna, para que a los casi 10 kilómetros, dirigirme al Sur, cruzar la Carretera que lleva a Villanueva de los Infantes, seguir por el mismo camino hasta llegar a la Carretera de Cózar, y allí ir al Este de nuevo hasta coger el carreterín que lleva a la Presa del Pantano de La Cabezuela, hacia el Sur. Desde allí tenía que dirigirme al Suroeste teniendo cuidado de no perderme entre tantas bifurcaciones, hasta alcanzar el Campo de Golf del Complejo de La Caminera, continuar hasta Torrenueva y una vez allí, por un camino de vuelta casa.


Como se puede apreciar, el mero hecho de ver el recorrido asustaba. En cuanto a la altimetría, no era en esta ocasión demasiado exigente.

Con la mochila de hidratación y su bolsa llena hasta los topes de agua con un poco de isotónica, un bote de cereales, tres barritas y un zumo, así como el resto de complementos (gafas, gorra, móvil y el Iphone), partía de casa cuando aún era de noche.

Estas fotos son del comienzo de la aventura:



Todo pintaba bien, porque las piernas fluían y el ritmo inicial era el adecuado (un poco por encima de 6´), cuando en el kilómetro 4 sentí un montón de humedad en la espalda. Me dí cuenta de que llevaba la camiseta chorreando y que la bolsa soltaba un montón de líquido. Paré, me quité la mochila la abrí y comprobé. Enseguida me dí cuenta que tenía un agujerito en el centro por donde se iba el agua, y pensé que el pico puntiagudo del zumo había causado el desaguisado. O bien me daba media vuelta y arreglaba el tema o bien seguía y me arriesgaba, e hice esto último...

Pronto el agua chorreó el pantalón totalmente y bajó por las piernas hasta hacer lo propio con las zapatillas. Como todavía no hacía calor, lo que sentía más bien era frío, pero ya no podía echarme atrás. En una de estas se me cayeron las gafas que llevaba amarradas en la cintura y estuve en un tris de pisarlas y dejarlas machacadas. Llegué al cruce en el cual tenía que tirar al Sur. La foto siguiente es de ese momento.


El ritmo no era más rápido porque no quería botar mucho para no derramar más agua. Por otra parte fui comiendo cereales y barritas según el guión establecido, y crucé la Carretera de Infantes. Pasada ésta tuve el segundo contratiempo: una gran descomposición que me obligó a parar con urgencia, porque la cosa no podía esperar. Así que os podéis imaginar entre las vides y sin papel higiénico. Pensé: hoy va a salir todo mal.


La foto de arriba fue ya pasado ese trance. Tras esto me dí cuenta de que había parado el Garmin para tener mi momento "Allbran" con total tranquilidad, pero no me dí cuenta y no lo puse en marcha, así que corrí más de un kilómetro y medio con el aparatito parado. Esto causaría un grave contratiempo porque llevaba una chuleta con los puntos kilométricos donde había cruces, bifurcaciones y otras dificultades, y ahora, al parar el GPS las referencias cambiarían totalmente.

Llegué en el kilómetro 14 a la Carretera de Cózar y me fui al Oeste según el guión, buscando el carreterín de la presa. La foto siguiente es de ese momento:


Alcancé el carreterín que me llevaría hacia el Sur hasta la Presa del Pantano de la Cabezuela, a 4 kilómetros, y en esa zona me aburrí un poquito. 



Llegué sin mayores incidencias a dicha presa, justo donde tenía que coger el camino hacia el Sureste y me saqué la chuleta, porque aquí había un lío de mil demonios con un montón de redes de caminos y sendas. ¡La chuleta está totalmente empapada!. Es más, justo en la parte del papel donde está escrito el punto kilométrico de la zona en la que estoy me encuentro se ha corrido la tinta y no se ve nada. Decido cortar el papel y quedarme con la guía que aún se ve. Para orientarme en los metros siguientes tendré que tirar de intuición, eligiendo conforme recuerdo en el Google Earth. Llego al 22 y pico y no aparece la bifurcación del papel (echo cuentas porque tengo que sumar el desfase de 1,5 kilómetros por la parada del Garmin, pero ni así). Continúo por el camino estando totalmente perdido y dubitativo y medio kilómetro más adelante me encuentro con un hombre a quién le pregunto por cómo ir al Hotel La Caminera. Justo lo que me temía: me he pasado y tengo que regresar más de un kilómetro hacia atrás o continuar. Ese camino me lleva a Valdepeñas, pero también puedo ir a la Caminera por una bifurcación que hay más adelante, por lo que decido continuar.

Aquí paso los peores momentos, porque comienza a hacer calor, apenas me queda agua y aún me restan unos 25 kilómetros. Corro y corro y no llego a la bifurcación que me había indicado el buen señor, así que decido despreocuparme y continuar por el camino principal. Mientras tanto voy comiendo, que de eso sí que tengo suficiente. Las piernas van bien, pero querría tener agua con la que refrescarme la cara y el cuello. 

Llego a la Carretera de Cózar nuevamente, aproximadamente en el kilómetro 29. En ese momento no lo sé, pero luego me he dado cuenta que justamente es el mismo sitio donde 15 kilómetros antes había tirado a la izquierda para ir a la presa. Cruzo la carretera y voy en sentido contrario por el mismo camino por el que había ido antes, y yo sin saberlo.

El ritmo medio se ha estabilizado en 6´12´´, y salen algunos kilómetros por debajo de 6´pero la mayoría salen un poco por encima de esa barrera. Llego a un cruce y cojo el camino que va a la izquierda por pura intuición ya que veo a lo lejos, enfrente mía, Las Sierras de San Carlos del Valle. Llego al 30 y ¡otro contratiempo!, la rodilla derecha comienza a dolerme, a darme terribles pinchazos y se queda sin fuerzas. Esta historia ya me la sé: Síndrome de la Cintilla Iliotibial, así que maldigo, hasta se frustro, porque veo peligrar la Madrid-Segovia, sin embargo, dos o tres minutos después me deja de doler y me siento aliviado. Ese kilómetro me sale a 6´30´´ porque he ido cojeando.

Tras el susto compruebo como el que me echo a la gargante es el último minisorbo de agua, así que hago cuentas y pienso que me quedan por lo menos 8 kilómetros, con el sol pegando bien y yo sin líquido vital. Para compensar, me echo a la boca un montón de cereales y rezo para que la rodilla no me vuelva a decir nada más. Esa foto es la penúltima que he realizado, y no he echado más por el cabreo que he llevado todo el rato.


Y el resto de la historia ha sido más plácida de lo esperado: bien de piernas, sin más molestias, esperando ver el pueblo por fin, hasta que así ha sido. He alcanzado de nuevo la Carretera de Cózar ya en su tramo final, y he corrido por asfalto unos tres kilómetros hasta llegar a la rotonda de entrada a Valdepeñas. He pensado si dar un rodeo extra para hacer algo más de kilómetros, pero finalmente he reflexionado,  ¡qué demonios!, ¿no has tenido bastante ya por hoy?. Así que he llegado a casa marcando un poco más de 39 kilómetros y 4 horas y 2 minutos. Esta foto es de mi llegada.



Ya en mi hogar he estirado todo lo bien que he podido y la verdad es que no me ha molestado la rodilla, y que así siga. A la bolsa le he puesto un parche de bicicleta y creo que valdrá. Es la última vez que echo un zumo en la bolsa.

Este ha sido el recorrido final:



Finalmente, bastante contento por haber luchado contra los elementos y los contratiempos. No ha podido ser los de los 50 kilómetros, ni creo que sea ya en esta temporada. En otra será.



2 comentarios :

  1. Algo barruntaba después de ver los tiempos en el Garmin, pero no imaginaba tantas calamidades juntas, aunque también es para alegrarse de que al final todo saliera bien y sobre rodo el asunto de la rodilla.

    Saludos, Emilio.

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    1. Gracias Emilio. Creo que la rodilla fue algo para no preocuparse, probablemente una fricción de la zona tendinosa, fruto de tantos kilómetros. En cuanto a todo lo que pasó, hay días en lo que todo sale mal

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