RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 9 de diciembre de 2012

SÁBADO 8: EL VIAJE A CASTELLÓN














Me levanté a eso de las 09:45 tras dormir más de 10 horas seguidas y sin enterarme. Como ya tenía la maleta preparada, me puse la ropa de correr y salí a hacer unos 25 minutillos suavitos para soltar un poco. Tras esto, me duché y preparamos el resto de cosas, dejamos a los niños con los familiares y nos embarcamos mi mujer y yo rumbo a la aventura. Comimos por el camino y llegamos a Castellón a eso de las 16:45, comprobando que hacía un viento de narices. Tras dejar las cosas en el hotel, fuimos al Parque Ribalta para recoger el dorsal y la bolsa, y la adrenalina se disparó al ver la animación. Mi dorsal no llevaba nombre impreso, quizá porque me inscribí el último día, pero mejor, me habrían puesto "Francisco" y cuando en carrera me hubieran gritado dicho nombre no me habría sentido identificado (ya pasó en Valencia), ya que respondo al nombre de Javier. Después presentaron a los atletas de élite y entre ellos, en calidad de invitado, estaba Martín Fiz. Cuando bajó del estrado, me acerqué y le estreché la mano, y le dije mi nick en sus foros, y dijo reconocerme, lo cual me hizo sentir bien. Por desgracia Mercedes no se había echado ni el IPhone ni la cámara en el bolso, por lo que no pudimos inmortalizar el encuentro. Me acerqué al stand de psicólogos para maratonianos y rellené una ficha, un test y me sometí a una entrevista. Conclusión: estoy hecho un lío, pletórico en cuanto a mi percepción de forma, pero acojonado respecto a la maratón. Lo peor es que no tengo un objetivo bien definido para el evento. Pues sí, es cierto.

Tras esto fuimos al centro comercial La Salera, y tras las compras de rigor, y los largos paseos por las galerías, nos fuimos, pero nos dimos cuenta de que habíamos perdido mis gafas, así que llegamos al hotel, las buscamos en el coche, volvimos al centro comercial, nos morimos más de una hora buscando, y al final aparecieron en el maletero entre los paquetes y el papel de regalo. ¡Menudo susto!. De nuevo al hotel, probamos el menú para la maratón y me atiborré de espaguetis, y el bacalao de segundo casi no me cabía. Después, ya en la habitación, los últimos repasos,  donde me vería mi mujer, qué avituallar, poner el dorsal, masajes (en las piernas ¡eh!) y a dormir, o al menos a intentarlo. Mala noche la que he pasado, aunque he conseguido descansar algo. A eso de la 06:33 he bajado a desayunar y me he vuelto a llenar, pero no tengo malestar digestivo. Y tras subir a la habitación os estoy escribiendo estas líneas desde el cuarto de baño.

Poco queda ya, llegó otra vez el momento

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