RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 24 de febrero de 2013

2+2 = 4 SÍ, PERO LA MARATÓN NO SON MATEMÁTICAS

La prueba de Filípedes atrae hoy en día a miles y miles de corredores populares que se mueven en masa hacia los grandes eventos movidos por un gran espíritu de superación, una hábito muy sano como es del running, y también un pizca de inquietud turística, que de eso también hay. Y en esa tesitura estamos todos los que nos consideramos maratonianos: deseosos de que llegue la siguiente prueba marcada en rojo en nuestro calendario particular, ya sea allende de nuestras fronteras o en cualquiera de las maratones, algunas de gran solera, que están repartidas por nuestra geografía nacional. De entre todos los corredores populares, hay también un grupo numeroso que hace de esta costumbre un acto de superación de marca, más que una actividad lúdico-deportiva, y que se machaca a diario con el objeto de arañar unos minutos a su mejor marca. Entre ese grupo, por lo menos por ahora, me he de incluir. Pues bien, el santo santorum de este último grupo suele ser la barrera de las 3 horas, que se muestra como una puerta grande y pesada a la que hay que aporrear varias veces para conseguir abrirla. Hay quién la atraviesa con relativa facilidad, pero la mayoría nos acostumbramos a golpearla en varias ocasiones hasta conseguir ver como esas pesadas hojas de duro acero se abren y dejen entrever lo que hay dentro. Eso con suerte, porque hay quien muere en el intento, y no lo quiero decir en sentido literal. En lo que no caemos es que el tiempo es tiempo, una medición de una variable física, y que entre 03:04:45 y 02:59:58 tan sólo hay unos ridículos 285 segundos, y que la gloria de rebajarlos no es más que un convencionalismo, ya que en valor absoluto ambas marcas ya muestran, para quién las hace, un más que aceptable estado de forma y por supuesto mucho mérito.

Pero yendo más allá en el tema, al fin y al cabo, seamos populares más o menos en forma, que nos lo tomemos en serio, o como también es lícito, como un medio de disfrutar, o incluso yéndonos al otro extremo, ya seamos la élite tratándonos de abrirnos camino en la dura profesión del atletismo, lo que es común para todo mortal es el hecho de que nuestro organismo, en un momento determinado de nuestra vida y por tanto, en la muestra fotográfica de un estado de forma concreto, no muestra más que un montón de datos de infinidad de variables: pulsaciones máximas, VO máximo, índice de masa muscular, nivel de hematocritos, etc, etc. Esas variables son las que están ahí para decirnos dónde nos encontramos, o dónde nos podríamos encontrar. Estamos pisando el terreno científico del deporte: medicina deportiva, biología aplicada al deporte, medicina aplicada al deporte, ciencias para la mejora del rendimiento, etc. Con poco que naveguemos por la red y busquemos al respecto, encontraremos una tabla de equivalencias que nos dice que tiempo haríamos en una media maratón partiendo de nuestro tiempo en 10.000 metros, o el que haríamos en maratón partiendo de nuestro tiempo en media maratón, siempre que estemos convenientemente preparados para estas pruebas. Nos sorprendería comprobar cómo se cumple las equivalencias, minuto arriba, minuto abajo, tanto en el atletas de primer nivel como en el aquel popular que se exprime en cada carrera. He aquí un ejemplo de página donde nos calculan los tiempos probables partiendo de marcas en otras pruebas:

http://www.biolaster.com/rendimiento_deportivo/utilidad_acido_lactico/calculos

Pero incluso mejor que esta página puede ser un sencillo método por el cual podemos calcular, partiendo de nuestro mejor y reciente registro en 10.000 el más que probable tiempo que haríamos en una media, en condiciones normales y siempre que tengamos preparada la prueba, y por extensión, lo mismo desde la media maratón a la maratón. Simplemente se aplican unos coeficientes:

  1. Coge tu tiempo en 10.000 metros en segundos totales: por ejemplo 37´00´´; lo pasamos a segundo y eso da: 2220 segundos.
  2. Multiplica esos segundos resultantes por el coeficiente 2,2 y te dará los hipotéticos segundos que tardarías en hacer una media maratón. En nuestro ejemplo 2220 seg*2,2 = 4884 seg.
  3. Divide esos segundos entre 60 y te dará los minutos, pero con los decimales en base 100. En nuestro caso 4884/60 = 81,4.
  4. Coge la parte decimal, en nuestro caso 0,4 y pásalo a base 60 multiplicando precisamente por 60 y daría 24 seg.
  5. Añade la parte entera, que en nuestro ejemplo era 81, los segundos y ya lo tenemos: 81 minutos y 24 segundos, o lo que es lo mismo 1 hora 21 minutos y 24 segundos.
Para pasar del tiempo de media maratón al de maratón se hace de igual forma pero multiplicando por el coeficiente 2,115 y en nuestro ejemplo tendríamos:
  • 4884 seg*2,115 = 10329,67 segundos tardaríamos en la maratón.
  • Que son 172,16 minutos.
  • 0,16 minutos son 9 segundos.
  • El tiempo aproximado sería: 172 minutos y 9 segundos, es decir, 2 horas 52 minutos y 9 segundos.
La tabla que os pego hace la equivalencia para un montón de tiempos:




Pero claro, estas equivalencias se cumplirían para un índice de resistencia máximo, es decir, para atletas que tienen un máximo rendimiento en esta cualidad física. 

Y ahora, llegados a este punto, sería un poco alocado pensar que si tengo 37´15´´ en 10.000 realizado en diciembre, y si tengo 1 hora 21 minutos 45 segundos en media maratón, de hace unos días, podría hacer algo menos de 2 horas 53 minutos en maratón. ¿Por qué es alocado?, porque esto no son matemáticas, porque soy un popular que no toma más mediciones que mis marcas y a quién ni siquiera le han hecho a día de hoy una prueba de esfuerzo, y porque una maratón es otro mundo, un mundo en el que 2+2 no suelen ser 4.

Por ello me aferro, porque me gusta aferrarme, a mis sueños, me agarro bien fuerte a la idea de que podría conseguir bajar de 3 horas en maratón. Si fuese en Roma ya habría liquidado el sueño, y habría que buscarse otro, así que esta es la conclusión: lo importante es soñar y los sueños no son exactos, como sí lo son las matemáticas. 









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